sábado, 15 de septiembre de 2012

NAVIDAD EN SEPTIEMBRE


«Llora, oh pino, porque cayó el cedro, porque aquellos árboles hermosos han quedado destruidos! ¡Giman ustedes, encinas de Basan, porque el bosque espeso ha sido derribado!» (Zacarías 11:2).

¿Estás listo para la Navidad? Yo sé que aún faltan más de tres meses, pero a mí me encanta pensar en la Navidad en cualquier época del año. Son tantas las cosas que me llegan a la memoria cuando pienso en la Navidad: el nacimiento de Jesús en esta tierra, mi familia y mis amigos, los regalos y el árbol. La mayoría de los árboles de Navidad son pinos, como el que se menciona en el versículo de hoy. Los árboles de Navidad son hermosos, pero creo que a mí me gustan más por su aroma. El árbol de Navidad hace que la casa huela delicioso.
¿Te gustaría ser hoy un «cristiano árbol de Navidad»? Me refiero a un cristiano que llene de un aroma agradable el lugar donde esté, no con el perfume que lleva puesto, sino a través de su bondad y alegría. Si somos cristianos bondadosos y alegres, podemos hacer que el día de los demás esté impregnado de la agradable fragancia de Jesús.
Quizá hoy mismo te encuentres a algunas personas que no están muy contentas. Tal vez te sientas tentado a no tratarlos tan bien por su actitud. ¡No lo hagas! Deja que el dulce aroma de Jesús emane de tu corazón y haz que este septiembre sea como una verdadera Navidad para ti y para los demás.

Tomado de Devocionales para menores
Explorando con Jesús
Por Jim Feldbush

LA VERDADERA PACIENCIA


Inclina a mí tu oído, líbrame pronto. ¡Sé tú mi roca fuerte, y la fortaleza para salvarme!

Escuché hace varios años a un conocido pastor mientras presentaba una breve charla en la radio. Definía la palabra «paciencia» como: «La ciencia de tener paz». Considero que esa definición es más profunda de lo que aparenta. El asunto es que a diario enfrentamos circunstancias y dificultades en las que nuestra paciencia se pone a prueba. Todo cristiano anhela tener esa paz que inunda el alma y que nos hace sentir felices y gozosos.
Podríamos preguntarnos: «¿Qué es necesario para cultivar la verdadera paciencia, para que esta sea una constante en nuestras vidas?». En el texto de hoy el salmista le dice a Dios: «Líbrame pronto», y esa debe ser siempre nuestra constante petición. Para evitar que los impulsos nos controlen es necesario que seamos transformados por su Santo Espíritu, con el fin de vencer las presiones y los traumas a los que nos vemos expuestas a diario.
Ahí radica el secreto para cultivar la verdadera paciencia: una real y constante dependencia de Dios. El Señor nos conoce y no podemos ocultarle absolutamente nada. Abrámosle el corazón para que él eche fuera todo aquello que es dañino y que nos impide ser pacientes.
Tal vez te haya tocado recibir maltrato por parte de tus seres amados, o de tu propia familia. Eso es algo que duele mucho más porque los vínculos familiares nos hacen más sensibles, y al sentirnos defraudadas podríamos responder de la misma forma. Recordemos que aunque todo parezca ir en contra nuestra, hay un Dios maravilloso que todo lo ve y lo entiende y que está dispuesto a socorrernos en los momentos más difíciles.
Fijemos la vista en Jesús quien es nuestro modelo. Cada paso que el dio en este mundo fue malinterpretado, e incluso fue traicionado por uno de sus discípulos. Pero en todas sus acciones demostró verdadera paciencia y se mantuvo firme ante cada una de las pruebas que sufrió. Jesús jamás permitió que una palabra o una mirada impaciente se hicieran eco en su vida.
Que Dios nos bendiga y nos ayude a enfrentar este día como verdaderas hijas de la familia celestial.

Tomado de Meditaciones Matutinas para la mujer
Una cita especial
Textos compilados por Edilma de Balboa
Anónimo

EL MEJOR ESCUDO


Nada de lo que Dios ha creado puede esconderse de él; todo está claramente expuesto ante aquel a quien tenemos que rendir cuentas. Hebreos 4:13

¿Copiarías en un examen si de esa prueba dependiera tu graduación universitaria?
Hace años un equipo de investigadores condujo un estudio sobre la honestidad académica. Un total de trescientos alumnos universitarios seleccionados al azar respondieron, entre otras, a las siguientes preguntas:
Consideras incorrecto...
1. ¿Copiar en un examen las respuestas de otro alumno?
2. ¿Copiar un trabajo de un compañero de estudios?
3. ¿Copiar de un libro palabra por palabra sin dar crédito al autor?
Aproximadamente el noventa por ciento consideró que todas esas prácticas eran incorrectas. Hasta allí, todo bien. Pero la verdad de los hechos apareció más adelante en el cuestionario, cuando los investigadores introdujeron una ligera modificación a la misma pregunta: «¿Harías cualquiera de estas cosas si estuvieras seguro de que nunca serías descubierto?». Esta vez los resultados cambiaron por completo. Más de la mitad de los participantes respondió que copiarían si tuvieran la seguridad de que nunca serían descubiertos (Thomas Lickona, Educatingfor Character [Educación para el carácter], pp. 57, 58).
¿Por qué esta diferencia en los resultados? La segunda pregunta dio a los estudiantes la seguridad de que la conducta errónea jamás sería descubierta. Y esta información fue todo lo que algunos necesitaron para admitir que harían lo que antes habían calificado como incorrecto.
¿Tú qué piensas? ¿Qué se puede esperar de un joven que evite hacer lo malo Solo por el temor a ser descubierto?
Nuestro verdadero carácter se revela cuando nadie nos está viendo, porque es en privado, cuando nadie nos mira, cuando se revela lo que verdaderamente somos.
¿Hasta qué punto armoniza tu vida en privado con tu vida en público? Vive siempre como si estuvieras en la presencia de Dios. No existe mejor escudo contra la tentación, tal como lo expresa Elena G. de White: «Como escudo contra la tentación e inspiración para ser puros y sinceros, ninguna influencia puede igualar a la de la sensación de la presencia de Dios» (La educación, p. 231).
Señor, ayúdame a estar siempre consciente de tu presencia, no importa dónde yo esté ni cuales sean las circunstancias.

