jueves, 25 de agosto de 2011

¿TEMOR O MIEDO?

En aquel tiempo se dirá a Jerusalén: «¡No temas, Sion, que no se debiliten tus manos!» (Sofonías 3:16).

En la Biblia se presentan dos tipos de temores: el temor a Dios y el temor a caer en manos de otros seres humanos. El temor a Dios nace de un corazón reverente, consciente de la superioridad y majestad del Señor que, aunque aborrece el pecado, ama profundamente al pecador. Pero caer en manos de otros es exponerse a la furia inmisericorde de Satanás. La Biblia nos indica que no debemos temer al hombre que solo puede destruir el cuerpo, sino más bien a Dios, pero como humanos que somos, todos tenemos temores con respecto a nuestros semejantes y a su influencia en nuestras vidas.
La envidia, los celos, la desconfianza, la traición, los deseos e incluso nuestro propio corazón nos hacen temer. También podemos hablar del temor a las consecuencias que traen nuestras propias acciones. El rey Belsasar tembló de miedo, sus rodillas chocaban una contra la otra, su voz se colapsó, su respiración se aceleró, ¿Qué estaba sucediendo para que el orgulloso monarca sintiera tanto pánico? Había arrojado su conciencia a las mazmorras y ahora lanzaba un último grito de desesperación. ¿Qué había hecho con su vida? La había malgastado en la lujuria de complacer sus propias inclinaciones pecaminosas. Conocía muy bien la historia de sus antepasados. Sabía que el orgullo de Nabucodonosor había sido castigado, pero con arrogancia se atrevió a desafiar al Dios de! universo. Ahora, frente al juicio divino, no podía menos que temer las consecuencias de sus propias decisiones.
¿A qué le temes? ¿Al jefe despiadado que te hace la vida imposible en el trabajo, donde pasas gran parte de tu tiempo? ¿A la furia incontrolable de un esposo que derrocha en la cantina el dinero que te hace falta para dar de comer a tus hijos? ¿O le temes al pecado que todavía permanece en tu interior? Todos estos temores tienen como única solución otro temor. ¿Otro temor? Sí, porque el antídoto contra el miedo es el temor a Dios (ver Prov. 9: 10). Pero un temor que no se basa en el castigo, sino en el amor y la reverencia.

Tomado de meditaciones matutinas para mujeres
De la Mano del Señor
Por Ruth Herrera

CUANDO JESÚS LLEGÓ AL CORAZÓN

Porque el Hijo del Hombre vino a buscar y a salvar lo que se había perdido. Lucas 19:10.

Dios demuestra su poder en la vida de las personas cuando las transforma en auténticos cristianos. Que un ladrón, delincuente, alcohólico, estafador, homicida o cualquiera que haya vivido en pecado abandone su camino y viva como Dios lo pide en su Palabra, realmente es un gran milagro.
Pero, no solo los que cometen actos criminales necesitan el poder transformador del Espíritu Santo, sino que toda persona que pretende llegar al reino de los cielos deberá pasar por esta metamorfosis. "El que no naciere de agua y del Espíritu, no puede entrar en el reino de Dios" (Juan 3:5), le dijo Jesús a Nicodemo, y la misma afirmación perdura hasta nuestro días.
Zaqueo nació en el pueblo elegido y se crió bajo la enseñanza de los sacerdotes. Como judío, conocía perfectamente la Biblia y sabía lo que Dios demandaba para cada hombre. Sin embargo, decidió seguir su propio camino e ignoró sus conocimientos religiosos. Su única ambición fue acumular tesoros terrenales y en mucha cantidad.
Este tipo de vida le dio lujos, extravagancias y placeres, pero no quitó el vacío que había en su corazón. Con el paso del tiempo se convenció de que no había alcanzado lo que buscaba y se sintió desdichado e infeliz. Estaba dispuesto a dar todo el dinero que poseía con tal de sentirse pleno y disfrutar de la vida. Pero lo que buscaba se encontraba cerca.
Cuando Jesús llegó a su vida, Zaqueo experimentó el nacimiento del Espíritu, y el dinero dejó de ser su dios, para darle el lugar a Cristo. Con profundo arrepentimiento y confesión expresó: "He aquí, Señor, la mitad de mis bienes doy a los pobres; y si en algo he defraudado a alguno, se lo devuelvo cuadriplicado" (Lúe. 19:8). Jesús, conmovido por las palabras de Zaqueo, expresó su misión: "Porque el Hijo del Hombre vino a buscar y a salvar lo que se había perdido".
La tentación de Zaqueo de convertir el dinero en un dios sigue siendo una gran tentación para muchos en la actualidad. Miles de hombres y mujeres se agolpan en la loca carrera de la vida en busca de tesoros mundanales para llenar el vacío de su existencia, olvidando que la historia de este cobrador de impuestos está para que nosotros no cometamos el mismo error. El dinero solo te ayuda a vivir en esta tierra, pero Jesús da vida y salvación en el presente y por la eternidad.

