lunes, 22 de abril de 2013

PERRO GLOTÓN

Lugar: Grecia
Palabra de Dios: Filipenses 4:12

En la antigua Grecia, a veces se utilizaban fábulas como una manera divertida e indirecta de ilustrar una verdad moral. Hoy en día, tenemos una colección de unas doscientas fábulas escritas por un hombre llamado Esopo. No sabemos con seguridad si Esopo fue una persona real o un nombre que alguien inventó, pero sus historias se han transmitido de generación en generación.
Una de las fábulas de Esopo es acerca de un perro glotón. Un día, el perro vio un trozo de carne tirado sobre el suelo y lo arrebató. Sosteniendo firmemente la carne en sus mandíbulas, huyó.
Pronto, el perro llegó a un arroyo que tenía un tronco que lo atravesaba. Mientras cruzaba el tronco, miró hacia abajo y vio a otro perro observándolo desde el agua, allá abajo. El que estaba en el agua también tenía un trozo de carne. El perro no se dio cuenta de que era su propio reflejo.
"Ese trozo de carne es más grande y mejor que el mío", pensó. Abrió su boca para robarle la carne al otro perro. Pero, al hacerlo, dejó caer su trozo de carne y lo perdió, en su codicia.
El apóstol Pablo escribió: "Sé lo que es vivir en la pobreza, y lo que es vivir en la abundancia. He aprendido a vivir en todas y cada una de las circunstancias, tanto a quedar saciado como a pasar hambre, a tener de sobra como a sufrir escasez".
No seas codicioso. Ponte contento con lo que Dios te ha dado.

Tomado de Devocionales para menores
En algún lugar del mundo
Por Helen Lee Robinson

NUNCA LO CONSEGUIRÁS

¡Alabado sea Dios, Padre de nuestro Señor Jesucristo! Por su gran misericordia, nos ha hecho nacer de nuevo mediante la resurrección de Jesucristo, para que tengamos una esperanza viva y recibamos una herencia indestructible, incontaminada e inmarchitable. Tal herencia está reservada en el cielo para ustedes, a quienes el poder de Dios protege mediante la fe hasta que llegue la salvación que se ha de revelar en los últimos tiempos. 1 Pedro 1:3-5.

Hay muchos lugares en el mundo que se ofrecen al visitante como «el cielo en la tierra». Si bien es cierto que la naturaleza todavía renace cada amanecer con toda su belleza, también es verdad que nada sobre este planeta puede ser comparado con el cielo.
Los mejores escenarios del mundo, con todo su esplendor, apenas nos dan una vislumbre de lo que Dios prepara para sus hijos fieles. Sin embargo, hay quienes intentan vivir en la tierra como si fuera su destino final.
Viajes por el mundo, tener acceso a una suculenta cuenta bancaria, vestir ropa de marca, comer exquisitos y excéntricos manjares, vivir en residencias lujosas, son algunas de las aspiraciones terrenales que hacen pensar a muchos que las poseen que viven en el cielo. Es posible que en algún momento de su vida el autor del Eclesiastés también llegara a pensar así, pues nada de lo que había debajo del sol le fue negado. Sin embargo, al final de sus días, en un análisis retrospectivo, concluyó: «Lo más absurdo de lo absurdo, ¡todo es un absurdo!» (Ecl. 12:8).
Amiga, no tratemos de vivir en la tierra como si fuera un cielo mal entendido, rodeadas de lujos y abundancia; nunca podremos lograrlo. Es imposible, todo lo que hay en esta tierra se queda corto comparado con lo que Dios tiene para nosotras. «Ningún ojo ha visto, ningún oído ha escuchado, ninguna mente humana ha concebido lo que Dios ha preparado para quienes lo aman» (1 Cor. 2:9).
No anhelemos los tesoros terrenales, ni envidiemos a quienes los poseen. Tengamos aspiraciones más altas y sublimes. ¡Anhelemos el cielo! ¡Esa es nuestra herencia!
Mientras peregrinamos por la tierra seamos felices, disfrutemos lo mucho o poco que tengamos, y reavivemos todos los días de nuestra experiencia con Cristo el deseo de vivir preparándonos para el día en que tomemos posesión de nuestra herencia celestial.

Tomado de Meditaciones Matutinas para la mujer
Aliento para cada día
Por Erna Alvarado

MIL NOVECIENTOS CINCUENTA Y CINCO AÑOS DE CÁRCEL

Al verte, han quedado espantadas todas las naciones que te conocen. Has llegado a un final terrible, y ya no volverás a existir (Ezequiel 28:19).

