martes, 16 de abril de 2013

PALACIO DE HIELO

Lugar: Rusia
Palabra de Dios: 2 Corintios 4:18

Durante el invierno de 1740, la emperatriz Ana Ivanova decidió construir un palacio. El palacio sería único en su tipo. No tendría pisos de mármol ni estaría ornamentado con oro o plata; tampoco tendría piedras preciosas. "Quiero un palacio de hielo", instruyó la emperatriz.
Encargó el diseño a un arquitecto muy conocido. Una vez que el palacio estuvo listo, él contrató a centenares de personas para que trabajaran en el proyecto. Con cuidado seleccionaron, midieron y pusieron los bloques de hielo en su lugar.
Y, mientras el edificio crecía, los escultores trabajaban en su interior. Esculpieron árboles de hielo, con frutos colgando de sus ramas y con aves de hielo posadas sobre los árboles. Hasta los muebles estaban hechos de hielo, incluyendo una cama con cuatro columnas, colchón, acolchado, almohadas y vasos con bebidas. Sobre la pared, había un reloj de hielo.
Todo era muy hermoso. El edificio era algo asombroso de ver. La emperatriz dio el palacio como regalo a un príncipe que la había hecho enojar. Cuando llegó la primavera, el palacio de hielo se derritió, y el hermoso edificio se transformó en nada más que un gran charco de agua.
La Biblia nos dice que las cosas de nuestro mundo son temporarias. Quizá te gustaría tener más dinero, una computadora más rápida, una casa más grande o ropa más cara. Pero, no te concentres en las cosas materiales. Al final, estas serán como el palacio de hielo, que se derritió hasta llegar a convertirse en nada.
En lugar de eso, concéntrate en Jesús. Mantén tus pensamientos en las cosas del cielo; comparte el amor y la esperanza de la vida eterna con otros. La Biblia dice: "Así que no nos fijamos en lo visible sino en lo invisible, ya que lo que se ve es pasajero, mientras que lo que no se ve es eterno".

Tomado de Devocionales para menores
En algún lugar del mundo
Por Helen Lee Robinson

DIOS DA EL PODER, TÚ EJERCES LA FE

¡Cuánto te amo, Señor, fuerza mía! El Señor es mi roca, mi amparo, mi libertador; es mi Dios, el peñasco en que me refugio. Es mi escudo, el poder que me salva, ¡mi más alto escondite! Salmo 18:1-2.

Ella en apariencia era una joven frágil. Aquejada por una enfermedad congénita, pasó buena parte de su niñez y de su juventud en hospitales y consultorios médicos. Mientras las demás muchachas de su edad hacían amistades y disfrutaban de la vida, ella permanecía aislada en su recámara, sometida a un tratamiento médico tras otro.
Cuando menos lo esperaba, surgió el amor en su vida, y contrajo matrimonio para enfrentar una de las realidades más duras que le puede tocar enfrentar a una mujer. Si intentaba ser madre, tanto su vida como la del bebé correrían peligro de muerte a la hora del parto. Acostumbrada como estaba a cobrar fuerzas en Dios, el esperado milagro se hizo realidad. El Señor la hizo madre de un hermoso niño que, a los pocos días de haber cumplido un año, enfermó y murió. Como yo misma tengo hijas a las que amo entrañablemente, puedo decir que ese es el dolor más terrible que puede enfrentar una madre. Sin embargo, en medio de su sufrimiento la escuché decir: «Dios dio, Dios quitó...».
Siempre me he preguntado de dónde pudo sacar ella tanta entereza. ¿Cómo pudo enfrentar la adversidad sin renegar de Dios? De lo que sí estoy segura es de que su fe no fue el resultado de un único momento de devoción emotiva. No, indudablemente su actitud deja entrever que se trata de alguien que mantenía una convivencia estrecha y permanente con Dios, lo que la hizo desarrollar una fe práctica e inconmovible en las situaciones pequeñas que la mantuvo firme cuando llegaron los momentos difíciles.
Sin lugar a dudas, las crisis de la vida ponen en evidencia nuestra cercanía a nuestro Señor. Cuando él está presente en todos nuestros momentos y la adversidad nos azota con crueldad, nuestra fe puesta a prueba se fortalece, permitiéndonos tomar el brazo omnipotente de nuestro Padre celestial para entonces evitar caer en el foso oscuro y lóbrego del desaliento y la amargura.
Amiga, persevera en el Señor en épocas de bonanza, para que cuando lleguen las pruebas, él te provea el poder necesario para hacer de ti una vencedora.

Tomado de Meditaciones Matutinas para la mujer
Aliento para cada día
Por Erna Alvarado

EL PEOR ENEMIGO DEL REY

Si el hijo de mis entrañas intenta quitarme la vida, ¡qué no puedo esperar de este benjaminita! Déjenlo que me maldiga, pues el Señor se lo ha mandado (2 Samuel 16:11).

