sábado, 10 de marzo de 2012

FRUTAS JUGOSAS

«Si para tomar ustedes una ciudad tienen que sitiarla por mucho tiempo, no derriben sus árboles a golpe de hacha, pues necesitarán sus frutos como alimento» (Deuteronomio 20:19).

¿No es delicioso comerse una jugosa pera, una crujiente manzana, o una suculenta naranja de esas que derraman su jugo cuando las muerdes? ¿Alguna vez has comido frutas recién cortadas del árbol? ¡Es lo máximo!
Por eso Dios les pidió a los israelitas que no cortaran los árboles frutales cuando atacaran a sus enemigos. Él quería que ellos salvaran los árboles para que pudieran comer de sus frutos. Dios sabía que ellos necesitarían las vitaminas de las frutas, así como las necesitamos nosotros.
¿Sabías que Dios está interesado en cada aspecto de nuestra vida, incluso en lo que comemos? ¡Él nos ama de verdad! ¿Tienes alguna fruta en casa en este momento? Si tienes una, y tu mamá y tu papá te dan permiso, búscala, pélala, da gracias a Dios por las cosas deliciosas que él creó y disfrútala.
Dios se siente muy feliz cuando disfrutas de las cosas buenas que él te ha dado.

Tomado de Devocionales para menores
Explorando con Jesús
Por Jim Feldbush

UNA GRAN DECISIÓN

Confía en Jehová con todo tu corazón y no te apoyes en tu propia prudencia. Reconócelo en todos tus caminos y él hará derechas tus veredas (Proverbios 3:5-6).

Las montañas vestidas de tonos verdes oscuros y claros nos daban la bienvenida a una zona que, aunque fría y húmeda, estaba llena de atractivos naturales de todo tipo. Al concluir el culto del sábado nos dirigimos hacia un lugar cercano con el fin de compartir el almuerzo con dos familias amigas.
Aunque no lo conocíamos, el lugar nos parecía encantador. Había una pequeña casa en la propiedad, y una mesa de madera de pino con sus sillas nos esperaba en un patio que a su vez estaba rodeado por un jardín lleno de flores de colores intensos.
Al terminar de comer el grupo decidió iniciar una caminata. Al ir bajando la cuesta un sonido peculiar nos llamó la atención: era el canto de un riachuelo que se encontraba a pocos metros de distancia. Apresuramos el paso para llegar a él. La transparencia del agua nos cautivó, pero, ¿nos sería posible llegar al otro lado?
Había olvidado por completo que ese día llevaba mis zapatos nuevos. Tomé una rama para que me sirviera de apoyo mientras ocupaba el segundo lugar en la fila. Fue entonces cuando escuché la voz de mi hermana: «¡No lo hagas, no lo vas a lograr!». Sin pensarlo mucho empecé a saltar sobre las rocas, pero justo a la mitad del trayecto resbalé en una de las piedras y me caí al río. Ahora contemplaba mis zapatos nuevos a través del agua cristalina.
Al recordar este incidente he llegado a la conclusión de que entre la tentación y el pecado solo existe la voz del Espíritu Santo que te advierte del peligro. La decisión la tomarás tú. Sin embargo, no ignores la voz de advertencia, como hice yo al cruzar aquel arroyo. Piensa que luego podrás lamentar cualquier paso en falso.
Mujeres, jóvenes y niños pueden tener un carácter íntegro, lo único necesario es que escojamos hoy a quien servir (ver Jos. 24:15). Todos podemos poner nuestra voluntad de parte de Dios, decidiendo obedecerlo y de esa forma, al relacionarnos con los agentes divinos, mantenernos donde nada pueda forzarnos a obrar mal. En todo joven y niño hay poder para formar, con la ayuda de Dios, un carácter íntegro, y vivir una vida útil.

Toma de Meditaciones Matutinas para la mujer
Una cita especial
Textos compilados por Edilma de Balboa
Por Yoela Murillo

¿MAÑANA?

Mientras es de día, tenemos que hacer el trabajo del que me envió; pues viene la noche, cuando nadie puede trabajar. Juan 9:4.

