lunes, 20 de agosto de 2012

RIEGA TU JARDÍN

«La semilla murió en el surco, el trigo se ha perdido y los graneros están en ruinas» (Joel 1:17).

Fíjate bien en todo a medida que caminas por este campo seco y polvoriento. Mira ahora detenidamente ese pequeño montículo de tierra. ¿Puedes verlo? En medio de él hay un surco con una semilla de trigo que no ha crecido. Las semillas necesitan agua para crecer y no hay agua en este lugar Eso es lo que describe el versículo de hoy.
¿Sabías que los cristianos también necesitan agua para crecer? Nosotros necesitamos agua para que nuestros cuerpos crezcan, pero necesitamos mucho más del «agua» del Espíritu Santo para crecer en Jesús. El Espíritu Santo es parte de la familia de Dios junto con el Padre y el Hijo Jesús. El Espíritu Santo nos consuela, nos instruye y nos ayuda a saber lo que es bueno y lo que es malo. El Espíritu Santo es una persona importante en nuestras vidas como cristianos.
Pídele al Espíritu Santo que esté hoy contigo. Deja que el Espíritu Santo dirija tu vida. Él te dará felicidad y evitará que te seques como una semilla en un campo polvoriento.

Tomado de Devocionales para menores
Explorando con Jesús
Por Jim Feldbush

UN NOMBRE Y UNA PROFECÍA


Y se estableció en la ciudad que se llama Nazaret, para que se cumpliera lo que fue dicho por los profetas, que habría de ser llamado nazareno. (Mateo 2:23).

Cuántas situaciones difíciles enfrentaron José y María! Sin embargo, Dios los protegió de todo daño. En varias ocasiones el Señor se comunicó con José para guiarlo. Cuando nos ponemos en las manos de Dios y permitimos que él dirija nuestras vidas, su protección nos acompaña de la misma forma como lo hizo con Jesús, con sus padres, con los pastores y con los filósofos de Oriente.
Si obedeces como José; si te dejas usar como María; si le das un lugar a Jesús, como el mesonero; si compartes con los demás las noticias de su nacimiento como lo hicieron los pastores; si le das lo mejor de ti como los filósofos; ten la seguridad de que él guiará tu vida y de que morarás con él eternamente. Por otro lado, no seas como los sacerdotes y rabinos, que conocían las profecías del nacimiento de Jesús, pero no acudieron a conocer al niño ni lo aceptaron como su salvador.
Cuando Herodes murió un ángel le habló en sueños a José y lo invitó a regresar a Judá. De inmediato José obedeció; sin embargo, al enterarse de que gobernaba un hijo de Herodes, partió a la región de Galilea. Se fueron a vivir a Nazaret, por eso a Jesús le llamaban nazareno, así se cumplió la profecía señalada en el versículo de esta mañana.
El extraordinario nacimiento de Jesús nos ha dejado un gran número de enseñanzas que nos permitirán acercamos a él. Aprenderemos que es necesario cambiar nuestras vidas para darle la bienvenida al nazareno, a amar a nuestros prójimos y a tener el deseo de compartir el mensaje. Cuando una persona acepta a Cristo, su vida cambia. Hablará en forma diferente, actuará, se vestirá y pensará de manera diferente.
Si a Jesús lo llamaban nazareno era porque vivía en Nazaret. Ojalá que a ti te llamen cristiana porque vives en Cristo. Si es así, que la honra y la gloria sean para él. Abundantes bendiciones se derramarán sobre ti y sobre tu familia, y gozarás de la dirección y protección divinas.

Tomado de Meditaciones Matutinas para la mujer
Una cita especial
Textos compilados por Edilma de Balboa
Por Elizabeth Suárez de Aragón

¿MISS PERFECTA?¿MISTER PERFECTO?



