jueves, 1 de marzo de 2012

¡SÍ QUE TE AYUDA!

«¡Cuan hermosas son tus tiendas, Jacob! ¡Qué bello es tu campamento, Israel! Son como arroyos que se ensanchan, como jardines a la orilla del río, como áloes plantados por el Señor, como cedros junto a las aguas» (Números 24:5, 6, NVI).

¡Dios amaba muchísimo a su pueblo! Incluso le gustaba cómo se veían sus tiendas, miles de ellas, en hilera. Se veían como «áloes plantados por el Señor».
¿Sabes lo que es un áloe? Obviamente es una planta, pero no es cualquier planta. Hace mucho tiempo la gente descubrió que si partía una hoja de aloe en dos y se colocaba el jugo gelatinoso que tiene por dentro en una quemadura, la piel sanaba rápidamente. Al caminar por el desierto con los israelitas, los vemos recogiendo plantas de áloe para sus heridas. Hoy en día, hay gente que cultiva en su casa plantas de aloe (o aloe, como se conoce comúnmente) para usarlas como medicamento para las quemaduras.
El Espíritu Santo se parece mucho al áloe. La Biblia lo llama el Consolador. Cuando estamos tristes o desanimados, él se acerca a nuestro corazón y nuestra mente y nos dice que Jesús está a cargo de todo. Nos dice que no tenemos por qué preocuparnos. Me alegra que el Espíritu Santo pueda derramar su amor sobre nosotros y sanar las quemaduras que a veces nos produce la vida.

Tomado de Devocionales para menores
Explorando con Jesús
Por Jim Feldbush

¡ALÉGRATE!

Regocijaos en el Señor siempre. Otra vez digo: ¡Regocijaos! (Filipenses 4:4).

Los investigadores de la conducta humana afirman que la risa y la alegría ejercen un efecto terapéutico y protector sobre la salud. Se dice que se emplean menos músculos para sonreír que para poner una cara triste.
Asimismo, se afirma que, si sonreímos con frecuencia la piel del rostro se mantendrá más lozana. Todas estas declaraciones me convencen de que vale la pena estar alegre. Creo que la mejor razón por la cual el cristiano debiera reflejar siempre una sonrisa y un espíritu alegre es porque su esperanza está en Jesús, quien nunca nos falla.
Me gusta observar las expresiones de los rostros de la gente cuando estoy en la sala de espera de un aeropuerto o de una consulta médica, o sencillamente cuando voy al supermercado. En esos escenarios son pocos los rostros que veo alegres. Quizá en los aeropuertos la gente no tiene muchos motivos para sonreír por causa del temor a lo que pueda suceder mientras viajan. Por otra parte en las salas de espera de las consultas médicas tampoco se observan rostros felices, ya que la enfermedad opaca y destruye la alegría.
La tristeza entró a este mundo hace más de seis mil años, cuando nuestros primeros padres desobedecieron a Dios. Desde aquel fatídico día todos los seres humanos, de una forma u otra, hemos estado enfrentando el temor, el dolor y la tristeza. El apóstol Pablo tenía muchas razones para estar triste cuando escribió a los hermanos de Filipo. Aunque perseguido, encarcelado, azotado, juzgado injustamente y atropellado física y emocionalmente, se preocupó por recordar a los hermanos que en todo momento estuvieran alegres. Pero, ¿cómo se puede estar alegre cuando hay tanta miseria, dolor y problemas? Pablo nos da la respuesta: «Por amor a él lo he perdido todo y lo tengo por basura, para ganar a Cristo» (Fil. 3:8). Pablo había aprendido a conceder un valor relativo a todo lo terrenal y a estimar más la amistad con Cristo que ninguna otra cosa.
Cuando sientas que los músculos de tu rostro se están endureciendo por no sonreír, o cuando los desafíos del diario vivir te parezcan más grandes que tus fuerzas para enfrentarlos, te invito a recordar las palabras de Pablo y a alégrate, porque tu redención está cerca.

Toma de Meditaciones Matutinas para la mujer
Una cita especial
Textos compilados por Edilma de Balboa
Por Evelyn Herrera de Omaña

LO QUE SIEMBRA…


No se engañen ustedes: nadie puede burlarse de Dios. Lo que se siembra, se cosecha. Gálatas 6:7.

