jueves, 3 de febrero de 2011

LO QUE HIZO LA ESCUELA ADVENTISTA

«Cuan grande es tu bondad, que atesoras para los que te temen», Salmos 31: 19.

Aunque Masaki era muy feliz en su hogar, en la escuela no se sentía a gusto. Uno de sus grandes problemas era que no podía leer bien. Sus compañeros se reían cuando la maestra le pedía que leyera en voz alta y él intentaba, obedecer.
Sus padres se dieron cuenta del problema y no les pareció correcto que se burlaran de su hijo. Decidieron sacarlo de la escuela y buscar otra donde realmente fueran bondadosos y pacientes con el niño, como lo merecía.
Algunos amigos les recomendaron la escuela de los adventistas. Nunca habían escuchado de ellos, pero estaba cerca de su casa y fueron a conocerla. Las instalaciones eran más bien modestas, así que en un principio no estuvieron muy convencidos, pero al hablar con los maestros, cambiaron por completo de opinión. Trataban con interés y bondad a los alumnos, y por eso los padres de Masaki decidieron inscribirlo ahí.
Poco a poco se fueron dando cuenta de que también a los alumnos se les enseñaba a tratarse bien entre ellos. Masaki estaba seguro y feliz en ese lugar. La maestra le enseñó hasta que pudo aprender a leer correctamente.
A Masaki le gustaba especialmente la clase de Moral. Aprendió las lindas historias bíblicas que la maestra enseñaba. A su vez, él se las contaba a sus padres; todo eso era nuevo también para ellos. Tiempo después, Masaki aprendió a amar a Cristo y decidió bautizarse, porque había experimentado la bondad de los verdaderos hijos e hijas de Dios.

Tomado de meditaciones matinales para menores
Conéctate con Jesús
Por Noemí Gil Gálvez

NO DEJES QUE ESTE DÍA SE ESCAPE

¿Quien nos separará del amor de Cristo? ¿Tribulación, angustia, persecución, hambre, desnudez, peligro o espada? (Romanos 8:35).

Podemos considerar el texto de hoy como un llamamiento. Dios nos invita a decidir si queremos avanzar separados del amor de Cristo o si anhelamos con todo nuestro corazón permanecer bajo sus alas protectoras, sean cuales sean las circunstancias que hayamos de enfrentar. Malos y buenos, todos por igual, anhelan la felicidad en la misma medida. Sin embargo, a juzgar por el modo en que todos hoy en día buscan su propia felicidad y no la alcanzan, muchos nos preguntamos: ¿Es que acaso la felicidad está reservada para unos pocos y fuera del alcance de la mayoría?
Como esposa de pastor mi vida se desarrolla bajo circunstancias disímiles. A veces disfruto de una buena casa o de una buena iglesia, mientras que oirás me toca adaptarme a un entorno difícil por diversas razones. ¿Has experimentado alguna vez esa certeza de que te costará adaptarte?
Cuando mi hijo mayor era pequeño, nos trasladaron a una vivienda donde cada noche el silencio era interrumpido por una orquesta de animalitos que daban un concierto desde el tejado de la casa, y cuando las nubes se descargaban generosamente sobre nosotros, no sabíamos dónde colocar la cuna de nuestro bebé para que no lo alcanzaran las gotas de agua. Realmente, las circunstancias no eran muy favorables para que el amor de Cristo pudiera habitar en nuestras vidas e influir de manera positiva en nuestro trabajo misionero. Sin embargo, muchos años después, todavía recuerdo aquel lugar por la indescriptible paz y felicidad que sentí mientras vivimos allí.
No permitas que las circunstancias le separen del amor de Cristo. Con frecuencia escuchamos la frase «todo pasa», y ciertamente es así. Lo bueno y lo malo pasan, porque el tiempo no se detiene. Así que, aferrémonos al amor con el que podemos enfrentar las circunstancias adversas. No dejes pasar el día de hoy sin agradecerle a Cristo Jesús porque ese amor no está sujeto a circunstancias externas, sino a su forma de amar, que nunca cambia.
Enfrenta la vida con amor. Lo demás viene por añadidura.

Tomado de meditaciones matutinas para mujeres
De la Mano del Señor
Por Ruth Herrera

SIN MENTIRAS

Dos cosas te he demandado; no me las niegues antes que muera: Vanidad y palabra mentirosa aparta de mí. Proverbios 30:7,8.

