martes, 19 de abril de 2016

CAMBIÓ POR JESÚS

«No robes». Éxodo 20: 15

Hoy te hablaré de un hombre llamado Leví Mateo. Él trabajaba como cobrador, es decir, él recibía de las personas el dinero que ellos tenían que pagar al emperador. Pero él les quitaba mucho más de lo que tenían que dar.
Veamos un ejemplo. Mira a papá, mamá le va a pagar por el objeto que ella quiere, pero ahora él le quita todo su dinero. Eso se llama robar, es quitarles a los demás lo que no te pertenece. Por esa razón Leví no tenía muchos amigos, nadie lo quería.
¿Alguna vez te han robado algo? ¿Cómo te sentiste? Me imagino que muy mal y duele más si es uno de tus amíguitos. Jesús dice que las personas que roban no entrarán al cielo.
Si encuentras el juguete de tu amiguito o lo tomas prestado y no lo devuelves, eso también es robar; porque te estás quedando con algo que no es tuyo.
Leví tomaba lo que no era suyo. Pero cuando conoció a Jesús, se arrepintió, devolvió lo robado, fue perdonado y nunca más lo volvió a hacer. Por eso tú, recuerda siempre devolver lo que no te pertenece.

Oración: Papito Dios, ayúdame a no quedarme con lo que no es mío.

Pasito a pasito, Crezco y aprendo
¡Vive y crece sanamente!
Por: Kathy Hernández de Polanco
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LOS LEONES MARINOS

Tu Oración: Querido Dios, gracias por tu amor al crear a los leones marinos.

Versículo para hoy: “¡Alégrense los cielos, regocíjese la tierra! ¡Brame el mar y todo lo que él contiene!” Salmos 96:11.

Estos leones o lobos del mar son muy bonitos; claro que no se parecen a los que viven sobre la tierra. Tienen aletas como los peces, pero pueden respirar fuera del agua. Realmente disfrutan recostarse a tomar la siesta en la arena y las rocas de la playa.
Su comida favorita son los peces, calamares, y otros animales marinos. Los machos hasta comen pingüinos. Algunas familias de estos animales viven en las aguas más frías de los océanos, pero Dios les puso una capa protectora para no congelarse.
Los leones marinos pasan largo rato durmiendo. Hasta cuando están en el mar. Pero flotan y no se hunden. ¿Quieres saber por qué?

Un poquito de ciencia
Necesitas dos pajillas, de las que tienen una parte flexible que se dobla; un recipiente con agua y cinta adhesiva.
Dobla una de las pajillas y une las puntas con cinta adhesiva. La otra pajilla déjala bien recta. Sumerge hasta el fondo del recipiente las dos pajillas y suéltalas, esperando que salgan a la superficie. Agita la superficie del agua con la mano y observa qué sucede.
La pajilla que está sujeta de los extremos con la cinta no se mueve cuando agitas el agua. En cambio, la otra pajilla se pone a girar. Lo mismo pasa con los leones marinos cuando están en el mar durmiendo. Sus aletas las doblan hacia su cuerpo y sacan la nariz; así se aseguran de no perder el equilibrio y hundirse.

Tomado de Devoción matutina para niños pequeños 2016
Pequeños científicos de Dios
Por: Cesia Alvarado Zemleduch
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PLATA, ORO Y UN VESTIDO

Anatema hay en medio de ti, Israel; no podrás hacer frente a tus enemigos, hasta que hayáis quitado el anatema de en medio de vosotros. Josué 7:13.

