martes, 23 de julio de 2013

PÉRDIDA O GANANCIA

Lugar: China
Palabra de Dios: Eclesiastés 7:14

De acuerdo con una fábula china, un anciano vivía cerca de los límites de su país. Un día, su caballo desapareció, y él salió en su búsqueda, hasta que alguien le contó que había visto al caballo del otro lado de la frontera. Los amigos y los vecinos del hombre llegaron para consolarlo.
-Está bien -dijo el anciano-, ¿Quién sabe? Quizá sea para bien.
Varios días más tarde, el hombre oyó ruido de caballos. Cuando salió, encontró que había vuelto el caballo que había escapado, trayendo consigo otro caballo. Los amigos y los vecinos del hombre acudieron a ver al caballo nuevo.
-Qué buena suerte -felicitaron al anciano.
El anciano dijo, sabiamente:
-Conseguí un nuevo caballo, pero no puedo decir que esto sea bueno o malo.
Un día, el hijo del anciano salió a cabalgar en el caballo nuevo. Se cayó, y se quebró la pierna. Una vez más, los amigos y los vecinos del anciano aparecieron, diciendo cuánto lamentaban esto tan terrible que había sucedido.
-Quizás, al final de todo, esto sea para bien -respondió el anciano.
Estalló la guerra, y las autoridades reclutaron a todos los hombres jóvenes para el ejército. Muchos fueron heridos o murieron en batalla.
Pero, el hijo del anciano no podía luchar en el ejército, a causa de su pierna quebrada. Así que, finalmente, esa pérdida se transformó en ganancia.
La Biblia dice: “Cuando te vengan buenos tiempos, disfrútalos; pero cuando te lleguen los malos, piensa que unos y otros son obra de Dios…” Por cuanto vivimos en un mundo pecaminoso, a veces nos ocurren cosas malas. Pero, no importa lo que suceda, Dios está en el control. Confía tu vida en sus manos, y él estará contigo en las buenas y en las malas.

Tomado de Devocionales para menores
En algún lugar del mundo
Por Helen Lee Robinson

¿ERES UNA PERSONA POSITIVA?

¿Acaso no oirá el que nos puso las orejas, ni podrá ver el que nos formó los ojos?
¿Y no habrá de castigar el que corrige a las naciones e instruye en el saber a todo el mundo? El Señor conoce los pensamientos del humano, y sabe que son absurdos. Salmo 94:9-11

Cuando charlaba con una amiga respecto a un viaje que ella había realizado a Europa, quedé impresionada al escuchar la cantidad de peripecias y contratiempos que enfrentó. En ningún momento escuché la palabra “disfrutar”, menos “gozar”, “gustar”, “aprender”, “conocer”. Una emocionante aventura, desde mi punto de vista, se había transformado para ella en una pesadilla. Le incomodó el clima, por lo que no pudo disfrutar de una nevada. No pudo conciliar el sueño, pues tenía que cambiar con frecuencia de alojamiento. El idioma fue otro obstáculo que le impidió conocer a otras personas. Y las largas horas de espera en los aeropuertos “agriaron” su estado de ánimo.
Cuando pienso en todo esto, no me cabe la menor duda de que cada quien vive como desea. Permíteme comparar nuestra mente con el disco duro de una computadora.
En él almacenamos lo que nos viene en gana, aunque no siempre guardamos allí todo lo que necesitamos. Algo parecido es lo que hacemos con la mente. Por medio de nuestros sentidos seleccionamos las impresiones que deseamos registrar.
Imágenes, sonidos, olores y toques que finalmente darán forma a alguna vivencia que se almacenará en el subconsciente y que podremos guardar en uno de dos tipos de archivos, uno positivo, otro negativo. Es nuestra decisión.
Amiga, actúa en forma inteligente al interpretar la realidad que te rodea. Dios te ha dado potestad sobre tu mente. Todas las experiencias te pueden proveer bienestar. Aprende a desarrollar la habilidad de disfrutar de las pequeñas y grandes bendiciones que Dios te da todos los días, y que a veces tienden a pasar desapercibidas.
Deja en el olvido los malos momentos y llénate de buenas impresiones. Te ayudarán a generar sensaciones gratas y placenteras dondequiera que te encuentres, como te encuentres y con quien te encuentres.
La promesa divina para ti es: “La paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento, cuidará sus corazones y sus pensamientos en Cristo Jesús” (Fil. 4:7).

Tomado de Meditaciones Matutinas para la mujer
Aliento para cada día
Por Erna Alvarado

IMPOSIBLE DE RESTAURAR

Es imposible que renueven su arrepentimiento aquellos que han sido una vez iluminados, que han saboreado el don celestial, que han tenido parte en el Espíritu Santo y que han experimentado la buena palabra de Dios y los poderes del mundo venidero, y después de todo esto se han apartado. Es imposible, porque así vuelven a crucificar, para su propio mal, al Hijo de Dios, y lo exponen a la vergüenza pública (Hebreos 6:4-6).

