viernes, 6 de abril de 2012

UNA NUEVA HIGUERA EN EL PUEBLO



«Así cada uno podrá comer del producto de su viñedo y de su higuera y beber el agua de su propia cisterna» (2 Reyes 18:31).


Hoy estamos caminando junto a varias hileras de árboles. Son higueras. La higuera es un árbol muy mencionado en toda la Biblia. Su fruto, e higo, es muy delicioso y bueno para la salud. En los tiempos bíblicos la gente recogía los higos en sacos y se los llevaban cuando salían de viaje porque les daban energía.
Cuando alguien quería tener otra higuera, la plantaba de una manera muy particular Durante el invierno, cuando los árboles dormían, cortaban una rama y la insertaban en la tierra. ¡Un año después la rama había echado raíces y crecido un metro de altura!
En la vida a veces nos suceden cosas que nos hacen sentir como esas ramas de higuera. A lo mejor has tenido que mudarte y comenzar de cero en otra ciudad. Hay familias que se separan y sus miembros siempre están sintiéndose solos. A pesar de lo difíciles que pueden ser esos momentos, Jesús puede ayudarte a echar raíces en tu nuevo lugar. Cuando te sientas solo como la rama de higuera, Jesús puede darte fortaleza y ayudarte también a crecer en el nuevo lugar donde vives.

Tomado de Devocionales para menores
Explorando con Jesús
Por Jim Feldbush

LA VERDADERA LIBERTAD


Y conoceréis la verdad y la verdad os hará libres (Juan 8:32).

En algunos países desarrollados los movimientos feministas han cobrado gran fuerza a lo largo de los años. Muchas mujeres feministas reclaman independencia y libertad, recordando los años en los que estuvieron sometidas al llamado «sexo fuerte». Algunas damas rechazan cualquier concepto de autoridad ejercida por parte de sus esposos, hasta el punto que abandonan sus hogares en pos de lo que entienden como justicia. 
Sin embargo, hay una libertad que va más allá de la que podamos encontrar o perder en función de los demás. Me  refiero a la libertad interna, ese derecho que todos tenemos y al que debemos aspirar. Por otro lado, hay tantas mujeres viven prisioneras de sus propias actitudes, prejuicios y estados de ánimo. ¡Desatemos esas ligaduras internas y seremos realmente libres! Los sentimientos de soledad, depresión, amargura, temor y autocompasión, pueden llegar a transformarse en cadenas psicológicas que nos mantendrán prisioneras y espiritualmente empobrecidas. Si nos acostumbramos a ellos, nuestra salud puede resentirse y los daños ser irreversibles. Si estás viviendo una situación similar, la pregunta es: ¿Cómo puedo salir de esta condición?
Las ataduras internas pueden ser cortadas únicamente por aquel que tiene poder para hacerlo: Cristo Jesús, nuestro Señor. Al igual que el apóstol Pablo, nosotros también podemos afirmar: «Todo lo puedo en Cristo que me fortalece» (Fil. 4:13). Cuando Cristo sea el centro de nuestros, pensamientos se producirán resultados de libertad.
En las Sagradas Escrituras encontramos la hermosa promesa: «Y conoceréis la verdad y la verdad os hará libres» (Juan 8:32).  Cuando somos libres en Cristo nuestros pensamientos y sentimientos son renovados y podemos vivir plenamente, sin importar lo que ocurra en nuestro entorno.
Amiga, la piedad externa y las buenas acciones de nada sirven si no son motivadas por un sincero deseo de que cada pensamiento y cada acción se ajusten a la «perfecta ley de la libertad» (Sant. 1:25). ¡Tener la mente de Cristo! ¿ Podriamos siquiera  imaginamos algo así? ¡Qué gran privilegio y qué hermosa oportunidad!
Realmente seremos libres cuando Cristo tome el control de nuestra mente y comencemos a pensar igual que él. Espero que hoy esto pueda ser una realidad en tu vida.

Tomado de Meditaciones Matutinas para la mujer
Una cita especial
Textos compilados por Edilma de Balboa
Por Erna Alvarado de Gómez

LO HIZO POR TI Y POR MI


Él fue traspasado por nuestras rebeliones, y molido por nuestras iniquidades; sobre él recayó el castigo, precio de nuestra paz, y gracias a sus heridas fuimos sanados. Isaías 53:5, NVI

