domingo, 11 de octubre de 2009

UN PADECIMIENTO QUE PUEDE ROBARTE LA PAZ

Como un pastor que cuida su rebaño, recoge los corderos en sus brazos; los lleva junto a su pecho, y guía con cuidado a las recién paridas (Isaías 40: 11).

Lo recuerdo con claridad. Después de tan larga espera por fin escuché al bebé que tanto anhelábamos. Mi bebé estaba sano y era muy tranquilo. Todo era casi perfecto. Pero de un momento a otro, dos semanas después del parto, mi estado de ánimo empezó a cambiar, y mis sonrisas y alegría se transformaron en tristeza y en llanto ante la mínima provocación. ¿Qué me estaba pasando? Una tarde después de una discusión con mi esposo provocada por mi estado de ánimo, él salió y tras un fuerte portazo, yo me arrodillé junto a un sofá y clamé a Dios su ayuda, abrí la puerta de mi alma como nunca lo había hecho antes y con desesperación le pedí que me diera paz. Ya no podía seguir así. Él me contestó. Me dirigí hacia el librero y mis ojos se centraron en un libro donde hablaba de depresión y al leerlo supe que necesitaba ayuda. Entonces recibí la llamada del consultorio de mi médico, confirmaba mi cita para esa tarde, y al colgar llegó mi mamá, quien, estoy segura, fue traída por un ángel hasta mi casa. Aquel día tuve la consulta médica más larga que jamás haya tenido, primero porque yo no podía dejar de llorar y segundo porque tuve que escuchar que lo que yo padecía era depresión posparto y tenía su origen en mis hormonas, y se había agravado por no atenderme desde el principio. Recibí tratamiento y ahora es cosa del pasado, aunque he aprendido que este padecimiento deja secuelas, especialmente en los hijos que, debido a su corta edad, por desgracia, perciben que estás triste a causa de ellos. La depresión posparto es más común de lo que imaginé. Si tú la padeces no te sientas culpable, mejor pide ayuda a un profesional de la salud; refúgiate en el suave pastoreo de Jesús y no dejes que este padecimiento te robe la paz.

Anónimo
Tomado de Manifestaciones de su amor.

UN RECHAZO PUNZANTE

Ninguno busque únicamente su propio bien, sino también el bien de los otros. Filipenses 2: 4

Su mamá le había dicho a Debbie Danielson que no jugara en la parcela desocupada de al lado. Pero ya sabes cómo pueden ser los niños, en especial si se les dice que no hagan algo. Como sería de esperar, Debbie decidió un día que, de todas formas, jugaría en la parcela desocupada. Debbie acababa de trepar al gran árbol cuando Dinky, su perro salchicha, vino trotando hada ella. Por desgracia, el perro cruzó un nido de avispas que estaba enterrado. Las avispas salieron zumbando del avispero y se abalanzaron sobre el perrito. Dinky gimió de dolor e intentó buscar protección. Pero no había dónde ir. Debbie supo de inmediato qué había sucedido. Saltó del árbol. Después de llamar a su mamá, intentó que Dinky se alejara del avispero. La Sra. Danielson salió corriendo de la casa. Para entonces, Debbie estaba gritando tan fuerte que le costaba hablar. La Sra. Danielson se hizo cargo de la situación y tomó una toalla. Con ella envolvió al perito salchicha y lo llevó al automóvil. Mientras Debbie y su mamá se dirigían al consultorio veterinario, Dinky se desmayó a causa del dolor y el veneno de las avispas. Por suerte, el veterinario pudo salvar la vida del perro, pero no podía eliminar el dolor de los doscientos aguijonazos que Dinky había recibido. Ahora Debbie es mayor, pero nunca ha olvidado la lección que aprendió ese día. —Cuando haces algo mal, quizá no te hagas daño a ti mismo, pero tus actos pueden hacer que otra persona sufra. Lo que hacemos afecta a la gente que está a nuestro alrededor. Asegurémonos de que nuestras decisiones no acaben por herir a otros.

Tomado de la Matutina El Viaje Increible.

EL VIOLIN DE PAGANINI

Mas el que sin conocerla hizo cosas dignas de azotes, será azotado poco; porque a todo aquel a quien se haya dado mucho, mucho se le demandara; y al que mucho se le haya confiado, más se le pedirá. Lucas 12: 48.

Niccoló Paganini es reconocido mundialmente como uno de los mayores violinistas de todos los tiempos. Fue un niño prodigio, y presentó su primer concierto a la edad de once años. Aunque también tocaba la viola y la guitarra, se le recuerda fundamentalmente por sus importantísimas aportaciones a la interpretación violinística europea, a la que transformó para siempre. Paganini ejerció una notable influencia sobre otros músicos posteriores importantes, como, por ejemplo, Johannes Brahms y Sergéi Rajmáninov.
Cuando Paganini murió en 1840, legó su valiosísimo y precioso violín, un Guarnieri, a su ciudad natal, Genova. Curiosamente, el magnífico legado iba acompañado de una condición difícil de entender. Paganini no quería que ningún otro intérprete lo volviera a tocar. Los responsables del gobierno municipal aceptaron la condición impuesta por el virtuoso, y, en consecuencia, pusieron el instrumento en un estuche y colocaron el estuche en una vitrina, en la que es observado por miles de visitantes.
Los instrumentos de madera tienen una particularidad. Cuanto más tiempo son tocados, mejor suenan, y no se percibe el paso del tiempo por ellos; es como si no los tocase nadie, Sorprendentemente, cuando se dejan de usar, su estado decae poco a poco. Precisamente eso es lo que le ocurrió al violín de Paganini. Otros violines del mismo violero continuaron siendo usados por otros virtuosos de generación en generación como una bendición para el mundo, pero el violín de Paganini es hoy una reliquia de lo que pudo haber sido. Esto encierra una gran lección que no debe olvidarse.
El apóstol Pablo escribió a Timoteo, su hijo espiritual, las siguientes palabras: «No descuides el don que está en ti» (1 Tim. 4: 14). El éxito es dinámico. Conlleva creci miento y desarrollo, el logro de una cosa, y el uso de ese logro es un peldaño que ayuda a alcanzar el próximo. No hay un lugar donde detenerse. Lo que no se alimenta decae y finalmente muere. Cuando usamos permanentemente nuestro don, producirá cosas que no solamente nos llenarán de gozo y felicidad sino que además traerán felicidad a los demás.
Piensa hoy en los dones que Dios te ha dado. Todos hemos recibido, como mínimo, un don. Úsalo para el adelanto de la causa del Maestro y para bendición de la humanidad.
Tomado de la Matutina Siempre gozosos.