viernes, 12 de julio de 2013

“TULIPÁN MANÍA”

Lugar: Holanda
Palabra de Dios: Eclesiastés 2:11; Mateo 6:20, 21

¿Qué podrías comprar con dos cargas de trigo, cuatro cargas de centeno, cuatro bueyes gordos, cuatro barriles de cerveza, dos barriles de mantequilla, quinientos kilos de queso, una cama, un conjunto nuevo de ropa y una taza de plata? Allá, por la década de 1630, eso es lo que alguien pagó por un solo bulbo de tulipán.
Los tulipanes, introducidos en Holanda en 1562, aumentaron su popularidad hasta que comenzó la “tulipán manía”; una locura que duró entre 1634 y 1637. Todo era una gran apuesta. Todos esperaban que el bulbo que habían comprado produjera una flor multicolor, que supuestamente era muy valiosa.
La gente compraba y vendía bulbos por centenares, e incluso miles, de dólares; mucho dinero, en aquel entonces. Algunos hasta vendían todo lo que tenían para comprar un bulbo o dos. Eventualmente, la “tulipán manía” fue disminuyendo. Y entonces ¿qué? Todo lo que quedó fue un montón de bulbos de tulipán… y muchas personas insatisfechas.
La satisfacción en la vida no proviene del dinero o de lograr ganancias rápidas. No es el resultado de bienes terrenales. En Eclesiastés 2, el sabio rey Salomón informó que él lo tenía todo: casas y viñas, jardines y parques, músicos y esclavos. Era dueño de más animales que cualquier otra persona en Jerusalén, y poseía mucho oro y plata.
Todo lo que quería era suyo. Pero, al final, concluyó reconociendo: “…vi que todo era absurdo, un correr tras el viento, y que ningún provecho se saca en esta vida”.
Jesús sabía que nada en este mundo puede traer satisfacción y contentamiento; ni el dinero, ni el tulipán más valioso, nada. Él dio un consejo mejor. Dijo: “Más bien, acumulen para sí tesoros en el cielo, donde ni la polilla ni el óxido carcomen, ni los ladrones se meten a robar. Porque donde esté tu tesoro, allí estará también tu corazón”.

Tomado de Devocionales para menores
En algún lugar del mundo
Por Helen Lee Robinson

SOMOS HEREDERAS DE LAS RIQUEZAS CELESTIALES

Así que mi Dios les proveerá de todo lo que necesiten, conforme a las gloriosas riquezas que tiene en Cristo Jesús. Filipenses 4:19.

Cuando leemos las palabras que Jesucristo nos dice: “Pidan, y se les dará”, creo que no pensamos en la magnitud de dicha declaración. Nuestra mente es limitada y apenas podemos entender que Dios satisfará medianamente nuestras necesidades materiales y espirituales básicas. Sin embargo, lo que está más allá de nuestro entendimiento, lo que no podemos entender a cabalidad, es que Dios quiera hacernos partícipes de todos los tesoros del cielo y de la tierra.
La visión que tenemos de los dominios del Señor es pobre y escasa. Quizá ni siquiera podamos imaginar los bienes perecederos que podríamos obtener en esta tierra, muchísimo menos creer que las riquezas eternas de Dios también están a nuestra disposición. “Así que no se afanen por lo que han de comer o beber; dejen de atormentarse. El mundo pagano anda tras todas estas cosas, pero el Padre sabe que ustedes las necesitan. Ustedes, por el contrario, busquen el reino de Dios, y estas cosas les serán añadidas” (Luc. 12:29-31).
Muchos consideran que pueden disponer a su antojo de los bienes que Dios les ha concedido. La actitud que nosotras asumamos respecto a los bienes terrenales es parte de la preparación que nos permitirá ser partícipes de las riquezas celestiales.
Si nuestra vida aquí se caracteriza por el despilfarro y el derroche de lo poco o mucho que tenemos; si somos egoístas y mezquinas con los pobres y desamparados; si escatimamos compartir nuestros bienes para que la obra de Dios en esta tierra termine; indudablemente no estaremos preparadas para ser herederas de las riquezas celestiales.
Por el contrario, si un espíritu de dadivosidad nos mueve a compartir lo que tenemos con los pobres; si con generosidad proveemos para el avance de la obra de Dios en esta tierra, y usamos responsablemente los bienes materiales que Dios nos ha dado por su gracia y misericordia, estaremos preparadas para administrar las bodegas celestiales.
Amiga, revisa tu bolso antes de salir, y proponte usar con responsabilidad los recursos que Dios ha puesto en tus manos. Su consejo respecto a las posesiones terrenales es: “Las riquezas no son eternas ni la fortuna está siempre segura” (Prov. 27:24).

Tomado de Meditaciones Matutinas para la mujer
Aliento para cada día
Por Erna Alvarado

COMPARTIR A JESÚS


Habiendo comido, recobró las fuerzas. Saulo pasó varios días con los discípulos que estaban en Damasco, y en seguida se dedicó a predicar en las sinagogas, afirmando que Jesús es el Hijo de Dios (Hechos 9:19, 20).

