domingo, 3 de marzo de 2013

CONCURSO DE PIANO


Lugar: Michigan, EE.UU.
Palabra de Dios: Colosenses 3:23, 24

Yo tomé clases de piano desde preescolar hasta octavo año, y me presenté en muchos recitales. Pero, cuando tenía que competir y tocar delante de jueces, ahí me ponía un poco más nerviosa. Recuerdo haber caminado por el escenario, tratando de calmar las mariposas que se arremolinaban en mi estómago. Mis manos se sentían inusualmente frías.
Todo había comenzado un mes antes, cuando mi profesora habló a mis padres acerca del concurso. Alguien había presentado mi nombre, y desde entonces yo había practicado mucho, para memorizar los tres movimientos de la sonata. Luego, trabajé para pulir la pieza hasta la perfección. A medida que se acercaba la fecha del concurso, mis treinta minutos de práctica se fueron haciendo cada vez más largos.
Cuando llegó el día del concurso, sabía que estaba preparada. Al comenzar a tocar, mi nerviosismo fue disminuyendo, y las largas horas de práctica se notaron. Terminé la obra, me puse de pie, saludé y volví a mi asiento. Ahora era el turno de que los jueces decidieran. Solo cinco personas pasarían a la ronda final.
-¡Excelente! -dijo mi profesora-. Lo único fue que el segundo movimiento fue un poquito lento. Los jueces podrían bajarte algunos puntos por eso...
El movimiento lento me bajó algunos puntos, pero igualmente pude empatar por el quinto lugar con otras dos personas. Desafortunadamente, los jueces decidieron que, en lugar de enviarnos a los tres a la final, ninguno de nosotros pasaría a esa ronda.
Aunque no pasé a la siguiente ronda, aprendí lo que significa trabajar duro por algo. La Biblia nos dice: "Hagan lo que hagan, trabajen de buena gana, como para el Señor y no como para nadie en este mundo, conscientes de que el Señor los recompensará con la herencia". Cuando nos damos cuenta de que estamos trabajando para Dios, este es un mayor incentivo todavía para hacer lo mejor que podamos. Así que, trabaja duro, y recuerda: "Ustedes sirven a Cristo el Señor".

Tomado de Devocionales para menores
En algún lugar del mundo
Por Helen Lee Robinson

¡NO TE ESCONDAS!


Por lo tanto, dejando la mentira, hable cada uno a su prójimo con la verdad, porque todos somos miembros de un mismo cuerpo. Efesios 4:25

El anonimato suele ser la trinchera tras la cual se oculta mucha gente cuando difama y desprestigia reputaciones ajenas. Creo que no me equivoco al asegurar que el anonimato es la «covacha» de un cobarde. Solamente los cobardes se esconden tras un rumor anónimo, un escrito sin nombre, un chisme que degrada la honorabilidad de otra persona. Si no son capaces de responsabilizarse de un comentario, quiere decir que no están seguros de la información que maliciosamente están transmitiendo; su única intención es nutrir su baja autoestima para no sentirse tan mediocres como son. Cuando hagamos comentarios sobre alguien debe movernos el deseo de buscar su bienestar, y por supuesto también el nuestro. Quien es capaz de hablar mal de otro también se expresa mal de sí mismo. El apóstol Santiago, al escribir a sus hermanos, les advirtió y amonestó contra los pecados de la lengua, que son el chisme, la mentira, la difamación, las palabras deshonestas, etcétera. «La lengua es un miembro muy pequeño del cuerpo, pero hace alarde de grandes hazañas. ¡Imagínense qué gran bosque se incendia con tan pequeña chispa! También la lengua es un fuego, un mundo de maldad» (Sant. 3:5-6). Por eso, pide a Dios que te ayude a ejercer control sobre tu lengua en todo momento.
Debemos prestar atención a este aspecto tan importante de nuestra personalidad. Dios nos ofrece su ayuda por medio de su Espíritu Santo, y también su oportuno y sabio consejo al ponernos en contacto con su Palabra. Dios desea que seas una maestra del bien. Edifica y bendice a los demás con tus palabras, y cuando te sientas tentada a hacer un comentario parapetada en el anonimato, considera cuánto bien o mal harás. Si no estás dispuesta a avalar con tu nombre lo que dices, es porque tu finalidad es destruir, no edificar.
Somete tu vida al escrutinio de Dios y sigue el consejo del apóstol Pablo: «Eviten toda conversación obscena. Por el contrario, que sus palabras contribuyan a la necesaria edificación y sean de bendición para quienes escuchan. No agravien al Espíritu Santo de Dios, con el cual fueron sellados para el día de la redención» (Efe. 4:29-30).
Ruega al Señor para que las palabras que digas hoy sean «como naranjas de oro con incrustaciones de plata» (Prov. 25:11).

Tomado de Meditaciones Matutinas para la mujer
Aliento para cada día
Por Erna Alvarado

EL GUARDIA MÁS INTELIGENTE


Puedes ponerte a la sombra de la sabiduría o a la sombra del dinero, pero la sabiduría tiene la ventaja de dar vida a quien la posee (Eclesiastés 7:12).