Eric y Gastón habían sido amigos desde muy pequeños. Ahora, a los veinte años de edad, los unían varios sueños, las salidas los sábados de noche, trabajos afines y una misma pasión: el fútbol. Ambos eran fanáticos de un club, y como socios del mismo habían comprado dos butacas para mirar los partidos uno al lado del otro. Por muchos años, todos los domingos, habían asistido a las canchas a vitorear a su equipo favorito, y después del juego, solían ir a tomar alguna bebida para comentar y relatar su versión de lo vivido.
Un sábado de noche Eric invitó a Gastón a salir, pero Gastón se fingió enfermo y se negó. Eric decidió salir con otro grupo de amigos y cuál no fue su sorpresa al ver que Gastón también había salido, pero con otro amigo. Eric, que no soportaba la mentira y la hipocresía, decidió terminar con la amistad y nunca más volvió a hablarle al que había sido un amigo de años. Gastón comprendió su error e intentó disculparse y restaurar la relación, pero Eric no quiso olvidar y mucho menos perdonar.
Cuando escuché esto de labios del hijo de uno de los dos ex amigos, no pude menos que advertir el valor de la sinceridad entre los amigos. La amistad genuina no puede incluir el engaño y la hipocresía. Entre los desengaños y las cosas tristes que nos tocan vivir, la mentira de un amigo se encuentra entre las más dolorosas. Se sufre una gran decepción, y no todos tienen la virtud de hacer de cuenta que "no pasó nada" y volver a empezar. Por eso, lo mejor es ir con la verdad a todas partes, especialmente con los amigos.
Agur, un hombre que se creía sin entendimiento ni sabiduría (Proverbios 30:1-3) comprendía la importancia de la verdad. Él le suplicó a Dios en su oración: "Dos cosas te he demandado; no me las niegues antes que muera: Vanidad y palabra mentirosa aparta de mí". Su gran deseo era erradicar la mentira de sus labios. Agur también sabía la imposibilidad humana para vencer cualquier pecado. Conocía que solo Dios puede impartir el poder transformador que elimina la mentira e implanta el hábito de hablar y vivir la verdad, por eso recurrió a la fuente del Todopoderoso para encontrar la solución.
Hoy, nuestro buen Padre celestial también puede ayudarnos a vivir con la verdad en nuestras relaciones amistosas.

Tomado de meditaciones matinales para jóvenes
Encuentros con Jesús
Por David Brizuela

SIN DIOS NO ERES NADA

De Jehová son los pasos del hombre; ¿cómo, pues, entenderá el hombre su camino? Proverbios 20:24.

No fui yo. No pude haber sido yo - se lamenta Hilda. Y llora. Llora el dolor de su realidad.
La joven tiene solo 15 años; una flor que se abre a la vida, regada con sus propias lágrimas. Lágrimas de dolor. Gotas de arrepentimiento.
Mueve la cabeza de un lado al otro, e insiste:
-No fui yo.
Como si el negar la realidad pudiese hacerla volver atrás, escoger otro camino, buscar otra vereda.
-¿Cómo fui capaz de destruir el sueño de mis padres, y el mío? ¡No, no pude haber sido yo!
Pero sí lo era. Había sido ella misma quien, jugando al "amor", se descubriera esperando un niño. Ella, que no pasaba de ser una simple niña.
Nadie entiende las razones del alma. El corazón es misterioso e incomprensible; te confunde, te engaña, te miente. Te hace creer que estás yendo al paraíso, y te conduce a la muerte.
Los años pasan. Creces. Te vuelves adulto... Y el corazón te sigue traicionando. No logras comprenderlo. Lloras repetidas veces sobre leche derrama¬da; el agua que se fue, que se perdió, llevando tus sueños tierra adentro, para mojar la semilla del dolor, haciéndola brotar en forma de experiencia.
Te preguntas: ¿Por qué? Gritas: ¡No fui yo! Pero, eres tú y lo sabes. El texto de hoy es tu respuesta. Al Señor le pertenecen tus pasos; solo él sabe las verdaderas necesidades de tu loco corazón. Tú no. Tú piensas que lo sabes; imaginas que lo entiendes todo. Crees saber hacia dónde vas, pero el tiempo se encarga de mostrarte lo equivocado que estabas.
Solo en Jesús tus desencuentros se encuentran; solo en él tus desvarios se descubren. Únicamente en Dios dejas de correr sin tregua, buscando lo que no sabes. En él, finalmente, tu no ser se transforma en ser.
Por eso hoy, antes de abrir las ventanas de tu vida al nuevo día, vuelve los ojos a Dios, como la flor hacia el sol, buscando vida. Abre tu corazón al Espíritu, como la tierra seca al rocío de la mañana.
No salgas solo. Andar solo es andar a ciegas; vivir solo es morir en vida. El arco iris pierde su color. Resta solo agua, sin sabor ni color. Acuarela muerta. Flor marchita.
Jamás te olvides de que: "De Jehová son los pasos del hombre; ¿cómo, pues, entenderá el hombre su camino?"

Tomado de meditaciones matinales para adultos
Plenitud en Cristo
Por Alejandro Bullón