jueves, 17 de diciembre de 2009

GRACIAS, SEÑOR

Uno de ellos, al verse ya sano, regresó alabando a Dios a grandes voces (S. Lucas 17: 15).

El agradecimiento es una parte fundamental en la vida del ser humano. En muchas ocasiones, la gratitud que tenemos hacia una persona es tan grande que no tenemos palabras para expresar todo nuestro sentir. Un «gracias» se queda corto. A la mayoría nos gusta que nos agradezcan algún favor o un hecho representativo que hayamos realizado. A Dios también le gusta que le agradezcamos por sus misericordias, que son nuevas cada mañana (Lam. 3: 23).

La Biblia dice que un grupo de leprosos acudió a Jesús en busca de sanidad (Lúe. 17: 11). Seguramente suplicaron con todo su corazón al Salvador, y tal vez uno que otro prometió hasta lo inimaginable. Jesús era su única esperanza. La sociedad los había rechazado y condenado a vivir en los sitios destinados a los enfermos terminales. Pero ahora se abría una puerta de oportunidad para ellos. Jesús escuchó su petición y los sanó. ¡No lo podían creer! ¡Ahora estaban limpios! Pronto podrían regresar con sus familias y reintegrarse a la sociedad. Todo era alegría y felicidad. Así que en cuanto pudieron se pusieron en camino para reorganizar sus vidas.
Hasta aquí todo estaba bien, ¿pero se acordaron de darle las gracias a Jesús? La Biblia dice que solamente uno de ellos regresó para agradecer y glorificar a Dios. Jesús le preguntó: «¿Dónde están los otros nueve?» Lo más interesante fue que el leproso agradecido era un samaritano, es decir, ni siquiera tenía un conocimiento claro de Dios como los otros que eran judíos.
Tal vez nosotras estamos tan seguras de la misericordia de Dios y de su amor que no dedicamos tiempo para agradecerle por todo lo que nos da. Personas que no cuentan con el conocimiento del evangelio muchas veces expresan su gratitud constantemente de todo lo que reciben de Dios. Si agradeciéramos también a nuestros semejantes por cada acción gentil que tienen para con nosotras, sería más fácil olvidar las ofensas que muchas veces son menores que los favores que nos hacen. El agradecimiento transforma nuestro corazón y permite que el Espíritu Santo more en nuestras vidas.

Elisa Valenzuela De la Peña
Tomado de la Matutina Manifestaciones de su Amor.

NO TIENEN PRECIO

Oh Dios, ¡pon en mí un corazón limpio!, ¡dame un espíritu nuevo y fiel!.Salmo 31: 10.

Para mi, ir de compras a un centro comercial no es una experiencia agradable. Pero llévame a un mercadillo o a una tienda de segunda mano y estaré en el séptimo cielo. Hace unos años, mientras buscaba gangas en una tienda de segunda mano, encontré un rollo entero de cinta. Necesitaba cinta para mis paquetes de matemáticas. Comprobé el precio y todos ellos estaban puestos a 49 centavos.
Todos, excepto el que yo quería. La etiqueta indicaba 79 centavos. «¿Por qué este tiene que costar treinta centavos más que el resto?», me pregunté.
La etiqueta estaba pegada a la cinta y no en la cartulina del centro. Empecé a suponer que se había despegado de otro producto y se había enganchado a la cinta. Así que la saqué y fui a la sección de pago.
Cuando la dependiente me preguntó cuánto costaba la cinta le dije que eran 49 centavos. Le entregué un dólar y ella me devolvió el cambio.
Al día siguiente, en la escuela, mientras ataba la cinta a los paquetes, volví a pensar en la discrepancia de precios. «¿Tu integridad solo vale treinta centavos?», me preguntaba mi conciencia. Al pensar de ese modo me di cuenta de la mala decisión que había tomado.
La siguiente vez que fui a la ciudad, volví a la tienda de segunda mano. Después de explicarle a la dependiente lo que había hecho, le di medio dólar y le dije que se quedara el cambio. Después salí de la tienda con mi integridad intacta. Desde entonces, cuando siento la tentación de hacer algo mal, me pregunto: «¿Vale mi integridad?»
Cuando te das cuenta de lo que se podría perder, los beneficios a corto plazo del pecado no compensan. Un carácter firme y una conciencia limpia no tienen precio.

Tomado de la Matutina El Viaje Increíble.

DIOS SIEMPRE MANTIENE EL CONTROL

Vi yo al Señor sentado sobre un trono alto y sublime, y sus faldas llenaban el templo. Isaías 6: 1.

No podemos ni siquiera imaginar lo que vio Isaías. De repente, Dios invadió su mundo. El profeta no lo esperaba, pero Dios se le acercó. En eso consiste el hecho de que Dios se revele a sí mismo: Dios entra en nuestro mundo. Toma la iniciativa, se mueve primero, busca primero, llama primero, llega primero. Cuando lo encontramos, descubrimos que ha estado buscándonos todo el tiempo. Dios toma la iniciativa y se acerca a nosotros. ¿Cómo ocurre este portento? No lo sabemos; lo que importa es que ocurre.
Isaías no describe a Dios. Vio su trono, su manto; pero no podía ver la pura esencia de la Majestad del cielo. Lo primero que vio Isaías fue el impresionante trono de Dios, símbolo del gobierno absoluto y soberano del Todopoderoso, creador, preservador, sustentador y controlador del universo.
El drama de la historia del pecado no terminará por accidente. Llegará a su conclusión por decisión divina. Dios está en el centro de control del tiempo, del espacio y de la eternidad. Es Rey de reyes y Señor de señores. Pese a ser tan inmensos sus dominios, Dios conoce hasta tu dirección y tu código postal. Le preocupa personalmente todo lo que te preocupa a ti. Todo lo que haces es importante para él.
A veces pensamos que Dios es un Señor ausente del planeta Tierra. Hay quienes creen que Dios creó el mundo y luego lo dejó a la deriva, abandonado a su propia suerte. Pero eso es una acusación y una calumnia. Dios se interesa en nosotros. Conoce nuestro pesar, nuestro dolor, la crisis que afrontamos. Influye para que todas las cosas redunden en bien de los que lo aman.
Hoy te invita a mirar hacia su trono y reconocer que todavía mantiene el control de todas las cosas. Está en su trono alto y sublime, por encima de todas las cosas: por encima de esa enfermedad incurable, del problema cardíaco, del cáncer, de ese diagnóstico que te angustia, de la muerte, de esa hipoteca que te desespera, de esos enemigos que te amenazan, de ese juez que decidirá tu caso, de esa tentación que no puedes vencer, de ese pecado que ha manchado tu vida y te ha hecho prisionero de la culpa.
Acepta y sigue hoy el consejo bíblico: «Acerquémonos, pues, confiadamente al trono de la gracia, para alcanzar misericordia y hallar gracia para el oportuno socorro (Heb. 4: 16).

Tomado de la Matutina Siempre Gozosos.