viernes, 30 de marzo de 2012

INTELIGENCIA GRIS


«Por lo tanto, actúa con inteligencia y no lo dejes tener una muerte tranquila» (1 Reyes 2:6).

¡Atención! Pisemos con mucho cuidado con nuestras botas. Estamos otra vez en la cabeza de una persona, pero esta vez, de alguien con la cabeza gris. Bueno, lo que es gris no es su cabeza, sino su cabello. ¿Conoces a alguien que tenga el cabello gris? ¿Sabes por 'qué el cabello se pone de ese color? Te explico:
Tu cuerpo bombea algo llamado pigmento. El pigmento es el que da el color a la piel de las personas y también al cabello. El pigmento es básicamente color Cuando la gente envejece, el pigmento no llega tan fácilmente al cabello, y por eso pierde su color
Algunos creen que cuando una persona envejece y su cabello se pone gris deja de ser útil. Es verdad que a medida que envejecemos ya no podemos movernos tan rápido como antes o hacer algunas de las cosas que hacíamos cuando éramos jóvenes, pero se posee algo que los jóvenes no tienen: experiencia y sabiduría.
Recuerda: tener gente mayor a nuestro alrededor es un regalo de Dios. Habla con ellos y pídeles que te cuenten lo que han aprendido de Dios en sus años de vida. Su experiencia te ayudará a ser una mejor persona para Jesús.

Tomado de Devocionales para menores
Explorando con Jesús
Por Jim Feldbush

SERVICIAL COMO DORCAS

Había entonces en Jope una discípula llamada Tabita, (que traducido es «Donas»). Esta abundaba en buenas obras y en limosnas que hacía. (Hechos 9:36).

En los días de la iglesia primitiva los apóstoles iban y venían predicando el evangelio. Era inmensa la tarea y numerosas mujeres colaboraban con ellos en el trabajo misionero que se debía hacer. Era imposible que los discípulos permanecieran estáticos. Ni siquiera podían hacerlo las mujeres, especialmente las de temperamento activo como Dorcas, cuyo nombre significa «gacela». Quizá fue llamada así por su espíritu vivaz, ya que en todo trataba de ser diligente: creía y demostraba que no había tiempo alguno que perder.
Dorcas había aprendido que se debe aprovechar todo momento disponible con el fin de servir a los demás, especialmente a los desamparados. Así que incansablemente pasaba los días atendiendo a los huérfanos, a las viudas y a los enfermos de su vecindario. A Dorcas le agradaba estar en acción porque deseaba ser como su maestro, Jesús. Creía que el Señor la había llamado para servir de esa forma ayudando a los demás, por lo que hacía todo cuanto estaba a su alcance para ayudar a los pobres y a los menesterosos.
Un día sucedió lo inesperado. Quizá Dorcas había descuidado su salud, trabajando demasiado, y su cuerpo no resistió. Dorcas enfermó y murió. Sin embargo, Dios, que se interesa en todo momento por nosotros, les indicó a los hermanos lo que debían hacer en aquella ocasión. Sabían que Pedro estaba en un poblado cercano. Algunos fueron a rogarle que viniera rápidamente a Jope. Al llegar a la casa de Dorcas, el apóstol pidió que lo dejaran solo en la habitación de la difunta. Se puso de rodillas y oró, luego le ordenó a Dorcas que se levantara.
¡Qué alegría para todos!, especialmente para aquella fiel sierva de Dios, quien ahora podría seguir compartiendo el evangelio mediante sus actos caritativos. Ella estaba segura de que Dios la había llamado para trabajar y servir en el gran plan de salvación. 
Hermana mía, tú y yo hemos de abundar en buenas obras, trabajando y sirviendo a quienes necesitan de nuestra ayuda porque hemos sido llamadas a ser parte de ese gran plan divino. 

Tomado de Meditaciones Matutinas para la mujer 
Una cita especial 
Textos compilados por Edilma de Balboa 
Por Coraduma Escobar de Villarreal

¿BEBER O NO BEBER?

