viernes, 21 de octubre de 2011

MIRÁNDONOS EN EL ESPEJO

Por tanto, nosotros todos, mirando con el rostro descubierto y reflejando como en un espejo la gloria del Señor, somos transformaos de gloria en gloria en su misma imagen, por la acción del Espíritu del Señor. (2 Corintios 3:18).

Desde hace siglos el espejo es muy valorado por los seres humanos, como objeto que nos permite contemplarnos a nosotros mismos, cosa que no podríamos hacer de no ser por él. Egipcios, griegos, etruscos y romanos utilizaban este objeto, que fabricaban con tres materiales: cobre, plata o bronce. En la actualidad los métodos de fabricación son mucho más sofisticados, pero el espejo sigue teniendo el mismo propósito: servir de medio para que podamos vernos a nosotros mismos. De este modo, el espejo se convierte en un buen instrumento para la autodisciplina. Al mostrarnos nuestros defectos, nos ofrece la posibilidad de corregirlos.
Pablo nos amonesta a que contemplemos nuestro rostro en el espejo divino. Una vez que hayamos visto las manchas que de otra manera no hubiéramos podido descubrir, solo el Espíritu Santo puede transformar nuestra imagen pecadora mediante la sangre redentora de Jesús. ¿Te estás mirando en ese espejo, o temes ver demasiadas manchas en ti? Aunque el espejo en sí mismo no puede ayudarnos a eliminar nuestras manchas, sí cumple una función determinante al mostrarnos nuestra verdadera condición. Solo siendo conscientes de ella acudiremos a la fuente de limpieza, que es Jesús. Por eso cada día debemos acudir al espejo divino y contemplar cada rasgo de nuestro carácter, cada expresión de nuestro rostro, cada característica de nuestro verdadero yo. Entonces, al ser conscientes de lo que está mal en nosotros, podremos encontrar pureza en Cristo. Solo así nuestra imagen reflejará el rostro de Jesús, y muchas almas serán atraídas a él.
Cuando, al mirarnos en el espejo, veamos la pureza de Jesús en lugar de nuestra pecaminosidad, podremos estar seguros de que somos salvos.
Hay un canto infantil que refleja esta necesidad: «¿Qué ves en el espejo, cuando te miras en él? ¿Un oso muy furioso, una cobra o un ciempiés? ¿Qué ves en el espejo cuando te miras en él? ¿Es Jesús quien se refleja cuando te miras en él?».
Si tu rostro no refleja la imagen de Jesús, necesitas ir a los pies de la cruz.

Tomado de meditaciones matutinas para mujeres
De la Mano del Señor
Por Ruth Herrera

"LA ARMADURA DE DIOS"

Vestíos de toda la armadura de Dios, para que podáis estar firmes contra las asechanzas del diablo. Efesios 6:11.

Si hay alguien que se molesta cuando los cristianos desean crecer espiritualmente, es el diablo. Él no está tranquilo, no se siente feliz cuando eso ocurre, y para detener el crecimiento planea cualquier cosa a fin de que los hijos de Dios se mantengan débiles e inmaduros.
Su estrategia: que los cristianos enfrenten tentaciones abrumadoras, que caigan reiteradamente en los mismos pecados, que se cansen de pedir fuerzas a Dios y perdón por haber transgredido otra vez su ley.
Sin embargo, así como un niño necesita alimentarse diariamente para crecer, y por su bien es imprescindible que ingresen a su organismo minerales, vitaminas y proteínas, el cristiano necesita alimentarse de "toda palabra que sale de la boca de Dios" (Mat. 4:4) para obtener el crecimiento espiritual.
Además de alimento, las Escrituras se revelan como la "armadura de Dios". Sirven de protección, coraza y refugio "contra las asechanzas del diablo". Es notable que en las tres oportunidades que Satanás tentó a Jesús, las tres tentaciones fueran rechazadas con un "escrito está". No fue una cábala, no fue casualidad ni suerte, simplemente Jesús utilizó su Palabra como una armadura para que los ataques del enemigo resultaran infructuosos.
El enemigo intentará atacarte a través de la televisión, procurando sembrar en tu corazón ejemplos de vida pecaminosos. Utilizará la conversación con tus amigos, para que Dios no esté presente en sus comentarios, chistes y planes futuros. Pondrá a tu alcance dinero mal habido, para que corrompas tu integridad y tu conciencia. Quizás utilice a una persona atractiva del sexo opuesto para llevarte lejos de la iglesia y de Jesús. Hasta podrá utilizar a tus familiares más queridos para que te propongan caminos por los que un hijo de Dios no debe transitar.
Sí, el enemigo de Dios puede utilizar mil recursos diferentes para llevarte al pecado, pero el Señor deja a tu disposición su Palabra, para que como "armadura" de tu vida espiritual, esos ataques no te puedan dañar.

