lunes, 23 de julio de 2012

FRÍAMENTE CALCULADO


«Tienen tanta sed los niños de pecho que la lengua se les pega al paladar. Piden los niños pan, pero no hay nadie que se lo dé» (Lamentaciones 4:4).

¿Alguna vez se te ha pegado la lengua al paladar? Los pobres bebés del versículo de hoy están tan sedientos y secos que sus lenguas se les pegan al paladar ¡Qué sufrimiento el de esos pequeños!
Espero que tu paladar nunca llegue a estar así de seco, pero hoy te voy a enseñar un pequeño truco con la lengua y el paladar ¿Alguna vez has comido helado rápidamente? ¿Qué ocurre? ¿Te duele la cabeza, verdad? ¡Se siente como si tu cerebro se estuviera congelando! En ese momento pega tu lengua al paladar; y te sentirás mejor mucho más rápido. Eso ocurre porque tu lengua calienta el techo de tu boca y hace que la sangre que fluye hacia el cerebro alcance su temperatura normal.
A veces la gente puede ser tan fría como el helado. Incluso calculan de manera fría el daño que hacen a los demás. Como un seguidor de Jesús puedes hacer que las cosas alcancen su temperatura normal. Sé siempre bondadoso y amigable y muéstrate dispuesto a ayudar a los que te rodean. Si eres una persona cálida, puedes calentar de forma lenta, pero con seguridad, a todos aquellos que actúan fríamente al hacer el mal.

Tomado de Devocionales para menores
Explorando con Jesús
Por Jim Feldbush

LAS MANOS

Entonces le fueron presentados unos niños para que pusiera las manos sobre ellos  orara; pero los discípulos los reprendieron (Mateo 19:13).

Un día, mientras estaba sentada en una silla con las manos en mi regazo, procedí a mirármelas con una atención e interés inusuales. Pensé en lo útiles que pueden ser las manos, ya sea que tengan una apariencia delicada, o se vean maltratadas y arrugadas. Se dice que las manos son una viva expresión de la persona. Cuando deseas consolar a alguien lo acaricias con cariño; a un niño cuando llora lo tomas de las manos para luego llevarlo hasta tu pecho. Asimismo, para quienes no poseen el don del habla, son un medio eficaz de comunicación.
Hay unas manos en extremo hermosas; unas manos que un día fueron clavadas en una cruz para mostrar al mundo el gran amor de su dueño. Esas manos fueron horadadas para que todos nosotros encontráramos en él la solución al pecado, la muerte y el dolor. Las manos de nuestro amante Salvador siempre están extendidas hacia nosotros. Fueron el medio que utilizó para curar a los enfermos, y el que utilizaron los apóstoles al seguir su ejemplo: «Sobre los enfermos pondrán sus manos y sanarán» (Mar. 16:18).
En Emaús, el Señor tuvo que mostrarles las manos a dos de sus discípulos, con el fin de que creyeran que era él: «Mirad mis manos y mis pies, que yo mismo soy.  Palpad y ved» (Luc. 24:39). Elena G. de White afirma: «El amante Jesús la guiará paso a paso con tal de que usted ponga su mano en la de él y le permita que le guíe» (Cada día con Dios, p. 61).
La incredulidad nos lleva en ocasiones a imitar a Tomás: «Si no veo en sus manos la señal de los clavos y meto mi dedo en el lugar de los clavos, y meto mi mano en su costado, no creeré» (Juan 20:25).
Jesús está dispuesto, como lo estuvo en el pasado, a que hurguemos en sus llagas y heridas, por doloroso que sea. Sus manos reflejan amor, misericordia y salvación. Hermana, ¡ojalá que el Señor nos enseñe a utilizar nuestras manos como un instrumento de amor en la misma forma en que él las empleó!

Tomado de Meditaciones Matutinas para la mujer
Una cita especial
Textos compilados por Edilma de Balboa
Por Rosita Val

UNA «FELIZ» EQUIVOCACIÓN


El Señor te pondrá en el primer lugar y no en el último. Deuteronomio 28:13.