La siguiente historia fue contada por H. M. S. Richards Jr. y Daniel R. Guild, y tiene como protagonista a un capitán de barco de nombre John Clout.
El capitán Clout se encontraba en medio del océano cuando cayó gravemente enfermo. El diagnóstico del médico del barco fue categórico: «A usted le quedan pocas horas de vida». Durante sus travesías marítimas había enfrentado toda suerte de desafíos, pero nada se comparaba a la poderosa tormenta que en cuestión de horas lo golpearía. Sin pérdida de tiempo, el capitán llamó a su primer oficial.
—El médico me ha dicho que voy a morir. Por favor, léeme algo de la Biblia.
—Mi capitán —respondió el oficial—, no tengo una Biblia ni tampoco sé orar, pero puedo llamar a William el cocinero. Lo he visto leer la Biblia.
—Tráelo de inmediato —ordenó el capitán.
En pocos momentos el joven cocinero estaba en el camarote del capitán.
—William —dijo con dificultad el capitán Clout—, quiero que leas de la Biblia algo que hable del amor de Dios.
A la mente de William vino el capítulo 53 de Isaías. Con voz pausada, William leyó un versículo tras otro, hasta llegar al número cinco: «Él fue traspasado por nuestras rebeliones, y molido por nuestras iniquidades; sobre él recayó el castigo, precio de nuestra paz, y gracias a sus heridas fuimos sanados».
Al escuchar esas palabras, el capitán interrumpió a William.
—Por favor, lee esas palabras de nuevo.
—¿Me permite que las lea —preguntó el muchacho— como lo hacía mi madre?
—¡Oh, por supuesto!
Entonces William leyó así: «Jesús fue traspasado por la rebeldía de John Clout, fue atormentado por las maldades de John Clout; el castigo que sufrió trajo la paz a John Clout, y por sus heridas John C vlout fue sanado».
Al escuchar esas palabras, el capitán comenzó a repetirlas, vez tras vez, mencionando su nombre como William lo había hecho. Antes de morir, el capitán Clout pudo aceptar al Cordero que por amor a él y a todos nosotros había sido traspasado (The Best News E ver, p. 31).
¿Qué tal si lees ese maravilloso versículo colocando tu nombre allí? ¿Cómo suena?
Gracias, Señor Jesús, por morir por mí en la cruz.

Tomado de Meditaciones Matutinas para jóvenes
Dímelo de frente
Por Fernando Zabala

OREN CONMIGO


«¿Por qué dormís? Levantaos y orad para que no entréis en tentación» (Lucas 22:46).

La última cena había terminado. Jesús y sus discípulos habían llegado al huerto de Getsemaní. Aquella noche se decidía si Jesús estaba dispuesto a beber la amarga copa del sufrimiento y la muerte.
Jesús dejó a sus discípulos y se adelantó un trecho para orar a solas. Antes de apartarse, les pidió que ellos también oraran para no caer en tentación. Entonces Jesús los dejó para iniciar el duro combate para el cual había venido al mundo
Lleno de angustia, pasó un tiempo a solas tras el cual sintió la humana necesidad de compañía y aliento, por lo que regresó donde estaban los discípulos. Seguro que estarían orando por él. Pero estaban dormidos. ¿Cómo era posible?
En cierta ocasión, trajeron a un endemoniado ante un grupo de pastores. Mientras oraban por él, el espíritu empezó a hablar. No es cosa que yo recomiende, pero uno de los pastores empezó a dialogar con el espíritu. Le preguntó si alguna vez había ido a la iglesia. La respuesta fue afirmativa. Eso llevó a otra pregunta: «¿Qué haces en la iglesia?». Su respuesta no debería ser ninguna sorpresa para nosotros: «Hago que la gente se duerma». Todos sabemos que Satanás es un mentiroso, pero ese día dijo la verdad.
Si el diablo no puede impedimos que vayamos a la iglesia, hará todo lo que esté a su alcance para que nos durmamos. ¿Por qué cuando entramos en la iglesia estamos completamente despiertos y, nada más empezar el sermón, nos vence la modorra, empezamos a cabecear y acabamos durmiéndonos?
¿Cómo habría cambiado aquella noche la historia de Getsemaní si los discípulos no se hubieran dormido? Por un lado, no habrían huido. En segundo lugar, Pedro no habría negado a Jesús.
Aunque el sueño es necesario para nuestra salud física, en la vida espiritual nunca deberíamos dormirnos. Si dormimos espiritualmente, corremos el riesgo de perder la batalla. Si no nos mantenemos desvelados, será más probable que, en lugar de resistir, huyamos como los discípulos.
¡Despierte de su sueño! No corra el riesgo de negar al Señor por estar dormido cuando tendría que velar. Basado en Lucas 22:36-46

Tomado de Meditaciones Matutinas
Tras sus huellas, El evangelio según Jesucristo
Por Richard O´Ffill