domingo, 1 de julio de 2012

NO SEAS UNA SANGUIJUELA


«Dos hijas tiene la sanguijuela, que solo saben pedir. Hay tres cosas, y hasta cuatro, que nunca se satisfacen» (Proverbios 30:15).

Un día, mientras estaba caminando por el bosque, oí el sonido familiar del agua. Me emocioné mucho, pues a mí me encanta explorar los lagos, porque en ellos puedo encontrar peces e insectos muy interesantes. Al llegar al lago, me metí en el agua. Después de más o menos una hora explorando, decidí que era hora de partir.  Salí del agua y me senté en la orilla a ponerme las medias y las botas. 
Fue entonces cuando la vi. Al principio lo único que noté fue sangre bajando por mi pierna. Al tratar de averiguar qué estaba causando el sangrado, me llevé una sorpresa. Colgando de mi pierna estaba un horrible gusano conocido como sanguijuela, ¡y estaba chupándome la sangre! ¡Aggggg!
La Biblia dice que algunas personas son como las sanguijuelas, que les sacan todo a los demás. Ellos nunca parecen querer dan sino solo recibir Dios quiere que nosotros seamos dadores. Sigue el consejo de Dios. La sanguijuela no es muy respetada, en cambio el dador goza del cariño de todos.

Tomado de Devocionales para menores
Explorando con Jesús
Por Jim Feldbush

¡NO SOY ESTÉRIL!



Ella, con amargura de alma, oró a Jehová y lloró desconsoladamente. (1 Samuel 1:10).


Un día, mientras llevaba a cabo mi devoción personal, leí la historia de Ana. Dicho relato me llevó a pensar: «¡Qué hermosa historia de una oración contestada!». Me sentí gozosa y agradecida por los hijos que Dios me ha dado, pensando que tengo varias amigas que no han tenido ese mismo privilegio. No pude menos que añadir: «¡Señor, qué maravilloso y grande eres conmigo!».
A continuación percibí una especie de silencio. Sentí en ese momento que Dios deseaba mostrarme algo.
—Señor, ¿es este el mensaje que el Espíritu Santo tiene para mí hoy? ¿Es acaso esto lo que él desea grabar en mi corazón?
—No, hay algo más...
De esa forma, el Señor comenzó a hacerme entender la lección que dicho relato encerraba para mí. 
— Ana te representa a ti.
—¿A mí, Señor? ¡Pero yo no soy estéril!
En aquel momento Dios me hizo conocer que Ana me representa a mí, respecto a que deseo ser como Jesús y dar fruto para él. Ana me representa cuando acudo al Señor de rodillas y fervorosamente le pido que me libre de mi «esterilidad espiritual» y me ayude a producir frutos para él.
Por otro lado Penina representa a Satanás con sus constantes acosos y burlas, como vemos en Apocalipsis 12:10 «Ha sido expulsado el acusador de nuestros hermanos, el que los acusaba delante de nuestro Dios día y noche». Quizá al igual que tú, amiga, me he sentido acosada (ver 1 Sam. 1:6) por el enemigo (ver 1 Ped. 5:8). El enemigo se aprovecha de esos momentos y me recuerda mis debilidades, mis tropiezos y mi «esterilidad espiritual». Al igual que Ana, yo también he llorado amargamente.
No obstante, el Señor me ha hecho entender que no estoy obligada a continuar bajo la opresión de mi adversario, sino que puedo acudir a mi Salvador y Señor pidiéndole que me conceda la victoria. También puedo suplicarle que me llene de su Espíritu, a fin de producir frutos para su honor y gloria, como hizo Ana con su hijo Samuel.
Hermana, que la gracia de Dios nos conceda las mismas bendiciones que le dio a Ana.

Tomado de Meditaciones Matutinas para la mujer
Una cita especial
Textos compilados por Edilma de Balboa
Por Jenny Avaylon.

