domingo, 12 de agosto de 2012

MAREA ROJA


«Por eso, el país está de luto; se quedan sin fuerzas los que viven en él; y con los animales salvajes y las aves mueren también los peces del mar» (Oseas 4:3).

¡Qué agradable es poder caminar a la orilla del mar! Escuchar las olas rompiendo en la playa, oler el aroma de la sal, y ver esa agua roja y todos esos peces muertos. Espera un minuto, ¿qué está ocurriendo aquí? ¿Por qué el agua tiene ese tono rojizo y los peces se están muriendo?
El agua se pone de ese color cuando hay demasiadas algas rojas. A este fenómeno se le conoce como «marea roja». Las algas son unos pequeños seres vivos que están en el agua, pero no suelen estar tan juntos en un mismo lugar como ahora. Son como plantas, pero no son plantas. Estas algas rojas segregan un veneno que mata a los peces. Es triste, pero este mundo de pecado es como la marea roja. Si nosotros entramos en contacto, así sea un poquito, con la contaminación de Satanás, esta puede crecer hasta controlar nuestra vida y comenzar a matar nuestra amistad con Dios.
Me alegra mucho saber que Dios es mucho más poderoso que Satanás y que puede eliminar el pecado y la contaminación de nuestra vida. Decide hoy permanecer cerca de Dios y nunca entrar en contacto con la contaminación de Satanás.

Tomado de Devocionales para menores
Explorando con Jesús
Por Jim Feldbush

UN GRAN PRIVILEGIO


Entonces dijo Dios: «Melgamos al hombre ti nuestra imagen, conforme a nuestra semejanza» (Génesis 1:26).

¡Qué hermoso privilegio el que Dios nos ha dado de gozar toda la belleza que ha colocado en el mundo! Me vienen a la mente las palabras del Creador: «¿Dónde estabas tú cuando yo fundaba la tierra?» (Job 38:4). ¡Me gozo en tus planes, Padre, en tus amorosos planes! ¡Qué hermoso privilegio ser hijas tuyas y disfrutar de la belleza que has creado para todos nosotros!
Parece increíble, pero es cierto. Además de haber sido creadas en forma especial y única, fuimos creadas con un propósito también especial. Nuevamente las interrogantes bullen en mi mente y me hago eco de las palabras del salmista: «¿Qué es el hombre para que tengas de él memoria, y el hijo del hombre para que lo visites? Lo has hecho poco menor que los ángeles y lo coronaste de gloria y de honra. Lo hiciste señorear sobre las obras de tus manos; todo lo pusiste debajo de sus pies» (Sal. 8:4-6). Únicamente Dios pudo crear, dar, compartir y servir; sin egoísmos ni envidias, sin reservas ni limitaciones.
Jesús vino a este mundo y nos dio un ejemplo de vida. nos dice: «Os he puesto delante la vida y la muerte, la bendición y la maldición; escoge, pues, la vida» (Deut. 30:19). Tú y yo tenemos el privilegio único de decidir y elegir entre la vida y la muerte, y aceptar el estilo de vida que Jesús vino a enseñarnos para que vivamos una vida llena de satisfacciones. Jesús tuvo una vida cargada de desafíos, dificultades y desalientos, pero todo con un propósito: servirnos de modelo.
Escoger la vida eterna conlleva que seamos conscientes, como mujeres y como madres, de que tenemos un origen, una función, un propósito y una misión.

Tomado de Meditaciones Matutinas para la mujer
Una cita especial
Textos compilados por Edilma de Balboa
Por Coraduma Escobar de Villarreal

¿CRISTIANOS DE OCASIÓN?


Den al Señor la honra que merece. Salmo 96:8.

