sábado, 3 de septiembre de 2011

YO TE SEGUIRÉ

Si alguien quiere venir en pos en de mí, niéguese así mismo, tome su cruz y sígame (Mateo 16:24).

Es relativamente fácil ser discípulo de alguien cuando todo con esa persona marcha bien. De hecho, Jesús tuvo seguidores que iban con él «por los panes y los peces». Sin embargo, seguir a Cristo no siempre nos proporciona panes y peces, sino todo lo contrario. Como él mismo dijo: «En el mundo tendréis aflicción, pero confiad, yo he vencido al mundo» (Juan 16: 33).
¿Qué significa ser un seguidor de Cristo? La pluma inspirada responde a esta pregunta de forma magistral: «Los seguidores de Cristo deben manifestar las características de su Señor ante el mundo. No deben descuidar su deber o dejar de prestarle la debida atención, ni tampoco deben ser indiferentes a su influencia, porque deben ser los representantes de Jesús en el mundo» (Review and Herald, 3 de diciembre de 1889).
Todos ejercemos una influencia; nuestras palabras y acciones dejan una impresión indeleble sobre los demás. Es nuestro deber vivir para el bien de los que nos rodean, y no pensando únicamente en nosotras mismas o dejándonos manejar por nuestros sentimientos. Tampoco debemos estar tan preocupadas, cansadas y agobiadas, que no podamos seguir llevando la fragancia de Cristo a los demás. Recordemos que solo tenemos una vida para vivir, y que Jesús vino a nuestro mundo para enseñamos a vivirla de modo que podamos representar su carácter.
Dios requiere que nos comportemos con dignidad en las pruebas y en las tentaciones. El Varón de dolores, experimentado en quebranto, está ante nosotros como nuestro ejemplo y nos dice: «Al vencedor le concederé que se siente conmigo en mi trono, así como yo he vencido y me he sentado con mi Padre en su trono» (Apoc. 3: 21).
Atrévete a decirle a Cristo: «Señor, yo te seguiré, sin importar las circunstancias. Ayúdame a ser una hija tuya, digna representante de tu reino, y un día, cuando reúnas las coronas de victoria, que puedas poner una sobre mi cabeza en señal de triunfo».
«El que a mí viene, no lo echo fuera» (Juan 6: 37).

Tomado de meditaciones matutinas para mujeres
De la Mano del Señor
Por Ruth Herrera

AGRADECIDOS

Dad gracias en todo, porque esta es la voluntad de Dios para con vosotros en Cristo Jesús. 1 Tesalonicenses 5:18.

En una noche calurosa de octubre acompañé al equipo de voleibol del colegio a jugar la final de un campeonato organizado por la municipalidad. Los había acompañado en la etapa de clasificación, y el equipo había demostrado sus méritos. Con cierto grado de esfuerzo llegaron a la final. Había nerviosismo y satisfacción, pues el campeonato reunía a todos los colegios de la zona. Antes de cada partido orábamos para que los nervios se disiparan y pudiéramos jugar con tranquilidad. El partido comenzó y fue más difícil de lo que esperábamos. Desde afuera yo los animaba con mis gritos y ovaciones; y cada vez que pedía un minuto los alentaba para que siguieran adelante a pesar del cansancio. El encuentro terminó cerca de la medianoche, y la victoria coronó los esfuerzos de mis alumnos.
Al día siguiente, delante de todo el alumnado en el patio escolar, se hizo una mención especial y se entregó el trofeo a este grupo de "héroes" que había representado tan bien al colegio. En los recreos, cada alumno contaba cómo había jugado con alto grado de profesionalismo, y relataban, desde su óptica, cuánto habían aportado a la gran hazaña. Pero aunque todos ellos recordaban muy bien el triunfo, habían olvidado que antes del partido solicitamos la ayuda y dirección divina por medio de la oración. Sin quererlo, se olvidaron de agradecer.
¿Te pasó alguna vez lo mismo? ¿Te ocurrió que le pediste al Señor su ayuda para obtener un buen puntaje en un examen, y cuando lo tuviste te olvidaste de agradecer? ¿Pasaste por la experiencia de recibir algún regalo que deseabas y habías pedido en oración, y una vez obtenido solo te acordaste de disfrutarlo? No te preocupes, es natural y humano olvidar, y como el apóstol Pablo sabía de este olvido generalizado, le encomendó a los cristianos de Tesalónica: "Dad gracias en todo".
Cada vez que tengas una alegría, una satisfacción, una meta alcanzada, un obstáculo superado o cualquier cosa que despierte tu emoción, no olvides darle gracias a Dios. Detente por un momento en las actividades del día, levanta tus ojos al cielo, y dile: "Gracias, Señor, por esta bendición que me hace feliz". Al comenzar esta mañana con tus actividades, recuerda agradecerle al Señor por la vida que te da.

Tomado de meditaciones matinales para jóvenes
Encuentros con Jesús
Por David Brizuel

EL PELIGRO DEL ORGULLO

Perfecto eras en todos tus caminos desde el día en que fuiste creado, hasta que se halló en ti maldad. Ezequiel 28:15.

De la perfección a la maldad. ¿Cómo es posible? Lucifer era perfecto, al salir de las manos del Creador. Pero, justamente por ser perfecto, necesitaba ser libre. Si no pudiese decidir, no sería libre; sería apenas un esclavo del bien, y no sería perfecto. Su tragedia fue pensar que podía vivir solo: decidió separarse del Creador y seguir un camino extraño. El orgullo es eso: la insensata idea de que puedes vivir solo.
Nadie puede; todos los seres creados somos dependientes. Vinimos de las manos del Creador, y solo seremos completos cuando nos volvamos a él. Pero, el orgullo te lleva a pensar que no necesitas de nadie; que eres autosu-ficiente y capaz de escoger tu propio camino. El resultado es que, lejos del Creador, aparece el deterioro. Lenta, imperceptiblemente al comienzo. Pero, cuando un día abres los ojos, no te queda otra cosa sino un remedo de la imagen de Dios con la que fuiste creado.
A lo largo de mi vida, he conocido jóvenes brillantes. Tenían un maravilloso futuro por delante; parecían un sol naciente, en las frías mañanas de invierno. Tal vez, justamente por eso creyeron que podían reinar, soberanos, en el escenario de su propia existencia. Hoy, queda poca cosa de ellos.
El origen del orgullo es un misterio; la Biblia no lo explica. Dios describe lo que sucedió pero, por algún motivo, no nos explicó el por qué y el cómo. Simplemente, nos muestra el triste destino de separarse de la Fuente permanente de la vida, que es él.
Si, por algún motivo, crees que puedes decidir solo, detente y piensa. Dios permitió que el ser humano organizase el tiempo en días, semanas, meses y años, quién sabe por eso: para darte la oportunidad de hacer un alto y reflexionar. Reflexionar es vivir; y vivir es corregir, todos los días, a cada instante, siempre que percibes que te estás yendo fuera del camino que un día el Creador te preparó.
Haz de este un día de reflexión. ¿Quién es el centro de tu vida y de tus decisiones? ¿Quién ocupa el primer lugar en tu existencia? Aprende de la historia. La historia de Lucifer es una historia triste, porque: "Perfecto era en todos sus caminos desde el día en que fue creado, hasta que se halló en él maldad"

Tomado de meditaciones matinales para adultos
Plenitud en Cristo
Por Alejandro Bullón