Te propongo una rápida adivinanza bíblica. Trata de descubrir a qué personaje bíblico me refiero: ¿Qué rey de Judá nunca debió haber nacido?
Aquí va una pista: Fue el rey que gobernó por más tiempo (¡55 años!). Otra pista: Fue el más perverso de todos los reyes del pueblo de Dios, pero al final de su reinado se arrepintió.
Me refiero, por supuesto, a Manases, hijo de Ezequías (2 Crón. 33:1-20 y 2 Rey 21:1-18). Manases nació durante los quince años adicionales que Dios le sucedió a su padre Ezequías, quien, después de enterarse de que debía morir, oró a Dios pidiéndole que le conservara la vida (Isa. 38). Si Ezequías hubiera muerto cuando Dios así lo dispuso, Manases no habría nacido.
Manases reconstruyó los altares paganos que su padre Ezequías había derribado, adoró a los astros del cielo, sacrificó en el fuego a sus hijos, practicó la magia, la hechicería y la adivinación; y consultó a espiritistas. Las Escrituras resumen su perverso reinado en estas palabras: «Descarrió a los habitantes de Judá y de Jerusalén, de modo que se condujeron peor que las naciones que el Señor destruyó al paso de los israelitas» (2 Crón. 33:9).
¡Peor, imposible! Pero un día ocurrió algo interesante. Manases fue capturado por el ejército asirio y llevado cautivo a Babilonia. Entonces sí se acordó de Dios. En medio de su angustia se arrepintió y, ¿qué crees que sucedió? Pues Dios lo perdonó y lo restableció en su reino. ¡Así de grande es el amor de Dios!
Manases quedó tan agradecido a Dios, que durante los últimos años de su reinado trató de deshacer el mal que había hecho, pero ya era demasiado tarde. La maldad se había extendido en el pueblo al igual que lo hace el cáncer cuando no es detectado a tiempo.
Este rey aprendió muy tarde la lección que tú y yo podemos aprender hoy, para evitamos así muchos sufrimientos innecesarios: Lo malo que hacemos hoy tiene consecuencias mañana. Es verdad, podemos arrepentirnos (siempre y cuando la muerte no nos sorprenda en el acto), y Dios podrá perdonarnos, pero no podremos impedir las consecuencias de nuestras malas acciones.
¿En conclusión?
¡ES MEJOR EVITAR EL PECADO
QUE ENFRENTAR SUS CONSECUENCIAS!
Amado Dios, examina mi corazón, y si encuentras pecado en él, dame poder para vencerlo, antes de que sea demasiado tarde.

Tomado de Meditaciones Matutinas para jóvenes
Dímelo de frente
Por Fernando Zabala

«CORTAR Y PEGAR» LA PALABRA DE DIOS

«Procura con diligencia presentarte a Dios aprobado, como obrero que no tiene de qué avergonzarse, que usa bien la palabra de verdad» (2 Timoteo 2: 15).

«Oísteis que fue dicho: "Amarás a tu prójimo"» (Mat. 5: 43). Cuando leí por primera vez las palabras de este versículo pensé que Jesús se refería a algún texto del Antiguo Testamento. Pero no; citaba un ejemplo que muestra cómo los hombres han manipulado la clara y diáfana Palabra de Dios y han cambiado la ley para que se adapte a su conveniencia.
Si usted, estimado lector, dispone de computadora, con toda certeza habrá usado las funciones «cortar» y «pegar». En otras palabras, si en la pantalla tiene un texto que le estorba, puede «cortarlo» y «pegarlo» en el lugar del documento que le convenga o, sencillamente, puede eliminarlo. Y no solo eso; también puede «pegar» en el texto algo que está en otro documento.
En los días del Señor Jesús, los escribas y los fariseos tenían una mentalidad de «cortar y pegar» cuando de la Palabra de Dios se trataba. Cortaban y pegaban leyes, o algunas partes de las mismas, según su conveniencia. El segundo gran mandamiento, que aparece por primera vez en Levítico 19:18, no dice simplemente que debemos amar a nuestro prójimo. Reza: «Amarás a tu prójimo como ti mismo».
Fíjese que si eliminamos las palabras: «como a ti mismo» podemos decidir cuánto amaremos al prójimo, si mucho, poco o muy poco. El Señor no dejó en nuestras manos la decisión de cuánto teníamos que amarnos unos a otros. Dijo que debemos amarnos unos a otros como a nosotros mismos. Por eso, Jesús condenó a los fariseos; porque, a pesar de que pretendían obedecer la Palabra de Dios, en realidad, la desobedecía. Jesús dijo: «En vano me honran, enseñando como doctrinas mandamientos hombres» (Mat. 15:9).
Para jugar al fútbol es preciso seguir unas reglas. Esas reglas no siempre ayudan a ganar. Sin embargo, los fariseos habían hecho exactamente eso con la Palabra de Dios: la habían manipulado para ganar. Sin Cristo somos egoístas. Si podemos hacerlo según nuestra conveniencia y si no nos causa demasiado trastorno, no nos importa ayudar a los demás. Pero ayudar y amar a los demás como a uno mismo exige sacrificio.
Pongamos cuidado en no «cortar y pegar» la Palabra de Dios. (Basado en Mateo 5:44)

Tomado de Meditaciones Matutinas
Tras sus huellas, El evangelio según Jesucristo
Por Richard O´Ffill