lunes, 5 de noviembre de 2012

DOS ÁRBOLES EN UNO


«Se le cortaron algunas de las ramas, y en su lugar se le injertó el olivo silvestre, que eres tú. Así llegaste a tener parte en la misma raíz y en la misma vida del olivo» (Romanos 11:17).

En nuestra aventura de hoy vamos a ver algo extraordinario. Vamos a ver dos manzanos en uno. Te explico: cuando en la huerta del señor Manzanero hay un manzano que produce manzanas deliciosas, él quiere que los demás árboles sean como ese. Así que corta una rama de su mejor manzano. Entonces, abre una ranura en el tronco de un manzano joven e inserta la rama de su mejor árbol en ella. ¿Adivina qué? ¡Esta crece! A esto se lo conoce como injerto.
Dios también puede hacer que su vida se una a la tuya, aunque de una manera diferente a la del señor Manzanero en su huerta de manzanos. Lo único que sé es que cuando Dios une su vida a la tuya te conviertes en una persona mejor.  Te vuelves más bondadoso. Das más amor.  Te muestras más generoso.  Pero eso no lo haces tú sino el poder de Dios que vive en ti. Pídele hoy a Dios que «injerte» su vida en ti. Pídele que te ayude a ser un cristiano que lleve a otros al gran «cultivadora, que es Jesús.

Tomado de Devocionales para menores
Explorando con Jesús
Por Jim Feldbush

PROMESA DE SANIDAD


«Yo les traeré sanidad y medicina; los curaré y les revelaré abundancia de paz y de verdad». Jeremías 33:6

Un miércoles, muy temprano en la mañana, recibí una llamada de una de mis compañeras del departamento de Ministerios de la mujer. Ella me dijo que se había sentido motivada a llamarme para compartir conmigo la promesa de sanidad que se encuentra en Jeremías 33:6: «Yo les traeré sanidad y medicina; los curaré y les revelaré abundancia de paz y de verdad». Debido a que la conversación se interrumpió, la llamé a los pocos minutos. Ella aprovechó la ocasión para repetir aquella hermosa promesa. Le di las gracias e intenté levantarme de la cama. No sé por qué me sentía tan dolorida y cansada.
Yo había comenzado a recibir un tratamiento de terapia respiratoria en casa y me tocaba otra sesión. Después de la misma sentí que el corazón y el sistema nervioso se me habían alterado. Entendí que esa era la reacción normal del cuerpo después de una sesión de ese tipo. Entonces volví a reclamar la promesa de sanidad que mi compañera Raquel acababa de compartir conmigo.
Luego, en oración, le recordé al Señor que por la tarde debía celebrar una reunión en mi oficina para definir los detalles de un festival infantil, y que por la noche debía predicar en el pueblo de Isabela. Le pedí al Señor que fortaleciera mi cuerpo y que, si era su voluntad, me sanara de mis quebrantos.
A lo largo de mi vida he comprobado que las promesas del Señor son fieles y verdaderas. Esa mañana reclame con fe aquella promesa de sanidad y una vez más pude experimentar un milagro de sanidad en mi vida. El Señor obró de una forma muy especial, restaurando mis fuerzas y librándome de dolores. Pude cumplir con la agenda que tenía ante mí, totalmente concentrada en la obra que me había tocado realizar.
Hermana mía, te invito a reclamar las promesas divinas como lo hice yo, y a cumplir la voluntad de Dios en tu vida.
¡Bendito seas, Señor! Gracias por usar a mi compañera para recordarme la promesa que necesitaba oír ese día.

Tomado de Meditaciones Matutinas para la mujer
Una cita especial
Textos compilados por Edilma de Balboa
Por María Cristina Rivera Ramos

