miércoles, 1 de agosto de 2012

Y DURA, Y DURA, Y DURA


«Tus remos los hicieron con robles de Basan; tu cubierta la hicieron de cipreses traídos de las costas de Chipre e incrustados de marfil» (Ezequiel 27:6).

Limpia tus botas de explorador y trata de no ensuciar la cubierta de este barco. Está hecho de madera de ciprés. ¿Te gusta ese olor?
La madera de ciprés es muy especial por su fuerte aroma. Su olor característico se debe a los químicos que contiene. Estos químicos son resistentes al agua, la cual generalmente, pudre otros tipos de madera, e incluso son resistentes a otros ácidos, que corroerían la madera de otros árboles.
Un ciprés llamado árbol del Tule es uno de los árboles más grandes del mundo. Su tronco tiene un perímetro de 42 metros y su altura es de 40 metros. ¡Es inmenso! Los científicos creen que este árbol debe tener entre tres mil y cinco mil años de antigüedad. ¡Asombroso!
Sin embargo, hay algo que es mucho más grande que el árbol del Tule y que dura mucho más. Es el amor de Dios. La Biblia nos dice que nada podrá apartarnos del amor de Dios. Él nos amará por siempre y no hay nada más grande que su amor por nosotros. ¿No te sientes agradecido de que alguien te ame tanto? ¡Yo sí lo estoy!

Tomado de Devocionales para menores
Explorando con Jesús
Por Jim Feldbush

UN NOMBRE NUEVO


Al vencedor le daré de comer del maná escondido, y le daré una piedrecita blanca y en la piedrecita un nombre nuevo escrito, el cual nadie conoce sino el que lo recibe. (Apocalipsis 2:17).

¡Me tocaba a mí escoger el nombre de mi hija! La verdad es que no me había detenido a pensar en lo grande que era esa responsabilidad, ya que un nombre es para toda la vida. Quise que fuera especial.
Cuando tenía cuatro meses de embarazo me confirmaron que sería una niña. Ese día envié mensajes a mis amigas, quienes a su vez me felicitaron, y me llamó la atención el comentario que me hizo una de ellas. Me puse a analizar sus palabras y llegué a la conclusión de que Dios me estaba dando un hermosísimo regalo, en el momento perfecto. Él había realizado en mi vida algunos cambios necesarios antes de entregarme aquel tesoro y cuando entendí aquello me entusiasmé y comencé a buscar nombres que reflejaran esa realidad.
Mi esposo sugirió que la llamáramos Zunilde María, igual que yo. Pero yo deseaba un nombre que fuera suyo propio. Ella podía tener algo de mí, pero no necesariamente mi nombre. Así que comencé a buscar otros. Encontré uno que me gustó: Valentina, que significa mujer fuerte. Sí, deseaba que mi hija fuera una mujer fuerte. Continué buscando y encontré otros que me agradaron; sin embargo, hubo uno en especial que me cautivó por su significado: Nicole, que significa victoriosa. ¡Ese ganó el concurso!
Finalmente, me incliné por una combinación: Nicole Valentina. Deseo que, cuando crezca, mi hija recuerde que su mamá escogió su nombre con mucho amor, deseando que pueda vivir a la altura del mismo.
Amiga, no sé si te gusta tu nombre. Tal vez no. Pero, ¿no te gustaría tener un nombre nuevo? Para ello debes aferrarte a la maravillosa promesa de nuestro Señor: él dará una piedrecita con un nuevo nombre a todo aquel que salga victorioso en la lucha contra el mal. Recuerda que, aunque hoy estemos atravesando situaciones difíciles, el galardón que nos espera será muy hermoso.

Tomado de Meditaciones Matutinas para la mujer
Una cita especial
Textos compilados por Edilma de Balboa
Por Zunilde Marcano

EL COFRE DE LOS TESOROS


Me alegraré en el camino de tus mandatos, más que en todas las riquezas. Salmo 119:14.