Con la ciudad de Jericó en ruinas y nadie alrededor, los israelitas debieron de haber pensado que era un excelente momento para encontrar algún buen negocio entre las posesiones del pueblo de Jericó. Pero Dios puso fin a tales pensamientos cuando específicamente les dijo que no tomaran ningún artículo para su uso personal. Todo tenía que pasar por el fuego. Los metales que no se quemarían, tales como la plata y el oro, se iban a guardar para el servicio del Santuario.
Sin embargo, un hombre no pudo resistir la tentación de llevarse algo del botín. Acán robó doscientas monedas de plata, un gran lingote de oro y un manto sofisticado, importado de Babilonia, como los que usualmente usaban la realeza o los muy ricos. Quería tanto los objetos de valor que, mientras el ejército estaba ocupado quemando los edificios, él huyó con los bienes. Sigilosamente, regresó al campamento y los enterró justo debajo de su tienda.
Poco después de la caída de Jericó, Josué envió una reducida compañía de soldados para tomar la pequeña ciudad de Hai. No parecía ser necesario llevar a todo el ejército y, sin pedir consejo a Dios, los israelitas salieron a conquistar la ciudad. Sintiéndose confiados y con la frente en alto, pensaron que Hai sería “pan comido”. Pero los hombres de Hai salieron tras los 3.000 soldados israelitas, los persiguieron y mataron a 36.
¡Qué sorpresa! ”El corazón del pueblo desfalleció y vino a ser como agua’ (Josué 7:5).
Los ancianos lloraron. Josué cayó sobre su rostro ante Jehová, en oración. Entonces, Dios le dijo que se levantara y comenzara a buscar, porque había anatema en el campamento. La codicia había prevalecido.
Dándole a la persona culpable tiempo para arrepentirse, el Señor le dijo a Josué que echara suertes sobre los nombres al día siguiente. Acán permaneció en silencio mientras se echaban suertes sobre la tribu de Judá; luego su familia fue elegida, su casa y, finalmente, su propio nombre.
Cuando ya no pudo esconder más su pecado, confesó. Pero, hay una gran diferencia entre admitir los hechos después de que son probados y confesar los pecados de antemano. Acán fue sentenciado a muerte porque representaba a todos los que se aferran a su codicia.
En el día del Juicio Final, muchos encontrarán que es demasiado tarde para confesar el anatema que se ha convertido en su dios.

Tomado de devoción matutina para menores 2016
¡GENIAL! Dios tiene un plan para ti
Por: Jan S. Doward
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¿YO, UN PREDICADOR?

Y vino Jehová y se paró, y llamó como las otras veces: ¡Samuel, Samuel! Entonces Samuel dijo: Habla, porque tu siervo oye (1 Samuel 3:10).

¿Alguna vez has pensado en pararte detrás del pulpito de la iglesia y dar el sermón? ¿Tendrías pánico? ¿Excitación? Si Dios te pidiera que lo hicieses, entonces, ¿lo harías?
Hace algunos años, una jovencita predicó ante miles de personas en su país, la Rep. del Brasil. Sorprendidos de que una simple niñita pudiera hablar como ella lo hacía, muchas personas fueron llevadas al arrepentimiento.
En 2006 en Chana, en el continente Africano, un muchacho de diez años cenia un espacio de predicación en dos programas de radio. Él empezó a contarles a otros acerca de Jesús, después de haber estado varios años escuchando predicar a su padre.
Jesús viene por segunda vez, y está llamando a los jovencitos de tu edad para que ayuden a compartir las buenas nuevas con los otros. Creo que sería una buena idea que los oradores experimentados ayuden a los niños y a los adolescentes con una voluntad inspirada por Dios, para que prediquen, y hagan bien.
Por supuesto, se puede predicar sin ningún entrenamiento formal. Los discípulos de Jesús no habían recibido una educación convencional, y predicaron un sermón que llevó a tres mil personas a los pies del Señor. Jesús mismo no era un predicador “entrenado”. Sin embargo, “todos los que le oían, se maravillaban de su inteligencia y de sus respuestas” (Luc. 2:47). Él estaba conectado con Dios, fuente de toda sabiduría.
Sin embargo, Dios no nos está pidiendo que prediquemos en el púlpito. Hay muchas otras formas de “hablar” de Dios y, a menudo, los sermones más fuertes que la gente escucha provienen de nuestras acciones. En cualquier lugar en el que nos encontremos, podemos predicar del amor de Dios por medio de nuestro ejemplo.

¿Y AHORA?
¿Cómo te está llamando Dios? Abre tu corazón a su dirección, y él te la mostrará.

SPLASH:
Desde que Elena Gould Harmon de White tenía años hasta su muerte setenta años más tarde, Dios le dio aproximadamente dos mil fisiones y sueños. Ella luego compartió muchos de estos sueños en sus sermones, artículos y libros.

