viernes, 13 de enero de 2012

UN JOROBADO FELIZ

«Cuando los camellos terminaron de beber, el hombre tomó un anillo de oro que pesaba como seis gramos, y se lo puso a ella en la nariz. También le dio dos brazaletes de oro que pesaban más de cien gramos» (Génesis 18:11).

Camellos, camellos y más camellos. Están por todas partes en la Biblia. ¡Dejemos de caminar hoy y demos un paseo en camello! Los camellos eran como los vehículos de los tiempos antiguos. En ellos la gente trasportaba los víveres, iba a la iglesia, e incluso paseaba los domingos para disfrutar de la naturaleza.
Pero para mí lo más maravilloso de los útiles camellos es que pueden pasar meses sin tomar agua. Los camellos toman grandes cantidades de agua de una sola vez cuando tienen sed. El agua que beben se queda almacenada en las jorobas que tienen en su espalda. Podemos darnos cuenta de cuándo un camello necesita agua porque su joroba comienza a desinflarse.
Dios hizo a los camellos de una manera maravillosa. Son animales sumamente útiles. Nosotros también podemos ser útiles para Dios gracias a los dones y talentos que nos ha dado. A través de ellos, podemos darlo a conocer a otras personas de una mane especial. Pidámosle hoy que nos use para que otros conozcan su amor

Tomado de Devocionales para menores
Explorando con Jesús
Por Jim Feldbush

TENER A CRISTO ES TENERLO TODO

Se vivir humildemente y sé tener abundancia, en todo y por todo estoy enseñado, así para estar saciado como para tener hambre así para tener abundancia como para padecer necesidad. (Filipenses 4:12)

Las mujeres modernas, por lo general, tienden a ser económicamente competitivas y recelosas unas de otras. Muchas ni siquiera se atreverían a invitar a grupo de amistades a su casa si esta no está adecuadamente pintada, amueblada o decorada.
Como leí en una ocasión: «Trabajamos duro para tener casas hermosas ¡en las que nunca hay nadie!». El resultado es el aislamiento, y junto a él acude su pariente directo: la soledad. Cuando la mujer no tiene el continuo apoyo de su marido, porque este siempre se encuentra fuera de casa, se coloca una enorme carga sobre la relación conyugal. El hombre deja de ser ese compañero que la esposa necesita, y esta vive socialmente frustrada. La mujer necesita establecer una red de amigas con quienes conversar, reír, afligirse, soñar y recrearse. Hay miles de mujeres que tienen la misma necesidad; si tú eres una de ellas, intégrate de la mejor manera posible, impartiendo estudios bíblicos, participando de grupos de oración o de clases bíblicas. Pero todos los medios, evita encerrarte entre las cuatro paredes de tu casa, sentada en el trono de la autocompasión.
Si encuentras voz y tiempo para orar, Dios hallará voz y tiempo para responder.
Recuerda que la vida es como un libro abierto en el cual hay paginas agradables, como la fragancia de las flores, y cuadros con paisajes hermosos. Recordarlos es vivir esos momentos llenos de dulzura y amor.
Podemos contarle a Dios nuestros más íntimos secretos, deseos y anhelos, porque su mirada escudriña los recovecos más íntimos del alma. Olvidémonos un poco de nuestras propias dolencias y dificultades y alabemos a Dios por su cuidado amoroso. Procuremos dedicar tiempo para compartir las promesas de Dios con quienes nos rodean.

Con cuánto amor y ternura
vibra el corazón cíe Dios por nosotras.
Ame las pruebas nos presta ayuda;
y en gozo cambia lodo triste duelo.
Para las heridas, tiene el bálsamo que sana.
En las flaquezas nos da su fuerza.
Compañía el brinda en la soledad.
Quien tiene a Cristo lo tiene todo;
Quien pierde a Cristo lo pierde todo.

Toma de Meditaciones Matutinas para la mujer
Una cita especial
Textos compilados por Edilma de Balboa
Por Blanca Dalila R de Góngora, master en relaciones familiares.

LO QUE NADIE TE PUEDE QUITAR - 1

Como Daniel era un hombre honrado, no le encontraron ninguna falta; por lo tanto no pudieron presentar ningún cargo contra él. Daniel 6:4.

