domingo, 25 de noviembre de 2012

RESPIRA HONDO Y VIVE


«Toda Escritura está inspirada por Dios y es útil para enseñar y reprender, para corregir y educar en una vida de rectitud» (2 Timoteo 3:16).

Una de las cosas importantes que hemos hecho en nuestras aventuras diarias es respirar. Sería muy difícil poder caminar sin poder respiran ¿verdad? Es importante que absorbas aire profundamente. A eso se lo llama inhalar. Inmediatamente después es importante que expulses el aire. A eso se lo llama exhalar. El aire debe ser echado fuera para tener espacio para nuevo aire fresco en tus pulmones. También es importante porque las plantas que nos rodean usan el aire que nosotros exhalamos. Este aire se llama dióxido de carbono, y da vida a todas las plantas de nuestro mundo. El versículo de hoy habla de algo que Dios exhaló y que nosotros podemos inhalar para tener vida eterna: la Biblia. El versículo dice que Dios es el autor de las palabras de la Biblia. También dice que esta sirve para enseñar, ayudarnos a identificar el pecado y ser mejores personas. Todo eso salió del aliento de Dios.
Así como las plantas viven de lo que nosotros exhalamos, nosotros vivimos de lo que Dios exhaló. La Biblia nos lleva a Dios, y él nos da la vida eterna, que es la mejor vida de todas. Así que respira hondo, llénate de la Palabra de Dios y vive.

Tomado de Devocionales para menores
Explorando con Jesús
Por Jim Feldbush

ESPÍRITU, ALMA Y CUERPO


Amado, yo deseo que tú seas prosperado en todas las cosas, y que tengas salud, así como prospera tu alma. (3 Juan 1:2).

Según la organización Mundial de la Salud: «La salud es un estado de perfecto bienestar físico, mental y social, y no solo la ausencia de enfermedad». Otros dicen que la salud es el estado armonioso en que se encuentra todo nuestro organismo. Por otro lado, se considera que la enfermedad es la ruptura o el desequilibrio de ese estado armonioso.
Cuando nuestro organismo está sano, expresamos vitalidad, alegría, sentimientos positivos, mientras que en una situación de enfermedad expresamos dolor, tristeza y angustia. La enfermedad puede deberse a varias causas, aparte de la mayor que es el pecado. Hoy se considera que un cuerpo enfermo puede ser el resultado de desequilibrios en el organismo causados por la acumulación de toxinas, por una nutrición deficiente, por consumir una mala combinación de alimentos, por el estrés, por la falta de ejercicio, por la poca ingesta de agua, por la falta de descanso, o por respirar de manera inadecuada.
El reconocido psicólogo estadounidense Abraham Maslow señaló algunas de la características que distinguen a las personas sanas. Entre otras cosas, destacó:

  • Una capacidad mayor de percibir la realidad y de juzgar correctamente a personas y hechos.
  • Se aceptan a sí mismos y a los demás, rechazando la afectación y la mentira.
  • Son naturales, espontáneos, sencillos y modestos.
  • Se centran en los problemas, y no en el yo.
  • Pueden afrontar la vida con respeto, alegría y entusiasmo.

El texto de hoy nos hace ver que el Señor, a través del apóstol, nos muestra su interés en nuestra salud espiritual o salvación, así como también en nuestro bienestar físico. Recordemos que Jesús también dijo: «Yo he venido para que tengan vida, y para que la tengan en abundancia» (Juan 10:10).
Elena G. de White escribió cientos de páginas respecto al tema de la salud. Fíjate, por ejemplo, en este mensaje: «Las cosas de la naturaleza son bendiciones de Dios, provistas para promover la salud del cuerpo, la mente y el alma. Se ofrecen a los sanos para mantenerlos sanos y a los enfermos para sanarlos» (Consejos sobre la salud, p. 166).

Tomado de Meditaciones Matutinas para la mujer
Una cita especial
Textos compilados por Edilma de Balboa
Por Janet Ribera de Diestre

LOS CIELOS CUENTAN LA HISTORIA


Dios, en el principio, creó los cielos y la tierra. Génesis 1:1, NVI

En estos días, mientras «desempolvaba» material de esos que uno coloca en el baúl de los recuerdos, me topé con un artículo que escribí hace ya algunos años. Su título era «Preguntas que el evolucionista debe responder». Hasta donde sé, los defensores de la evolución no las han podido responder satisfactoriamente. Veamos:

