lunes, 16 de julio de 2012

¿TIENES PIEL GRUESA?


«En tierras extrañas cavé pozos y bebí de esa agua, y con las plantas de mis pies sequé todos los ríos de Egipto» (Isaías 37:25).

¡Ay, eso duele! Hoy estamos caminando por la montaña sin nuestras botas puestas. Las plantas de nuestros pies no son lo suficientemente gruesas, ¿verdad? Bueno, las nuestras no, pero las de algunas personas sí lo son.
Me acuerdo de un joven que era vecino mío cuando yo tenía catorce años. Yo crecí en la ciudad, y siempre llevaba mis zapatos puestos. Él, por el contrario, había crecido en el campo, e iba siempre descalzo. De hecho, estaba acostumbrado a andar sin zapatos todo el tiempo. Podía caminar sobre palos, piedras y sembradíos de maíz sin su zapatos. Yo lo intenté una vez y dije que nunca más lo haría. ¡Duele! La razón por la que ese joven tenía unos pies fuertes era porque había desarrollado una piel gruesa en sus pies.
Nosotros también debemos desarrollar una «piel gruesa». Algunas veces otras personas nos dirán cosas desagradables que van a herir nuestros sentimientos. En vez de responder diciendo cosas feas, Pablo nos aconseja devolver amor.  La próxima vez que alguien haga algo que te ofenda, recuerda las plantas de tus pies. ¡Desarrolla una piel gruesa, y devuelve amor!

Tomado de Devocionales para menores
Explorando con Jesús
Por Jim Feldbush

LA DEPRESIÓN



Luego de caminar todo un día por el desierto, fue a sentarse debajo de un enebro. Entonces se deseó la muerte y dijo: «Basta ya, Jehová, quítame la vida, pues no soy yo mejor que mis padres» (1 Reyes 19:4).

La depresión requiere un tratamiento adecuado.  Como en el caso de cualquier otra enfermedad, los síntomas podrían ser una indicación de que algo no anda bien. La depresión afecta la mente, el cuerpo y el comportamiento de una persona. Algunos de los síntomas más comunes incluyen el retraimiento, una sensación perenne de tristeza, ansiedad, fatiga y falta de energías, dificultad para concentrarse y deseos de suicidarse.
¿Puede un cristiano sufrir depresión? ¡Desde luego que sí! El profeta Elías, tras su éxito en el monte Carmelo y al enterarse de las amenazas de Jezabel, experimentó un gran temor y se deprimió. Incluso le pidió al Señor que le quitara la vida. El Señor lo escuchó y envió a un ángel para que le llevara agua y comida y lo reanimara. El estímulo y las energías recibidas le permitieron sostenerse durante cuarenta días adicionales.
Luego Elías se refugió en una cueva y allí lo encontró Dios. Cuando el Señor le habló, Elías comenzó a compadecerse de sí mismo, quejándose de que era el único que había quedado en Israel que servía al Dios verdadero.  Él Señor aprovechó para hacerle ver su grandeza, algo que puso de manifiesto en una voz pausada y suave. Dios le aseguró que no debía sentir temor. Además le brindó otro tipo de ayuda que hoy llamaríamos «terapia ocupacional». Le encargó algunas tareas específicas: ungir a Asael como rey de Siria, a Jehú como rey de Israel y a Eliseo como su sucesor. Luego le reveló que en el pueblo de Israel había siete mil personas que no habían inclinado sus rodillas delante de Baal. A Elías le convino escuchar todo aquello.
En un caso de depresión es importante que busquemos ayuda profesional y que reconozcamos la presencia de Dios, así como su deseo de ayudarnos. Él jamás abandona a sus hijos.  ¡No te alejes de aquellos que pueden ayudarle! La gracia de Dios es demasiado amplia y puede abarcarnos a todos.
Mi querida hermana, gózate en su bondad, que se renueva cada mañana. ¡Dios es nuestro auxilio en la tribulación!

Tomado de Meditaciones Matutinas para la mujer
Una cita especial
Textos compilados por Edilma de Balboa
Por Shirnet Wellington

¿SABIOS O NECIOS?


