martes, 19 de julio de 2011

COMO EL SOL

Dios es amor, y el que permanece en amor permanece en Dios y Dios en él (1 Juan 4:16).

Cuenta una fábula que un día el viento y el Sol se encontraron y rivalizaron por demostrar cuál era más poderoso. Vieron a un anciano que caminaba envuelto en su capa y pensaron que aquella era una buena oportunidad para actuar. El primero que lograra que el anciano se quitara la capa sería el vencedor.
El Sol se ocultó, dejando actuar al viento, quien comenzó a soplar cada vez más fuerte. Pero cuanto más era azotado por el vendaval el anciano, más se aferraba a su capa. Como no pudo lograr su objetivo, ya agotado de soplar, el viento se dio por vencido y le cedió el turno al Sol. Este, saliendo de su escondite, con sus tibios rayos comenzó a calentar la tierra azotada por el viento. El anciano sonrió y se sintió mejor. A medida que el sol daba su calor, el hombre aflojaba su capa. Tal fue la fuerza del Sol, que la capa pronto quedó en el brazo del anciano.
Hay mujeres que tienen la teoría de que pueden cambiar a los hombres y moldearlos a sus ideas, costumbres y culturas. Actúan como el viento. Pretenden quitar la capa (los defectos de su pareja) como un domador trata a un animal salvaje. Aunque es cierto que hay defectos que atentan contra la felicidad, no debemos olvidar que Dios no moldea a las personas como quiso hacer el viento con aquel anciano. Una persona que ha sido educada de una manera determinada no puede cambiar instantáneamente, solo porque se ha encontrado con alguien distinto.
¿Cómo logró el Sol lo que el viento no pudo lograr? No es con quejas, criticas, regaños o burlas como podemos hacer que otro abandone sus hábitos. Solo el amor puede lograr esos cambios. Si Dios permanece en ti, su amor será el espejo en el que tu pareja verá sus propios defectos y así, bajo este amor, los tibios rayos del Sol de justicia harán que el mismo lleve la capa en la mano.
No intentes cambiar a las personas que te rodean. Permite que el amor de Dios cambie tu vida y después trasmite ese amor.

Tomado de meditaciones matutinas para mujeres
De la Mano del Señor
Por Ruth Herrera

TEMPERANCIA 2ª PARTE

Amados, yo os ruego como a extranjeros y peregrinos, que os abstengáis de los deseos carnales que batallan contra el alma. 1 Pedro 2:11.

Ayer vimos un aspecto del significado de la palabra temperancia, y es justamente el uso moderado de todo lo bueno que poseemos. Pero Elena G. de White, cuando habla de temperancia, no solo hace alusión al consumo equilibrado de las cosas, sino que agrega "una total abstinencia de toda complacencia perjudicial o degradante" (La temperancia, p. 90).
Por esta razón, la Iglesia Adventista del Séptimo Día ha predicado desde sus comienzos más tempranos, la abstención total de las bebidas alcohólicas y del tabaco. Con los años, se añadieron los narcóticos.
Si eres un adventista cabal y consecuente con tu fe, te abstienes de los vicios; y realmente ¡te felicito! Tú eres el gran beneficiado al negarte el consumo de esos tóxicos.
Pero la temperancia tiene que ser aplicada en todas las áreas de la vida, pues es un fruto del Espíritu Santo. Por eso es importante saber decir "no" cuando el enemigo de Dios ponga a tu alcance pornografía en cualquiera de sus formas. No permitas que estas imágenes depravadas ensucien tu mente y tu percepción espiritual. También es sabio decir "no" cuando amigos o conocidos te inviten a lugares inconvenientes, donde los ángeles y el Espíritu Santo no pueden entrar. En conclusión: si lo que nos presenta el enemigo tiene algo de pecaminoso o repudiable, entonces es necesario abstenerse de toda esa complacencia perjudicial o degradante.
En cierta ocasión un alumno me preguntó: "¿Por qué los adventistas enseñan que no se debe consumir tabaco, si la Biblia no lo prohíbe?" En mi respuesta, le recordé que la Palabra se limita a sentar principios, para que cada persona los aplique a su propia vida. Por eso, aunque la Biblia no diga explícitamente que no debemos consumir tabaco, drogas o pornografía, lo deja bien claro cuando nos dice: "¿No sabéis que sois templo de Dios, y que el Espíritu de Dios mora en vosotros? Si alguno destruyere el templo de Dios, Dios le destruirá a él; porque el templo de Dios, el cual sois vosotros, santo es" (1 Cor. 3:16, 17). El principio es claro: nuestro cuerpo no nos pertenece, es de Dios, y por lo tanto debemos cuidarlo.

Tomado de meditaciones matinales para jóvenes
Encuentros con Jesús
Por David Brizuel

¡TRABAJA!

Seis días trabajarás, y harás toda tu obra. Éxodo 20:9.

Fue un sacudón en mi cerebro. Jamás lo hubiese imaginado. El cuarto mandamiento de la ley de Dios, registrado en el capítulo 20 de Éxodo, no tiene que ver solamente con el reposo en el séptimo día, sino también con el trabajo en los seis días restantes.
El trabajo fue establecido por Dios como un instrumento de felicidad. Desdichadamente, entró el pecado, y trastocó las cosas bellas de la creación. Al trabajo se añadieron los elementos del cansancio y de la fatiga. Lo transformaron en un fardo.
Pero, el trabajo continúa siendo una bendición. Y, cuando Jesús llega a tu vida, llega para transformarte en un hombre productivo; la mediocridad y el conformismo no combinan con el cristianismo. No puedes vivir esperando a las oportunidades; necesitas buscarlas. Cada problema que encuentres en el camino debe transformarse en el desafío de buscar una solución; cada desierto, la posibilidad de un oasis.
No te quejes de la vida. Los únicos obstáculos de verdad son tus propios temores y preconceptos. Pero, con Jesús, mira hacia arriba; por encima de la intolerancia humana.
Lo difícil no es llegar a la cumbre, sino jamás dejar de ascender. ¡Sube! Mientras vivas, sube. El día que dejes de subir, dejarás de vivir. A partir de ese momento, no valdrá más la pena continuar viviendo.
Pero, por lo que más quieras, no midas la ascensión comparándote con los demás. Deja que los otros sigan su camino; tú, sigue el tuyo, el que Dios preparó para ti desde cuando estabas en el vientre de tu madre. Levántate de mañana, acuéstate tarde... en fin, "suda la camiseta"; no te quedes parado, viendo la pelota correr en los pies de los demás. No te acomodes en la galería, a contemplar el desfile de los vencedores: sé tú uno de ellos.
Dios te dio talentos: ejercítalos, cultívalos y trabájalos, consciente de que, un día, el Señor te preguntará qué hiciste con las capacidades que recibiste de sus manos.
Hoy puede ser un día diferente; será un día diferente. No porque te hayas propuesto que así sea; si lo intentas, solo caerás en el terreno del humanismo. El humanismo te enseña a depender solo de ti y de tus fuerzas. Pero tú, corre a los brazos de Jesús y deja que él te conduzca por los caminos del trabajo y te corone de gloria. No lo olvides: "Seis días trabajarás y harás toda tu obra".

Tomado de meditaciones matinales para adultos
Plenitud en Cristo
Por Alejandro Bullón