El amor [...] todo lo disculpa, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta. 1 corintios 13:6, 7 NVI

Se cuenta que dos amigos se encontraron después de no verse durante algún tiempo. Uno de ellos se había casado, mientras que el otro permanecía soltero.
—¿Y por qué no te has casado? —preguntó el casado al soltero.
—Durante mucho tiempo busqué la mujer perfecta. Viajé de un lugar a otro hasta que conocí a una mujer muy espiritual y muy hermosa; pero no sabía nada de los oficios propios del hogar.
—Y, ¿qué pasó... ? —preguntó el amigo.
—La descarté. Luego seguí buscando hasta que encontré una mujer que conocía bien los oficios del hogar, pero era muy fea.
—¿Entonces?
—Seguí buscando hasta que un día me pareció haber encontrado la mujer perfecta.  
Le gustaba ir a la iglesia, conocía bien los deberes del hogar y era una hermosura.
—¿Y por qué no te casaste con ella?
—El problema era que ella también estaba buscando al hombre perfecto.
No me extrañaría saber que tanto él como ella todavía estén buscando pareja.
¿Cuál es el punto en cuestión? El punto es, sencillamente, que «Miss Perfecta» no existe. Tampoco «Míster Perfecto». Tú y yo somos seres humanos caídos que vivimos en un planeta golpeado por los cuatro costados. A diario luchamos por ser mejores personas y por realizar nuestros sueños. Pero muy a menudo prometemos y no cumplimos, nos ponemos de mal humor y decimos cosas que después lamentamos.
Razón tiene Lewis Smedes cuando escribe: «Todos somos imperfectos. Y si aceptamos este lamentable, pero estimulante hecho de la vida, entonces estaremos listos para crecer verdaderamente [...]. No favoreceremos en absoluto nuestro crecimiento personal mientras sigamos acariciando la fantasía de la mujer ideal o del hombre ideal» (Caring and Commitment, [Cuidado y compromiso], p. 73).
¿Conclusión? Si estás buscando pareja, pide a Dios que te guíe a la persona adecuada para ti. Y si ya estás casado, pide al Señor que te ayude a aceptar a tu cónyuge tal como es (con defectos incluidos). Mejor aún, pídele que te use como una ayuda idónea para que tu pareja pueda desarrollarse plenamente como persona y crecer espiritualmente en Cristo.

Padre amado al igual que hiciste con Adán, para mi la pareja idónea.

Tomado de Meditaciones Matutinas para jóvenes
Dímelo de frente
Por Fernando Zabala

OTRA OPORTUNIDAD


«Por eso puede también salvar perpetuamente a los que por él se acercan a Dios, viviendo siempre para interceder por ellos» (Hebreos 7:25).

El hortelano intercedía por la higuera. ¿Cuál era su ruego? Se trataba de un indulto: «Señor, déjala aún este año». Su ruego no era: «Señor, no permitas nunca que la corten», sino: «Todavía no, Señor». El indulto es una bendición para los árboles estériles. Algunos todavía no se han arrepentido. Dios es misericordioso y les da más tiempo para que se arrepientan; por eso dio un plazo de ciento veinte años a los antediluvianos para que se arrepintieran e hicieran las paces con él. A Cristo, el gran Intercesor, le debemos que los árboles estériles no hayan sido cortados de inmediato. Si no hubiera sido por su intervención, cuando Adán pecó, el mundo entero habría sido cortado. Sin embargo, él dijo: «Señor, déjalo».
Como colaboradores de Cristo, se nos anima a orar para que Dios tenga misericordia de las higueras estériles: «Señor, déjalos; deja que su tiempo de gracia se alargue un poco más; ten un poco de paciencia con ellos, ten misericordia de ellos y espera». Así podremos interponernos y alejar la ira.
Podemos orar para que los demás sean indultados, pero no perdonados. A ellos corresponde poner en acción su propia re y su arrepentimiento; de otro modo, no puede haber perdón.
El hortelano se comprometió a hacer todo lo posible para obtener un indulto: «Hasta que cave a su alrededor y la abone». Las obras tienen que acompañar siempre a nuestras oraciones. Parecía como si el hortelano dijese: «Señor, quizá no he hecho todo lo que era preciso por ese árbol; deja que pase este año y haré más de lo que he hecho hasta ahora». Del mismo modo, en nuestras oraciones debemos pedir la gracia de Dios, acompañando la petición con la humilde promesa de cumplir con el deber.
«Pero», añade el hortelano, «si no es así, córtala». Aunque Dios es paciente, no siempre tolerará los árboles estériles. Su paciencia se acabará y, con toda certeza, los árboles sin fruto serán cortados y arrojados al fuego. Aunque sea necesaria, talar los árboles no es tarea que a Dios plazca.
Quiero ser un árbol fructífero que sirva de ejemplo para otros. Basado en Lucas 13:6-9

Tomado de Meditaciones Matutinas
Tras sus huellas, El evangelio según Jesucristo
Por Richard O´Ffill