martes, 25 de agosto de 2009

ORACIÓN DE FE

Todos, en un mismo espíritu, se dedicaban a la oración, junto con las mujeres y con los hermanos de Jesús y su madre María (Hechos 1: 14).

Como familia decidimos ir a Montemorelos para que mi esposo se preparara para servir al Señor en el ministerio. Sin embargo, me sentía triste porque me alejaba de mis padres, y más porque papá sufría de insuficiencia renal, pero confiaba totalmente en Dios, e hice mía la promesa de Jesús al decir que todo lo que pidamos en oración, creyendo lo recibiremos (Mat. 21: 22). Mi padre llevaba seis años en espera de un transplante de riñon. En el verano del 2005 mi esposo llevaba a su cargo un grupo de muchachos a Villahermosa, Tabasco, para colportar, así que yo me enlisté como col-portora en su grupo. Cada día, al salir y regresar del trabajo, oraba por mi padre e hijos. Una tarde cuando regresé, sentí gran necesidad de hablar con Dios, tomé tiempo y me aparté para orar: rogué para que el transplante que mi padre necesitaba se encontrara compatible y lo llamaran para colocárselo. Verlo sufrir me causaba mucho dolor, y en esa oración lloré y derramé mi alma a Dios. Cuando terminé sentí gran tranquilidad en mi corazón. Como a las dos horas, llegó un mensaje a mi teléfono celular en el que me avisaban que mi padre había sido transplantado días atrás y que ahora estaba grave en el Centro Médico La Raza de la Ciudad de México. En ese momento tenía varios compromisos de trabajo, así que le pedí a mi esposo y a una compañera que me apoyaran, y al día siguiente salí con rumbo a la Ciudad de México. Al llegar al hospital pedí el pase de visita y subí a verlo. Me preparé para lo peor. Esperaba verlo en su cama moribundo, pero qué gran sorpresa me llevé. Lo encontré de pie dándole ánimos a una persona que se encontraba en una condición semejante a la suya. Sentí una gran alegría al verlo así y darme cuanta que el mensaje que había recibido estaba un poco alterado. Mi querida hermana, hoy puedo decir que nuestro Padre celestial cumple fielmente sus promesas. Si hay algo en tu corazón por lo que has pedido muchas veces, no desistas y sigue orando. Dios te contestará en el momento preciso, ponió a prueba, haz tuya la promesa y él responderá de la mejor manera.

Irais López de Monroy
Tomado de la Matutina Manifestaciones de su amor.

NADA ES DEMASIADO DIFÍCIL PARA DIOS

Dios es quien me salva; tengo confianza, no temo. El Señor es mi refugio y mi fuerza, él es mi salvador. Isaías 12: 2

Cuando en la vida nos sucede una tragedia, nuestra primera respuesta suele ser: «No, no puede ser verdad». Pero una vez que somos capaces de aceptarla, el siguiente pensamiento es: «¿Por qué sucedió?» La gente suele sacar tres conclusiones distintas cuando cree en Dios pero no tiene fe en él. «Dios tiene que estar demasiado ocupado para darse cuenta de lo que sucede en mi vida. Me parece que no puedo depender de él. Tendré que cuidar de mí mismo». «Ya sé que Dios lo ve todo, pero quizá no se preocupe por lo que me sucede. Creo que tendré que ocuparme yo de mis asuntos». «Dios debe haberme castigado por que soy malo. Mejor me protejo de él». ¿Ves qué sucede cuando la gente pierde la fe en Dios? En lugar de acercarnos más d él, buscamos en nosotros mismos la solución a nuestros problemas. Por otra parte, si creemos que el amor de Dios y su cuidado nos cubren completamente, podremos estar seguros de que todo lo que ocurra habrá pasado por su inspección y lleva añadida una bendición. Quienes aprenden a confiar plenamente en él no viven resentidos por lo que les sucede. No necesitan preocuparse por lo que les pueda traer el futuro. Tienen la completa seguridad de que él puede tomar la peor de las situaciones y usarla para que obre en nuestro favor. Quizá no podamos imaginarnos cómo Dios pueda volver una tragedia en una bendición, pero esto hace que todo sea más emocionante cuando sucede.

Tomado de la Matutina El viaje Increíble.

DIOS ES NUESTRO MAESTRO

Así ha dicho Jehová de los ejércitos, Dios de Israel: «Ve y di a los varones de Judá, y a los moradores de Jerusalén: "¿No aprenderéis a obedecer mis palabras?", dice Jehová». Jeremías 35: 13

Una maestra visitó a la madre de un alumno y la informó de que Juanito no estaba colaborando todo lo que podía en su educación. Cuando la profesora se fue, la madre le pidió a Juanito una explicación. «Bueno, verás», dijo Juanito, •«ella sencillamente no enseña nada que yo quiera aprender». Nuestro texto de hoy dice que Dios hizo una pregunta incisiva al pueblo de Judá y a sus dirigentes: «¿No aprenderéis a obedecer mis palabras?» El problema no era que se les dificultara aprender, sino que no querían aprender. Pablo recordó a los creyentes de Roma (Rom. 10:6-8) las palabras que Dios dirigió al pueblo antes de entrar en la tierra prometida: «Porque este mandamiento que yo te ordeno hoy no es demasiado difícil para ti, ni está lejos. No está en el cielo, para que digas: ¿Quién subirá por nosotros al cielo, y nos lo traerá y nos lo hará oír para que lo cumplamos? Ni está al otro lado del mar, para que digas: ¿Quién pasará por nosotros el mar, para que nos lo traiga y nos lo haga oír para que lo cumplamos? Porque muy cerca de ti está la palabra, en tu boca y en tu corazón, para que la cumplas» (Deut. 30:11-4). No hay nada misterioso, ni difícil, en los mandamientos y en la voluntad de Dios para su pueblo. Es tan sencillo que solo quiere disposición del corazón para comprenderlos y cumplirlos. Es cierto que la teología bíblica es profunda, y tiene misterios insondables. Hay maravillas y tesoros de conocimientos ocultos en la mina inconmen­surable de la Palabra de Dios. Pero el cristiano no necesita saber todos esos misterios para servir a Dios. El mandamiento que Dios ordenó «no es demasiado difícil para ti». El que quiera obedecerlo, puede hacerlo, con todos los medios de la gracia que Dios nos ha dado. Lo malo es que algunos «siempre están aprendiendo, y nunca pueden llegar al cono­cimiento de la verdad» (2 Tim. 3: 7). La Biblia dice: «Mi pueblo fue destruido porque le faltó conocimiento» (Ose. 4: 6). Pero la falta no es de Dios ni de sus mandamientos. Su pueblo nunca terminó su aprendizaje. Desde antes de entrar en la tierra prometida, Moisés se dirigió así a sus integrantes:«¿Así pagáis a Jehová, pueblo loco e ignorante?» (Deut. 32: 6). Eran ignorantes voluntarios. Dios ha dicho: «Te enseñaré el camino en que debes andar» (Sal. 32: 8). Aprendamos de nuestro Maestro.

Tomado de la Matutina Siempre Gozosos