Cuando yo era estudiante de secundaria tenía un hábito que me causó problemas. Cada vez que llegaban las vacaciones cortas del año escolar (Semana Santa, Navidad y otros feriados), por lo regular los profesores nos asignaban tareas para «adelantar temas del programa». En lugar de hacerlas lo antes posible, para disfrutar de esos días libres, me quitaba la preocupación de la mente diciéndome: «Mañana las hago».
Cuando ese «mañana» llegaba, ¿adivina qué? Me decía: «Puedo hacer esas tareas mañana». Ya te puedes imaginar el resto de la historia. Finalmente tenía que pasar el último día de «vacaciones» entre una montaña de tareas escolares que podría haber realizado con mucha anterioridad. ¿En conclusión? No disfrutaba realmente de las vacaciones, porque nunca podía sacarme de la mente las tareas pendientes, y al final de todas maneras tenía que hacerlas.
Con el paso de los años, comprobé que hay mucha sabiduría en el dicho popular: «No dejes para mañana lo que puedes hacer hoy». Y descubrí que, aunque algunas cosas pueden esperar, otras tienen que ser atendidas hoy. Esta realidad de la vida la expresa muy bien un autor anónimo en el siguiente relato imaginario:
Se propuso ser todo lo que un mortal podía llegar a ser... mañana.
Al amigo que estaba en problemas, lo visitaría... mañana.
Las cartas que debía enviar, las escribiría... mañana.
Las llamadas a sus familiares, las haría... mañana.
«¡Qué lástima que hoy no tengo más tiempo! —pensaba—. Seguramente más tiempo tendré... mañana».
Pero el triste hecho es que falleció, y todo lo que dejó cuando murió fue una montaña de cosas que había planificado para... mañana (en Charles E. Cowan, Mountain Trailways for Youth. Devotions for Young People [Senderos montañosos para jóvenes. Lecturas devocionales para los jóvenes], 5 de junio).
¿Qué estás dejando para mañana que podrías hacer hoy?. ¿Alguna llamada importante? ¿Alguna visita a un amigo enfermo? ¿Una disculpa a alguien que ofendiste? ¿Reconciliarte con tu padre, con tu madre, con un hermano? ¿Regresar a la iglesia que abandonaste? Sea lo que fuera, si es importante, pídele a Dios que te dé valor para hacerlo hoy.
Dame, Señor, sabiduría para reconocer mi deber, y valor para realizarlo HOY.

Tomado de Meditaciones Matutinas para jóvenes
Dímelo de frente
Por Fernando Zabala

DETENER LA HEMORRAGIA

«Jesús decía: "Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen"» (Lucas 23:34).

Cuando nos cortamos, sangramos. Pero Dios nos puso en la sangre unas células llamadas plaquetas que, al desencadenar un proceso de coagulación, dan inicio a la curación. Sin plaquetas, una persona podría morir desangrada.
Si alguien nos ofende o nos causa algún daño, nuestra naturaleza tiende a hacernos sentir amargura y resentimiento. Si no nos ocupamos de ellos, esos sentimientos pueden llegar a causar una «hemorragia» emocional y espiritual.
Hace algún tiempo hablé con un matrimonio cuya hija había sido asesinada por su esposo. El yerno cumplía condena en la cárcel y ellos habían acogido a su nieto.
El problema era que la mujer, en particular, estaba enfermando a causa de la amargura y el resentimiento hacia su yerno. Y, lo que es peor, su fe y su relación con su nieto empezaban a verse afectadas.
Es evidente que, en ese matrimonio, la amargura era la causa del resentimiento y el odio que empezaba a sentir la abuela hacia su nieto. Eso significa que la amargura no se dirige únicamente hacia la persona que nos ha ofendido, sino que, a menudo, afecta a nuestra relación con terceros, generalmente miembros de nuestra familia.
Oré con la pareja y pedí al Señor que les concediera el don del perdón. La señora me dijo que no había querido orar para pedir el don de perdonar a su yerno porque creía que, de hacerlo, habría significado que la muerte de su hija no le importaba. Le hice ver su error. Tenía que orar para que Dios pudiera sanar su odio o, de lo contrario, tendría que vivir con la sensación de que cada día asesinaban a su hija. Como puede ver, la amargura y el resentimiento son un freno para la vida. Hacen que vivamos anclados en el pasado.
Al igual que las plaquetas detienen las hemorragias y empiezan el proceso de curación, el don del perdón corta el paso a la amargura y al resentimiento para que no destruyan nuestra vida.( Basado en Mateo 6:12)

Tomado de Meditaciones Matutinas
Tras sus huellas, El evangelio según Jesucristo
Por Richard O´Ffill