lunes, 19 de agosto de 2013

UNA DOSIS DE RISA

Lugar: Estados Unidos
Palabra de Dios: Filipenses 4:4, RVR

Norman yacía en su cama de hospital, deseando poder dormir. No podía mover ni sus brazos ni sus piernas, y estaba sumamente dolorido. Solo una semana antes; había estado bien. Después, aparecieron los primeros síntomas, y todo había ido barranca abajo, a partir de allí.
Los estudios mostraron que el estado de Norman era grave. El tejido conectivo entre sus huesos se estaba degenerando rápidamente. Los médicos no le daban mucha esperanza.
Mientras Norman estaba en cama, pensando en su estado, se preguntó que había hecho que apareciera su enfermedad tan repentinamente. Sabía que el agotamiento podía ser un factor, y hacía poco había tenido mucho estrés emocional y físico.
«Si las emociones negativas y el estrés son factores claves, entonces quizá pueda revertir esto teniendo emociones positivas», especuló. «Quizá lo que necesite sea una buena carcajada». Y decidió poner a prueba su idea.
Al comenzar a ver programas graciosos de televisión, se asombró al ver que diez minutos de risa le permitían dormir por lo menos dos horas. Comenzó a leer libros de humor, y se esforzó por tener una actitud positiva ante la vida y hacia su enfermedad.
Los médicos se sorprendieron cuando Norman, que había estado debilitado y en cama, comenzó a recuperarse. Comenzó a dormir mejor, y lentamente recuperó el uso de sus brazos y de sus piernas. Unos pocos meses más tarde, volvió a su trabajo.
Aunque la risa no es un «cúralo todo», los científicos y los médicos han llegado a la conclusión de que una actitud positiva hacia la vida puede marcar una gran diferencia en nuestra salud general, tanto física, como espiritual, social y mental. Una buena dosis de risa es, a veces, exactamente lo que necesitamos. Así que, pon una sonrisa en tú rostro y ten una actitud positiva. «Regocijaos en el Señor siempre. Otra vez digo: ¡Regocijaos!»

Tomado de Devocionales para menores
En algún lugar del mundo
Por Helen Lee Robinson

¡LÍBRATE DEL MIEDO!

Tu vida será más radiante que el sol de mediodía, y la oscuridad será como el amanecer. Vivirás tranquilo, porque hay esperanza; estarás protegido y dormirás confiado. Job 11: 17-18

Los temores y las fobias afectan a muchas personas en la actualidad. Uno de los temores más marcados es el que se le tiene a la vida misma. La persona que lo experimenta contempla la vida como un callejón sin salida, como un túnel demasiado oscuro, y por tanto no se atreve a avanzar. ¡Queda literalmente paralizada! Como bien lo expresó la compositora argentina Eladia Blázquez: «El miedo a vivir es señor y dueño de muchos miedos más, voraces y pequeños, en una angustia sorda que brota sin razón, y crece muchas veces ahogando el corazón».
Quien se siente así no experimenta motivación alguna. Es incapaz de trazar ningún proyecto, pues piensa que todo le saldrá mal. Las palabras más frecuentes en sus conversaciones son «fracaso», «error», «frustración». Estas personas renuncian al derecho de vivir por temor a fracasar. Se niegan la oportunidad de poner g prueba sus capacidades, así como las maravillas de la creación de Dios.
Para despojarnos del miedo a la vida es necesario que conozcamos a su Autor. Eso nos ayudará a recordar que, ante cualquier duda respecto a la existencia, él es quien está en la mejor disposición de dar una respuesta. La oración es esa llave que abre las puertas del consultorio de Dios en todo momento.
Comprometerte con Dios a administrar la vida que te ha dado requiere que confíes en él, y también que tengas confianza en ti misma. Si lo haces, podrás marchar hacia el futuro sin temores infundados. Las maravillosas promesas divinas te confirmarán y te llenarán de una nueva alegría de vivir. El Señor te dice: «Busquen el bien y no el mal, y vivirán; y así estará con ustedes el Señor Dios Todopoderoso, tal como ustedes lo afirman» (Amos 5: 14).
Dios te ha dado la vida como un regalo, no como una carga. Necesitas echar mano de tus capacidades. ¡Todos los seres humanos, sin excepción, las tenemos! Busca y encuentra las tuyas, serán el motor que te impulse a cumplir tus metas. Cuando las hayas identificado pide al gran Maestro que te ayude a pulirlas ya ponerlas al servicio de los demás.
Recuerda que el gozo en el servicio es lo que da sentido a nuestra vida. Nos llena de buenos propósitos y nos permite alcanzar la excelencia.

Tomado de Meditaciones Matutinas para la mujer
Aliento para cada día
Por Erna Alvarado

DISCULPAR NO ES PERDONAR

Cristo es nuestra paz: de los dos pueblos ha hecho uno solo, derribando mediante su sacrificio el muro de enemistad que nos separaba (Efesios 2:14).

