martes, 8 de febrero de 2011

LA COMPASIÓN DE LOUIS PASTEUR

«Siento compasión de esta gente porque ya llevan tres días conmigo y no tienen nada que comer», Marcos 8:2.

¿Te acuerdas de Louis Pasteur? Es muy conocido por la pasteurización, proceso de purificación de la leche que él mismo desarrolló (por eso lleva su nombre), pero también creó la vacuna contra la rabia. Pasteur vivió en el siglo XIX, y en aquella época mucha gente que contraía la rabia, moría, porque no existía una cura.
Pasteur trabajó mucho para crear una vacuna que pudiera ayudar. Primero la probó en animales y con satisfacción vio que los resultados eran favorables. Lamentablemente, la comunidad científica no lo apoyaba, pues no era médico.
Cierto día, Joseph Meister, un niño de nueve años, fue mordido por un perro cuando se dirigía a la escuela. La madre, al enterarse, lo llevó inmediatamente al médico para que lo atendiera. Él recomendó a la madre que viajara a París y buscara a Louis Pasteur, único individuo capaz de hacer algo para curar al niño.
La madre no perdió tiempo y se dirigió a Paris para localizar a Pasteur. Lo encontró y el químico, al verla tan angustiada, tuvo compasión de la pobre mujer que le rogaba que salvara a su hijo. ¡Además, era la oportunidad perfecta de probar la vacuna en un ser humano!
El 6 de julio de 1885 la vacuna antirrábica fue probada por primera vez al tratar a Joseph Meister. Pasaron 32 días antes de que se pudiera comprobar el éxito de la vacuna. Rápidamente la noticia se dio a conocer por el mundo, y desde entonces la vacuna ha beneficiado a muchos seres humanos que se han contagiado de tan terrible enfermedad.

Tomado de meditaciones matinales para menores
Conéctate con Jesús
Por Noemí Gil Gálvez

UN DIOS A TIEMPO COMPLETO

Me alegro y me regocijo en tu amor, porque tú has visto mi aflicción y conoces las angustias de mi alma(Salmos 31:7)

La angustia y el dolor, incluso en este mundo donde parecen reinar, siguen siendo intrusos para el ser humano. Dios nos creó para que disfrutáramos de felicidad, y todo lo que se oponga a esto, lo rechazamos de forma natural. No importa cuan bajo caigamos, nuestro anhelo siempre será vivir más y mejor. Incluso las personas que atentan contra su propia vida lo hacen porque no pueden encontrar una existencia digna. A todos nos llega el dolor en algún momento de la vida; a todos, creyentes o ateos, sin excepción alguna.
Todos vivimos en este mundo manchado por el pecado y todos, absolutamente todos, pecamos y morimos (ver Rom. 6: 23). Entonces, ¿qué ventajas tiene ser creyente? Muchas. Creer va más allá de reconocer a Dios en los momentos fáciles de la vida, es mucho más que tener un amúleto al que recurrir en los malos tiempos. Creer va más allá de la mera teoría de la existencia de un Dios todopoderoso. Creer es tener una experiencia continua con ese Dios que es real en nuestras vidas.
El patriarca Job creía en Dios mientras todo marchaba bien, pero cuando la amargura abatió su corazón pudo exclamar: «Yo sé que mi Redentor vive, y que al fin se levantará sobre el polvo, y que después de deshecha esta mi piel, en mi carne he de ver a Dios» (Job 19: 25, 26).
Cree en Dios. Alégrate en su invariable amor. Cuando todo marche de maravilla, confía en él. Cuando el dolor, la enfermedad o la tragedia de alguna forma saqueen tu vida, recuerda que él veía por ti. No te entregues a la desesperación, confía en aquel que vive para mostrar su amor en los tiempos más difíciles, cuando más necesitas ayuda. Haz tuyas las palabras del himno: «Fácil es cantar cuando reina la paz. Pero en el dolor es mejor cantar». Enfrenta los retos de la vida con una canción rebosante de gratitud y alabanza, sabiendo que no hay por qué temer al futuro, porque él vela por ti.

Tomado de meditaciones matutinas para mujeres
De la Mano del Señor
Por Ruth Herrera

ABRAHAM, AMIGO DE DIOS

Pero tú, Israel, siervo mío eres; tú, Jacob, a quien yo escogí, descendencia de Abraham mi amigo. Isaías 41:8.