No vivan ya según los criterios del tiempo presente. Romanos 12:2 

Hace poco cayó en mis manos un ejemplar de la Adventist Review (edición en inglés de la Revista adventista) con una portada muy atractiva. Ahí se podía leer el título del artículo principal: «¿Beber o no beber?». Se refería al hábito de consumir alcohol. Pero lo que más llamó mi atención fue una sección en la que varios jóvenes adventistas respondían a esa pregunta. ¿Qué dijeron? 
Diana, una estudiante universitaria, proviene de una familia que no consume alcohol. Pero ha visto el daño que el licor ha causado en las familias de sus parientes lejanos. Por eso responde: «Cuando veo la angustia y el dolor que el alcohol ha causado, ¿cómo puedo pensar en consumirlo siquiera en cantidad moderada?». 
Rebeca, otra joven, ya culminó sus estudios superiores. Ella dice que sus compañeros de estudio la consideraban «rara» porque no bebía alcohol. «¿Cómo puedes tener diversión sin alcohol?», le preguntaban. ¿Qué respondía ella?: «Me gusta disfrutar de la compañía de mis amigos, ver una película, ir de campamento, escalar montañas. Pero no necesito del alcohol para disfrutar de esas actividades. De hecho, creo que se disfrutan mejor sin alcohol». 
Kevin, un joven graduado, piensa que cuando del alcohol se trata, lo mejor que un joven puede hacer es decidir de antemano cuál va a ser su respuesta al presentarse la tentación. «Siempre ha habido una lucha por el control de nuestra mente —opina—. Dios me creó con la habilidad de distinguir el bien del mal y con la capacidad de ejercitar ese poder. Nunca he permitido que el alcohol interfiera en el ejercicio de esta prerrogativa» (Adventist Review, 12 de enero de 2006, pp.8-13). 
¿Y tú qué piensas? ¿Beber o no beber? Es una pregunta que solo tú puedes responder. Tus padres, tus pastores, desean que te abstengas. Pero te toca a ti decidir. Las evidencias son abrumadoras: el alcohol daña la salud, destruye las familias e interfiere con el proceso de nuestra toma de decisiones. En otras palabras, es una maldición, porque además de dañar el cuerpo, destruye la mente, el único medio por el cual Dios se comunica con nosotros. 
En tus manos tienes un tesoro de incalculable valor: tu salud. Y debes decidir qué harás con él: invertirlo o malgastarlo. Que Dios te ayude a dividir bien. Padre celestial, ayúdame a vivir según tus criterios, no los de este mundo. 

Tomado de Meditaciones Matutinas para jóvenes 
Dímelo de frente 
Por Fernando Zabala

EL PRECIO DE LAS GEMAS

«Mujer virtuosa, ¿quién la hallará? Su valor sobrepasa largamente al de las piedras preciosas» (Proverbios 31:10). 

 La meditación de hoy está dedicada a todas las esposas fieles y madres que lean este libro día a día buscando inspiración que las ayude a llevar a cabo sus múltiples tareas. Es nuestro deseo, y por ello oramos, que encuentren en estas páginas esa pizca de luz y verdad que haga un poco más luminoso su diario vivir. 
¿A veces tiene la sensación de que lo que hace no tiene valor? No lo crea. Salomón dijo que el precio de una mujer virtuosa es muy superior al de las piedras preciosas. No tengo ni idea del valor que tienen las gemas pero, evidentemente, son valiosas. Quizá usted no sea hermosa o rica, pero sí puede ser virtuosa. Si es así, usted es valiosa.
Puede que no tenga un título universitario, pero es probable que esté calificada para más de un empleo, como por ejemplo, conductora, jardinera, consejera familiar, personal de limpieza, ama de llaves, cocinera, puericultora, recadera, contable, diseñadora de interiores, dietista, secretaria, relacionista pública o azafata. Estoy seguro de que podría ampliar la lista. Muchas de ustedes se hacen cargo del cuidado de la familia a la vez que, fuera de casa, desempeñan un empleo a tiempo completo. Realmente, son admirables. 
El Salmo 128:3 dice que los niños son «como plantas de olivo alrededor de tu mesa». Los bebés son como pequeños brotes verdes recién salidos de la tierra. Crecen como las plantas: primero un tallo, luego una hoja, después otra... Pronto maduran y empiezan a florecer. Y el ciclo se repite cuando tienen sus propios hijos. La influencia de la madre en la educación de niños maduros, responsables y cristianos está fuera de toda medida. 
En una presentación de Escuela Sabática, un niño se olvidó de sus frases. Su madre estaba en la primera fila para apuntarlo. Ayudándose de gestos, dijo las palabras con los labios y en silencio, pero no sirvió de nada. Su hijo se había quedado en blanco. Finalmente, se inclinó y susurró: «Yo soy la luz del mundo». El niño sonrió y con gran sentimiento y una voz clara y fuerte dijo: «¡Mi mamá es la luz del mundo!». 
Si usted es madre (o padre), es la luz de la vida de sus hijos. Para ellos usted está en el lugar de Dios (ver Patriarcas y Profetas, cap. 27, p. 280). Sea fiel y recibirá su recompensa. Basado en Mateo 8:14,15 

Tomado de Meditaciones Matutinas Tras sus huellas, 
El evangelio según Jesucristo 
Por Richard O´Ffill