  1. La teoría evolucionista sostiene que la vida surgió «por sí misma», sin la intervención de ningún poder sobrenatural. ¿No contradice esta afirmación el principio de que la vida solo procede de la vida?. ¿Puede el azar, la casualidad, crear vida, sin antes poseerla?
  2. En la base de la teoría de la evolución se encuentra la selección natural, proceso según el cual los caracteres hereditarios de los animales mejor dotados habrían pasado a su descendencia, dando así origen a especies superiores, hasta llegar al hombre. Sin embargo, la genética moderna, basada en las leyes de la herencia, ha demostrado que cada especie, sea animal o vegetal, tiene un código genético peculiar, que hace prácticamente imposible el apareamiento entre genes de especie diferente. Si esto es cierto, ¿cómo pudo el mono llegar a ser hombre? 
  3. Según Darwin, la lucha por la existencia dio origen a un ser en el que gradualmente fueron apareciendo las facultades superiores. Sin embargo, ¿cómo pudo desarrollarse en el ser humano, por ejemplo, la facultad del habla, en un ambiente en el cual su única preocupación era sobrevivir? 
  4. Si evolución es sinónimo de progreso, ¿cómo podemos conciliar esta teoría con la segunda ley de la termodinámica (entropía) que establece que en cada proceso en el que hay transformación de energía, se verifica una pérdida de la energía disponible para la futura realización de trabajo? Es decir, la cantidad de energía en el universo es cada vez menor. ¿Es esto evolución?
  5. Si el hombre es solo una etapa más en el proceso evolutivo, ¿cómo podemos explicar su naturaleza moral?. A diferencia de los animales, ¿por qué podemos distinguir entre el bien y el mal?

Para el creyente, la respuesta a estos y otros interrogantes es muy sencilla: «Dios, en el principio, creó los cielos y la tierra» (Gen. 1:1 NVI). Pero hay quienes no lo creen. A los tales, la Biblia los llama necios (Sal. 14:1).
No .somos producto de las leyes del azar.  Un amante Padre celestial nos planificó y nos creó para su gloria.

Gracias, Cristo, por ser mi Creador y mi Redentor.

Tomado de Meditaciones Matutinas para jóvenes
Dímelo de frente
Por Fernando Zabala

«YO SOY LA RESURRECCIÓN»


«Le dijo Jesús:" Yo soy la resurrección y la vida; el que cree en mí, aunque esté muerto, vivirá"» (Juan 11:25)

Lázaro vivía con sus dos hermanas Marta y María en la pequeña ciudad de Betania, cerca de Jerusalén. Muchas veces, cuando Jesús estaba cansado y necesitaba alejarse del bullicio de la gente que siempre le seguía, se escapaba a la casa de Lázaro para disfrutar de buena comida y una conversación tranquila.
Un día Lázaro enfermó de repente y como no respondía al tratamiento, las hermanas estaban alarmadas y enviaron un mensaje a Jesús, el cual estaba enseñando en otra ciudad. Por eso enviaron a decirle: «Señor, el que amas está enfermo» (Juan 11:3).
Jesús tardó tres días en ir a Betania. Antes de llegar a la casa, recibió la noticia de que Lázaro había muerto. Cuando Marta supo que Jesús estaba a las afueras de su ciudad, dejó a las plañideras y corrió a su encuentro. Después de reunirse y llorar juntos, Jesús le dijo: «Tu hermano resucitará» (Juan 11:23). Marta respondió: «Yo sé que resucitará en la resurrección, en el día final» (vers. 24).
Marta es ejemplo de un creyente ansioso. Cree, pero no confían lo suficiente como para no preocuparse. No desconfían del Señor ni cuestionan la veracidad de lo que dice, sino que se preguntan: «¿Cómo será?». Por lo tanto, no reciben todo el consuelo que la Palabra del Señor podría traer a su corazón si la creyeran plenamente. El cómo y el por qué son del Señor, quien responde según su voluntad.
Es mucho mejor sentamos con María a los pies del Señor, creyendo sus promesas, que salir corriendo con Marta, mientras preguntamos: «¿Cómo puede ser esto posible?».
Marta tenía fe en lo que podía ver. Pero, como muchos de nosotros, sus ojos estaban tan cegados por las lágrimas que no podía ver más allá de ese momento.
Me pregunto qué nos perdemos usted y yo, a qué bendiciones damos la espalda, ante qué milagros cerramos los ojos porque carecemos de una fe que sea capaz de mirar más allá del presente.
Martín Lutero escribió: «Nuestro Padre Dios hizo que todo dependiera de la fe para que quien tenga fe lo tenga todo y quien no tenga fe no tenga nada».  Basado en Juan 11:1-44

Tomado de Meditaciones Matutinas
Tras sus huellas, El evangelio según Jesucristo
Por Richard O´Ffill