Además de ser llamado "padre de la fe", Abraham recibió en las Escrituras un título que a todos los cristianos nos gustaría tener: amigo de Dios.
¿Qué fue lo que hizo Abraham en su vida, para ser considerado amigo de Dios? En primer lugar debemos notar la obediencia absoluta que mostró al salir de Ur de los caldeos para vivir como extranjero, en tiendas, hasta el final de sus días. No todos están dispuestos como Abraham a dejar a su familia, a sus amigos y su comodidad, para salir errante, como nómada, creyendo en una promesa que no recibiría en vida, a saber, que la tierra de Canaán sería suya. Esto hizo Abraham porque obedeció y creyó en la palabra de Dios.
Confió y esperó con paciencia el cumplimiento de la promesa de que Sara, su esposa, tendría un hijo. Esa espera duró veinticinco años, y yo no sé cuántos estarían dispuestos hoy día a esperar tanto para que Dios conteste una oración. Aun así, Abraham creyó que su Amigo cumpliría su promesa y se aferró a él hasta que Isaac nació.
No se rehusó a que Dios le cambiara el nombre de "Abram" ("padre honrado o enaltecido") a "Abraham" (padre de una multitud). ¿Te imaginas la ironía de un hombre de más de noventa años, que no tenía hijos, teniendo que comunicar a sus familiares y siervos que ahora habría de llamarse "padre de una multitud"? Pero Abraham conocía al Amigo que le había propuesto el cambio, y vivió hasta ver la promesa realizada.
La gran demostración de la fe de Abraham —que hasta nuestros días despierta una gran admiración—, fue que no rehusó entregar a Isaac para ser sacrificado. Dios le podría haber pedido a Abraham que sacrificara muchas cosas: su orgullo, su tiempo, su dinero (ya que era sumamente rico), sus siervos e incluso a sí mismo; pero tener que sacrificar a su hijo Isaac era realmente un pedido muy difícil de cumplir. Sin embargo, este amigo de Dios no dudó en acceder a la demanda divina y creyó incluso que el Señor levantaría de los muertos a quien era el objeto de la promesa.
También hoy nosotros somos llamados a vivir como Abraham para ser llamados "amigos de Dios", porque ese título no es exclusivo; cada cristiano
puede vivir como lo hizo este hombre de fe. Todos nosotros debemos mostrarle al mundo quién es nuestro mejor Amigo. La fe, la obediencia, la confianza y el desprendimiento son el gran desafío a lograr si deseamos ser llamados "amigos de Dios".

Tomado de meditaciones matinales para jóvenes
Encuentros con Jesús
Por David Brizuela

OBRAS DE LA CARNE

Y manifiestas son las obras de la carne, que son: adulterio, fornicación, inmundicia, lascivia, idolatría, hechicerías, enemistades, pleitos, celos, iras, contiendas, disensiones, herejías. Calatas 5:19.

El versículo de hoy muestra que el gran problema de la humanidad es la naturaleza pecaminosa. Tú no eres pecador porque matas, robas o mientes; tú haces todo eso porque eres pecador. Si no fueses pecador, no cometerías actos pecaminosos. ¿Te das cuenta? Todas las cosas malas son obras de la carne, frutos del pecado, consecuencias de estar alejados de Dios.
El verdadero pecado es el estado de lejanía de Dios. Todos nacemos así. David dice: "En pecado nací y en pecado me concibió mi madre". Él está hablando acerca de la naturaleza pecaminosa; lo que los teólogos llaman pecado original, que no es lo mismo que culpa original. La Biblia no apoya la idea de una culpa original. Un niño nace con pecado original; esto es, con la tendencia al pecado, alejado de Dios por naturaleza. Pero, no tiene culpa y, por lo tanto, no necesita ser bautizado.
San Pablo, en la Epístola a los Romanos, capítulo 7, habla de la lucha terrible dentro de sí. En el momento de la conversión, Dios colocó en él la naturaleza de Cristo pero, dentro de él, está todavía la naturaleza pecaminosa, que se opone al bien. Todos los seres humanos tenemos esa lucha interior; por eso quieres servir al Señor, pero no puedes. Parece que dentro de ti hay un monstruo que te lleva por el camino del mal. Ese monstruo es real. Existe. Y se llama "naturaleza pecaminosa".
Gracias a Dios que, a pesar de eso, en Cristo podemos ser completamente victoriosos y, cuando Jesús vuelva, finalmente seremos librados por completo de esa naturaleza, porque "esto mortal será vestido de inmortalidad y esto corruptible, de incorruptibilidad".
Haz de este día un día de victoria en Cristo. Coloca tu vida en sus manos, y parte hacia los desafíos seguro de que, al lado de Jesús, la victoria está garantizada. Somete a Dios el viejo hombre, porque "manifiestas son las obras de la carne, que son: adulterio, fornicación, inmundicia, lascivia, idolatría, hechicerías, enemistades, pleitos, celos, iras, contiendas, disensiones, herejías".

Tomado de meditaciones matinales para adultos
Plenitud en Cristo
Por Alejandro Bullón