martes, 25 de junio de 2013

NO MÁS FINES DE SEMANA

Lugar: Rusia
Palabra de Dios: Génesis 2:2

Piensa en esto: un día es igual a la cantidad de tiempo que demora la Tierra en rotar sobre su eje. El mes está basado en el ciclo de la luna. Y un año es igual a la cantidad de tiempo que demora la Tierra en dar la vuelta completa alrededor del Sol. Pero ¿qué es lo que determina la extensión de la semana? La única buena respuesta es la creación.
La Biblia dice: “Al llegar el séptimo día, Dios descansó porque había terminado la obra que había emprendido”. Dios hizo el mundo en seis días y descansó el séptimo, y desde entonces el mundo ha seguido la semana de siete días.
En 1929, el gobierno ruso decidió cambiar el calendario a cinco días por semana. De esa manera, no estarían siguiendo un calendario con base religiosa. No habría más fines de semana; cada semana iría de lunes a viernes. ¿Puedes imaginarte lo que habría sido eso? Irías a la escuela todos los días, y la gente trabajaría sin parar.
Como puedes imaginarte, el calendario de cinco días fue poco popular desde su mismo comienzo. Los soviéticos querían tener fines de semana otra vez. Y así fue como, después de tres años, el gobierno finalmente decidió abandonar la semana de cinco días.
Los rusos no fueron los primeros en tratar de cambiar el ciclo semanal. En 1792, Francia propuso una semana de diez días, pero eso tampoco funcionó. Aunque el ciclo semanal no se basa ni en el sol, ni en la luna ni en ningún objeto o ciclo natural, continúa siendo de siete días. Es un recordativo de la Creación.
La próxima vez que mires un calendario, piensa en esto: Dios hizo el mundo en siete días, y esa es la razón por la cual siete días es igual a una semana.

Tomado de Devocionales para menores
En algún lugar del mundo
Por Helen Lee Robinson

SIEMBRA ALEGRÍA POR DONDEQUIERA QUE VAYAS

¡Anda, come tu pan con alegría! ¡Bebe tu vino con buen ánimo, que Dios ya se ha agradado de tus obras! Eclesiastés 9:7

Mi esposo y yo teníamos la costumbre de ir a comer a un pequeño restaurante cercano a nuestra casa. Era frecuente que nos brindara sus servicios una señorita encantadora, que en todo momento mostraba una radiante sonrisa sin importar a cuántos comensales tuviera que atender. Debo confesar que muchas veces intencionalmente buscábamos la sección que ella atendía, con el único propósito de encontrarnos con ella, pues nos hacía sentir que éramos especiales.
Es posible que tú también conozcas a alguien con las mismas características, que irradia felicidad y lleva la alegría a flor de piel, contagiando a todo el mundo de un espíritu optimista. Por el contrario, también habrás conocido individuos que son la personificación de la tristeza y del pesimismo.
Expresar felicidad es un rasgo distintivo de algunas personas. Su sola presencia crea una atmósfera placentera y contagiosa. Son capaces de ver el lado agradable a la vida y tienen una disposición natural a la alegría. Sin embargo, hay otras que ensombrecen su existencia con quejas y lamentos, se regodean en relatar calamidades, y lo peor es que también ensombrecen la existencia de quienes las rodean.
Mucha gente afirma que el gozo y la alegría son disposiciones temperamentales heredadas. Sin embargo, esos son rasgos de carácter que debemos y podemos cultivar con la ayuda de Dios. Quienes poseen dichos dones son capaces de devolver, aunque sea momentáneamente, el gozo a un enfermo, suavizar las tensiones en las relaciones personales, y crear un ambiente festivo aun en medio de las peores circunstancias.
Amiga, te invito a experimentar el gozo constante que implica ser hija de Dios.
Fuiste hecha a su semejanza y eres depositaría de los mejores dones. No permitas que nada ni nadie te arrebate el deleite de vivir: ese es uno de los más deliciosos frutos del Espíritu y podrás brindarlo a los demás si vives la alegría anticipada que nos espera en la patria celestial, junto a nuestro Padre eterno.
La promesa es: “Y volverán los rescatados por el Señor, y entrarán en Sión con cantos de alegría, coronados de una alegría eterna. Los alcanzarán la alegría y el regocijo, y se alejarán la tristeza y el gemido” (Isa. 35:10).

Tomado de Meditaciones Matutinas para la mujer
Aliento para cada día
Por Erna Alvarado

BARUC Y LA CAÍDA DE JERUSALÉN

Así dice el Señor, Dios de Israel, acerca de ti, Baruc: “Tú dijiste: ‘¡Ay de mí! ¡El Señor añade angustia a mi dolor! Estoy agotado de tanto gemir, y no encuentro descanso'” (Jeremías 45:2-3).

