lunes, 29 de marzo de 2010

CONFÍA EN SUS PROMESAS

Pon en manos del Señor todas tus obras, y tus proyectos se cumplirán. Proverbios 16:3.

Los pronósticos no eran ¿muy halagüeños: Ríos desbordados, colonias inundadas, zona declarada en desastre, días lluviosos y nublados. Por la mente de Juan Pérez Nájera todavía pasaba la pregunta: «¿Será que debamos ir?» Junto con su iglesia, Juan había sido invitado para servir en el equipo de apoyo en un «camporí» en Veracruz, México, y como líder del grupo estaba preocupado por las noticias. Una fuerte lluvia, después de tres horas de camino, lo hizo titubear, pero un arco iris le devolvió la tranquilidad.
Después llamó por teléfono al campamento para saber cómo estaba todo. Escuchó la voz serena del encargado que le decía que todo seguía en pie. Quizá esperaba escuchar un: «¡No, ya no vengan porque todo está cancelado!». Mientras se acercaban a su destino, podían ver hermosas cascadas en la cima de las montañas, un panorama rico en vegetación, bendecido por las lluvias. Al entrar al campamento un fuerte aguacero les dio la bienvenida, y observaron un panorama desalentador: Lodo por todos lados, la mayoría de los «acampantes» mojados, y las instalaciones sin corriente eléctrica. En el rostro del pastor juvenil que los había invitado había una angustia evidente. Juan pensó de nuevo: «Esto es un caos, no debimos haber venido».
La desesperación cundía por todas partes. Uno de los directores decía: «A mi club se le mojó toda la ropa y ya se quieren regresar». «Que se pongan el uniforme de gala todo el fin de semana, así lo amarán más. Anímenlos a que se queden», respondió el ministro juvenil.
Juan veía al ministro preocupado, pero a la vez esperanzado. Él tenía fe en que estaña bien. Entonces vino a su mente la escena cuando el pueblo de Israel murmuraba a Moisés: «¡Mejor nos hubiera sido servir a los egipcios que morir en el desierto!» (Éxodo 14: 12). Ese viaje fue toda una bendición. El evento se llevó a cabo sin más interrupciones. Juan aprendió a colocar sus planes en las manos de Dios y confiar en sus promesas. Se dio cuenta de que únicamente es cuestión de esperar, él sabe el momento justo para derramar sus bendiciones.
«A lo largo del áspero camino que conduce a la vida eterna hay manantiales de gozo para refrescar a los fatigados». MJ 148.


Tomado de Meditaciones Matinales para Jóvenes
¡Libérate! Dale una oportunidad al Espíritu Santo
Autor: Ismael Castillo Osuna

LIBRES AL FIN

Pero allí donde abundó el pecado, sobreabundo la gracia (Romanos 5: 20).

Una de las primeras cosas que trae a nuestra vida la relación con Cristo, es un cambio de perspectiva. Cuando hemos recibido la declaración de imputación de la justicia de Cristo, comenzamos a experimentar un nuevo enfoque de nuestra vida. Dice el apóstol: «Nosotros, que hemos muerto al pecado, ¿cómo podemos seguir viviendo en él? ¿Acaso no saben ustedes que todos los que fuimos bautizados para unirnos con Cristo Jesús, en realidad fuimos bautizados para participar en su muerte? Por tanto, mediante el bautismo fuimos sepultados con él en su muerte, a fin de que, así como Cristo resucitó por el poder del Padre, también nosotros llevemos una vida nueva» (Rom. 6: 2-4). Es claro que cuando una persona acepta a Cristo, lo acepta para que gobierne su vida. Así que lo primero que Cristo hace por el justificado, es inducirlo a vivir una vida distinta. Una vida guiada por Dios, libre de la esclavitud de nuestra vida pasada.
Sigue diciendo el apóstol: «Sabemos que nuestra vieja naturaleza fue crucificada con él para que nuestro cuerpo pecaminoso perdiera su poder, de modo que ya no siguiéramos siendo esclavos del pecado» (vers. 6). Se abre delante de nosotros una nueva perspectiva de vida; ya no tenemos que ser esclavos de nuestros vicios y pasiones. No tenemos que obedecer a nuestras inclinaciones. Ese yugo ha sido roto. Las cadenas del pecado han sido destruidas. Hemos sido emancipados por Cristo para vivir una vida distinta a la que vivíamos antes. La razón básica que sustenta esta nueva manera de ver las cosas, es que Cristo nos ha liberado de las garras del mal.
Es como si hubiésemos muerto al pecado: «De la misma manera, también ustedes considérense muertos al pecado, pero vivos para Dios en Cristo Jesús» (vers. 11). Lo interesante de esto es que cuando Cristo nos libera de las garras del mal, nos da una nueva perspectiva de las cosas; tenemos una nueva cosmovisión. Abre delante de nosotros un nuevo camino. El panorama de nuestra vida se transforma. Estamos en contacto con un Cristo viviente que influye sobre nuestra vida para bien.

Tomado de Meditaciones Matinales para Adultos
“El Manto de su Justicia”
Autor: L Eloy Wade C