jueves, 23 de agosto de 2012

CON MUCHOS FRUTOS


«Amos le respondió a Amasias: "Yo no soy profeta ni hijo de profeta, sino que cuido ovejas y cultivo higueras. Pero el Señor me sacó de detrás del rebaño y me dijo: 'Ve y profetiza a mi pueblo Israel'"» (Amos 7: 14,15, NVI).

¿Te lo imaginas? Estamos caminando por un campo lleno de higueras y encontramos que Amos, un profeta de Dios, es un simple agricultor que está a cargo de ovejas y de unos árboles frutales. ¿No es asombroso lo que Dios puede hacer con alguien que quiere servirlo?
La higuera es un árbol que se menciona en diversos lugares de la Biblia. El sicómoro al que se subió Zaqueo para ver a Jesús cuando pasaba, es un tipo de higuera. De este árbol obtenemos el higo, una fruta muy dulce llena de semillas. Para que esta fruta pueda crecer adecuadamente, alguien debe encargarse de su cuidado. Si el encargado de esta labor es una persona experimentada, los frutos serán dulces y jugosos. 
Nosotros también somos como una higuera. Si dejamos que Jesús cuide de nosotros, él producirá frutos que los demás podrán apreciar.  La Biblia dice que conoceremos cuál es el pueblo de Dios por sus frutos. En otras palabras, la gente verá el amor de Jesús brillar a través de nuestras acciones. Dios puede hacer cosas asombrosas con nosotros y producir frutos maravillosos en nuestras vidas. Deja que el gran «Granjero» del universo cuide de ti y observa cómo crecen tus frutos.

Tomado de Devocionales para menores
Explorando con Jesús
Por Jim Feldbush

¿POR QUÉ A MI, SEÑOR?


Tú eres mi refugio, me guardarás de la angustia; con cánticos de liberación me rodearás. (Salmo 32:7).

La depresión me agobiaba. Por más intentos que hacía para sobreponerme, no podía superarla. «¿Por qué a mí, Señor?» Esa era la pregunta que constantemente me hacía.
Hacía apenas un mes que había dado a luz a mi primer bebé. Consideraba que era un hermoso regalo que Dios nos había dado a mi esposo y a mí. Nosotros apenas teníamos dos años de casados y nos sentíamos muy felices como pareja. No comprendía por qué después de haber tenido a mi bebé tenía que sufrir a causa de aquella horrible depresión. ¿Por qué todo me asustaba? ¿Por qué sentía temor de quedarme sola con mi niña? ¿Por qué a pesar de que estaba rodeada de tanta gente me sentía tan sola? ¿Por qué no podía mejorar, a pesar de que le pedía a Dios que me ayudara a superar aquella dolencia? Esas eran algunas de las preguntas que a diario me venían a la mente.
Durante tres largos años estuve padeciendo de depresión; quizá sin saber que debía haber buscado ayuda profesional. Por supuesto, fueron años de sufrimiento, pero hoy doy gracias a Dios porque durante ese tiempo pude sentir su presencia muy cerca de mí. Pude aprender a depender de él y poco a poco fui superando mi dolencia para cumplir con mi responsabilidad de madre, esposa y ayudante de mi esposo en la dirección del distrito en el cual trabajábamos.
Aprendí que hay un Dios que está dispuesto a ayudarnos, a pesar de las tribulaciones y luchas en que nos encontremos; aunque la respuesta a nuestra oración demore y no la recibamos en el momento. Dios tiene un plan para nosotros que incluso incluye la tribulación. Sin embargo, pude aprender una lección más importante: «Dios es mi refugio y me guardará de la angustia». Hoy, estoy más que convencida de esa hermosa promesa.
Te invito, mi querida amiga, a hacer de nuestro Dios tu refugio en la alegría, en la tristeza, en el dolor, en todo momento. Ten siempre presente que «después de la tormenta viene la calma», y que únicamente en Jesús podrás obtener una paz duradera.

Tomado de Meditaciones Matutinas para la mujer
Una cita especial
Textos compilados por Edilma de Balboa
Por Judith de Escobar escribe desde Venezuela.

«SOLO POR HOY»



Este es el día en que el Señor ha actuado: ¡estemos hoy contentos y felices! Salmo 118:24.