Tomado de meditaciones matinales para jóvenes
Encuentros con Jesús
Por David Brizuel

SE ESCONDIERON

Y oyeron la voz de Jehová Dios que se paseaba en el huerto, al aire del día; y el hombre y su mujer se escondieron de la presencia de Jehová Dios entre los árboles del huerto. Génesis 3:8.

Martín era otra persona. El hombre que salía todos los días, por la mañana, a correr oyendo música; el vecino educado, que saludaba a todos; el jefe atento, que siempre tenía una palabra de ánimo para sus empleados; el padre afectuoso; el marido cariñoso, ya no existía más. En su lugar, apareció un hombre solitario, cerrado, triste... Nadie entendía lo que pasaba, ningún miembro de la familia, ningún empleado en el trabajo, ningún vecino; nadie. Solo él.
La noticia explotaría en cualquier momento; era solo cuestión de días: ella había jurado hacer un escándalo frente a la casa de su familia, si él no reconocía al hijo que tuvo con ella. Si las amenazas se hicieran realidad, todos sabrían la verdad. La ansiedad lo carcomía por dentro, como un violento cáncer. Su mente pasaba todo el día pensando en una solución, una salida, pero no la encontraba: sería demasiada la vergüenza. ¿Qué hacer?
Pensó en huir; pidió ser transferido en el trabajo; pensó en quitarse la vida. Llegó, incluso, a considerar cometer un asesinato. Y, en esa búsqueda insana de una solución humana, dejó de vivir, sin nunca haber muerto.
Eso es lo que hace el pecado: te quita la vida sin matarte. El sentimiento de culpa es una de las más poderosas fuerzas de la mente humana: hiere, paraliza, destruye. En el caso de Martín, lo llevó a la desesperación. En el caso de Adán y de Eva, los llevó a esconderse de la presencia de Dios.

El sentimiento de culpa, que te lleva lejos de Dios, es la peor consecuencia del pecado. Y el enemigo aprovecha para susurrarte al oído: ¡Huye, huye mientras estás a tiempo; porque lo que tú hiciste no tiene perdón! ¡Mira lo que hiciste!
El texto de hoy muestra dos verdades: la primera es que el sentimiento de culpa lleva al ser humano lejos de Dios. La otra verdad es que, por más que el ser humano huya, ¡Dios va detrás de él! Y no existe lugar, en este universo, a donde puedas esconderte de tu Padre, que llega a ti diciendo: "Hijo, ¿dónde estás? Vuelve a mí, porque yo te amo. Soy tu padre; te doy mi perdón cuantas veces lo necesites".
Hoy, al comenzar un nuevo día, procura oír la voz de Dios, y aprende la lección de lo que les sucedió a Adán y Eva, quienes "oyeron la voz de Jehová Dios que se paseaba en el huerto, al aire del día; y el hombre y su mujer se escondieron de la presencia de Jehová Dios entre los árboles del huerto".

Tomado de meditaciones matinales para adultos
Plenitud en Cristo
Por Alejandro Bullón