sábado, 23 de julio de 2011

¡VICTORIA!

Pero el ángel dijo a las mujeres: No temáis vosotras, porque yo sé que buscáis a Jesús, el que fue crucificado. No está aquí. (Mateo 28:5).

La ciudad turca de Kale (Demre) se levanta sobre el emplazamiento de la antigua Myra. Habitada por el pueblo licio en el siglo V a. C, en esta región se conservan numerosas necrópolis. Uno de los lugares de obligatorio encuentro para los turistas son las tumbas excavadas en la roca. No muy lejos de esta ciudad, en Egipto, puede encontrarse otra famosa atracción turística: las pirámides de Keops, Kefrén y Micerino, y la gran esfinge de Giza, construidas hacia el año 2500 a. C.
El texto de hoy nos presenta un lugar de extraordinaria importancia, un lugar que también es visitado por miles de personas de las más variadas creencias, nos presenta el hallazgo más formidable, la tumba más valiosa, el tesoro más indescriptible. Una tierra que hace temblar a los que la visitan. ¿Por qué? Porque esta tumba no está ocupada por ningún cadáver ni momia, sino que está vacía. Jesús venció en ella a la muerte y dio así esperanza de vida a lodo cristiano.
Tres días después de que Jesús hubiera sido sepultado, unas mujeres se dirigieron a la tumba donde lo habían puesto. A pesar de que estaba custodiada por guardias romanos, siendo muy de mañana estas mujeres valientes prepararon las especias aromáticas y se dispusieron a ungir el cuerpo de su Maestro. Anhelaban estar cerca de aquel que había transformado sus vidas llenándolas de paz, esperanza y amor. La presencia del ángel fue la certeza de que el cielo recompensaba el anhelo sincero de un encuentro apremiante con Jesús.
Al igual que aquellas mujeres, nosotras también necesitamos un encuentro con el Salvador. Un encuentro con el Jesús de la vida. Después de tres días de intenso sufrimiento, saber que Jesús había resucitado fue un bálsamo formidable para aquellas mujeres. La certeza de que la tumba que representaba la derrota estaba vacía, era la garantía máxima de la victoria. Cuando la angustia y la soledad lleguen a tu corazón, recuerda que hay una tumba vacía que garantiza tu victoria. Entonces, como aquellas mujeres, ve a Jesús.

Tomado de meditaciones matutinas para mujeres
De la Mano del Señor
Por Ruth Herrera

EL DON DE LA ALEGRÍA

Y los redimidos de Jehová volverán, y vendrán a Sion con alegría; y gozo perpetuo será sobre sus cabezas; y tendrán gozo y alegría, y huirán la tristeza y el gemido. Isaías 35:10.

Cada mañana al llegar al colegio había una alumna que me recibía con una hermosa sonrisa. Sumamente inteligente y vivaz, Andrea se había ganado el respeto de compañeros y profesores por sus excelentes calificaciones, y por su humildad cuando hablaba del tema. Como se la veía siempre con una linda sonrisa, nadie sospechaba, ni siquiera yo, los problemas terribles que estaba viviendo en su hogar. Luego de terminar una clase de Biblia, Andrea pidió hablar conmigo a solas, y ya en mi oficina, pasó a contarme parte de su historia familiar. Las lágrimas se hicieron presentes rápidamente, y esa sonrisa a la que yo estaba acostumbrado se esfumó mientras hablaba.
Nunca hubiera pensado que ella tenía problemas serios. Al expresarle mi asombro, respondió: "No me gusta que me vean mal. Quiero ser una persona alegre, y eso intento transmitir; pero a veces los problemas me superan y son más fuertes que yo, y entonces necesito desahogarme con otra persona. Gracias por escucharme".
Vivimos en un mundo que no transmite alegría ni paz. Los medios de comunicación y la sociedad en general expresan odio, envidia, amargura y enojo de diferentes maneras, y esto a veces parece contagioso. Si prestas atención, en los supermercados, en los ómnibus urbanos y en la misma calle, verás cientos de rostros con el ceño fruncido, personas enojadas o afligidas que deambulan por el mundo como esperando algo mejor. ¡Pobre gente! ¡Si conocieran cuan cerca está el remedio para su dolor!
Nadie está libre de situaciones tristes y desafortunadas, pero esas situaciones no deben quitarnos la alegría de vivir. Andrea tenía motivos suficientes para vivir amargada y triste, sin embargo transmitía un mensaje diferente con su rostro, no por despreocupada, sino porque tenía a Jesús en su corazón. El Dios del cielo desea darnos desde ahora el don de la alegría, porque este don, bien utilizado, es una poderosa herramienta para atraer almas a los pies del Señor.
Si hoy estás viviendo algún problema que te quita la paz, recurre a Jesús para que te dé las fuerzas que necesitas. Y recuerda: llegará el día cuando "la tristeza y el gemido" desaparecerán para siempre y viviremos con Jesús con "gozo perpetuo" en nuestro corazón.

Tomado de meditaciones matinales para jóvenes
Encuentros con Jesús
Por David Brizuel

RECONCILIACIÓN

Y todo esto proviene de Dios, quien nos reconcilió consigo mismo por Cristo, y nos dio el ministerio de la reconciliación. 2 Corintios 5:18.

El ascensor era lo suficientemente amplio, y tenía capacidad para varias personas. Sin embargo, Clayton prefirió tomar las escaleras, a pesar del maletín pesado; es que Lauro estaba en el elevador, y Clayton no deseaba hablar con él. Nadie entendía la situación, porque ambos habían sido amigos hacía mucho tiempo. Lo peor es que los dos se sentían mal con esa situación. Entonces, surgió la presencia de Juana, que sirvió de mediadora para reconciliarlos. Los tres se abrazaron. A partir de aquel día, Clayton y Lauro volvieron a sonreír.
No sé si percibiste que, cuando estás disgustado con alguna persona, no tienes paz en el corazón. Esa era la situación del ser humano después de caer en el pecado. Recuerda que lo primero que hicieron Adán y Eva, después de la desobediencia, fue huir y esconderse de la presencia de Dios. Esa situación tampoco dejaba feliz a Dios, porque amaba al ser humano y sufría al verlo huyendo de su amor. ¿Qué hacer?
El texto de hoy enseña que la iniciativa de la reconciliación fue divina. "Todo esto proviene de Dios", aclara Pablo. El ser humano no se salva porque quiera salvarse, sino porque Dios quiere hacerlo: es Dios quien lo busca, incansablemente, hasta encontrarlo.
A fin de que su presencia gloriosa, de santidad y de pureza, no destruya al pobre pecador, Dios se vale de un Mediador; y ese mediador es Cristo. "Quien nos reconcilió consigo mismo por Cristo". Aquí, encontramos la idea de que había una distancia enorme entre Dios y el hombre, y Cristo se constituyó en el puente a través del cual podemos tener otra vez acceso al Padre. Con su naturaleza divina el Señor Jesús toma la mano del Padre, y con su naturaleza humana extiende su otra mano en dirección al hombre caído, a fin de rescatarlo. Y, de esta manera, reconcilia al hombre con Dios.
Todo lo que necesitas hacer es aceptar que Jesús te tome de la mano. Y hoy puede ser ese gran momento, porque cada mañana es siempre una nueva oportunidad.
No salgas, sin saber que "todo esto proviene de Dios, quien nos reconcilió consigo mismo por Cristo, y nos dio el ministerio de la reconciliación".

Tomado de meditaciones matinales para adultos
Plenitud en Cristo
Por Alejandro Bullón