No se lo digas a nadie, pero tengo un cofre de tesoros. De ese cofre extraigo preciosas gemas cada día. Tienen tanto valor que no lo cambio por ningún otro tesoro terrenal. Ya sabes a qué me refiero, ¿no es así? En tu casa hay un cofre similar. ¡Es la Biblia!
De todas esas gemas, algunas brillan más. Una de ellas se encuentra en Isaías 41:10: «No tengas miedo, pues yo estoy contigo; no temas, pues yo soy tu Dios. Yo te doy fuerzas, yo te ayudo, yo te sostengo con mi mano victoriosa». ¡Nada menos!
Resulta interesante saber que los grandes hombres y mujeres de la historia del cristianismo también tuvieron su cofre de tesoros y, por supuesto, su gema favorita: un versículo bíblico donde encontraron poder para enfrentar duros desafíos, y para los momentos de aflicción.
Tomemos el caso de William Carey, el primer misionero a la India (1793) y quien tradujo la Biblia completa, o porciones de ella, a unos 24 idiomas y dialectos. Su texto favorito era: «Ensancha el espacio de tu carpa, y despliega las cortinas de tu morada. ¡No te limites! Alarga tus cuerdas y refuerza tus estacas» (Isa. 54:2, NVI). El de John Knox, el líder de la Reforma protestante en Escocia, era Juan 17:3: «Y la vida eterna consiste en que te conozcan a ti, el único Dios verdadero, y a Jesucristo, a quien tú enviaste». El de David Livingstone, el legendario misionero al continente africano, Mateo 28:20: «Yo estaré con ustedes todos los días, hasta el fin del mundo».
¿El de Martín Lutero, el campeón de la Reforma protestante? «El justo por la fe vivirá» (Rom. 1:17). ¿Y el de Elena G. de White? Según la escritora Dorothy Watts, era Ester 4:16: «Me presentaré ante el rey, por más que vaya en contra de la ley. ¡Y si perezco, que perezca!» (NVI).
¿Y cuál es tu versículo favorito? Pues esta es mi recomendación para ti: Grábalo en tu memoria y aduéñate de su promesa, como si Dios hubiera dicho esas palabras solo para ti. En los momentos de prueba o de tristeza, esa promesa será como música celestial a tus oídos.

Abre mis ojos, Señor, para ver las maravillas de tu ley. Salmo119:18.

Tomado de Meditaciones Matutinas para jóvenes
Dímelo de frente
Por Fernando Zabala

«NO OS REGOCIJÉIS»


«Pero no os regocijéis de que los espíritus se os sujetan, sino regocijaos de que vuestros nombres están escritos en los cielos» (Lucas 10:20).

Cuando pensamos en los discípulos de Jesús, nos vienen a la mente los doce que escogió y, más específicamente, tres: Pedro Santiago y Juan. Sin embargo, muchos otros lo seguían como discípulos de un lugar a otro y a ellos también les dio una instrucción específica.
Jesús estableció a doce, pero también designó a otros setenta (ver Luc. 10:1) y los envió de dos en dos a todas las ciudades y los lugares que estaba a punto de visitar. Tenían que prepararle el camino para que pudiera llegar como maestro y ministro. A los setenta les dio instrucciones específicas sobre cómo abordar a la gente. No quería que sus representantes molestasen o fueran donde no eran bien recibidos. Les advirtió que no siempre serían bienvenidos y que no tenían que desanimarse por ello.
Los setenta también recibieron dones sobrenaturales para sanar y ministrar como señal de que eran enviados de Jesús. Su éxito fue clamoroso.  Enseñaron y sanaron, de manera que la mayor parte del pueblo los escuchaba y respondía favorablemente. Aquellos primeros misioneros estaban eufóricos. Cuando hubieron acabado su misión, corrieron de vuelta a Jesús llenos de gozo, entusiasmados y gritando: «¡Señor, hasta los demonios se nos sujetan en tu nombre!» (Luc. 10:17).
En medio de tanto entusiasmo, Jesús hizo una declaración extraña. Les dijo que no se alegraran al respecto. Es más que probable que ese consejo les cayera como un jarro de agua fría. Pero Jesús terminó su declaración: «Pero no os regocijéis de que los espíritus se os sujetan, sino regocijaos de que vuestros nombres están escritos en los cielos» (Luc. 10:20).
«No os gocéis por el hecho de que poseéis poder, no sea que perdáis de vista vuestra dependencia de Dios. Tened cuidado, no sea que os creáis suficientes y obréis por vuestra propia fuerza, en lugar de hacerlo por el espíritu y la fuerza de vuestro Señor. El yo está siempre listo para atribuirse el mérito por cualquier éxito alcanzado. Se lisonjea y se exalta al yo y no se graba en otras mentes la verdad de que Dios es todo y en todos. [...] Por lo tanto, gozaos de que mediante Cristo habéis sido puestos en comunión con Dios, como miembros de la familia celestial» (El Deseado de todas las gentes, cap. 53, pp. 465, 466).
He aquí una razón para sentirse feliz: usted forma parte de la familia de Dios. Basado en Lucas 10:1-24.

Tomado de Meditaciones Matutinas
Tras sus huellas, El evangelio según Jesucristo
Por Richard O´Ffill