«Cada uno de nosotros —escribió Fulton Sheen— decide qué color tendrá el cielo en el universo emocional que habita». ¿Qué quiso decir? Algo parecido al dicho popular que afirma que las cosas son del color del cristal con que se miran. ¿De qué «color» será este día para ti? Tendrá el color con que tú decidas pintarlo: colores claros u oscuros, brillantes u opacos, alegres o tristes. Tú decides.
Por lo visto, el autor del Salmo 118 entendió que cada día es un regalo de Dios y resolvió disfrutar con plenitud de ese don. Por ello escribió: «¡Estemos hoy contentos y felices!» (Sal. 118:24). Y algo similar entendió el autor anónimo de las siguientes palabras. Léelas con atención pues tienen un mensaje para ti y para mí. Solo por hoy trataré de vivir sin tratar de resolver los problemas del resto de mi vida.
Solo por hoy trataré de ser feliz. Razón tenía Abraham Lincoln cuando escribió que «la mayor parte de la gente es tan feliz como se lo propone».
Solo por hoy trataré de aceptar las cosas como son, en lugar de insistir en que sean como yo quiero.
Solo por hoy cuidaré bien de mi cuerpo y de ese valioso tesoro que es la salud. Solo por hoy trataré de fortalecer mi mente. Aprenderé algo útil. Leeré, aunque sea unas pocas líneas, y reflexionaré en lo que he leído.
Solo por hoy seré amable. Hablaré con voz suave, pero con claridad y firmeza; actuaré cortésmente; no criticaré a nadie y no buscaré faltas en los demás.
Solo por hoy tendré un programa, un plan. Es posible que no lo siga al pie de la letra, pero me evitará dos inconvenientes: la urgencia y la indecisión.
Solo por hoy apartaré media hora de tranquilidad. En algún momento de esa media hora, pensaré en Dios y en la naturaleza. Así tendré una mejor perspectiva de mi vida.
Solo por hoy no tendré temor de ser feliz, de disfrutar de la belleza, de amar y de ser amado. Y lo más importante, no tendré temor del mañana porque, a fin de cuentas, mañana podré intentar lo que no pude lograr hoy (adaptado de Prioridades, julio de 2007, p.14).
¿De qué color pintarás el cielo hoy? Tú decides.
Gracias, Señor por este día. Ayúdame a disfrutarlo plenamente para gloria de tu nombre.

Tomado de Meditaciones Matutinas para jóvenes
Dímelo de frente
Por Fernando Zabala

UN CORAZÓN DE AMOR


«No es la voluntad de vuestro Padre que está en los cielos que se pierda uno de estos pequeños» (Mateo 18:14).

¿Por qué tenía que preocuparse el pastor por una sola oveja perdida y desobediente, cuando en el redil todavía le quedaban otras noventa y nueve? Una denlas razones es que la oveja perdida le pertenecía. Otra es que amaba tanto a la oveja que no podía soportar la idea de que pudiera correr peligro alguno.
Nuestro Pastor nos ama tanto que no descansará mientras una sola de sus ovejas esté bajo el poder de Satanás. Jesús siente una profunda simpatía por todos los pecadores errantes. Conoce el dolor que trae el pecado y las cicatrices que deja. Por eso se aflige por cada oveja perdida.
Si alguna vez ha estado en casa de un niño que se ha extraviado jamás olvidará la ansiedad de los miembros de la familia. El padre corre a la comisaría y llama a la puerta de todas las casas del barrio. Si no encuentra a su hijo, el corazón se le partirá en dos. La madre, desesperada, no puede descansar hasta saber algo del niño. Ahora está usted en condiciones de entender qué siente Jesús por los que ama. Su corazón no descansará hasta encontrar a la oveja perdida.  Otro motivo para que el pastor se preocupe por  la oveja perdida es que estaba bajo su responsabilidad. Perder una de sus ovejas significaría que no ha hecho bien su trabajo. ¿Se perdió la oveja porque no hizo algo que tenía que hacer, porque se descuidó, porque no vigilaba con suficiente atención?
Nada de esto se puede decir del Buen Pastor.  Mientras estuvo en la tierra hizo todo lo posible para vigilar, cuidar y enseñar a sus discípulos. Al final de su ministerio le dijo a su Padre celestial: «Cuando estaba con ellos en el mundo, yo los guardaba en tu nombre; a los que me diste, yo los guardé y ninguno de ellos se perdió, sino el hijo de perdición, para que la Escritura se cumpliera» (Juan 17:12).
Así se siente por sus ovejas. Se alegra por las que están a salvo en el redil, pero no descansará hasta que encuentre a la perdida. ¡Qué extraordinario y amante Pastor! Basado en Lucas 15:4-7

Tomado de Meditaciones Matutinas
Tras sus huellas, El evangelio según Jesucristo
Por Richard O´Ffill