¿Cómo puede una persona crucificar otra vez a Cristo Jesús? La expresión no puede ser literal porque Jesús está a la diestra del Padre en una posición de poder (Heb. 1:3; 8:1). Por otro lado, no crucificamos de nuevo a Cristo cada vez que pecamos.
Cristo murió “una sola vez” por nuestros pecados (Heb. 9:27,28). Su sacrificio es, por definición, único e irrepetible (Heb. 7:27; 9:12; 10:10).
Esta expresión es una metáfora de un fenómeno que ocurre en la relación individual entre el creyente y Jesús. El creyente crucifica a Cristo Jesús cuando mata su relación con él.
En este sentido el creyente crucifica “para sí mismo” al Hijo de Dios.
Este acto implica un rechazo total del principio esencial del evangelio. Jesús definió la vida cristiana como el acto de “tomar la cruz”, es decir, “negarse a sí mismo”, y seguirle (Mat.16:24; Mar. 8:34; Luc. 9:23). Esto quiere decir que la aceptación de Jesús en nuestra vida implica la crucifixión del yo (Gál. 2:20). Por eso, Pablo habla de crucificar al “mundo […] para mí” (Gál. 6:14), “la naturaleza pecaminosa, con sus pasiones y deseos” (5:24), y la “vieja naturaleza” (Rom. 6:6).
En nuestra vida solo puede haber un rey, Cristo o el yo. No hay lugar para dos. Esto es metafóricamente una nueva crucifixión porque el individuo repite, en el plano personal, el rechazo de Cristo que efectuaron en la cruz las fuerzas del mal en el plano cósmico.
La gran mayoría de los cristianos experimenta una lucha muy difícil para decidir quién controlará su vida. Por un lado aman a Dios y desean cumplir su voluntad. Por otro lado, se aman a sí mismos y desean llevar a cabo su propia voluntad. Aquellos que, después de haber conocido a Dios matan su relación con él, es decir, que cierran totalmente su vida a su influencia, nunca se podrán recuperar de su situación. ¿Por qué? Porque Dios es el que produce arrepentimiento (Hech. 5:31) y si le cerramos totalmente la puerta, ¿cómo podremos arrepentimos? Ábrele hoy la puerta a Jesús y su voluntad.

Tomado de Meditaciones Matutinas para jóvenes
¿Sabías que..? Relatos y anécdotas para jóvenes
Por Félix H. Cortez

LOS PIOJOS Y LAS MOSCAS

Entonces Jehová dijo a Moisés: Di a Aarón: Extiende tu vara y golpea el polvo de la tierra, para que se vuelva piojos por todo el país de Egipto. Éxodo 8:16.

Las ranas murieron, y los juntaron en montones. Con esto, el rey y todo Egipto tuvieron una evidencia que su vana filosofía no podía contradecir: vieron que esto no era obra de magia sino un castigo enviado por el Dios del cielo.
Cuando el rey quedó aliviado de su problema inmediato, nuevamente se negó testarudamente a librar a Israel. Aarón, siguiendo la orden de Dios, extendió la mano y el polvo de la tierra se convirtió en piojos en todo Egipto. Faraón llamó a sus magos para que hiciesen lo mismo, pero no pudieron… Los magos mismos reconocieron que su poder de imitación había alcanzado su límite, y dijeron: “Dedo de Dios es este” (Éxo. 8:19). Pero el rey aún permaneció inconmovible.
Después de otra apelación a dejar salir al pueblo, se impuso otro castigo:
Las moscas llenaron las casas y lo invadieron todo, “y la tierra fue corrompida a causa de ellas” (vers. 24). Estas moscas no eran como las que nos molestan inofensivamente en algunas estaciones del año, sino que eran grandes y venenosas.
Sus picaduras eran muy dolorosas para hombres y animales. Como se había anunciado, esta plaga no se extendió a la tierra de Gosén.
Faraón entonces pidió que les trajeran a los dos hermanos y les dijo que permitiría que los israelitas hiciesen sacrificios en Egipto; pero ellos se negaron a aceptar tal oferta. Los egipcios consideraban que ciertos animales eran objeto de adoración, y era tal la reverencia con que se consideraba a estas criaturas que matar una de ellas, aun por accidente, era un crimen castigado con la muerte.
Moisés aseguró al rey que era imposible para ellos hacer un sacrificio en honor a Dios en la tierra de Egipto, porque podían elegir para su ofrenda alguno de los animales que los egipcios consideraban sagrados.
Moisés volvió a pedir al monarca que se les permitiese internarse tres días de camino en el desierto. El rey consintió, y rogó a los siervos de Dios que implorasen que la plaga fuese quitada. Ellos prometieron hacerlo; pero le advirtieron que no los tratara engañosamente. Cuando oraron, se detuvo la plaga.
Pero, el corazón del rey se había endurecido por la rebelión pertinaz, y todavía se negó a ceder —Signs of the Times, 11 de marzo de 1880; ver texto similar en Patriarcas y profetas, pp. 270, 271.

Tomado de Meditaciones Matutinas para adultos
Desde el Corazón
Por Elena G. de White