lunes, 10 de octubre de 2011

NUESTRO MURO DE LAS LAMENTACIONES

Rasgad vuestro corazón y no vuestros vestidos, y convertíos a Jehová, vuestro Dios. (Joel 2:13).

Entre los israelitas era costumbre rasgar las vestiduras para expresar un gran dolor. Mardoqueo rasgó su ropa para mostrar su profundo dolor por el empeño de Aman en destruir a todos los judíos que había en el reinado de Asuero. Por otra parte leemos también en la Biblia que el sumo sacerdote Caifás rasgó sus vestiduras (ver Mat. 26: 65) manifestando indignación ante Jesús, porque decía ser el Hijo de Dios.
¿Cómo es posible que dos hechos tan distintos provocaran la misma reacción? Mardoqueo exteriorizaba el profundo dolor de su corazón, mientras que Caifás revelaba odio, envidia, celos y una falsa religiosidad. Mardoqueo no solo lloraba por el edicto que ponía en peligro la supervivencia de su pueblo, sino también porque las consecuencias del castigo eran justas, ya que Israel no había cumplido su misión. El verdadero dolor de su corazón se debía al hecho de que él, como parte del pueblo, había desechado al Dios de sus padres. La angustia de saberse castigados por Dios fue lo que produjo un verdadero arrepentimiento en el pueblo. Por su parte, Caitas es el vivo ejemplo de aquellos que presentan una fachada de religiosidad, impecabilidad y perfección, pero que se hallan lejos de la fuente de todo don perfecto.
Al Muro de las Lamentaciones llegan constantemente personas de todo el mundo para orar, pero por muchos mensajes que recojan sus piedras, por muchas lágrimas que limpien su empolvada superficie, este muro no puede cambiar el destino humano. Solo el verdadero arrepentimiento, el que es nacido de un corazón que llora ante el sufrimiento de Dios por nuestros actos, solo un corazón rasgado y limpio de orgullo, puede hallar gracia delante de Dios.
El texto de hoy termina diciendo: «Porque es misericordioso y clemente, tardo para la ira y grande en misericordia, y se duele del castigo». Tenemos un Dios que no se complace en el castigo, sino que, como buen padre, lo utiliza para atraer a sus hijos al arrepentimiento y a la salvación. No rehúses la corrección divina, allí está tu muro de lamentaciones, allí está tu salvación.

Tomado de meditaciones matutinas para mujeres
De la Mano del Señor
Por Ruth Herrera

CONTRA LA CORRIENTE

No cometerás adulterio. Éxodo 20:14.

Si miras a tu alrededor, verás que el mundo que te rodea vive como si la ley divina no existiera. Es más, cada medio que transmite y propaga la maldad reinante, contribuye a que el pecado resulte cada vez menos ofensivo para el observador.
Pero aunque el mundo muestre con creces que se olvidó de los mandamientos, los seguidores de Cristo estamos llamados a elevarlos por palabra y por ejemplo. Cada vez que manifestamos nuestra desaprobación, cada vez que testificamos con santidad, o simplemente señalamos lo que la Biblia dice, estamos obrando como ciudadanos del reino celestial.
El séptimo mandamiento es ignorado aún más que algunos otros. Desde hace varias décadas una ola creciente de promiscuidad y sensualidad ha invadido todos los rincones de la sociedad. Propagandas, chistes, novelas, historias periodísticas, el cine y la televisión publican incansablemente relatos de infidelidades, mentiras y engaños relacionados con la sexualidad. A pasos agigantados, el adulterio, la fornicación y las relaciones incestuosas son presentados de manera atrayente, para que miles de jóvenes y adultos, "mordidos" por la curiosidad, caigan en sus redes. Además de esto, la cultura pos-moderna en la que estamos inmersos ha logrado formar en las mentes la idea de que cada individuo posee su propia verdad. Ya no existen absolutos, todo es relativo: si una vida promiscua te ayuda a ser feliz y no perjudica la felicidad de otro, "está todo bien".
Pero mientras el mundo promulga de manera distorsionada una vida sexual activa, la Biblia presenta el sexo como creación de Dios para deleite y procreación en el plano del matrimonio. Fue Satanás quien distorsionó y pervirtió lo que el Creador formó como santo; y el cielo vio apropiado dejar una ley para evitar que el hombre sufriera las consecuencias de transgredir este mandamiento.
No es casualidad que hoy existan hombres y mujeres felices con su matrimonio y realizados sexualmente, mientras otros miles se lamentan en la desdicha de poseer hogares arruinados. No existe la buena o la mala suerte en el plano matrimonial y sexual, pero sí existe la bendición de Dios a disposición de quien la necesite.
Aunque la persona que amas, amigos o familiares, procuren separarte de la ley de Dios haciéndote sentir que vas contra la corriente, no cedas. Si acudes a Dios, todo el Cielo pondrá a tu disposición el poder celestial para que obtengas la victoria.

Tomado de meditaciones matinales para jóvenes
Encuentros con Jesús
Por David Brizuel

ACEPTACIÓN

Por tanto, recibíos los unos a los otros, como también Cristo nos recibió, para gloria de Dios. Romanos 15:7.

Lima, como toda gran ciudad, estaba congestionada y bulliciosa aquel día de diciembre; indiferente a las personas y a la vida. Sus estrechas calles, desgastadas de tantos pasos, no podían siquiera imaginar el dolor que embargaba las emociones del hombre cabizbajo, cargado de culpabilidad. Aquella figura anónima se deslizaba, inadvertida, por el jirón de la Unión, en dirección a la plaza San Martín.
Aquellas calles indiferentes respiraban un aire de Navidad. Mucho color y calor: color, gracias a los motivos navideños, y calor, terrible, del verano. El misterioso personaje escogió aquel palco, con la intención de protagonizar la última escena de su vida. La tragedia capital: se dio un tiro en la cabeza.
Creo que, cuando una persona decide poner fin a su existencia, es porque se siente ausente y ajena; como si no perteneciese a la vida. Como si, para ella, no hubiese lugar en este mundo.
Ser acepto es una de las necesidades básicas del ser humano; es lo que lo motiva a ser. Sentirse útil lo hace necesario. Por eso, Pablo aconseja: "Recibios los unos a los otros".
No dice "Recibid a los que os simpatizan o a quienes simpatizáis", sino a los otros: los otros son el prójimo; y el prójimo no tiene color, ni raza, ni idioma, ni personalidad ni carácter. Tu prójimo es, simplemente, aquel que está próximo a ti. No necesita agradarte; basta que esté a tu lado.
Esto no tiene nada que ver con la amistad. Al amigo, tú lo escoges; al prójimo, no. El consejo de Pablo no es aceptar al amigo, sino aceptar al prójimo.
La tendencia humana es escoger a quién aceptar; aislamos a las personas que no nos gustan. Formamos grupos cerrados, donde solo entran quienes saben descifrar el código establecido. Y muchos, como el insignificante ser humano que caminaba, anónimo, por las calles céntricas de Lima, son no solo dejados al olvido, sino rechazados, aislados e ignorados.
Haz, de este día, un día especial de aceptación de las personas que no conoces: saluda, en tu lugar de trabajo o en la escuela donde estudias, a las personas que no saludabas; sonríe a los tristes; comunícate. Extiende la mano al necesitado. En fin... Sigue el consejo de Pablo: "Por tanto, recibíos los unos a los otros, como también Cristo nos recibió, para gloria de Dios".

Tomado de meditaciones matinales para adultos
Plenitud en Cristo
Por Alejandro Bullón