Christopher Langan es una de las personas más inteligentes que existen en la actualidad. Empezó a hablar a los seis meses de edad, aprendió a leer a los cuatro años; a los dieciséis había leído la obra Principia Mathematica de Bertrand Russell y Alfred North Whitehead, famosa por su dificultad; y al terminar su educación secundaria obtuvo una calificación perfecta en la prueba SAT (prueba de habilidades académicas que hacen todos los estudiantes de los Estados Unidos que quieren estudiar en una universidad). Su coeficiente intelectual está entre 195 y 210, una cifra francamente elevada. Se dice que Albert Einstein tenía un coeficiente intelectual de 150.
Te preguntarás por qué no has oído hablar de Christopher Langan. Muy probablemente has escuchado hablar de Stephen W Hawking, el famoso físico teórico, profesor de matemáticas en la Universidad de Cambridge, pero no de Langan. Bueno, es que Christopher trabajó durante veinte años como guardia en un bar en los Estados Unidos. Antes fue vaquero, albañil y bombero forestal. Aparentemente, Chris ha preferido este estilo de vida (hoy tiene un rancho de caballos con su esposa) porque le permite la libertad para trabajar en proyectos de investigación personal. Ha trabajado durante más de diez años, en su tiempo libre, en un proyecto que él denomina «Modelo teórico cognitivo del universo».
Una inteligencia como la de Chris Langan es un inmenso don de Dios. Si eres inteligente y brillante, recuerda que darás cuenta a Dios por ese don. También ten en cuenta, sin embargo, que la inteligencia no es suficiente para transformar tu mundo y tu vida. Para eso es necesaria la sabiduría.
La inteligencia tiene que ver con los problemas de las cosas y por lo tanto muchas veces está relacionada con las matemáticas. La sabiduría tiene que ver con el corazón y la naturaleza humana. La inteligencia te permitirá resolver un problema, pero la sabiduría te permitirá distinguir entre lo correcto y lo incorrecto, entre el bien y el mal. La inteligencia viene determinada en parte por la herencia y el ambiente en que has crecido; la sabiduría, en cambio, es un don de Dios. La inteligencia te puede ayudar a obtener lo que quieras en este mundo, pero solamente la sabiduría te puede ayudar a obtener la vida eterna. Pide a Dios esta mañana que te dé sabiduría para enfrentar los retos de este día.

Tomado de Meditaciones Matutinas para jóvenes
¿Sabías que..? Relatos y anécdotas para jóvenes
Por Félix H. Cortez

EL ENGAÑO DE LAS RIQUEZAS


Porque raíz de todos los males es el amor al dinero, el cual codiciando algunos, se extraviaron de la fe, y fueron traspasados de muchos dolores. 1 Timoteo 6:10.

Muchos que profesan las verdades especiales para nuestro tiempo no tienen un discernimiento apropiado del carácter. No aprecian el valor moral. Pueden ufanarse mucho de su fidelidad a la causa de Dios y su conocimiento de las Escrituras, pero no son humildes de corazón. Tienen un aprecio especial por los que son ricos y prósperos, y olvidan que las riquezas no nos dan favor con Dios. La excelencia genuina del carácter es ignorada frecuentemente cuando la posee un pobre. El dinero ejerce una tremenda influencia. Pero, ¿le importa a Dios el dinero o las propiedades? Él es el dueño de los rebaños en miles de colinas, el mundo y todo lo que en él habita...
Dios les ha encomendado a sus mayordomos medios para utilizarse en hacer el bien, asegurando así un tesoro en el cielo. Pero si esconden sus medios como el hombre que tenía un solo talento, temiendo que Dios recibirá lo que le pertenece, no solo perderán la ganancia que le será otorgada finalmente al mayordomo fiel, sino también el capital que Dios les dio para que lo trabajaran...
El gran apóstol, en su carta a Timoteo, deseaba recalcar en la mente de este la necesidad de dar una instrucción tal que eliminara el engaño que se introduce tan fácilmente en los ricos: que debido a su habilidad para adquirir riquezas, son superiores en sabiduría y criterio a los que están en la pobreza, que las ganancias son [evidencia de] piedad...
Los individuos pueden dedicar toda su vida al objetivo de adquirir riquezas, pero al igual que no trajeron nada al mundo, no pueden llevarse nada... Han sacrificado principios nobles y elevados, han abandonado su fe por las riquezas, y si no están chasqueados en su objetivo, están chasqueados por la felicidad que se suponía que las riquezas traerían...
El apóstol muestra el único uso genuino de las riquezas, y le encarga a Timoteo que les encomiende a los ricos que hagan bien, que sean ricos en buenas obras, listos para distribuir, dispuestos a comunicar, porque al hacerlo están colocando un buen fundamento para sí mismos para el tiempo venidero —en referencia al cierre del tiempo— de manera que puedan aferrarse a la vida eterna... La piedad con contentamiento es una gran ganancia. He aquí el verdadero secreto de la felicidad y la prosperidad real del cuerpo y el alma.— Review and Herald, 4 de marzo de 1880.

Tomado de Meditaciones Matutinas para adultos
Desde el Corazón
Por Elena G. de White