sábado, 7 de noviembre de 2009

SU OPORTUNIDAD Y LA MÍA

Ama a tu prójimo como a ti mismo (Marcos 12:31).

Elena G. de White declaró sobre la atención a los desamparados. «El que verdaderamente ama a Dios y a su prójimo es aquel que manifiesta misericordia hacia los desheredados, los dolientes, los heridos, los que están muriendo. Dios insta a cada hombre a empeñarse en realizar la obra que ha descuidado, a que restaure la imagen moral del Creador en la humanidad» (Carta 113, 1901). Leí estas palabras poco después de haber mirado en las noticias a una niñita: estaba sentadita, sus bracitos sobre el regazo, la mirada perdida, sus ojos enmarcados por profundos ojeras, marcas de golpes en su cabeza rapada y en sus famélicos brazos y piernas. La pobre chiquilla aparentaba cuatro años cuando en realidad tenía seis.
La hermana del padrastro visito a la familia y al notar la ausencia de la niña la buscó por toda la casa y la encontró encerrada en un armario. Sus labios resecos denotaban que había pasado todo el día sin comer. Impulsada por una mezcla de compasión y de rabia, tomó a la niña en brazos y se dirigió rápidamente a la calle. Hizo señal al primer vehículo que pasó, el cual resultó ser de la policía. Las autoridades se propusieron esclarecer el caso y detuvieron al padrastro y a la madre.
Los vecinos dijeron que habían presenciado el maltrato de que era objeto la pobre niña, tanto de parte del padre como de su propia madre. La reportera de un noticiero les preguntó por qué no habían denunciado el caso, a lo que ellos respondieron que no querían problemas, que no era correcto inmiscuirse en asuntos ajenos, que par qué, si de nada serviría.
Nada nos conmueve. No queremos incomodarnos, no tenemos amor. Como Caín en aquel aciago día respondemos: « ¿Acaso soy guarda de mi hermano?» «Cuando el Espíritu de Dios está en el hombre él lo dirige para que alivie a toda criatura que sufre» (El ministerio de la bondad, p. 52). Pidamos al Padre que su Espíritu Santo nos indique la forma en que podemos ayudar.

Cristina Valles de Quintero
Tomado de la Matutina Manifestaciones de su Amor.

NO YO, SINO CRISTO

Si alguno quiere ser discípulo mío, olvídese de sí mismo, cargue con su cruz cada día y sígame. Porque el que quiera salvar su vida, la perderá; pero el que pierda la vida por causa mía, la salvará. Lucas 9:23,24.

el mayor reto al que nos enfrontamos cada día es entregar la vida a causa de Jesús. Eso no significa que nuestra vida se acabe. Tiene que ver con morir al yo, dejar de a un lado nuestras necesidades egoístas para que Jesús pueda ser el Señor de nuestra vida.
Desde el momento en que nacemos, queremos que las cosas se hagan a nuestra manera. La tarea del poder sobrenatural de Dios es hacer que dejemos de estar centrados en nosotros mismos y nos centremos en Dios.
Por eso, ¿qué es morir al yo? ¿Cuáles son las señales que nos indican que Dios nos está transformando el carácter?
Cuando los amigos tienen los mejores papeles del programa de Navidad y tú eres solo un pastor (por tercer año consecutivo) y, aun así, te siente feliz por ellos, entonces has muerto al yo Cuando tus papás o los maestros te corrigen y no estás resentido, has muerto al yo. Cuando no te interesa hablar de ti mismo ni recibir la aprobación de los demás, y cuando no necesitas ser el centro de atención, entonces has muerto al yo. Cuando a pesar de que, aunque pones todo tu empeño, los demás se burla n de ti y te ridiculizan, y tú no te enfadas, has muerto al yo. Cuando, aunque los demás obtengan una nota mejor, reciban permisos más amplios, vistan ropa más cara y vivan en casa más grandes, tú no sientas envidia, has muerto al yo.
¿Te parece imposible? Lo es, a menos que estemos dispuestos a poner a Jesús en primer lugar. Si se lo pedimos, nos puede alejar del egoísmo y darnos un carácter como el suyo.

Tomado de la Matutina El Viaje Increíble.

LLAMADOS A FINALIZAR

Pero de ninguna cosa hago caso, ni estimo preciosa mi vida para mismo, con tal que acabe mi carrera con gozo, y el ministerio que recibí del Señor Jesús, para dar testimonio del evangelio de la gracia de Dios. Hechos 20:24

Eran las siete de la tarde del 20 de octubre de 1968. Solamente unos pocos espectadores permanecían en el estadio olímpico de la ciudad de México. Ya casi oscurecía cuando el que parecía el último de los corredores rezagados del maratón, dando traspiés, atravesó la línea que marcaba la meta. De pronto, los espectadores escucharon sorprendidos el ulular de las sirenas de los autos de la policía. Atraídos por el inesperado ruido, sus ojos giraron hacia la entrada al estadio y contemplaron un solo corredor que avanzaba lentamente, tambaleándose, vestido de los colores de Tanzania. El joven, llamado John Stephen Akhwari, era el último de los setenta y cuatro competidores que llego a la meta, con una profunda herida en la rodilla que le hacía cojear. La herida se la causo una ciada al principio de la carrera. Poco después, alguien le pregunto por qué había seguido corriendo. Su respuesta, que se hizo muy famosa, fue: «Mi país no me envió a siete mil millas de distancia para iniciar la carrera, sino para finalizarla». La palabra de Dios a menudo compara la vida cristiana con una carrera. El apóstol Pablo así lo consideraba cuando afirmó: «He acabado la carrera». No siempre es fácil terminar la carrera, pero un buen corredor no dirá que la única manera de lograrlo es correr un kilometro cada vez, nada más. Lo hora de pensar en el kilometro siguiente es cuando se acaba el anterior. Si se piensa en la distancia total de la carrera, se despertaran sentimientos de desanimo. Tú fuiste llamado por el Señor Jesucristo para entrar en la carrera de la vida cristiana. Has sido llamado no solo para comenzar la carrera, sino para finalizarla, para llegar a la meta. No se trata únicamente de comenzar amando a Cristo, sino de ser fieles a él hasta el final. Fuiste llamado para comenzar a guardar el sábado, y también para terminar observándolo, para comenzar a devolver el diezmo con fidelidad y para terminar de la misma manera. Fue llamado para creer en la segunda venida de Cristo y terminar tus últimos días en esta tierra creyendo en esa bienaventurada promesa. Fuiste llamado para comenzar y terminar con gozo. Toma hoy la decisión firme de correr hasta el final, de terminar la carrera que iniciaste. Pide al Señor que te de ánimo y fortaleza y que te mantenga fiel hasta el último día.

Tomado de la Matutina Siempre gozosos