El Juez 25 de Paz Penal sentenció con mil novecientos cincuenta y cinco años de prisión a Jóse Luis González González, propietario y director general de la empresa Publi XIII, por el delito de fraude genérico. Además, le impuso una multa de ciento cincuenta y seis mil cuatrocientos (156,400) días de salario mínimo vigente».
Así anunciaron los medios la noticia en la Ciudad de México. Nosotros siempre debemos asumir la inocencia de las personas. No debemos formular juicios de valor contra nadie, en ningún sentido. Si utilizo este caso como ilustración es porque contiene lecciones muy valiosas para todos.
Según la información, el Ministerio Público demostró que Jóse Luis González prometía a los agraviados vehículos nuevos para portar publicidad, los cuales entregaría luego de recibir el pago de una cantidad que oscilaba entre los 20,000 y los 30,000 pesos mexicanos como compromiso, pero era un fraude. El fiscal, a instancias de la policía, inició un proceso penal en representación de los afectados y ordenó la congelación de cuentas bancarias y embargó los inmuebles de Publi XIII para la reparación del daño.
La policía aprehendió a González cuando viajaba en un vehículo de lujo por las calles de Jalisco y fue ingresado al Reclusorio Preventivo Varonil Norte, de la capital mexicana. ¿Por qué impuso el Juez 25 una sentencia tan terrible a esa persona? Según el término medio de vida de ochenta años, González necesitaría más de veinticuatro vidas para saldar su deuda con la sociedad. Pero, además, le impuso una multa muy elevada: ciento cincuenta y seis mil cuatrocientos (156,400) días de salario mínimo vigente: más de dieciséis millones de pesos.
¿Por qué necesitaría González más de veinticuatro vidas para saldar su cuenta con la justicia? Seguramente porque el juez consideró que su culpa era muy grande. El juez creyó que nunca podría pagar el mal que hizo. Indudablemente consideró que debía convertir el castigo del culpable en una lección clara para otros: nadie, nunca más, debería atreverse a perpetrar un daño tan grande.
El texto de hoy dice que Dios impuso la pena máxima a Lucifer. ¿Por qué? Por muchas razones. Una de ellas es que su delito ocasionó un daño irreparable, de consecuencias eternas. Pero me parece que la mayor es porque Lucifer nunca estuvo dispuesto a aceptar la gracia y misericordia de Dios expresada en Cristo Jesús. Y tú, ¿estás dispuesto a aceptar la gracia de Dios expresada por medio del Señor?

Tomado de Meditaciones Matutinas para jóvenes
¿Sabías que..? Relatos y anécdotas para jóvenes
Por Félix H. Cortez

LA VIÑA DEL SEÑOR

Hubo un hombre, padre de familia, el cual plantó una viña, la cercó de vallado. Mateo 21:33 (lea Mateo 21:33-41).

El profeta Isaías describe esta viña: "Ahora cantaré por mi amado el cantar de mi amado a su viña. Tenía mi amado una viña en una ladera fértil. La había cercado y despedregado y plantado de vides escogidas; había edificado en medio de ella una torre, y hecho también en ella un lagar" (Isa. 5:1,2).
Esta imagen representa las ventajas y oportunidades dadas a Israel... Por medio de Moisés recibieron preceptos y mandamientos divinos... Dios les dio riquezas y prosperidad. Tenían toda ventaja temporal y espiritual. Estaban cercados por la ley de los Diez Mandamientos. Esto era lo que distinguía a Israel de toda otra nación sobre la faz de la tierra.
La iglesia es el tesoro peculiar de Dios, preciosa a su vista y amada por su corazón de amor infinito... El dueño de casa hizo toda provisión para que el viñedo recibiera la mejor atención. No faltó nada por hacer que pudiera hacerse para hacer de la viña un honor para su dueño...
Con fuego, tempestad y muerte el gran YO SOY redimió a su pueblo, para hacerlo glorioso como su representante especial. Lo sacó de la tierra de cautiverio. Lo llevó sobre alas de águila y lo trajo consigo mismo, para que pudiera morar bajo la sombra del Altísimo. Cristo era el líder invisible de los hijos de Israel en su vagar por el desierto... Presenciaron una maravillosa manifestación del poder de Dios cuando atravesaron el Mar Rojo. Y día tras día viajaron bajo la columna de nubes, el símbolo de la presencia divina...
Con tal líder, con tales manifestaciones de su grandeza y poder, los hijos de Israel debieran haber sido inspirados con fe y valor para avanzar... Solo dos de los que cruzaron el Mar Rojo vivieron hasta llegar a la Tierra Prometida...
Debemos estar atentos, para que no suframos el mismo destino que el antiguo Israel. La historia de su desobediencia y caída ha sido registrada para instruirnos a nosotros, para que evitemos hacer lo que ellos hicieron.— Review and Herald, 10 de julio de 1900; parcialmente en Palabras de vida del gran Maestro, p. 227.

Tomado de Meditaciones Matutinas para adultos
Desde el Corazón
Por Elena G. de White