Tomado de Matinal para Adolescentes 2016
“Intensamente, Ejercita tu Cerebro”
Compilado por Penny Estes Wheeler
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LO QUE CUENTA ES LA FE

Las frivolidades cautivan a los espíritus ligeros. Ovidio

Dice la fábula: “Por entre unas matas, seguido de perros (no diré corría) volaba un conejo. De su madriguera, salió un compañero y le dijo: ‘Detente, amigo, ¿qué es esto?’ ‘¿Qué ha de ser? -respondió-. Sin aliento llego. Dos picaros galgos me vienen siguiendo’. ‘¿Sí? -replica el otro-, por allí los veo. Pero no son galgos’. ‘Pues… ¿qué son?’ ‘Podencos’. ‘¿Qué? ¿Podencos dices? Son galgos y muy galgos: bien vistos los tengo’. ‘Son podencos, vaya, que no entiendes de eso’. ‘Son galgos, te digo’. ‘Digo que podencos’. En esta disputa llegan los perros, y pillan descuidados a mis dos conejos”.*
Creo que, en ocasiones, así considera Dios nuestras actitudes. Sabiendo él los peligros que corremos en el mundo, los esfuerzos del enemigo por hacemos perder la fe, ve que nos detenemos en cuestiones que no son las más importantes, y olvidamos lo principal. Corremos así el riesgo de estar desprevenidos cuando llegue la prueba.
Discutimos si orar de rodillas o de pie; comer carne o ser vegetarianos; utilizar instrumentos de percusión en la iglesia o no… y perdemos de vista lo que en realidad cuenta para nuestra salvación: que “gracias a Cristo Jesús, […] lo que cuenta es la fe, una fe activa por medio del amor” (Gál. 5:6). “Debemos reconocer que el conocimiento nos vuelve orgullosos, mientras que el amor fortalece nuestra vida cristiana. Sin duda, el que cree que sabe mucho, en realidad no sabe nada. Pero Dios reconoce a todo aquel que lo ama” (1 Cor. 8:1-3, TLA).
La esencia del mensaje de Pablo es promover, ante todo, la libertad de criterio de los demás que, al igual que nosotras, también dependen de la gracia de Dios para su salvación. Todos gozamos de libertad de conciencia, con tal de que nuestra motivación sea agradar al Señor. “Cada uno debe estar firme en sus propias opiniones. […] El que come de todo, come para el Señor, y lo demuestra dándole gracias a Dios; y el que no come, para el Señor se abstiene, y también da gracias a Dios. Porque ninguno de nosotros vive para sí mismo, ni tampoco muere para sí” (Rom. 14:5-7, NVI). “En asuntos de conciencia, el alma debe ser dejada libre. Ninguno debe […] juzgar por otro, o prescribirle su deber. Dios da a cada alma libertad para pensar y seguir sus propias convicciones. […] En el reino de Cristo no hay opresión señoril ni imposición de costumbres” (El Deseado de todas las gentes, cap. 60, p. 517).

“El que cree que sabe mucho, en realidad no sabe nada. Pero Dios reconoce a todo aquel que lo ama” (1 Cor. 8:3, TLA).

* Tomás de Iriarte y Félix María Samaniego, “Los dos conejos”, Fábulas de Iriarte y Samaniego (Barcelona: El País, 2005), p. 38.

Tomado de Lecturas Devocionales para Damas 2016
ANTE TODO, CRISTIANA
Por: Mónica Díaz
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¿FRACASO?

“El éxito radica en la acción sabia y bien ejecutada” (Eclesiastés 10:10, NVI).

A los siete años, su familia fue desalojada y él tuvo que trabajar para poder vivir. Cuando tenía nueve años murió su madre. A los veintidós lo despidieron del trabajo. Cuando intentó estudiar leyes en la universidad, lo rechazaron porque no cumplía con los requisitos necesarios. A los veintitrés puso un negocio con otra persona, pero tres años después su socio murió y él quedó con una deuda que le tomó muchos años pagar. A los veintisiete sufrió una crisis que lo dejó postrado en cama durante seis meses. Tras haber tenido un noviazgo de cuatro años, le propuso matrimonio a su novia, ¿te imaginas lo que le respondió? La respuesta fue: nooooooo.
Después de haberlo intentado tres veces, por fin a los treinta y siete años fue electo congresista. A los cuarenta y cinco se lanzó como candidato a senador, pero perdió las elecciones. A los cuarenta y siete fue candidato a la vicepresidencia de la nación, y no ganó. Con cuarenta y nueve años se postuló nuevamente a la senaduría, y volvió a perder. ¿Habrá seguido insistiendo?
Por suerte, no se dejó vencer por esas derrotas y a los cincuenta y uno ganó la presidencia de los Estados Unidos, y se convirtió en el primer presidente republicano de esa nación. ¿Ya sabes de quién te hablo, verdad? De Abraham Lincoln, uno de los más grandes líderes que ha tenido el mundo.
¿Sabes por qué muchos fracasan donde Lincoln triunfó? Porque no han aprendido a perseverar ante la adversidad, obviando que cada vez que caigan pueden volver a comenzar. Al visualizar los retos a los que tendría que hacer frente como presidente, Lincoln dijo en cierta ocasión qué lo confortó a lo largo de su vida: “Sin la ayuda del Ser Divino, […] no podré alcanzar el éxito. Con su ayuda, no fracasaré”. Todos los “fracasos” momentáneos en realidad lo que hicieron fue prepararlo para un éxito perdurable.
¿Cuántas veces te has caído? ¿Cuántas veces te tocará fracasar en esta vida? No lo sé; lo que sí sé es que el Dios que estuvo con Lincoln también estará contigo. Graba con letras de fuego en tu mente esta maravillosa promesa bíblica: “A todo puedo hacerle frente, gracias a Cristo que me fortalece” (Filipenses 4:13).

