martes, 18 de diciembre de 2012

SEÑALES EN EL CIELO


«Vi que el Cordero rompió el sexto sello, y se produjo un gran terremoto. El sol se oscureció como si se hubiera vestido de luto, la luna entera se tomó roja como la sangre» (Apocalipsis 6: 12, NVI).

A mí me encanta salir a caminar de noche lejos de las luces de la ciudad. Uno de los luceros que me gusta mirar más de noche es la Luna. Si miras la Luna con un telescopio, verás cráteres, montañas y valles.
La mayoría de las veces que observamos la Luna esta se ve blanca y brillante, pero a veces se ve tenebrosamente anaranjada cuando está cerca del horizonte. Esto ocurre porque la luz de la luna pasa a través del polvo y el humo que hay en el aire. ¿Te imaginas cuan aterradora se vería la Luna si se pusiera roja como la sangre? Eso es lo que Juan dice que ocurrirá poco tiempo antes de que Jesús regrese a la tierra.
Al leer la Biblia te darás cuenta de que Dios ha dado a su pueblo muchas señales que anuncian su venida. ¿Quieres saber cuáles son esas señales? ¿Está; leyendo la Palabra de Dios para averiguarlo? Busca hoy las señales de su venida y prepárate para darle a Jesús la señal de tu amor cuando lo veas regresar entre las nubes de los cielos.

Tomado de Devocionales para menores
Explorando con Jesús
Por Jim Feldbush

UN TRABAJO ESPECIAL


A la cual dijo la hija de Faraón: Lleva a este niño y críamelo, y yo te lo pagaré. Y la mujer tomó al niño y lo crió. (Éxodo 2:9).

Por lo general, en una reunión de damas, aquellas que han logrado cierta preparación intelectual hablan de sus logros y de la profesión que desempeñan. Por otro lado, las que se dedican a las tareas del hogar tienden a guardar silencio. Si alguien les pregunta respecto a su profesión, bajando la cabeza contestan en un tono casi imperceptible: «Ama de casa». Parecería que el hecho de dedicarse a las tareas domésticas tuviera una influencia negativa sobre su autoestima.
Dios nos creó para desempeñar dos funciones especiales: la de esposa y la de madre. Esas son las tareas que se le concedieron a la mujer, aunque en el momento actual se hable mucho de su papel en la sociedad y de su capacidad para ocupar posiciones a la par con los hombres. Dios ha colocado a la mujer como la pieza principal en la estructura de la familia. Ella, como nadie, puede desempeñar ese papel, y no es necesario que de la pared cuelguen títulos académicos.
«La madre es la reina del hogar y los niños son sus súbditos. Ella debe gobernar sabiamente su casa, en la dignidad de su maternidad. Su influencia en el hogar debe ser suprema [...]. Nunca la terquedad se debe dejar sin reprensión [...]. Es imposible describir el mal que resulta de dejar a un niño librado a su propia voluntad» (La fe por la cual vivo, p. 268).
Recordemos la forma en que la describe el sabio Salomón: «Mujer virtuosa, ¿quién la hallará? Su valor sobrepasa largamente al de las piedras preciosas. El corazón de su marido confía en ella y no carecerá de ganancias» (Prov. 31:10-11).
Éxodo 2:9 resume las funciones que se le han encomendado a la mujer: «Llévate a este niño y críamelo; yo te lo pagaré». Este es un mandato que Dios da a cada madre; el pago no es con monedas, sino con la gran satisfacción de verlos salvos en el reino de los cielos.

Tomado de Meditaciones Matutinas para la mujer
Una cita especial
Textos compilados por Edilma de Balboa
Por Guillermina de Hernández

VA CONTIGO A TODAS PARTES


Vale más la buena fama que las muchas riquezas, y más que oro y plata, la buena reputación. Proverbios 22:1, NVI

