domingo, 21 de abril de 2013

CELEBRACIÓN DE CASAMIENTO

Lugar: Paquistán 
Palabra de Dios: Isaías 62:5

Centenares de luces de colores colgadas alrededor de la casa anunciaban que pronto se iba a llevar a cabo un casamiento. Se casaba la hija de la familia. La celebración duraría muchos días.
Al comienzo, las familias de la novia y del novio comenzaban las festividades por separado. Los invitados empezaron a llegar, y pronto comenzaron los cantos y las danzas. Mientras continuaban los preparativos finales, la familia del novio entregó el vestido de novia a la novia, y la familia de la novia le llevó al novio su traje.
En el día de la ceremonia de casamiento, la joven se puso su hermoso traje de novia. Un velo cubría su rostro. El novio llevaba en la cabeza un turbante tradicional. Los dos intercambiaron sus votos matrimoniales y se convirtieron oficialmente en esposo y esposa.
Pero, la celebración todavía no había terminado. Todos los visitantes recibieron una invitación para quedarse a cenar, con los novios como anfitriones. ¡Qué fiesta! Había abundancia de comida y de bebida. Música y risas llenaban el aire. ¡Qué gozosa ocasión era esa!
Distintas culturas tienen tradiciones diferentes, pero los casamientos generalmente son un momento de celebración. La próxima vez que asistas a un casamiento, observa al novio y a la novia. Lo más probable es que verás a dos personas muy felices.
Ahora, mantén en mente esa imagen, mientras lees los siguientes versículos de Isaías: "Como un novio que se regocija por su novia, así tu Dios se regocijará por ti". Dios nos ama tanto que se regocija sobre nosotros. Cuando nos reunamos con él, ¡qué celebración será esa!

Tomado de Devocionales para menores
En algún lugar del mundo
Por Helen Lee Robinson

REPARA TUS RELACIONES ROTAS

El que perdona la ofensa cultiva el amor; el que insiste en la ofensa divide a los amigos. Proverbios 17:9.

Nuestra vida está formada por relaciones que se entrelazan unas con otras y llegan a crear una gran «malla», que hace las veces de amortiguador ante los golpes que recibimos. Padres e hijos, hijos y padres, esposo y esposa, familiares cercanos y lejanos, amigos y compañeros, son algunas de las relaciones básicas y trascendentes que establecemos todos los seres humanos.
La Biblia asegura: «Porque ninguno de nosotros vive para sí mismo, ni tampoco muere para sí» (Rom. 14:7). Entiendo que todo lo que hacemos nos afecta a nosotros y a los demás positiva o negativamente, para bien o para mal.
Debemos cuidar nuestras relaciones personales, comenzando por la que tenemos con Dios. Cuando esta alcanza niveles de verdadera intimidad, contamos con una herramienta efectiva para construir relaciones positivas con los demás. Vivimos en intimidad con el Señor cuando nos dejamos guiar por su Palabra santa, y cuando en oración lo invocamos cada momento de nuestra vida. El mismo apóstol Pablo, tras afirmar que nadie vive para sí mismo, añade: «Si vivimos, para el Señor vivimos; y si morimos, para el Señor morimos. Así pues, sea que vivamos o que muramos, del Señor somos» (Rom. 14:8).
Madres e hijas que viven separadas por el rencor, cónyuges que construyen un muro de separación entre ellos, hermanos que no pueden estar juntos por una vieja cuenta sin saldar, amigos que se desconocen aunque tuvieron muchas vivencias juntos, nueras y suegras que no pueden darse un saludo amable aunque aman al mismo hombre, son algunas de las situaciones que enfrían los corazones y nos impiden disfrutar de una convivencia placentera.
Hay dos cualidades vitales que debemos desarrollar para construir relaciones positivas: la humildad y la empatía. Humildad como la de Jesucristo, que pudo perdonar a quienes lo maltrataron; y empatía para ser sensibles a las necesidades de los demás.
Si en tu vida hay relaciones rotas, y estás en la cima de la soberbia, asciende hasta la cima de la humildad y provoca un acercamiento que sane las heridas y reconstruya el gozo de la convivencia. Esto será salud para tu mente y para tu cuerpo. ¡Pruébalo!

Tomado de Meditaciones Matutinas para la mujer
Aliento para cada día
Por Erna Alvarado

OSLO, TERROR EN EL PARAÍSO

Luego de expulsarlo, puso al oriente del jardín del Edén los querubines, y una espada ardiente que se movía por todos lados, para custodiar el camino que lleva al árbol de la vida (Génesis 3:24).

