domingo, 26 de julio de 2009

UN ÁNGEL GUARDIÁN

Porque tú, Señor, bendices a los justos; cual escudo los rodeas con tu buena voluntad (Salmo 5: 12).

Era una mañana de primavera cuando mi tía Ruth recibió la noticia que su madre se había puesto delicada de salud. Inmediatamente empacó algo de ropa y en compañía de su esposo e hijos emprendió un viaje de ocho horas de camino hasta la casa de su madre. Estuvieron unos días con ella hasta que la abuela se sintió mejor y decidieron que era tiempo de regresar. Cuando llegaron, mi tía pidió las llaves de la casa a su esposo, pero éste no las tenía, tampoco sus hijos, entonces ¿quién fue el que cerró la puerta de la casa cuando salieron? Inmediatamente se dieron cuenta que, con las prisas, habían dejado la puerta de la casa abierta. Todos los vecinos eran gente honorable, pero muchas veces por las noches venían chicos de otras colonias para ver qué podían conseguir fácilmente. La familia inclinó su rostro y suplicó a Dios que le diera la tranquilidad y la confianza de saber que su casa había estado protegida. Al entrar, efectivamente, la puerta estaba abierta, pero nada hacía falta. Revisaron cuidadosamente cada rincón y todo estaba en su lugar. Nuevamente se arrodillaron y agradecieron a Dios por el cuidado de sus pertenencias. Como sucede en los pueblos, inmediatamente llegaron los vecinos a saludar y preguntar cómo les había ido en su viaje y también a contar los últimos acontecimientos del vecindario. Pero lo que ellos realmente deseaban cono­cer era la identidad de ese buen hombre que mis tíos habían dejado al cuidado de su hogar. Todas las tardes cuando el sol comenzaba a caer, llegaba y se sentaba a la puerta de la casa hasta que amanecía, y cuando los primeros rayos volvían a aparecer, con mucha solicitud cerraba la puerta y se marchaba. Por demás está decir que mis tíos no dejaron ningún velador o guardia en su casa. Pero Dios envió a su ángel cada noche para cuidar sus pertenencias. Mi abuela decía que cuando un bebé reía era porque veía a su ángel. Nunca supe si eso es cierto, lo que te puedo decir es que vi a mi hija muchas veces reír, y sí, sé de muchas maneras que su ángel la libró incluso de la muerte. Los ángeles son reales y no solo cuidan tu integridad física, sino también se preocupan por las pequeñas cosas que a ti te preocupan. Gracias, Señor, por los ángeles.

Sandra Díaz Rayos
Tomado de la Matutina Manifestaciones de su amor

HACER LO CORRECTO

Ustedes no han pasado por ninguna prueba que no sea humanamente soportable. Y pueden ustedes confiar en Dios, que no los dejará sufrir pruebas más duras de lo que pueden soportar. Por el contrario, cuando llegue la prueba. Dios les dará también la manera de salir de ella, para que puedan soportarla.1 corintios 10: 13

El día de la feria Laurie se mantuvo ocupada para no tener tiempo de pensar en la competición estatal. Durante toda la tarde fue ganando escarapela tras escarapela. Y sucedió lo que tenía que suceder. El vocal del jurado tomó el micrófono. —Laurie Neal ha acumulado suficientes puntos para competir en el campeonato estatal que tendrá lugar en dos semanas. Felicidades, Laurie. El público aplaudió mientras Laurie se daba cuenta de que había llegado el momento de la verdad. Antes de cambiar de idea, desmontó, entregó las riendas al jinete que estaba junto a ella y anduvo hacia el estrado de los jueces. Oró pidiendo a Dios que le diera la fuerza necesaria para hacer lo correcto. —¿Puedo ayudarte en algo? —dijo el ayudante del vocal. -Esto... soy... Laurie Neal y necesitaría que borraran mi nombre de la lista de clasificados para la competición estatal para que otra persona pueda ir en mi lugar. La señora miró a Laurie durante unos segundos. Luego se encogió de hombros y tachó el nombre de Laurie. Laurie llevó su caballo al establo. Su jefe y los demás jinetes de su club nunca entenderían por qué se había retirado. Pero estaba bien. Laurie sabía que había hecho lo correcto. (Mañana hay más.)

Tomado de la Matutina El viaje increíble.

DEJEMOS DE HABLAR DELA MISIÓN

Recorría Jesús todas las ciudades y aldeas, enseñando en las sinagogas de ellos, y predicando el evangelio del reino, y sanando toda enfermedad y toda dolencia en el pueblo. Mateo 9: 35

La misión divina demanda que contemplemos las cosas como las veía Jesús, que las sintamos como las sentía él, que vayamos a los sitios como lo hacía el Salvador. Esa misión exige que oremos fervientemente al Señor de la cosecha (Luc. 10: 2). Por último, demanda que nosotros mismos nos entreguemos a la misión. Ya liego el tiempo en que debemos dejar de hablar acerca de la misión y dedicarnos en cambio a hacer la misión. Jesús vino del cielo a la tierra. ¡Fue el primer y el más grande misionero de todos los tiempos! Cumplió la gran misión de revelar el amor de Dios, su gracia y su misericordia. Jesús vino a donde nosotros estábamos y se encarnó. Por así decirlo, nosotros también nos encarnamos para cumplir la misión. Por eso no solo enviamos vídeos o libros a las personas que necesitan ser alcanzadas. Vamos a esas personas porque nada puede reemplazar nuestro lugar entre ellas, cumpliendo así nuestra misión personalmente, "en la carne". La misión divina significa, finalmente, que nosotros debemos participar. Juan 3: 16 no dice que Dios amó tanto al mundo que nombró un comité o una fuerza de trabajo. No. Envió a su Hijo. En una de las escenas más dramáticas de la Biblia, Dios se dirige a Moisés con estas palabras: «Bien he visto la aflicción de mi pueblo que está en Egipto, y he oído su clamor a causa de sus exactores; pues he conocido sus angustias. Y he descendido para librarlos de mano de los egipcios» (Éxo. 3: 7, 8). Ese es el corazón de la misión. Dios no es una autoridad lejana. Es un Dios cercano, próximo. Para ti, no es tanto un Dios que esté en todas partes como un Dios que está donde estás tú. Dios está aquí. Adentro. Está contigo. Es Emanuel, «Dios con nosotros». Y tú estás para ser la extensión de la cercanía de Dios en su gran misión de alcanzar este mundo. Tienes que ir. Tienes que contemplar las cosas como las veía Jesús. Tiene que sentir niño él sintió. Tienes que orar al Señor de la mies para que envíe obreros a recoger la cosecha. Desde luego, la misión divina demanda que actuemos, que hagamos algo por salvar a los perdidos. Acude hoy al Señor, y dile: «Señor, deseo ser parte de lo que estás haciendo. Quiero ir a recoger la cosecha».

Tomado de la Matutina Siempre Gozosos