Juancito era uno de esos alumnos que ningún maestro quiere tener en su clase. Molestaba a sus compañeros, y no le daba importancia a sus calificaciones. Hasta que ocurrió algo muy curioso, según cuenta el escritor James Dobson.
Un día se celebraba la reunión de padres y representantes con los maestros de la escuela. Entonces la mamá de Juancito se acercó al nuevo maestro de su hijo.
—Maestro, ¿cómo se está portando mi Juancito?
—Señora, usted no tiene idea de lo feliz que me siento al tener a Juancito en mi clase. Me llena de satisfacción ser su maestro.
La asombrada madre agradeció al maestro esas palabras y, al llegar a su casa, le contó a su hijo lo ocurrido. Lo que ella no sabía es que había otro Juancito en la clase (Juancito «el bueno»), y que el maestro se estaba refiriendo a ese otro, no a Juancito «el malo».
Al día siguiente Juancito, «el malo» se acercó a su maestro.
—Mi madre me contó lo que usted le dijo. Jamás un maestro dijo eso de mí.
Ese día Juancito hizo sus tareas escolares y no fastidió a sus compañeros. Al regresar a su casa hizo sus tareas sin que nadie lo obligara. Y en los días que siguieron, sucedió exactamente lo mismo. En poco tiempo, Juancito llegó a ser uno de los mejores alumnos de la clase (en Alice Gray, Stories for the Family 's Heart [Relatos para el corazón familiar], p. 82).
¿Qué produjo el milagro? La «feliz» equivocación de un maestro que se expresó bien de un alumno «malo», creyendo que se trataba del «bueno». Al parecer, Juancito «el malo» solo necesitaba que alguien, aunque fuera por equivocación, le dijera una palabrita de estímulo.
¿Hay en tu familia o entre tus amigos alguien al que todos consideran «un fracaso»? Quizás todo lo que necesita esa persona es una palabra de ánimo. Y quizás tú eres la persona que podría decirle esa palabra.
¿O eres tú ese que los demás consideran un fracaso? Pues si este es el caso, no aceptes que nadie te diga que no sirves. Recuerda que Dios te ha dado talentos para que estés «en primer lugar, no en el último».
Nunca dejes de creer en ti, porque Dios cree en ti.
Amado Padre, hoy quiero hacer lo mejor, e inspirar a otros a hacer lo mismo.

Tomado de Meditaciones Matutinas para jóvenes
Dímelo de frente
Por Fernando Zabala

OBEDECER ES AMAR


«Hijitos míos, no amemos de palabra ni de lengua, sino de hecho y en verdad» (1 Juan 3:18).

Todo el mundo admira la obediencia de los perros hacia sus amos. Un día un caballero conoció a un hombre cuyo perro acababa de morir en un incendio forestal. Afligido, el hombre explicó cómo había sucedido. Como trabajaba al aire libre, solía llevar al perro consigo. Aquella mañana, dejó al animal en un claro y le ordenó que se quedara a vigilar la bolsa donde llevaba el almuerzo mientras él entraba en el bosque. Entonces se declaró un incendio y pronto el fuego se extendió al lugar donde estaba el perro, pero él no se movió. Se quedó dónde estaba, en perfecta obediencia a la palabra de su amo. Con ojos llorosos, el dueño del perro dijo: «Tendría que haber ido con cuidado al darle la orden, porque sabía que la obedecería al pie de la letra».
La obediencia es característica de los que aman a Dios y el punto de partida de la verdadera santidad. «Al obedecer a la verdad, mediante el Espíritu, habéis purificado vuestras almas para el amor fraternal no fingido. Amaos unos a otros entrañablemente, de corazón puro» (1 Ped. 1:22).
Las personas que dicen que han recibido a Cristo como su Salvador y, sin embargo, persisten a sabiendas en la desobediencia, de hecho, no lo han recibido en absoluto. Cuando Jesús nos perdona, también nos da el espíritu de obediencia.
¿Es posible que la obediencia a Dios llegue a ser excesiva? ¡De ningún modo! Las Escrituras dicen:
« El que es fiel en lo muy poco, también en lo más es fiel» (Luc. 16:10). Esto es así porque el todo es la suma de sus partes. La persona que es obediente en las cosas pequeñas es obediente; y no hay más que decir. La persona que es desobediente en las cosas pequeñas, sencillamente es desobediente.
¿Se salvarán los desobedientes? La respuesta es sí y no. Dios salvará a quienes vivieron según la luz que recibieron, pero no puede salvar a quienes desobedecen deliberadamente. En realidad, quien persiste en la desobediencia, combate lo que Jesús intenta hacer con su vida, porque con él siempre se siente el deseo de obedecer.
Usted sabrá si tiene a Jesús y si quiere obedecerlo. Basado en Lucas 6:46

Tomado de Meditaciones Matutinas
Tras sus huellas, El evangelio según Jesucristo
Por Richard O´Ffill