Aunque afirmaban ser sabios, se volvieron necios y cambiaron la gloria del Dios inmortal por imágenes que eran réplicas del hombre mortal. Romanos 1:22,23, NVI

Aunque parezca increíble, hay organizaciones que adoran al fallecido rey del rock Elvis Presley. Una de ellas, denominada «The First Church of Jesús Christ, Elvis» (La Primera Iglesia de Jesucristo-Elvis) presenta en su página web un conocido retrato de Jesús con el rostro de Elvis. Debajo de la imagen aparece una leyenda que dice: «Porque les ha nacido hoy en la ciudad de Memphis, un Presley, que es Elvis el Rey».
Al ver esta barbaridad me pregunté: «¿Cómo puede alguien idolatrar así a un mortal?». Pero luego pensé que a veces nosotros mismos (es verdad, en un grado mucho menor), idolatramos a celebridades del mundo deportivo y del espectáculo.
No estoy en contra de que tengamos equipos y jugadores favoritos. El problema se presenta cuando caemos en el culto a la personalidad. 
Esto me recuerda un relato que cuenta el pastor Randall L. Roberts, de una mujer que estaba comprando un helado en Kansas City, cuando se encontró frente a frente con el famoso actor Paul Newman. Impactada, lo miró por largo rato, y así permaneció hasta que el actor le dijo: «Hola». Entonces ella sintió que las piernas le temblaban y casi se desmayó. Todavía bajo el efecto emocional de ese encuentro, la mujer pagó por su helado y salió, sintiendo que el corazón le latía aceleradamente. Pero entonces se dio cuenta de que no llevaba el helado consigo. Regresó a buscarlo, pero se encontró de nuevo con Paul Newman. —¿Está buscando su helado? —le preguntó el actor.
Incapaz de responderle por la emoción, la mujer se limitó a asentir con la cabeza. 
—Después de que usted pagó —añadió Paul Newman— metió el helado dentro de su bolso, junto con el dinero que recibió de vuelto (Ministerio Adventista, julio-agosto de 2008, p. 20). Por supuesto, a ti no te pasaría algo así si te hubieras topado con... Jennifer López o Brad Pitt. ¿O sí? El punto en cuestión es este: solo Dios es digno de nuestra más ferviente admiración. Solo él merece nuestra adoración. Glorificar a un su humano es, como dice nuestro texto de hoy, hacer el papel de necios.
Dios, concédeme sabiduría para dar a ningún mortal la gloria que solo tú mereces.

Tomado de Meditaciones Matutinas para jóvenes
Dímelo de frente
Por Fernando Zabala

ESCUCHE AL ESPÍRITU SANTO


«Por tanto os digo: Todo pecado y blasfemia será perdonado a los hombres, pero la blasfemia contra el Espíritu no les será perdonada» (Mateo 12:31).

El 27 de noviembre de 1983, el vuelo 11, que cubría la línea París-Madrid-Bogotá, se estrelló en los montes próximos al aeropuerto de la capital española. Uno de los primeros puntos en que fijan su atención los investigadores del accidente es la localización de las «cajas negras»; las cuales, por cierto, no son negras, sino de un color amarillo o naranja chillón para facilitar su identificación. Cuando las encontraron y pudieron reproducir las grabaciones en ellas contenidas, los investigadores hicieron un descubrimiento escalofriante. La cinta reveló que durante los minutos que precedieron al impacto, una voz sintética procedente del sistema de alarma automático del avión avisó repetidamente, en inglés, a la tripulación: «Arriba, arriba».  El piloto debió pensar que el sistema estaba averiado. La caja grabó su voz diciendo: «¡Cállate, gringo!». Luego, según parece, desconectó el sistema. Minutos más tarde, el avión se estrellaba contra la ladera de una montaña y 181 de los 190 ocupantes murieron.  Es una historia trágica, aunque una perfecta parábola para ejemplificar la manera en que muchas personas reaccionan ante los mensajes de advertencia que les envía su respectiva conciencia. Porque el Espíritu Santo nos habla a través de la conciencia.
Jesús prometió que después de regresar al ciclo enviaría al Espíritu Santo. «Y cuando él venga, convencerá al mundo de pecado, de justicia y de juicio» (Juan 16:8). ¿Cómo convence de pecado el Espíritu Santo? Por medio de la conciencia.
El Espíritu Santo habla a nuestra conciencia advirtiéndonos que pecamos.  Pero a muchos no les gusta sentirse culpables. No les gusta que les digan qué pueden o no pueden hacer. Tampoco les gusta que se los haga sentir culpables. Por tanto, sencillamente, hacen lo que hizo el piloto de Avianca: dejan de escuchar las advertencias.
El piloto pensó que él tenía razón y que el sistema de alarma estaba averiado. La voz del sistema de alarma se había diseñado para señalar su error y, así, pudo corregirlo. Esa es exactamente la función del Espíritu Santo. Sin embargo, el piloto no quería que lo corrigieran. Estaba convencido de que sabía cómo pilotar el avión. No había nadie que le dijera que iba de cabeza a la catástrofe.  Dios nos dio la conciencia para convencemos de nuestros pecados.
Asegúrese de que su conciencia está funcionando y está alerta, para que usted pueda escuchar la voz del Espíritu Santo.  Basado en Mateo 12: 31

Tomado de Meditaciones Matutinas
Tras sus huellas, El evangelio según Jesucristo
Por Richard O´Ffill