viernes, 16 de agosto de 2013

UNA LUZ BRILLANTE

Lugar: Nueva Jersey, EE.UU.
Palabra de Dios: Genesis 1:3-5

¿Cuántas veces enciendes la luz, sin pensar en lo que estas haciendo? ¿Cuántas bombillas eléctricas tienes en tú casa? Muchas veces, damos por sentado el tener luz, pero si hubieras nacido unos doscientos años atrás, habrías tenido que usar una vela o un lámpara de kerosen para iluminarte.
Tomas Edison patentó la bombilla eléctrica el 27 de enero de 1880. Había estado trabajando en su laboratorio de Menlo Park, Nueva Jersey, y de acuerdo con el, probó «no menos de seis mil tallos vegetales, y registró el mundo en busca del material más apropiado para el filamento». Pero, finalmente lo logró. La bombilla producía un débil resplandor rojizo, y brilló durante trece horas.
Edison fue un gran inventor, que registró 1.093 patentes, pero puso mucho trabajo en sus inventos. Como se mencionó antes, le llevó por lo menos seis mil intentos hacer que la bombilla de luz brillara.
En comparación, todo lo que Dios tuvo que hacer fue hablar. Génesis 1:3 nos dice: «Y dijo Dios: ‘¡Que exista la luz!’ Y la luz llegó a existir». El Señor no necesitó experimentar con miles de opciones; el sabía lo que estaba haciendo. Y el también sabía que, sin luz, tú y yo no podríamos vivir. De hecho, todas las plantas morirían; ni los animales sobrevivirían.
La Biblia continua diciendo: «Dios consideró que la luz era buena y la separó de las tinieblas. A la luz Ia llamó `día’, y a las tinieblas, `noche’. Y vino la noche, y llegó la mañana: ese fue el primer día».

Tomado de Devocionales para menores
En algún lugar del mundo
Por Helen Lee Robinson

UN APOYO PARA LOS DÉBILES

Asimismo, en nuestra debilidad el Espíritu acude a ayudarnos. No sabemos qué pedir, pero el Espíritu mismo intercede por nosotros con gemidos que no pueden expresarse con palabras. Romanos 8: 26

La autocompasión es el recurso favorito de los débiles; es el vehículo en el que se trasladan a todas partes y que parecería estar siempre adornado con la amargura, la ira, el resentimiento, el rencor y el enojo. Sus usuarios se conforman con inspirar lástima para, de ese modo, recibir migajas de afecto. Culpan a los demás de sus fracasos, no se sienten dignos y aseguran que la vida se ha ensartado con ellos. Quien se regodea en la autocompasión es muy probable que llegue a ser rígido y falto de humor, presto a ensombrecer el camino de quienes están a su alrededor.
Una conmiseración enfermiza puede estropear los proyectos de Dios para nuestras vidas, poner límites a nuestro desarrollo e impedir que crezcamos a la estatura de una hija de Dios. ¿Por qué compadecernos, si la vida es el gran regalo de Dios? Mientras dure, podremos contribuir a nuestra felicidad y la de los demás, así como glorificar el nombre de Dios. Aparte de nuestras experiencias, la vida en Dios debería ser un himno de loor al Creador y un canto cotidiano de victoria.
Amiga, viajemos por la vida en el tren de la esperanza. del optimismo, del gozo, del amor y de la confianza. Una vez que dejemos de concentrarnos en nuestros fracasos y defectos para pensar en los demás y agradecer a Dios, podremos decir con el salmista: «Quiero alabarte, Señor, con todo el corazón, y contar todas tus maravillas. Quiero alegrarme y regocijarme en ti, y cantar salmos a tu nombre, oh Altísimo» (Sal. 9: 1-2).
Este es un día de grandes oportunidades, ¡aprovéchalas! Que tu oración sea: «Señor, ayúdame a valorarme de acuerdo al gran precio que Cristo Jesús pagó en la cruz, de tal manera que pueda ser restaurada de todos los aspectos de mi vida».
Dios puede transformar nuestras vidas, la mía y la tuya. Aprovechemos toda oportunidad para contemplar su prodigioso amor en la naturaleza y en la obra transformadora que realiza en las vidas de muchas personas. Dios está a la espera de que le entreguemos nuestros corazones para hacer su gran obra. El gozo y la felicidad pueden ser nuestros. ¡Agradezcamos a Dios hoy y siempre, por todo lo que nos da!

Tomado de Meditaciones Matutinas para la mujer
Aliento para cada día
Por Erna Alvarado

HAY QUE TERMINAR LA CARRERA

También nosotros, que estamos rodeados de una multitud tan grande de testigos, despojémonos del lastre que nos estorba, en especial del pecado que nos asedia, y corramos con perseverancia la carrera que tenemos por delante (Hebreos 12:1).

