sábado, 8 de agosto de 2009

PLEGARIA A DIOS

Den gracias al Señor, invoquen su nombre; den a conocer sus obras entre las naciones (Salmo 105:1).

Señor Dios, tú que eres Santo, glorioso, grande en misericordia y tardo para la ira, a ti te alabo con todo mi ser. Pido tu bendición para este día. Acompáñame en todo momento. No te alejes de mí que soy incapaz de sobrellevar mis cargas sin tu presencia. Este día me entrego a ti totalmente. Utilízame para llegar a ser una bendición y levantar en alto tu bandera. Yo quiero ser una fiel hija tuya, cada momento y en todo lugar. Sin ti, oh Dios eterno, estoy perdida. Ilumina mi mente para obedecer tus mandatos y ser una buena influencia para toda aquella persona que encuentre en el camino de la vida. Deseo darles un fiel testimonio de ti. Gracias, oh Dios, porque siempre estás conmigo. Pues ¿cómo podría esconderme de tu presencia? Gracias Señor por tu sacrificio en la cruz por mí. Quiero decirte que eres todo para mí, por el amor que me brindas, me rindo a ti. Gracias Señor por tu gran amor inmerecido que gozo en mí. «Al reconocer ante Dios nuestro aprecio acerca de los méritos de Cristo, es dada una fragancia a nuestra intercesión [...] somos vestidos con sus vestimentas sacerdotales. Él nos abraza con su brazo humano mientras que con su brazo divino alcanza el trono del infinito» (Comentario bíblico adventista, t. 6, p. 1078).

Martha Ayala de Castillo
Tomado de la Matutina Manifestaciones de su amor

NO ERES MI JEFE

Así que quien se opone a la autoridad, va en contra de lo que Dios ha ordenado. Romanos 13:2.

No me digas qué tengo que hacer. Tú no eres mi jefe». ¿Alguna vez escuchaste a alguien que dijera eso? Y tú, ¿lo dijiste, quizá a un hermano o una hermana mayor? A nadie le gusta que alguien le diga qué tiene que hacer. De hecho, si se nos dejase, acabaríamos con toda autoridad. Libertad total. Ninguna norma que seguir, nadie dándonos la tabarra diciendo que hagamos tal o cual cosa. Si nos dejasen, votaríamos por eso. ¿O no? Piensa en cómo sería si la gente fuese libre de hacer lo que le viniera en ganas. Si tuvieses una magnífica tabla de snow o una carísima bicicleta de montaña el vecino de al lado se la podría llevar. Si las personas no tuviesen que obedecer las normas de circulación podrían conducir a cualquier velocidad sin respetar las señales de alto. Jamás te sentirías seguro a cruzar la calle. Las tiendas tendrían que cerrar. Si todas las normas fuesen suprimidas, la gente podría robar lo que quisiera. Toda la economía se colapsaría. Cuando se eliminan las normas, la seguridad y la prosperidad desaparecen. Después de que los Israelitas salieran de Egipto, Jetro, el suegro de Moisés, lo aconsejó que buscara líderes que lo ayudaran a llevar la responsabilidad de guiar al pueblo de Dios. Tan pronto como el plan de organización fue puesto en práctica, las cosas fueron mucho mejor. La sociedad funciona mejor cuando cooperamos con los que tienen la autoridad, ya sean nuestros padres, los maestros, los supervisores del trabajo, los policías o los líderes del gobierno. Cuando respetamos a los que tienen la responsabilidad honramos a Dios y ayudamos a construir una comunidad mejor.

Tomado de la Matutina El viaje Increíble.

HAZ TU TRABAJO COMO PARA EL SEÑOR

Todo lo que te viniere a la mano para hacer, hazlo según tus fuerzas; porque en el seol, adonde vas, no hay obra, ni trabajo, ni ciencia, ni sabiduría. Eclesiastés 9: 10

Aquí Salomón nos comunica el secreto para cumplir bien el propósito de la existencia, el secreto de cómo hacer bien las cosas. Fíjate en la progresión que hay en este versículo: actividad, planificación y sabiduría. Sabiduría es la habilidad para ver con comprensión. Planificación es la habilidad para organizar. Actividad es la habilidad para iniciar, perseverar y alcanzar objetivos. Las personas han sido creadas por Dios para imaginar, para planear y hacer cosas. Dios creó a Adán para que gozara de la vida y cultivara el jardín del Edén. Le dio trabajo para que lo desarrollase. Salomón dice que el trabajo es una de las actividades más benditas de las que podemos disfrutar. El apóstol Pablo resalta lo expresado por Salomón de la siguiente manera: «Y todo lo que hagáis, hacedlo de corazón, como para el Señor y no para los hombres» (Col. 3:23). Independientemente del lugar donde trabajes, de la clase de trabajo que realices, la cantidad de salario que recibas o para quién trabajes, piensa que Dios te ha asignado el empleo que tienes. Por lo tanto, no prestes una atención desmedida a los hombres, Préstasela toda a Dios. Él ve no solo la forma en que empleas el tiempo, sino la actitud con la que trabajas, que es más importante. No hay persona más despreciable que la que trabaja solo cuando el amo, el patrón, el mayordomo o el supervisor la ve. El cristiano trabaja como si Dios estuviera vigilando su tiempo. Por eso el cristiano se siente comprometido a trabajar con todas sus fuerzas, a ser leal en el uso del tiempo, pues se siente responsable ante Dios y no ante los hombres. A una persona que trabaja así, la empresa, la escuela, la oficina o el tal leí la reclaman. Será bienvenida en cualquier parte la persona que trabaja «como para el Señor y no para los hombres». De paso, ¿sabes cuál es el secreto divino del éxito? ¿Sabes cuál es el secreto de los ascensos? ¿Sabes cómo llegar a ser lo que quieres ser? Haz todo lo que se te encomiende «con todas sus fuerzas», «como para el Señor y no para los hombres». Si así lo haces, serás como el hombre justo del Salmo 1:3: «Todo lo que hace pros­perará». Serás como José: «Todo lo que él hacía, Jehová lo hacía prosperar en su mano» (Gen. 39: 3). Pregúntate hoy: «¿Cómo podría yo ser el mejor empleado, para la gloria de Dios?» Ya sabes el secreto.

Tomado de la Matutina Siempre Gozosos