El teólogo escocés Hugh Ross Mackintosh definió una vez el perdón de la siguiente manera:
“Es un proceso activo de la mente y del temperamento de alguien lastimado, por medio del cual anula un daño moral para hermanarse con el que lo ha lastimado, restableciendo la libertad y la alegría de la amistad”. ¿No te parece admirable? El perdón hace posible que exista hermandad donde había enemistad y gozo donde había dolor. Cuando éramos esclavos del odio y el resentimiento, el perdón hizo posible la existencia de la confianza y el amor.
¿Cuál es la clave de la reconciliación? De acuerdo con Mackintosh, la clave está en la anulación del “daño moral”. Esto es muy importante, porque el daño que nos han hecho se convierte en un obstáculo real entre nosotros y quienes nos lastimaron. Cuando alguien nos ha herido injusta y profundamente, ese acto se convierte en una “pared intermedia de separación” que nos impide tratarnos como hermanos, porque la confianza o el amor fueron traicionados. Esta separación es natural y apropiada porque nos protege de sufrir más injusticias.
Por eso, disculpar a otros no es perdonarlos, sino todo lo contrario. Cuando disculpas a alguien niegas que hubiera un daño y por tanto no es necesario perdonar. Si deseas realmente destruir la “pared intermedia de separación”, primero debes reconocer que existe.
No me refiero aquí a ser muy sensibles. No debemos dar importancia a asuntos triviales.
Sin embargo, sí debemos reconocer las heridas profundas. Pero no podemos quedarnos allí. Tenemos que renunciar a la venganza y, mediante los lentes prodigiosos de la gracia, perdonar a nuestros enemigos por el mal que nos hicieron.
Cuando pecamos contra Dios, él no disculpó nuestro pecado. Reconoció plenamente su gravedad. Pero no se quedó allí. También retiró el “daño moral” que habíamos infligido, satisfizo los requerimientos de la justicia. Por medio de Jesús, Dios derribó la “pared intermedia de separación” e hizo posible la reconciliación entre nosotros y el cielo.
¿Existe un “problema moral” que te separa de Dios? Te invito a confesarle tus pecados y aceptar el medio que ha provisto en Cristo para reconciliarnos con él. Dios no te disculpa.
Te perdona. No tienes que fingir o esconderte. Únicamente acepta su mano extendida en busca de tu amistad.

Tomado de Meditaciones Matutinas para jóvenes
¿Sabías que..? Relatos y anécdotas para jóvenes
Por Félix H. Cortez

CEGADOS POR EL PREJUICIO

Ni tenéis su palabra morando en vosotros; porque a quien él envió, vosotros no creéis. Juan 5:38.

Los líderes judíos quedaron profundamente impresionados por las varias ocasiones en que la divinidad fulguró a través de la humanidad durante la obra de Cristo. Pero al hablar entre ellos, su incredulidad se fortaleció, y la evidencia que debió haberlos convencido fue rechazada. La evidencia más fuerte no valía para ellos, en tanto que los argumentos más débiles y superficiales, si se oponían a la verdad traída por el Salvador, eran sólidos a su juicio. Habían emprendido un camino que llevaba a la ruina eterna…
Cristo vio que los maestros judíos interpretaban mal la Palabra de Dios, y los animó a un estudio más diligente de sus preceptos. En él se estaban cumpliendo los tipos y las sombras del sistema judío. Si hubieran buscado en las Escrituras como debían, habrían encontrado que él no pretendía algo que no le perteneciera legítimamente.
Si los judíos hubieran buscado en la Palabra de Dios como debían haberlo hecho, habrían visto que Jesús de Nazaret era el Mesías. Pero buscaban guiados por una ambición orgullosa y egoísta, y encontraron a un Mesías según su propia imaginación. Por esto es que cuando vino el Salvador, un hombre humilde que menospreciaba, por su enseñanza, teorías y tradiciones establecidas desde hacía tiempo y que presentaba una verdad enteramente opuesta a sus prácticas, dijeron: ¿Quién es este invasor que se atreve a ignorar nuestra autoridad? Cristo no vino como esperaban; por esto se negaron a recibirlo, y lo llamaron engañador e impostor. En vez de escucharlo para aprender la verdad, escucharon con malas intenciones, a fin de encontrar algo para ponerle reparos. Y una vez que colocaron sus pies en el camino del gran líder en la rebelión, fue asunto fácil para Satanás fortalecerlos en su oposición. Este logró que las obras maravillosas de Cristo, que Dios quería que fueran evidencia enviada del cielo para ellos, fueran interpretadas contra él. Mientras más Dios les hablaba por sus obras de misericordia y amor, más confirmados quedaban en su resistencia. Cegados por el prejuicio, se negaron a reconocer que Jesús es divino…
Él era Dios en carne humana, y no podía hacer otra cosa sino obrar las obras de Dios -Review and Herald, 26 de marzo de 1901.

Tomado de Meditaciones Matutinas para adultos
Desde el Corazón
Por Elena G. de White