La experiencia de Baruc puede ser la de cualquier joven que vive en este tiempo. Su nombre significa “bendito” y se menciona solo cuatro veces en la Biblia; una de ellas en Jeremías 51:59, donde dice que Seraías, el jefe de expedición de Sedequías, era hijo de Nerías y, por lo tanto, posible hermano de Baruc. Esto quiere decir que era miembro de una familia respetada de Judea. Además, Baruc era escriba; es decir, miembro de un selecto grupo de personas que certificaban las transacciones de compra y venta de tierras y escribía importantes textos administrativos y decretos, además de participar en el gobierno de En los tiempos de Baruc los escribas representaban una clase poderosa de líderes administrativos cuya competencia iba más allá del mero registro de hechos o de números y cifras.
Los escribas eran fundamentales para la transmisión de la literatura sapiencial. Aunque el Antiguo Testamento no contiene afirmaciones explícitas de la existencia de escuelas de escribas, es casi seguro que existían. Sí tenemos en cuenta estos hechos, es importante recordar que el trabajo de Baruc para Jeremías no fue superficial, sino que representó un compromiso con la inamovible “Palabra del Señor” por parte de Baruc, quien pudo haber hecho carrera en la corte (Jer. 51:50).
A causa de su servicio al Señor, Baruc perdió todas las oportunidades en el mundo, por lo cual emitió la queja que se menciona en el texto de hoy. Pero Dios le dirigió un mensaje personal, una de las mejores promesas que se encuentran en la Biblia: “A ti te daré la vida por botín” (Jer. 45:5, RVR 95). Baruc se enfrentaba a la caída de Jerusalén; tú te enfrentas a la caída del mundo. Es como si Dios te dijera: “No importa lo que ocurra en el mundo, ni las crisis que la humanidad afronte. Yo te voy a preservar la vida no solo en este tiempo, sino, especialmente, en la eternidad”. Es una gran promesa. Exactamente la promesa que Dios te hace a ti, a todos los jóvenes, y a todos los seres humanos que se enfrentan a la inevitable caída de la humanidad y el mundo en la crisis final.
Es hora de prepararte para una realidad plena de éxito fuera de este mundo.

Tomado de Meditaciones Matutinas para jóvenes
¿Sabías que..? Relatos y anécdotas para jóvenes
Por Félix H. Cortez

LA MANSEDUMBRE, UN FRUTO DEL ESPÍRITU

Bienaventurados los mansos, porque ellos recibirán la tierra por heredad. Mateo 5:5.

A los que han buscado humildemente a Dios por alivio y paz en medio de las pruebas, se les ha impartido la gentileza de Cristo. Quienes han aprendido de él, que es manso y humilde de corazón, expresan simpatía hacia quienes tienen necesidad de consolación, porque pueden consolar a otros con la consolación con la que fueron consolados por Dios…
La mansedumbre es un fruto del Espíritu y una evidencia de que somos ramas del Dios viviente. La presencia interna de la mansedumbre es una evidencia indiscutible de que somos ramas de la Vid verdadera y de que llevamos mucho fruto. Es una evidencia de que por la fe estamos contemplando al Rey en su hermosura y estamos siendo transformados a su semejanza. Donde existe la mansedumbre, las tendencias naturales están bajo el control del Espíritu Santo.
La mansedumbre no es un tipo de cobardía. Es el espíritu que Cristo manifestó cuando sufría perjuicio, cuando soportaba insultos y abusos. Ser manso no es rendir nuestros derechos, sino preservar el control propio cuando somos provocados a dar paso a la ira o al espíritu de venganza. La mansedumbre no permite que la pasión tome las riendas.
Cuando Cristo fue acusado por los sacerdotes y los fariseos, conservó su autocontrol, pero tomó una posición decidida en cuanto a que sus acusaciones eran falsas. Les dijo: “¿Quién de vosotros me redarguye de pecado?” (Juan 8:46)… Él sabía que estaba en lo correcto. Cuando Pablo y Silas fueron golpeados y echados en prisión sin un juicio o una sentencia, no renunciaron a su derecho a ser tratados como ciudadanos honestos…
En todo tiempo y en todo lugar los cristianos debieran ser lo que el Señor desea que sean: libres en Cristo Jesús. El deber cumplido en el Espíritu de Cristo será cumplido con una prudencia santificada. Cuando tenemos una conexión vital con Dios, somos guiados como por una luz del cielo… Quienes se han arrepentido de sus pecados, que han echado sus almas cansadas y cargadas a los pies de Cristo, que se han sometido a su yugo y se han convertido en sus colaboradores, serán partícipes con Cristo en sus sufrimientos y partícipes, también, de su naturaleza divina…
Jesús es nuestro modelo, y de él es que recibimos fuerza y gracia para andar en humildad y contrición ante Dios -Signs ofthe Times, 22 de agosto de 1895.

Tomado de Meditaciones Matutinas para adultos
Desde el Corazón
Por Elena G. de White