«Oslo, terror en el paraíso». Así titularon los periódicos la tragedia. Oslo es la capital de Noruega, un país muy pequeño, de poco menos de cinco millones de habitantes. Todo el país, no solo la capital, es como un paraíso. La belleza de la geografía es solo una razón para considerarlo; la otra es la paz, la tranquilidad y la armonía. Los noruegos consideran normal salir de casa sin cerrar con llave o pasear sin temor a ser víctimas de algún delito. Como un símbolo de la armonía y la paz que reinan en el país, cada 10 de diciembre se entrega en Oslo, en el Palacio del Ayuntamiento, el Premio Nobel de la paz.
Pero, de repente, el terror se apoderó del paraíso. Un asesino de nombre Anders Behring Breivik, hizo explotar un coche bomba precisamente frente al palacio del ayuntamiento, mudo testigo de un trágico acontecimiento, inolvidable para todos los ciudadanos del mundo.
Johan Kristian Tanberg grabó con su teléfono móvil el escenario, segundos después de la terrible explosión. Aquello era indescriptible: muertos y heridos esparcidos por todas partes.
Desde la Segunda Guerra Mundial, Noruega no había visto amenazada su seguridad. Por primera vez desde el final de aquel conflicto bélico, soldados fuertemente armados sustituyeron a los policías desarmados para patrullar las calles de la conmocionada ciudad.
Los terribles acontecimientos sumieron en la consternación a los ciudadanos de una de las capitales del mundo reconocidas por su civilidad, decencia y honorabilidad. El dolor se reflejaba y se sentía entre la gente que no se resignaba a aceptar lo sucedido.
Más de cien mil personas se dirigieron en silencio hacia la catedral, llevando una flor blanca en la mano. Todos se saludaban unos a otros, cruzaban miradas, se abrazaban y juntos retomaban la marcha hacia el templo, con el único fin de depositar una flor en señal de duelo y solidaridad. Y todos comprendieron que la vida en el paraíso había cambiado para siempre. Cuan sugestivo nos parece este título: «Terror en el paraíso».
¿Te imaginas cómo se sintieron Adán y Eva cuando vieron las primeras señales de muerte en la naturaleza por causa de su pecado? La vida en el paraíso terrenal nunca fue igual. Todavía escuchamos los lamentos en el mundo entero. Nuestras propias tendencias nos recuerdan que algo anda mal. Pero esto no es para siempre. Dios restaurará el paraíso perdido y tú podrás estar en él.

Tomado de Meditaciones Matutinas para jóvenes
¿Sabías que..? Relatos y anécdotas para jóvenes
Por Félix H. Cortez

EL VESTIDO DE BODAS

Y entró el rey para ver a los convidados, y vio allí a un hombre que no estaba vestido de boda. Mateo 22:11 (lea Mateo 22:1-14).

Con la ayuda del Espíritu Santo, los hombres y las mujeres pueden levantarse de la vulgaridad y vivir vidas puras y santas. Los creyentes profesos que no hacen esto mienten contra la verdad... No demuestran en palabra y comportamiento el poder transformador que acompaña a la verdad. ¿Cómo puede el Señor estar complacido de los que no hacen esfuerzo alguno por elevarse a un ideal superior? ¿Acaso no dicen haber recibido una verdad elevada y noble?...
Dios no les pide a hombres y mujeres que rindan nada que sea para la salud del alma o el cuerpo, pero sí les pide que abandonen los vicios degradantes y debilitadores que, de cultivarse, los excluirían del cielo. Les deja espacio para cada placer que puede ser disfrutado sin compunción de conciencia, y recordado sin remordimientos. Les pide, para su bien presente y eterno, que cultiven las virtudes que traen salud y fortaleza al alma. Los pensamientos puros y los hábitos correctos son necesarios para nuestra felicidad como seres humanos y como cristianos. Todo lo que es de un carácter degradante debe ser vencido, si queremos ver al Rey en su belleza.
El Señor puede y ayudará a todo aquel que busque su ayuda en el esfuerzo por ser puro y santo... ¿Se han hecho esfuerzos fervientes por vencer las inclinaciones naturales al error, por conquistar los hábitos y prácticas que eran parte de la vida antes de aceptar la verdad? ¿Quienes afirman creer la verdad son tan desaliñados y desordenados en el hogar y tan poco semejantes a Cristo en la vida cotidiana como lo fueron antes de haber profesado aceptar al Señor? Si es así, no están proclamando las bondades de Aquel que los llamó de las tinieblas. No se han vestido de la justicia de Cristo.
Esfuércense por hacer mejoras decididas. Límpiense de toda suciedad de la carne y del espíritu, perfeccionando la santidad en el temor del Señor. Sean cuidadosos y ordenados en su vestido, y bondadosos y corteses en su trato. Sean puros y refinados, porque el cielo es la misma esencia de la pureza y el refinamiento. Tal como Dios es puro y santo en su esfera, hemos de serlo nosotros en la nuestra.
Lean con cuidado y análisis la parábola del vestido de bodas, y hagan una aplicación personal de la lección que enseña... Los que hacen una profesión de fe, y sin embargo permanecen iguales en hábito y conducta, son representados... por el hombre que vino al banquete sin un vestido de bodas.— Review and Herald, 26 febrero de 1901.

Tomado de Meditaciones Matutinas para adultos
Desde el Corazón
Por Elena G. de White