miércoles, 9 de diciembre de 2009

UNA ENTRE MILES

Surgirán de ellos cánticos de gratitud, y gritos de alegría. Multiplicaré su descendencia, y no disminuirá; los honraré, y no serán menospreciados (Jeremías 30: 19).
Sobre la mesa había una canasta de manzanas rojas, jugosas y de muy buen aspecto. Junto a ellas estaba una nota que decía: «Toma solamente una, recuerda que Dios te observa». En el otro extremo de la mesa habla una caja con chocolates finos y deliciosos. De pronto un niño pasó cerca de la mesa y observó las manzanas con la nota. Al acercarse a los chocolates, el niño escribió una nota y la puso cerca de los chocolates y decía: «Toma todos los chocolates que quieras, al fin que Dios está mirando las manzanas».
¿Qué te hace pensar esta historia? Tal vez en más de una ocasión has dudado de la omnipresencia de Dios y su gran poder, o te desanima la oración que hiciste con tanto fervor y no recibiste la respuesta que esperabas. Y qué decir del niño en la calle que suplica por una moneda para saciar su hambre, las cárceles llenas de injusticias, los hospitales con olor a muerte y dolor. ¿Sabes? Todo eso tiene un porqué y un para qué.
Una razón es para que valoremos lo que Dios nos da. Él es todo amor, le preocupa cada detalle por pequeño que parezca: tus lágrimas, alegrías, prue¬bas, aflicciones.
Tu devoción personal marcará la diferencia de tu relación con Dios. Búscalo, dile tu sentir, haz de él tu mejor amigo, acepta el plan que tiene para tu vida. Así aprenderemos a confiar y a depender completamente de él. Si no, su plan de redención será en vano en nuestra vida. Busquémoslo mientras puede ser hallado. Gracias, Señor, por escucharme y entenderme cuando todos se van. Gracias por tomarme de la mano cuando todos me abandonan. Gracias Señor, por darme un valor inmerecido aun cuando siento que no valgo. Gracias Señor, por tu insaciable amor. Ayúdame a seguir adelante, servirte y honrarte como verdaderamente tú lo mereces.

Mireya Olave de Murríeta
Tomado de la Matutina Manifestaciones de su Amor.

CRECER COMO CRISTIANOS

Pero conozcan mejor a nuestro Señor y Salvador Jesucristo y crezcan en su amor. 2 Pedro 3:18.

Hace poco el periódico traía una historia muy triste. Un hombre escuchó algo que excavaba en la basura que había junto a su casa. Pensó que era un animal. Pero cuando estuvo más cerca del cubo de la basura vio que, en realidad, era un niño que buscaba comida en la basura.
Llamaron a la policía y entonces supieron que el niño era, en realidad, un joven de diecinueve años de edad que solo pesaba diez kilos. Sus padres le habían dado tan poca comida que no pudo crecer.
Cuando una persona pasa hambre, es frecuente que su aspecto muestre que algo va mal. Pero cuando una persona pasa hambre espiritual, no es tan obvio.
Podemos pasar meses, incluso años, sin atender nuestras necesidades espirituales. Podemos hacer como si todo estuviera bien. De hecho, nadie podría decir si tu corazón está a bien con Jesús.
Pero si como necesitamos alimentos para que el cuerpo crezca, también necesitamos “alimento” espiritual si queremos que crezca nuestro carácter.
Los educadores sanitarios describen una dieta saludable como aquella que se compone de una gran variedad de buenos alimentos. Como cada alimento tiene una combinación exclusiva de nutrientes, comer de distintos grupos de alimentos nos ayuda a conseguir las vitaminas y los minerales necesarios para gozar de una buena salud.
Si quieres ser de verdad un cristiano saludable, llena tu vida con una gran variedad de actividades constructivas. Lee la Biblia, canta canciones espirituales, ayuda a los necesitados, memoriza versículos de la Biblia, lee los buenos libros, ora, habla a otros de Jesús, asiste a la iglesia y a la escuela sabática. Pasa tiempo con otros cristianos, da estudios bíblicos, vista a los ancianos y enfermos y da dinero para la obra de Dios.
Las buenas obras jamás ocuparan el lugar de la fe en Jesús. Pero nos ayudan a parecernos más a él.

Tomado de la Matutina El Viaje Increíble.

UN TANQUE CONTRA DIOS

Y el hijo le dijo: «Padre, he pecado contra el cielo y contra ti y ya no soy digno de ser llamado tu hijo». Lucas 15:21.

El cristiano que desea alcanzar la victoria sobre el pecado debe tener en su mente una idea clara de todo lo que implica el acto pecaminoso. Se dice que la paga del pecado es la muerte, que pecar roba la paz del corazón, que es un desperdicio de la vida, y que afecta física y emocionalmente. A pesar de todo lo que se pierde, el número de personas que hemos pecado contra Dios no puede contarse.
¿Cuál es la razón principal para cortar toda relación con el pecado? ¿El castigo? ¿El lago de fuego? ¿La vida eterna? ¿Que lo borren a uno de los libros de iglesia? De la siguiente historia podemos extraer la verdadera razón.
A un joven de dieciocho años de edad, hijo de padres adventistas, las malas compañías lo arrastraron al pecado. Practicaba toda clase de vicios, desde fumar cigarrillos hasta pasar su tiempo en lugares inmorales. Como era de esperar, su padre no aceptaba en forma alguna tal conducta. Le aplicó todo tipo de castigos, pero nada hizo que este joven cambiara su mal proceder. Un día en que el muchacho regresó a casa después de estar con sus amigos tomando bebidas alcohólicas, su padre lo llevó a un lugar solitario. El joven debe de haber pensado que sería para recibir una soberana paliza. Su padre, hombre fuerte y corpulento, se lo quedó mirando fijamente al rostro, como diciéndole algo, pero sin palabras. Después de un par de minutos, explotó en llanto. Cuando el joven rebelde vio las lágrimas que corrían como aguas desbordadas por el rostro de su padre, entendió que su pecado iba más allá de dañar su propia salud, más allá de violar una norma, o de afectar una relación paternofilial. Entendió que su pecado despedazaba el corazón de un padre amante. Ese día terminó su rebeldía y decidió no causar más dolor a quien lo amaba tanto.
Si quieres dejar de pecar, piensa en lo siguiente:
  • El pecado no solo te hiere a ti, sino que es una ofensa contra el cielo, contra Dios. Esa es la naturaleza fundamental del pecado. Es un ataque contra Dios.
  • El pecado deshonra a Dios, y supone una difamación de su honor en la que incurrimos mediante nuestra conducta y actitud degradante. Nos perjudica a nosotros y a los que nos contemplan.
Enfréntate hoy al enemigo, no pensando en tu prestigio, empleo, buena fama, o en el qué dirán. Hazle frente pensando que cada pecado que cometas crucificará de nuevo al Hijo de Dios.

Tomado de la Matutina Siempre Gozosos.