En el espectáculo de la carrera del cristiano, el principal espectador es el Padre mismo.
Nuestro éxito le interesa más que a nosotros mismos o a cualquier otro ser del universo.
En 1992, durante los Juegos Olímpicos de Barcelona, Derek Redmond, velocista inglés, había competido en las semifinales de los cuatrocientos metros. Para él, esa carrera era una especie de revancha. Cuatro años antes, en las olimpiadas de Seúl, se había desgarrado el tendón de Aquiles durante los calentamientos y no pudo competir. Ahora se le presentaba otra oportunidad.
Sonó el disparo de salida y los corredores salieron en busca del triunfo. Pero a una distancia de ciento cincuenta metros de la meta a Derek se le desgarró un músculo y cayó al suelo presa de un intenso dolor. Los camilleros corrieron hacia él pero les hizo señas de que se alejaran, se levantó como pudo y comenzó a andar a saltos dirigiéndose a la meta.
De repente un hombre saltó de las gradas, corrió hacia Derek y echó su brazo sobre sus hombros. Juntos saltaron durante los últimos cien metros hasta llegar a la meta. El ayudante era Jim Redmond, el padre de Derek. Había hecho un gran sacrificio para que su hijo llegara a la competición. Cinco minutos más tarde, padre e hijo llegaron a la meta y sesenta mil personas les brindaron una gran ovación de pie.
Cuando lo entrevistaron, el padre dijo: “Hicimos un pacto: mi hijo iba a terminar la carrera.
Esta es su última olimpiada. Entrenó durante ocho años. Yo no podía permitir que no terminara la carrera”.
Eso es lo mismo que nuestro Padre celestial hace por nosotros. No se avergüenza de llamarse nuestro Dios (Heb. 11:16). Cuando lo buscamos tirados en el suelo, paciente y amoroso nos levanta y nos acompaña el resto de la ruta. No permitirá que nos quedemos en el camino si queremos llegar a la meta y clamamos por su ayuda. Es una verdad bíblica.
Acércate hoy a tu Dios y Salvador mientras te empeñas en terminar la carrera que él te propone para hoy y para toda tu vida.

Tomado de Meditaciones Matutinas para jóvenes
¿Sabías que..? Relatos y anécdotas para jóvenes
Por Félix H. Cortez

CRISTO, EL CAMINO A LA VICTORIA

Vete, Satanás, porque escrito está. Mateo 4:10.

Satanás había sido vencido en la primera tentación. Después llevó a Cristo al pináculo del Templo en Jerusalén, y le pidió que demostrara su calidad de Hijo de Dios lanzándose de la impresionante altura. “Si eres Hijo de Dios –le dijo—, échate abajo; porque escrito está: A sus ángeles mandará acerca de ti, y, en sus manos te sostendrán, para que no tropieces con tu pie en piedra” (Mat. 4:6). Pero hacer tal cosa habría sido presunción de parte de Cristo, y él no cedería.
“Escrito está también: No tentarás al Señor tu Dios” (vers. 7). Nuevamente el tentador quedó confundido. Cristo permaneció victorioso.
La presunción es una tentación común; y cuando Satanás nos asalta con ella logra casi siempre la victoria. Quienes aseguran haberse unido a la guerra contra el mal, frecuentemente se hunden sin pensar en una tentación que requiere de un milagro para superarla sin mancha. Las preciosas promesas de Dios no son dadas para fortalecernos en un curso presuntuoso o para que confiemos cuando nos abalanzamos innecesariamente al peligro. El Señor requiere de nosotros que nos movamos con una dependencia humilde bajo su conducción.
“El hombre no es señor de su camino, ni del hombre que camina es el ordenar sus pasos” (Jer. 10:23). En Dios se encuentra nuestra prosperidad y nuestra vida… “Encomienda a Jehová tu camino, y confía en él; y él hará” (Sal. 37:5).
Como hijos de Dios, hemos de mantener un carácter cristiano consistente.
Cuando usted ore… para no caer en tentación, recuerde que su obra no concluye con la oración. Tanto como sea posible, debe contestar sus propias oraciones al resistir la tentación. Pídale a Jesús que haga por usted lo que no puede hacer por su propia cuenta. Con la Palabra de Dios como nuestra guía y Jesús como nuestro Maestro, no tenemos que ignorar los requerimientos de Dios ni las trampas de Satanás.
“Otra vez le llevó el diablo a un monte muy alto, y le mostró todos los reinos del mundo y la gloria de ellos, y le dijo: Todo esto te daré, si postrado me adorares” (Mat. 4:8, 9). Entonces la divinidad refulgió a través de la humanidad.
“Vete, Satanás -dijo Jesús-, porque escrito está: Al Señor tu Dios adorarás, y a él solo servirás” (vers. 10). Satanás no presentó otra tentación más. Abandonó la presencia de Cristo como un enemigo conquistado – Youth’s Instructor, 21 de diciembre, de 1899.

Tomado de Meditaciones Matutinas para adultos
Desde el Corazón
Por Elena G. de White