DIOS TIENE UN PLAN


No fui rebelde a la visión celestial. Hechos 26:19, RV95

Tratemos de imaginar la escena. Saulo de Tarso se dirige a la ciudad de Damasco para consumar lo que se había convertido en una verdadera obsesión: perseguir y apresar a los seguidores de Cristo.
Cuando parece que Saulo cumplirá su misión sin obstáculo alguno, el Cristo a quien perseguía se le atraviesa en el camino. Una luz de intenso resplandor lo encandila y lo derriba del caballo. Entonces, escucha una potente voz que lo llama por nombre:
—Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues? —¿Quién eres, Señor?
—Yo soy Jesús, el mismo a quien tú persigues. Levántate, porque me he aparecido a ti para designarte como mi servidor y testigo.
¿Qué te parece? Solo a Dios se le puede ocurrir escoger al perseguidor más despiadado de su iglesia, para que sea su «servidor y testigo». En apariencia, una locura. Pero no para Dios. Para el Padre celestial esto fue algo así como un sueño hecho realidad. Fue el inicio de lo que se convertiría en una preciosa amistad entre el perseguidor y el perseguido.
¿Por qué escogió Dios precisamente a un perseguidor de su iglesia como su testigo? Sencillamente, porque Dios vio, no lo que era ese hombre, sino lo que podía llegar a ser. Vio el potencial. Más allá del perseguidor, vio al predicador; más allá de Saulo, el celoso fariseo, vio a Pablo, el apóstol.
En otras palabras, Dios tenía un plan para Pablo, un sueño. Por eso, ese mediodía, Cristo se atravesó en su camino, y le dijo algo así como: «Oye, Saulo, tengo un plan especial para ti. Si estás de acuerdo, a partir de ahora trabajaremos juntos. Tú le dirás a la gente lo mucho que los amo, y yo estaré contigo adondequiera que vayas». Y dice la Biblia que Saulo no fue rebelde a la visión celestial (Hech. 26:19, RV95).
Dios también ve el potencial que hay en ti. Vino solo lo que eres, sino especialmente lo que puedes llegar a ser, si permites que el sueño que tiene para tu vida se cumpla a plenitud.
¿Qué le dirás a Dios? Mi deseo es que, al igual que Saulo, no seas rebelde al plan que Dios tiene para tu vida.  Es más, si tú lo permites, hoy mismo puede comenzar entre Dios y tú una larga  y preciosa amistad.

Padre celestial, acepto tu plan para mi vida, comenzando hoy mismo.

Tomado de Meditaciones Matutinas para jóvenes
Dímelo de frente
Por Fernando Zabala

DETECTAR EL PROBLEMA


«Gracias sean dadas a Dios, que nos da la victoria por medio de nuestro Señor Jesucristo» (1 Corintios 15:57).

En Londres, Inglaterra, un brote de cólera declarado en 1854 segó en pocos días la vida de 578 personas. En aquel entonces, ni los científicos ni los médicos habían oído hablar de las bacterias. El origen de la enfermedad era un misterio. Lo intentaron todo para curar a los enfermos, pero ninguno de ellos sobrevivió.
John Snow se contaba entre aquellos médicos. Desesperadamente, intentaba contener el brote, por lo que decidió atajar el problema desde un nuevo enfoque. Sobre un plano de la ciudad, marcó las muertes por cólera. Marcó con un punto el domicilio de cada una de las víctimas. Cuando terminó, disponía de una imagen del alcance de la enfermedad. Los puntos parecían agruparse en el centro de la ciudad. La causa de la enfermedad parecía tener su origen en Broad Street, en el distrito del Soho. Aunque la comunidad médica del momento no lo aceptó, el Dr. Snow estaba convencido de que las enfermedades como el cólera eran transmitidas por el agua potable. Con esta idea en mente, en el plano dibujó una marca para cada fuente del distrito. El resultado fue justo lo que esperaba. Los puntos que representaban las víctimas se agolpaban alrededor de una única fuente, la situada en Broad Street.
Cuando el médico mostró a los responsables municipales su hallazgo, inhabilitaron la fuente de Broad Street. Eliminado el origen de la epidemia, los nuevos casos se detuvieron en seco.
Cuesta creer que una solución tan sencilla fuese tan difícil de encontrar. El tratamiento sintomático de la enfermedad no era efectivo; era preciso atajar las causas.
Permítame un ejemplo. Supongamos que alguien llega a la conclusión de que está comiendo demasiado, cosa que es síntoma de falta de dominio propio. Ese alguien decide orar y rogar a Dios que lo ayude a no comer tanto. ¿No sería más eficaz orar: «Señor, dame el don del dominio propio»? Su oración será más eficaz si le pide a Dios que le muestre las causas de sus problemas y él le dará la gracia para vencerlas. Basado en Juan 3:3-7.

Tomado de Meditaciones Matutinas
Tras sus huellas, El evangelio según Jesucristo
Por Richard O´Ffill