Tomado de Meditaciones Matutinas para jóvenes
Dímelo de frente
Por Fernando Zabala

TODO ES POSIBLE


«El ojo de Jehová está sobre los que lo temen, sobre los que esperan en su misericordia» (Salmo 33:18).

¿Qué es primero, la fe o la obediencia? Los diez leprosos que salieron al encuentro de Jesús y sus discípulos ese día se mantuvieron a distancia. De acuerdo con la ley, era su obligación. Sin embargo, en absoluto guardaron silencio. Para aquellos hombres solo había una esperanza: Jesús y su misericordia. Sin duda alguna había escuchado historias de otras personas que habían sido sanadas de todo tipo de enfermedades, y allí estaba el Sanador milagroso, a un tiro de piedra. «Y alzaron la voz, diciendo: "¡Jesús, Maestro, ten misericordia de nosotros!"» (Luc. 17:13). No le pidieron lo que merecían, sino clemencia. La misericordia no es solo el levantamiento de la pena, sino que, además, es el acto de ayudar o tener compasión de alguien que está afligido.
Jesús tuvo compasión y los sanó, pero no de la forma que ellos esperaban. No puso las manos sobre ellos al tiempo que les decía: «Estás sanado». En su lugar, les dijo que fueran y se presentaran al sacerdote. La ley del Antiguo Testamento exigía que la persona que pensaba haberse curado de la lepra tenía que presentarse ante un sacerdote para que la examinara y proclamara que, en efecto, estaba sana.
Aunque no pronunció ninguna fórmula de sanación, parece ser que los leprosos entendieron que en las palabras de Jesús —«Id, mostraos a los sacerdotes»  (Luc. 17:14) estaba implícito que serían sanados. Imagine la escena: diez hombres vestidos con harapos y cubiertos de llagas; Jesús ordenándoles que fueran a mostrarse a los sacerdotes y ellos obedeciendo la orden, todavía vestidos con harapos y cubiertos de llagas.
No sabemos cuánto trecho anduvieron, pero de pronto descubrieron que su piel era como la de un niño. «Y aconteció que, mientras iban, quedaron limpios» (Luc. 17:14). Al ir, obedientes, al sacerdote, los leprosos demostraron que tenían fe en las palabras de Jesús. Otros podrían haber dicho: «Maestro, sánanos primero y luego iremos al sacerdote para que confirme que estamos curados».
A veces los creyentes esperan que Dios les dé fe para obedecer cuando, de hecho, la fe se expresa con obediencia. «Y habiendo sido perfeccionado, vino a ser autor de eterna salvación para todos los que lo obedecen» (Heb. 5:9). Obedezca primero y luego vea cómo crece su fe.  Basado en Lucas 17: 11-19

Tomado de Meditaciones Matutinas
Tras sus huellas, El evangelio según Jesucristo
Por Richard O´Ffill

GÓZAOS CON LOS QUE GOZAN


Gozaos con los que se gozan y llorad con los que lloran (Romanos 12:15).

Cualquier cosa buena que le suceda a solo uno de ustedes puede ser un catalizador de envidia en lugar de felicitaciones. Quizá él disfrute de jugar al golf durante el fin de semana mientras que ella se queda en casa limpiando. Le cuenta a su esposa que disparó las bolas con mucha precisión y ella tiene ganas de dispararle a él.
O quizá, a ella la invitan constantemente a salir con amigas mientras que el esposo se queda en casa con el perro. Si no tiene cuidado, él puede tener celos de la popularidad de su esposa. Como el amor no es egoísta y pone a los demás en primer lugar, no deja que entren los celos. El amor te lleva a celebrar los éxitos de tu cónyuge en lugar de sentirte contrariado por ellos. A un esposo amoroso no le molesta que su esposa sea mejor en algo, que se divierta más o que reciba más elogios. Percibe que lo completa, no que compite con él.
Cuando él recibe elogios, le agradece a su esposa en forma pública por su apoyo al ayudarlo a obtener su propio éxito. Se niega a alardear de manera que su esposa no se ofenda. Una esposa amorosa será la primera en alentar a su esposo cuando tenga éxito. No compara su propia debilidad con los puntos fuertes de él. Celebra en lugar de tener lástima de sí misma.
Es hora de dejar que el amor, la humildad y la gratitud destruyan todo celo que surja en tu corazón. Es hora de permitir que los logros de tu pareja los unan y les den mayores oportunidades para demostrar el amor genuino.
Decide hoy, transformarte en el mayor admirador de tu cónyuge y rechazar cualquier pensamiento de cellos, lo que te ayuda para que tu corazón se incline a tu cónyuge y puedas concentrarte en sus logros; toma la lista de atributos negativos que tienes en tu mente, escríbela y quémala con discreción. Luego, dile a tu cónyuge cuánto te alegra algo que haya logrado hace poco.

CLAMA A DIOS HOY PARA QUE TE DÉ LA CAPACIDAD PARA HACERLO.

Tomado del 50 días de Oración
Por Pr. Juan Caicedo Solís
Secretario Ministerial, Dir. Hogar y Familia
Unión Colombiana del Sur