«Algunas aves cruzan el pantano sin ensuciar sus alas —escribió Salvador Díaz Mirón—. ¡Mi plumaje es de esos!»
Sus palabras contradicen la opinión de quienes alegan que hay tanta maldad alrededor que, sencillamente, es imposible mantenerse puro y sin mancha. El problema de este razonamiento es que desconoce que hay personas que lograron «cruzar el pantano» de este mundo «sin ensuciar sus alas». Así lo demuestran los ejemplos de José en Egipto, de Daniel y sus tres amigos en Babilonia, y de Ester en Persia. Y todavía hoy, por más que sean una minoría, Dios tiene sus representantes en cada rincón de este mundo. Son aquellos jóvenes y señoritas que, como bien lo expresa Elena G. de White, «no se compran ni se venden» y «se mantienen de parte de la justicia aunque se desplomen los cielos».
¿Qué es lo que específicamente ha permitido a estos jóvenes conservarse puros al cruzar por el pantano? Creo que el caso de Daniel y sus amigos ilustra bien la respuesta. A estos muchachos los sacaron a la fuerza de su país para servir en una nación idólatra. Los rodearon de nuevas enseñanzas y de fuertes tentaciones, les cambiaron sus nombres e incluso les modificaron la dieta alimentaria. En otras palabras, de manera abrupta y radical, se vieron arrojados a toda una red de circunstancias nuevas y adversas. Sin embargo, no cedieron al mal ni en lo más mínimo. ¿Por qué? Porque no permitieron que las circunstancias externas cambiaran sus convicciones internas. Fuera de ellos existía la maldad propia de una corte corrupta e idólatra, pero dentro de ellos había un corazón puro y consagrado a Dios.
¿Cuál es la lección? Que no tienes por qué «ensuciarte al cruzar por el pantano». Aunque no tienes mayor control sobre el ambiente que te rodea (en el barrio, en la universidad, en los medios de comunicación), sí puedes controlar lo que hay en tu corazón (tus principios, tus convicciones, tus valores). La razón es muy sencilla:

LO QUE ESTÁ EN TU CORAZÓN NADIE TE LO PUEDE QUITAR

Padre celestial, a pesar de la maldad reinante, ayúdame a conservar puro mi corazón.

Tomado de Meditaciones Matutinas para jóvenes
Dímelo de frente
Por Fernando Zabala

EL SENTIMIENTO DE CULPA NO ES MALO

«La tristeza que es según Dios produce arrepentimiento para salvación, de lo cual no hay que arrepentirse; pero la tristeza del mundo produce muerte» (2 Corintios 7:10).

A muchos no les gusta oír la palabra «pecado». La conducta que antes se solía considerar como pecaminosa hoy se considera correcta. He oído a alguien decir: «Para mí no es malo, pero si para ti lo es, es malo para ti». Incluso hay asesinos que afirman que cometieron el delito porque no podían evitarlo o porque «algo» los obligó a cometerlo.
Mi esposa y yo quedamos atónitos cuando en la radio escuchamos que un hombre de nuestra ciudad volvió a la oficina en donde había trabajado y mató a una persona e hirió a otras cinco. Cuando lo detuvieron se negó a admitir que había obrado mal. Afirmó que los culpables eran quienes lo habían despedido.
La cultura moderna considera que quienes cometen pecados son las víctimas y, por lo tanto, no son responsables de sus actos. A menudo, la opinión pública se compadece más por el asesino que perdió el trabajo que por quienes perdieron la vida o fueron heridos.
Nadie está dispuesto a aceptar que ha cometido un error porque ello significaría que se admite la culpa y la sociedad no quiere reconocer la culpa que causa el pecado. Una expresión que va de boca en boca es: «No tienes que sentirte culpable». Cuando alguien afirma que se siente culpable por haber hecho algo malo siempre hay quien le dice: «No es culpa tuya». Este tipo de pensamiento ha hecho que desaparezcan palabras como «arrepentimiento», «restitución» y «redención».
«Bienaventurados los que lloran» significa: «Bienaventurados los que reconocen que son pecadores y se arrepienten de lo que han hecho». Sin pecado no hay culpa; y sin culpa no hay pesar por el pecado. Si no hay pesar por el pecado no hay arrepentimiento; y sin arrepentimiento no puede haber perdón.
Jesús no vino a este mundo para quitar el dolor del pecado, sino la causa del pecado. Deseo que cuando haga algo malo me sienta culpable y me lamente porque tenemos promesa: «Bienaventurados los que lloran [se sienten culpables por sus pecados], porque recibirán consolación» (Mat. 5: 4). Y «el que oculta sus pecado no prosperará, pero el que los confiesa [acepta la responsabilidad] y se aparta de ellos [permite que Jesús le dé la victoria] alcanzará misericordia [será consolado]» (Prov. 28:13). (Basado en Mateo 5:4)

Tomado de Meditaciones Matutinas
Tras sus huellas, El evangelio según Jesucristo
Por Richard O´Ffill