jueves, 21 de julio de 2011

TELAS DE ARAÑA - 2ª PARTE

Entonces Jesús le dijo: Ni yo te condeno; vete y no peques más. (Juan 8:11).

La sentencia estaba a punto de ser ejecutada. Pocos segundos separaban la vida de la muerte. Algunos se sentían satisfechos porque creían que se estaba haciendo justicia; otros, con lágrimas, luchaban contra la idea de no haber podido hacer nada para que la víctima fuera liberada. Muchos han experimentado la injusticia humana mientras otros juegan con el mal sin recibir su merecido. Pero la escena que se mostraba aquel día en el templo no pondría de manifiesto la justicia humana, sino la divina.
Era cierto que la mujer era culpable. ¡Había sido hallada en el mismo acto del adulterio! Y había testigos. ¿Te imaginas el complot? Los que pecaron con ella solo encontraron culpable a la mujer. ¿Y ellos? Hay personas que acusan porque quieren librarse de su propia culpa. Condenar a un culpable es la gran vía de escape para muchas conciencias. Y en realidad allí había muchos culpables. Jesús podía haber hecho un juicio público y haber revelado los secretos de cada acusador. Podía haberlos sentenciado por sus maldades, pero Cristo no condena, él salva.
Cuando soy condenada por los demás tengo un abogado que puede limpiar aún los residuos de la tela de araña con que me ha atrapado el pecado. Pero esto no me exonera de la condición de pecadora. Cristo no le dijo a la mujer cómo poner su vida en orden. Simplemente le dijo: «Ni yo te condeno, vete y no peques más». ¿Cómo no pecar más? Jesús no la había convertido en santa, no la habla tocado con una varita mágica para eliminar su inclinación al pecado. Jesús, mediante palabras llenas de amor y perdón, le estaba diciendo que, si lo aceptaba como Salvador, él cambiaría su vida.
Cristo no espera que tú cambies para ir en tu ayuda. Te dice que confíes en que él puede vencer lo que para ti es imposible. Cuando un insecto cae en una tela de araña, por más que luche no puede liberarse de ella, tiene que esperar que alguien más poderoso que él le dé la libertad. Dios es ese alguien. Acude a él.

Tomado de meditaciones matutinas para mujeres
De la Mano del Señor
Por Ruth Herrera

EL DON DEL SERVICIO

El Hijo del Hombre no vino para ser servido, sino para servir, y para dar su vida en rescate por muchos. Mateo 20:28.

Desde que el pecado entró al mundo, los hombres lucharon para ser servidos. Reyes, gobernantes, ricos y poderosos tenían la autoridad suficiente (o el dinero suficiente) para que otras personas los atendieran y los sirvieran. En la época de Cristo, este deseo de ser servido no estuvo ajeno a los apóstoles, quienes deseaban un lugar preferencial al lado del trono del Mesías. Jesús tuvo que explicarles que el reino espiritual que deseaba formar estaba asentado sobre bases diferentes. Les dijo: "Sabéis que los gobernantes de las naciones se enseñorean de ellas, y los que son grandes ejercen sobre ellas potestad. Mas entre vosotros no será así, sino que el que quiera hacerse grande entre vosotros será vuestro servidor, y el que quiera ser el primero entre vosotros será vuestro siervo" (Mat. 20:25-27).
El Maestro de Galilea deseaba que sus apóstoles recordaran que el don del servicio no era insignificante ante los ojos de Dios, y por eso les enseñó una lección que jamás olvidarían. Esa noche tenían que celebrar la pascua, y, aunque el aposento y la cena estaban preparados para recibir a Jesús y los doce discípulos, no había nadie para servir. "Los discípulos no hacían ningún ademán de servirse unos a otros. Jesús aguardó un rato para ver lo que iban a hacer. Luego él, el Maestro divino, se levantó de la mesa. Poniendo a un lado el manto exterior que habría impedido sus movimientos, tomó una toalla y se ciñó. Con sorprendido interés, los discípulos miraban, y en silencio esperaban para ver lo que iba a seguir. 'Luego puso agua en un lebrillo, y comenzó a lavar los pies de los discípulos, y a limpiarlos con la toalla con que estaba ceñido'. Esta acción abrió los ojos de los discípulos. Amarga vergüenza y humillación llenaron su corazón. Comprendieron el mudo reproche, y se vieron desde un punto de vista completamente nuevo" (El Deseado de todas las gentes, pp. 600, 601).
Según la Biblia, hay dones que son otorgados exclusivamente a ciertas personas, pero todos los cristianos hemos recibido el don del servicio. Si ves que en tu vida careces de este don, no dejes de pedírselo al mismo Maestro.

Tomado de meditaciones matinales para jóvenes
Encuentros con Jesús
Por David Brizuel

LA SOMBRA

Tanto que sacaban los enfermos a las calles, y los ponían en camas y lechos, para que al pasar Pedro, a lo menos su sombra cayese sobre alguno de ellos. Hechos 5:15.

Hay personas que jamás olvidamos: el tiempo pasa, la juventud se va, las arrugas aparecen, como surcos que abre el tiempo; pero, el recuerdo de ellas perdura. Su influencia es semejante a un perfume que insiste en quedar impregnado en la piel. Creo que Pedro era una de esas personas. Los últimos años de su vida, la gente seguía colocando lechos y camas con la idea de que, al pasar el apóstol, "a lo menos su sombra cayese sobre alguno de ellos".
Me emociona leer esto, porque este Pedro que las personas seguían por todos lados era el mismo que, una noche oscura y fría de invierno, había negado al Señor Jesús. En aquel momento, después de que el gallo cantara por tercera vez, el derrotado Pedro corrió desesperado, rumbo a las tinieblas de su propia consciencia. El martilleo de la culpa lo golpeaba, inclemente: había traicionado a su Maestro; lo había abandonado en el momento en que el Señor más lo necesitaba.
El rayar de un nuevo día encontró a un hombre hecho pedazos. El enemigo le susurraba: "Tú ya no vales nada, ¿por qué no te ahorcas, como lo hizo Judas?" En el silencio del alba, sin embargo, recordó aquella mirada de Jesús, al cruzar el patio del Templo. Humillado, azotado, burlado, el Maestro le expresó, en aquella mirada: "Tú, Pedro, lo arruinaste todo. Pero, yo vine para hacer todo de nuevo. Confía en mí; yo te sigo amando". Fue aquella mirada lo que lo animó a creer que era posible levantarse. Y se levantó. Cayó de rodillas, pidiendo perdón, y se irguió. Antes de levantarte, es necesario caer arrodillado, y reconocer que tú no puedes. El poder de Dios solo se manifiesta en el alma contrita y humilde.
Poco tiempo después, encontramos a Pedro ordenando al paralítico: "No tengo oro ni plata, pero lo que tengo te doy. En el nombre de Jesús te digo, levántate y anda". Y el hombre salió, saltando como un niño.
Sí, algunas personas van y vienen. Pero otras, como Pedro, llegan a tu vida y, a partir de ese momento, jamás eres el mismo: su influencia marca, impresiona e inspira.
Haz de este día un día de inspiración. Utiliza tu influencia para el bien. Pide a Dios que, por donde fueres, las personas deseen estar a tu lado, aunque sea para recibir tu sombra. Que tu vida y tu influencia sean como las de Pedro: "Tanto que sacaban los enfermos a las calles, y los ponían en camas y lechos, para que al pasar Pedro, a lo menos su sombra cayese sobre alguno de ellos".

Tomado de meditaciones matinales para adultos
Plenitud en Cristo
Por Alejandro Bullón