Saulo de Tarso era un hombre profundamente religioso y celoso de su fe. Un día, mientras se dirigía a Damasco, tuvo un espectacular encuentro con Jesús. Nunca volvió a ser el mismo después de aquella experiencia. Poco a poco fue descubriendo las bondades del sacrificio de Jesús y la multiforme gracia de Dios. Así fue como se convirtió en el apóstol Pablo, una persona que decidió dedicar su vida a proclamar las buenas nuevas de salvación a todo el mundo. Simplemente, no podía guardarse para sí mismo un mensaje que podía cambiar la vida de mucha gente.
¿Alguna vez has compartido una buena noticia con tus amigos? Seguro que sí. Cuando obtienes buenas calificaciones o tu equipo gana un partido clave, lo más normal es que des la noticia a varias personas. Y es que las buenas noticias son precisamente para disfrutarlas con los demás.
Quiero decirte que hablar de Jesús con tus amigos es precisamente eso: dar una buena noticia. ¡Jesús es el Hijo de Dios! Esta verdad tiene muchísimo significado. Además, si has tenido un encuentro personal con el Señor, equivalente al que tuvo el apóstol Pablo, será difícil que permanezcas callado. La presencia de Jesús en la vida de un joven conlleva soluciones a los problemas, oportunidades de desarrollo, así como una sólida amistad que diluye las confusiones de la existencia. ¡Eso quiere decir que no puedes dejar de esparcir la gran noticia!
Lo más interesante es que esta noticia extraordinaria se puede transmitir de muchas maneras. Por ejemplo, están los métodos tradicionales, como hablar con tus amigos sobre las interesantes verdades del evangelio, orar con ellos o invitarlos a estudiar la Biblia. Pero en la actualidad también existen algunos métodos que nos ha traído la tecnología, como enviar un mensaje con tu teléfono móvil, insertando un breve texto en tu muro de Facebook o en Twitter, elaborando un breve video para luego subirlo a Youtube. En realidad, hay muchas maneras de llevar este mensaje a los demás.
Finalmente, ¿te has preguntado por qué Dios insiste en que te integres a los heraldos del mensaje de salvación? Porque la testificación es una forma de convivir con Jesús y experimentar su poder en nuestras vidas. Compartir a Jesús cambiará tu propia vida y te ayudará a entender nuevas facetas del amor de Dios.
Hoy, decide compartir a Jesús con alguien más. Él se encargará del resto.

Tomado de Meditaciones Matutinas para jóvenes
¿Sabías que..? Relatos y anécdotas para jóvenes
Por Félix H. Cortez

LA ESCALERA AL CIELO

No es otra cosa que casa de Dios, y puerta del cielo. Génesis 28:17.

Jacob no tenía un carácter perfecto. Pecó contra su padre, su hermano, su propia alma, y contra Dios. La inspiración registra fielmente las faltas de los hombres buenos que fueron distinguidos por el favor de Dios; en realidad, sus defectos resaltaban más que sus virtudes… Fueron asaltados por tentaciones y a menudo fueron vencidos por estas, pero estuvieron dispuestos a aprender en la escuela de Cristo. Si se nos hubieran presentado estos personajes como seres perfectos, podríamos desanimarnos en nuestra lucha por alcanzar la justificación…
Muestra que Dios de ninguna manera admitirá al culpable. El ve el pecado en sus más favorecidos, y los castiga incluso con mayor ahínco que a los que tienen menos luz y responsabilidad. Pero, en contraste con los pecados y los errores de la humanidad, se presenta un carácter perfecto: el del Hijo de Dios, quien revistió su divinidad de humanidad, y caminó como hombre entre los hijos de los hombres…
Jacob obtuvo por fraude la bendición destinada a su hermano. Dios le había prometido a él la primogenitura, y la promesa se habría cumplido a su tiempo si él hubiera estado dispuesto a esperar. Pero como a muchos que ahora profesan ser hijos de Dios, le faltaba fe y pensaba que debía hacer algo él mismo, en lugar de dejar las cosas sumisamente en las manos del Señor…
Al seguir su camino solitario, se sentía sumamente decaído y desanimado…
Pero Dios no abandonó a Jacob. Su misericordia alcanzaba todavía a su errante y desconfiado siervo, aunque permitiera que le llegasen aflicciones hasta que aprendiera la lección de una sumisión paciente. Compasivamente, el Señor reveló a Jacob precisamente lo que necesitaba: un Salvador…
Cansado de su viaje, el peregrino se acostó en el suelo, con una piedra por cabecera. Mientras dormía, vio una escalera clara y reluciente “que estaba apoyada en tierra, y su extremo tocaba en el cielo” (Gén. 28:12). Por esta escalera subían y bajaban ángeles; en lo alto, estaba el Señor de la gloria, quien se dirigió a Jacob con palabras de ánimo maravillosas. Le aseguró a Jacob que había sido guardado divinamente en su ausencia del hogar, y que le sería dada la tierra que habitaba como exiliado y fugitivo, a él y su posteridad -Signs of the Times, 31 de julio de 1884; parcialmente en Patriarcas y profetas, pp. 182, 183.

Tomado de Meditaciones Matutinas para adultos
Desde el Corazón
Por Elena G. de White