sábado, 26 de septiembre de 2009

¿CÓMO PUEDO PERDONAR?

Aun si peca contra ti siete veces en un día, y siete veces regresa a decirte «Me arrepiento», perdónalo (Lucas 17:4).

El mundo está lleno de casos de injusticia expresados en hechos y palabras. Hay violencia, corrupción, abuso sexual, maltrato entre los miembros de la familia, infidelidad, ingratitud de parte de hijos para con sus padres, traición, abuso en el trabajo, en instituciones educativas y hasta en las iglesias. Son incontables las razones que activan el gatillo del resentimiento, tristeza, dolor y deseos de venganza y ajusticiamiento. Es muy difícil desarraigar de la mente y el corazón estas emociones.
Muchos rechazan a algunas personas que ni siquiera las han agredido directamente, sin embargo, experimentan mucho enojo al ver y saber que lastimen a otros. Miles sienten una gran impotencia porque no pueden hacer nada para remediar su situación de desventaja.
Estos sentimientos «razonables» son negativos y destructivos. Al principio se prefiere acariciar estas emociones pero con el tiempo carcomen y privan de sentir el gozo de vivir. Debido a esto, muchos se enferman emocional, mental, espiritual y físicamente. Si nos aferramos al odio y al resentimiento podría costamos nuestra propia salvación.
¿Cómo podemos desarraigar a estos enemigos de nuestras vidas? La oración modelo, el Padrenuestro, lo dice claramente: «Perdónanos nuestras deudas como también nosotros hemos perdonado a nuestros deudores» (Mal. 6: 12). Muchas veces repetimos esta oración en forma superficial y sin reflexionar en sus implicaciones. La humanidad entera tiene una inmensa deuda con Dios. Pero su plan de salvación está tejido con amor, misericordia y perdón. Sabemos que debemos perdonar pero el orgullo nos impide hacerlo.
Abramos nuestro corazón con sinceridad y expresemos a nuestro Padre amante el dolor que rompe nuestro pecho, y pidámosle que nos capacite para vernos como somos: personas contagiadas por el pecado y sus efectos. Oremos por aquellos que nos causan dolor y no cavilemos la venganza. Recordemos que llegará el día cuando «él les enjugará toda lágrima de los ojos. Ya no habrá muerte, ni llanto, ni lamento ni dolor, porque las primeras cosas han dejado de existir» (Apoc, 21: 4).
Conny Christian
Tomado de Manifestaciones de su amor

UNA LUZ MARAVILLOSA

No depende del ejército, ni de la fuerza, sino de mi Espíritu, dice el Señor todopoderoso. Zacarías 4: 6

Tres días después de la navidad de 1895, un físico alemán, Wtlhelm Roentgen, descubrió los rayos X. No estaba seguro de qué eran, por eso usó la letra X, porque es el símbolo científico para designar algo que se desconoce. Unas semanas después, un adolescente de Nueva Hampshire cayó mientras patinaba y se rompió la muñeca. Lo llevaron a la consulta del Dr. Gilman Frost. El Dr. Frost y su hermano, que era profesor de Física, habían experimentado con una máquina de rayos X que era parecida a la que Roentgen había construido. Pero hasta entonces no le habían encontrado un uso práctico. Mientras el Dr. Frost examinaba el brazo del muchacho, se acordó de la máquina de rayos X y se preguntó si se podría usar para tomar una fotografía del hueso roto del Joven. Ese día, el 3 de febrero de 1896, se tomó la primera radiografía médica de los Estados Unidos. La "maravillosa luz" de Roentgen se convirtió en un descubrimiento tan importante que en 1901 le otorgaron el primer Premio Nobel de Física por su descubrimiento de los rayos X. Hoy en día, los rayos x se usan para más cosas que tomar fotos de los huesos. Se usan para tratar el cáncer, inspeccionar los equipajes en los aeropuertos, crear productos de plástico más fuertes, controlar la población de ciertos insectos y examinar obras de arte muy delicadas. Aunque los rayos X son una herramienta útil y poderosa, palidecen en importancia cuando los comparamos con la obra sobrenatural que el Espíritu Santo hará cuando volvamos la vida a Jesús. Si se lo pedimos, e Espíritu Santo brillará con su maravillosa luz en nuestro corazón y nuestra mente. Nos mostrará los defectos de carácter que tenemos que corregir. Pero lo mejor de todo es que también nos ayudará a corregirlos. Lo que nunca podríamos lograr por nuestros propios medios es posible si permitimos que el Espíritu Santo viva en nosotros.

Tomado de la Matutina El Viaje Increíble.

CON EL NO HAY FRACASO

Añadió David: «Jehová, que me ha librado de las garras del león y de las garras del oso, él también me librará de la mano de este filisteo». Y dijo Saúl a David: «Ve, y Jehová esté contigo». 1 Samuel 17: 37

Desde muy jovencito, David experimentó, de la manera más profunda, el poder de Dios. En el cumplimiento de su deber como pastor, había arriesgado la vida muchas veces para salvar a sus ovejas. Él mismo dijo que «cuando venía un león, o un oso, y tomaba algún cordero de la manada, salía yo tras él, y lo hería, y lo libraba de su boca; y si se levantaba contra mí, yo le echaba mano de la quijada, y lo hería y lo mataba» (1 Sam. 17: 34,35). Si estas palabras no las hubiera pronunciado un hombre como David, en momentos tan solemnes, uno diría que aquello no era más que jactancia. Hasta donde sepamos, no hay en nuestros días un solo hombre vivo que pueda hacerle frente a un león con las manos desnudas y matarlo. Para hacer eso se necesitan, por lo menos, dos cosas: valor en toda regla, y fortaleza sobrehumana. ¿Cómo se puede agarrar un león por la mandíbula y desquijararlo? ¿Cómo se puede agarrar a un león por la quijada sin ser alcanzado primero por las garras de cinco centímetros de largo? Con el poder, el valor y la protección que solo Dios puede dar. Esa experiencia y esa confianza las adquirió David viviendo cada día por fe. No fue una inspiración momentánea. No se sintió capaz por fe en el instante en que vio a Goliat. Cuando llegó el momento de crisis, su experiencia con Dios le dio la seguridad y el valor para decir: «Jehová, que me ha librado de las garras del león y de las garras del oso, él también me librará de la mano de este filisteo». David creía y sabía que Dios, no él, había vencido a los leones y a los osos. Por eso salió a pelear con Goliat con solo cinco piedras y una honda. Sabía que Dios saldría a pelear en su favor. Son emocionantes las palabras que le dirigió al filisteo: «Tú vienes a mí con espada y lanza y jabalina; mas yo vengo a ti en el nombre de Jehová de los ejércitos, el Dios de los escuadrones de Israel, a quien tú has provocado. Jehová te entregará hoy en mi mano, y yo te venceré». Solo un hombre lleno de fe y carente totalmente de temor puede articular palabras tan bien dichas en la hora de lo que podía haber sido una muerte fulminante. Vivamos como David para poder vencer al "gigante". Podemos, porque «Jehová lo entregará en nuestras manos».

Tomada de la Matutina Siempre Gozosos.