Tomado de Lecturas devocionales para Jóvenes 2016
“VISITA MI MURO, 366 MENSAJES QUE INSPIRAN”
Por: J. Vladimir Polanco
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LA CURA DE DIOS PARA TUS BOSTEZOS -3

“¿A quién sino a ti tengo en el cielo? A tu lado no me agrada ya la tierra. Aunque mi corazón y mi cuerpo desfallezcan, mí refugio y mi heredad por siempre es Dios”. Salmo 73:25, 26, LPH

Últimamente, los estadounidenses nos venimos gastando diez mil millones de dólares al año simplemente por cambiar el tono de llamada de nuestros teléfonos móviles. La mitad del mundo se va a dormir por la noche con hambre y nosotros gastamos diez mil millones de dólares cambiando el tono de llamada. Seamos sinceros: los occidentales somos dados a gastar, ¿no? No importa la economía (por la que, por supuesto, todos estamos muy preocupados estos días). Cuando hay que tener algo lo compramos sin importar los líos que tengamos que hacer para ello. Y así, la mayor colección del mundo en juguetes (tanto para niños como para adultos), cachivaches, herramientas, gangas que no necesitamos compradas en liquidaciones, vajillas de porcelana, discos de DVD, ropa, tonos de llamada, zapatos, cortacéspedes y demás sigue creciendo más y más.
Quizá por eso nos hayamos convertido en la nación con mayor déficit de la tierra. Exprimiendo nuestras tarjetas de crédito más allá de su límite, hemos descubierto una manera de no ser más que el vecino y de pagar nuestra colección de posesiones y nuestro costoso estilo de vida. Un comentarista lo describió como nuestra negativa a reconocer los límites naturales. ¿Es eso?
Y entonces se presenta el sábado, el más inmaterial de todos los dones confiados a la raza humana. No puedes envasarlo, cortarlo en trocitos y luego venderlo al mayor postor. No puedes recogerlo ni pintarlo. Es, más bien, de la sustancia de lo inmaterial, lo invisible, un trozo de tiempo eterno esbozado en los calendarios de la supervivencia humana, que nos ofrece lo máximo en lo inmaterial: una amistad personal con nuestro Creador.
El grito del Salmista en nuestro texto de hoy proviene de alguien que ha adquirido la dura conciencia de que las posesiones materiales de la tierra se desvanecen en la insignificancia frente al ofrecimiento divino de que poseamos a Dios. “¿A quién tengo yo en los cielos sino a ti?” Como un progenitor que se goza en el sentido de posesión de un niño -“Este es mi papá, esta es mi mamá”-, Dios anhela ser así poseído. Y, siendo sinceros, junto a él, ¿qué tenemos realmente en el cielo o en la tierra que sea comparable? Su don del sábado llega fielmente con una liberación silenciosa de esa fatiga que nos consume los huesos. Impulsados a dar cada vez más, oímos el llamamiento del sábado a menos: menos de nuestras querencias y cada vez más de nuestro Dios. Es la libertad que venimos anhelando.
“Venid a mí […] y yo os haré descansar” (Mat. 11:28).

Tomado de Lecturas devocionales para Adultos 2016
EL SUEÑO DE DIOS PARA TI
Por: Dwight K. Nelson
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