Tomado de meditaciones matinales para jóvenes
Encuentros con Jesús
Por David Brizuel

¡CERCADO!

Entonces se fueron los fariseos y consultaron cómo sorprenderle en alguna palabra. Mateo 22:15.

Mientras Cristian se coloca la corbata antes de dirigirse al trabajo, nota un aire de tristeza en su mirada, y se pregunta: "¿Qué pasa conmigo?" Continúa observando su rostro. Concluye que el motivo de esa preocupación es la insistente persecución de sus compañeros de trabajo. La actitud hostil de sus amigos está afectando su ánimo, y últimamente siente un leve temor inconsciente al ir a la oficina.
Todo empezó cuando Cristian descubrió la Biblia, y quiso compartirla con sus colegas: unos se burlaron, otros se mantuvieron indiferentes y otros, incluso, dejaron de hablar con él. Pero, desde el día en que Cristian se bautizó, las cosas empeoraron: últimamente, los colegas lo cercan, observaban todo lo que él hace y dice, con la intención de hallar alguna falta en sus actitudes y reprocharle que es un hipócrita, al decir que su vida ha cambiado desde que conoce a Jesús.
El versículo de hoy presenta a Jesús, al enfrentar las mismas circunstancias que Cristian. Con una diferencia: los fariseos hacían las mismas cosas que los colegas de nuestro joven no solo con el propósito de burlarse o dejarlo en ridículo, sino con el objetivo de condenarlo y matarlo.
En la vida cristiana, muchas veces vas a pasar por ese tipo de situaciones. Gente que te observa solo con el deseo de encontrar una aparente contradicción entre lo que dices y lo que haces; gente que, muchas veces, va a preguntar sobre tu fe solo para encontrar algún error. Sí dices "Sí", te acusarán y condenarán por la respuesta afirmativa; si dices "No", vendrán contra ti por haber negado. Nada de lo que hagas o dejes de hacer los satisfará. Te arrinconarán en una esquina de la argumentación, con el objetivo de hacerte perder la paciencia y exasperarte.
No les hagas caso; no reacciones defensivamente. Es eso lo que buscan. Pide a Dios mansedumbre, ternura, paciencia. Muchas veces, por detrás de las personas con ese tipo de actitud, hay gente sincera, que es tocada por el Espíritu Santo, mediante la simplicidad y la nobleza de tu reacción.
Sal hoy, sabiendo que vives en un mundo en el cual el camino no está siempre alfombrado de rosas para los hijos de Dios. Pero, a pesar de eso, las mismas espinas que muchas veces hacen sangrar tus pies son las bendiciones que el Señor te está preparando. Así fue con Jesús: "Fueron los fariseos y consultaron cómo sorprenderle en alguna palabra".

Tomado de meditaciones matinales para adultos
Plenitud en Cristo
Por Alejandro Bullón