¿Qué significa ser un cristiano de ocasión? El escritor Víctor Parachin lo ilustra muy bien en el siguiente relato:
En cierta intersección de caminos, los conductores esperaban que la luz del semáforo cambiara a verde. Resulta que el conductor del primer vehículo en la fila no se percató de que la luz había cambiado. Inmediatamente, una señora que conducía el siguiente vehículo comenzó a tocar la bocina, pero el hombre seguía distraído. Entonces la dama perdió la compostura: gesticuló, gritó obscenidades, golpeó su automóvil con la palma de la mano. Al fin el conductor del primer automóvil se dio cuenta de que debía avanzar, y lo hizo mientras la luz del semáforo todavía estaba en amarillo. Apenas cruzó, la luz cambió a rojo, y la dama que lo seguía tuvo que frenar. Furiosa, transpirando frustración, la mujer continuó haciendo gala de lo más selecto de su diccionario de vulgaridades.
Lo que esta señora no sabía es que, justo detrás de ella, un policía estaba observándola. El oficial se le acercó, le pidió que saliera del automóvil y la llevó a la estación de policía para interrogarla. Después de interrogarla, la señora quedó libre, pero antes de retirarse el policía le hizo una última pregunta.
—¿Quiere saber por qué la arresté?
—¡Por supuesto! —replicó la mujer.
—Yo estaba justo detrás de su automóvil cuando usted profirió sus obscenidades. Y también estaba lo suficientemente cerca como para leer varias calcomanías pegadas al parachoques de su vehículo. Una decía: «¿Desde cuándo no va a la iglesia?». Otra: «¿Qué haría Jesús en mi lugar?». Entonces pensé que usted se había robado ese automóvil (The 9 Habits of Highly Effective Christians [Los nueve hábitos de los cristianos muy efectivos], pp. 7, 8).
Sin lugar a dudas, esta señora vivía su cristianismo solo al asistir a la iglesia, cuando se ponía su careta de seguidora de Cristo. Por supuesto, su manera hipócrita de «testificar» no le hizo ningún favor a la religión de Cristo. Todo lo contrario, arrojó un balde de agua sucia que nos salpicó a todos.
¿Qué testimonio estás dando ante tus familiares y amigos que no han entregado sus vidas al Señor Jesús? Si tuvieran que juzgar tu religión basándose solamente en tu vida, ¿qué opinión tendrían de Cristo y de su iglesia?
Señor Jesús, que mi vida hoy te dé la honra que tu nombre merece.

Tomado de Meditaciones Matutinas para jóvenes
Dímelo de frente
Por Fernando Zabala

ABUNDANCIA DE BIENES


«Porque nada hemos traído a este mundo y, sin duda, nada podremos sacar» (1 Timoteo 6:7).

Al pedirle que resolviera una disputa entre un hombre y su hermano en relación a una herencia, Jesús pudo haber dado la respuesta correcta. Conocía la ley y sabía qué era lo correcto en ese caso; pero los hermanos discutían porque ambos eran codiciosos. Sin embargo, respondió cortés pero firmemente: «Hombre, ¿quién me ha puesto sobre vosotros como juez o partidor?» (Luc. 12:14). En otras palabras: «No me ocupo de resolver disputas de esta clase».
Entonces, dirigiéndose a los que lo rodeaban, dijo: «Mirad, guardaos de toda avaricia, porque la vida del hombre no consiste en la abundancia de los bienes que posee» (Luc. 12:15). Aquí se nos presenta la naturaleza y la forma del reino de Cristo. No es un reino de este mundo porque es espiritual. No interviene en los poderes civiles ni toma el poder de las manos de los príncipes. No se vale de la religión para fomentar nuestras esperanzas en el provecho mundano.
Cristo contó esta parábola para mostrar la necedad de quienes ponen todas sus esperanzas en el mundo.  El hombre «vivía como si no hubiese Dios, ni cielo, ni vida futura; como si todo lo que poseía fuese suyo propio, y no debiese nada a Dios ni al hombre» (Palabras de vida del gran Maestro, cap. 20, p. 202).
Cada día mi esposa y yo damos algunos frutos secos a las ardillas que, cruzando el patio, se acercan a la puerta trasera de nuestra casa. Si vienen de una en una, comen tranquilamente. Pero si vienen varias a la vez, se comportan más como niños egoístas que como ardillas. A veces se persiguen unas a otras entre los muebles del patio, riñendo con violencia y agitando sus tupidas colas. Me gustaría poder enseñarles a compartir con los demás, pero eso no es natural en esos animales salvajes.
En cierta ocasión, alguien dijo: «La avaricia es el resultado lógico de la creencia de que la muerte es un punto final. Tomamos lo que podemos, mientras podemos, como podemos y nos aferramos a ello».
«Vivir para sí es perecer. La codicia, el deseo de beneficiarse a sí mismo, separa al alma de la vida. El espíritu de Satanás es conseguir, atraer hacia sí. El espíritu de Cristo es dar, sacrificarse para bien de los demás» (Palabras de vida del gran Maestro, cap. 20, p. 202). Basado en Lucas 12:13-15

Tomado de Meditaciones Matutinas
Tras sus huellas, El evangelio según Jesucristo
Por Richard O´Ffill