LA MAYOR DE MIS LIBERTADES


He guardado tus palabras en mi corazón para no pecar contra ti. Salmo 119:11

Auschwitz. ¿Te suena familiar ese nombre? Auschwitz recuerda los actos más crueles de los que la humanidad haya sido testigo; los horrores que padecieron miles de judíos en los campos de concentración nazi. Paradójicamente, Auschwitz también nos recuerda algunos de los actos más nobles que conoce la humanidad.
De estos últimos escribe Viktor Frankl, un ilustre psiquiatra austríaco que entre 1942 y 1945 logró sobrevivir a varios de esos campos, en especial al temible Auschwitz. Frankl narra de qué manera, en medio de las condiciones más terribles, la lucha por la supervivencia, la traición y el sufrimiento, algunos de los prisioneros mantenían un espíritu compasivo y de servicio al prójimo. Aunque eran pocos en número, estos prisioneros aprovechaban cada oportunidad para ir de un lugar a otro consolando y fortaleciendo a los enfermos y a los más débiles. Algunos incluso daban a otros su ración de comida.
¿Cómo explicar semejante conducta en un ambiente donde cada quien parecía dominado por el pensamiento único de sobrevivir? ¿No habían sido separados de todo lo que para ellos era precioso en la vida? ¿No habían sido despojados estos hombres de su dignidad? La respuesta de Frankl a estos interrogantes representa una de las ideas más significativas en la historia de la humanidad: «A un ser humano —escribió— se le puede despojar de todo, excepto de una cosa, que es la mayor de las libertades: la capacidad de escoger qué actitud asumirá ante cualquier circunstancia; la capacidad de tomar sus propias decisiones» (Man's Searchfor Meaning [El hombre en busca de sentido], p. 86).
Dicho de otra manera: Me pueden privar de mi libertad; me pueden despojar de mis pertenencias; me pueden separar de todo lo que más quiero en esta vida; pero, nadie me podrá arrebatar la potestad de decidir qué creeré, a quién amaré, qué esperaré.
¿A qué se debe esto? Pues bien, se debe a que todo lo que el mundo nos puede quitar está fuera de nosotros: la casa, el trabajo o la libertad de movimiento. Pero lo más valioso, lo más sagrado, está dentro de nosotros: nuestros recuerdos, nuestras convicciones, nuestros principios, nuestro amor a Dios y al prójimo. Ese tesoro, querido amigo, apreciada amiga, nadie te lo puede arrebatar. Cuídalo como tu posesión más valiosa.
Capacítame, oh Dios, para cuidar mí tesoro más valioso: mis creencias, principios y valores.

Tomado de Meditaciones Matutinas para jóvenes
Dímelo de frente
Por Fernando Zabala

ESTAMOS INFECTADOS


«Les dijo: “Yo veía a Satanás caer del cielo como un rayo » Lucas 10:18.

A veces, cuando los noticieros informan de un crimen repulsivo, pienso: «¡Ojalá no existiera el diablo!». No está mal la idea, pero, ¿resolvería los problemas del mundo?
La triste realidad es que, si bien es verdad que el diablo tiene declarada la guerra al pueblo de Dios y que anda como león rugiente buscando a quien devorar, el mal está tan arraigado en los corazones de los seres humanos que, incluso si desapareciera, el mal seguiría prosperando.
Cuando el pecado entró en el mundo, toda la humanidad quedó infectada. Por desgracia, todos padecemos la enfermedad. La Biblia cuenta la triste historia: «Por tanto, como el pecado entró en el mundo por un hombre y por el pecado la muerte, así la muerte pasó a todos los hombres, por cuanto todos pecaron» (Rom. 5:12). Y lo más frustrante es que, a pesar de que la vacuna se compró a un precio altísimo, seguimos obstinados en reinfectarnos.
Somos nuestro peor enemigo. La Biblia suele describir nuestra naturaleza como «la carne»: «Digo, pues: Andad en el Espíritu, y no satisfagáis los deseos de la carne, porque el deseo de la carne es contra el Espíritu y el del Espíritu es contra la carne; y estos se oponen entre sí, para que no hagáis lo que quisierais. Pero si sois guiados por el Espíritu, no estáis bajo la ley. Manifiestas son las obras de la carne, que son: adulterio, fornicación, inmundicia, lujuria [...]. Pero los que son de Cristo han crucificado la carne con sus pasiones y deseos» (Gal. 5:16-24).
Aunque Satanás es un enemigo implacable, haríamos bien en dedicar menos tiempo a combatirlo y más a enterrar el yo y resistir los pecados que proceden de nuestro interior. Job es un ejemplo de cómo hacer frente a la tentación. La cuestión no era si iba a exorcizar el demonio de su vida (su esposa le sugirió que maldijera a Dios y muriera), sino si se mantendría fiel a su Dios. Al final, «Jehová bendijo el postrer estado de Job más que el primero» (Job 42:12).
Estamos en lucha con las fuerzas del mal. Jesús tiene que ser el centro de nuestras emociones. «Aquellos que comprenden su debilidad confían en un poder más elevado que el yo, y mientras contemplan a Dios, Satanás no tiene poder contra ellos» (Nuestra elevada vocación, p. 309). Basado en Mateo 26: 41

Tomado de Meditaciones Matutinas
Tras sus huellas, El evangelio según Jesucristo
Por Richard O´Ffill