¿Has tenido algún enemigo? Es posible que en cierto momento alguien te haya molestado en la escuela o en el vecindario, pero eso no significa que sea tu enemigo. En realidad, un enemigo es alguien que tiene mala voluntad hacia otra persona y desea su mal o le hace daño. Se trata de personas interesadas en acabar con sus contrarios. Pero no es extraño que eso suceda en este mundo. Lo triste es que situaciones de ese tipo se presenten en un hogar cristiano.
David era el rey de Israel. Durante su juventud había disfrutado de una vida marcada por éxitos militares y, en su momento, se convirtió en el monarca del pueblo de Dios. Por supuesto, los filisteos lo consideraban su peor enemigo y trataron de derrocarlo en varias ocasiones, pero en todas fracasaron. No obstante, uno de los peores enemigos del rey habría de surgir dentro de su propia casa: Absalón, su hijo. Este joven era sumamente carismático, inteligente y audaz. Además, ejercía un liderazgo magnético entre la sociedad hebrea. Por eso se levantó contra su padre y organizó una conspiración que estuvo a punto de destituir a David del trono. El muchacho estaba dispuesto a todo con tal de destruir a su progenitor y a sus seguidores. La rebelión costó la vida de mucha gente, incluyendo la del propio Absalón. Al final, David lloró la muerte de su hijo rebelde ante la confusión del ejército y el pueblo, quienes no entendían por qué el monarca lamentaba la aniquilación de su enemigo.
¿Alguna vez has considerado a uno de tus padres como tu enemigo? En varias ocasiones he visto a jóvenes y señoritas tratar a sus padres como si fueran sus rivales. Es evidente que los padres no son perfectos. Se equivocan muy a menudo, a veces lastimando a sus hijos sin siquiera notarlo. Absalón acumuló un gran resentimiento hacia su padre, hasta que finalmente lo consideró su peor enemigo y trató de destruirlo. No obstante, murió en su intento de acabar con su propio padre.
Es muy probable que alguno de tus padres haya hecho algo que te ha lastimado o que sus errores o descuidos te estén causando profundas heridas. Pero tú no debes convertirte en su enemigo. Recuerda que, aunque se equivoquen, ellos siempre desean lo mejor para ti. Pide al Señor que hoy elimine cualquier resentimiento hacia tus padres. Así traerás paz a tu vida.

Tomado de Meditaciones Matutinas para jóvenes
¿Sabías que..? Relatos y anécdotas para jóvenes
Por Félix H. Cortez

PALABRAS CAUTIVANTES

¡Jamás hombre alguno ha hablado como este hombre! Juan 7:46.

Las personas educadas quedaban encantadas con las enseñanzas de Jesús, y los iletrados siempre se beneficiaban, porque apelaba a su entendimiento. Sus ilustraciones eran tomadas de las cosas de la vida cotidiana, y aunque eran sencillas, contenían una maravillosa profundidad de significado: Las aves del aire, los lirios del campo, la semilla, el pastor y sus ovejas. Con estos objetos, Cristo ilustraba la verdad inmortal, y de allí en adelante, cuando sus oyentes encontraban estos objetos en la naturaleza, recordaban sus palabras. Las ilustraciones de Cristo continuamente repetían sus lecciones.
Cristo siempre utilizaba el lenguaje más sencillo, pero sus palabras eran apreciadas por los pensadores profundos y no prejuiciados, porque eran palabras que desafiaban su sabiduría. Los asuntos espirituales siempre deben presentarse en un lenguaje sencillo aunque se dirijan a personas educadas, porque las tales generalmente son ignorantes respecto de asuntos espirituales. El lenguaje sencillo es el más elocuente... Las palabras de Cristo, tan reconfortantes y animadoras para los que las escuchaban, son para nosotros hoy. Como un pastor fiel conoce y cuida a sus ovejas, así cuida Cristo de sus hijos... Cristo conoce íntimamente a sus ovejas, y los sufrientes y desvalidos son objetos de su cuidado especial...
Cristo no deseaba que sus palabras regresaran a él vacías... Él mismo no escribió nada, sino que el Espíritu Santo trajo todas sus palabras y actos a la memoria de los discípulos, para que fuesen registradas para nuestro beneficio. La instrucción de Cristo fue dada con la mayor claridad. Nadie necesitaba malentenderla, Pero los escribas y fariseos... malinterpretaban y aplicaban mal sus palabras. Las declaraciones que eran el pan de vida para las almas hambrientas eran amargura para los gobernantes judíos...
En el Sermón del Monte, Cristo habló dando por sentado que los escribas y fariseos creían en el Antiguo Testamento. Se encontraban en el grupo, y los discípulos estaban cerca de su amado Maestro. Allí Cristo declaró: "Porque os digo que si vuestra justicia no fuere mayor que la de los escribas y fariseos, no entraréis en el reino de los cielos" (Mat. 5:20). Por medio de sus palabras condenó su formalismo e hipocresía. Y aunque se aplicaban directamente a quienes se encontraban ante él, estas palabras también se aplican a los que en nuestros días hacen la voluntad de Dios. Son abarcantes y resuenan a través de los siglos hasta hoy.— Review and Herald, 18 de mayo de 1897.

Tomado de Meditaciones Matutinas para adultos
Desde el Corazón
Por Elena G. de White