Imagina que un grupo de muchachos conversa animadamente en el patio del colegio sobre el partido de fútbol de la noche anterior. Entonces uno de ellos se da cuenta de que Carmen, la chismosa, camina por la acera a cierta distancia de ellos. ¿Qué crees que ocurrirá con el tema de la conversación? ¿Seguirán hablando de fútbol?
Ahora bien, supongamos que son muchachas las que hablan, en este caso de la ropa que usarán en el banquete de graduación. Entonces ven que Carlos, el donjuán del colegio, se acerca. ¿Seguirán hablando de modas?
En cada caso, lo más probable es que el tema de conversación cambie. Los muchachos dirán algunas cosas acerca de Carmen. Y lo mismo harán las muchachas de Carlos. ¿Qué dirán de cada uno? Lo que se diga de cada uno girará alrededor de los rasgos sobresalientes del carácter de cada uno: de lo chismosa que es Carmen; y de lo creído que es Carlos.
Lo queramos o no, tenemos el hábito de etiquetar a la gente. Y la etiqueta que colocamos en la frente de cada uno se relaciona, en última instancia, con la reputación de cada persona. Si buscas en un diccionario la palabra reputación, encontrarás que se refiere a la «opinión o consideración en que se tiene a alguien o algo» (Diccionario de la Real Academia Española). En lo que a ti respecta, tu reputación es lo que la gente piensa de ti; es decir, cómo te juzgan quienes te conocen. Y por supuesto, tu reputación dependerá de tu carácter. Con razón el Sabio nos aconseja que tengamos en alta estima nuestra reputación o buen nombre, más que las riquezas (ver Prov. 22: 1) y más que el buen perfume (Ecl. 7:1).
Algo más: tu reputación va contigo adondequiera que vayas. Es como esos peces a los que llaman «remoras», que se adhieren a otros peces más grandes (ballenas, tiburones, rayas, etc.). Dondequiera viaja el pez grande, allí también se dirige la remora. Al igual que la remora, tu reputación «viaja» contigo a todas partes.
Por cierto, ¿qué dirá la gente cuando, en lugar de Carmen o Carlos, eres tú el que pasa cerca?
Ayúdame, Señor, a cuidar mi buen nombre, por amor a tu Nombre.

Tomado de Meditaciones Matutinas para jóvenes
Dímelo de frente
Por Fernando Zabala

«NO TOQUÉIS LO IMPURO»


«Por lo cual, salid de en medio de ellos, y apartaos, dice el Señor, y no toquéis lo inmundo; y yo os recibiré».  2 Corintios 6:17.

En Ohio, el estado donde crecí, hay una planta cuyas hojas contienen un aceite venenoso. Se trata de la hiedra venenosa. Como crece por todas partes, era inevitable que, jugando, tocara las hojas y, en consecuencia, el aceite entrara en contacto con mi piel. El aceite venenoso causa una terrible urticaria y picazón. Que yo sepa, no hay cura. Lavar con agua y jabón la zona afectada puede ayudar; pero, a veces, lo único que se consigue es esparcir más el aceite y afectar otras partes del cuerpo. Hay pomadas que ayudan a reducir la picazón, pero el veneno tiene que seguir su curso.
El aceite es tan penetrante que una persona se puede contaminar con tan solo estar expuesta al humo de la planta quemada. Un amigo mío arrancó un poco de hiedra venenosa de su propiedad y la quemó. Por desgracia, el humo lo rodeó y la erupción fue tal que tuvo que ir al hospital. He llegado a oír historias de personas que se han contaminado por acariciar animales que tenían aceite venenoso en el pelaje.
Por suerte, hace años que en casa ya no hay hiedra venenosa; aunque estoy seguro de que todavía me produciría alergia. La razón por la que, a estas alturas de la vida, no me contamino es que sé qué aspecto tiene y me aparto de ella. Entonces, ¿cuál es el secreto para no sufrir los efectos de la hiedra venenosa? ¡El secreto es mantenerse alejado de ella!
La vida responde a la ley de la causa y el efecto.  Si no sabemos qué causa ciertas cosas, pasaremos por la vida sufriendo sus efectos. A veces nos gastamos verdaderas fortunas tratando los efectos, mientras prestamos poca atención a las causas. Otras, aun sabiendo la causa, cuando se nos pasa la picazón, volvemos a aquello que nos causó el sufrimiento.
Si queremos obtener la victoria sobre el pecado, tenemos que permanecer alejados de los lugares donde sabemos que está el pecado. «Por lo cual, "salid de en medio de ellos y apartaos", dice el Señor, "y no toquéis lo impuro; y yo os recibiré"» (2 Cor. 6: 17).  Basado en Juan 17:13-15.

Tomado de Meditaciones Matutinas
Tras sus huellas, El evangelio según Jesucristo
Por Richard O´Ffill