martes, 22 de diciembre de 2009

TRANSMITIR LA FE

Con manos limpias e inocentes camino, Señor, en torno a tu altar, proclamando en voz alta tu alabanza y contando todas tus maravillas (Salmo 26: 6, 7).

Tuve el privilegio de nacer en una familia cristiana, por la gracia de Dios soy la tercera generación de adventistas en casa, hija de un pionero en la obra en el sureste mexicano. De niña me deleitaba en escuchar las hazañas en las historias que nos contaba mi padre, quien desde los dieciséis años sintió un profundo llamado para dejar todo e irse a compartir el evangelio que habla aprendido.
En la época en que había intolerancia religiosa en México y el gobierno restringía los cultos y la literatura religiosa, papá se enlistó valientemente en el colportaje. Viajó en ferrocarril, pequeñas barcazas, canoas, caballo, además, caminó grandes distancias para llevar la Palabra de Dios a las montañas, la selva y a la orilla de los ríos. Dios obró maravillas en su vida y lo libró de muchos peligros de muerte. Su amor por el evangelio lo llevó a estudiar en el seminario teológico y luego ser un ministro del evangelio para seguir compartiendo su pasión. Pero dado que veía tanta necesidad de atención médica, decidió estudiar medicina para llevar sanidad a pueblos remotos del país.
Su pasión por el evangelio y su congruencia en lo que creía nos enseñó a amar a Dios y a su iglesia, y a ver la vida en el contexto de la eternidad. Es un gozo para nosotros encontrar todavía en algunos pueblos, libros que él vendió y que sirvieron para la fundación de una iglesia local. Mi esposo y yo llevamos casi veinte años trabajando en la Universidad de Montemorelos y junto a nuestros hijos nos sentimos muy bendecidos por eso. Esperamos haber transmitido a los nuestros esta misma pasión y el verdadero sentido de la vida que nos liga a la eternidad.
Mi corazón se llena de gratitud por el ejemplo que recibimos de un padre cristiano para quien el servicio era su mayor pasión. «Dios hizo todo hermoso en su momento, y puso en la mente humana el sentido del tiempo, aun cuando el hombre no alcanza a comprender la obra que Dios realiza de principio a fin» (Ecl. 3: 11).

Haydée Martínez
Tomado de la Matutina Manifestaciones de su Amor.

PAQUETES FEOS

Yo soy el Señor, el Dios de todo ser viviente. Nada hay imposible para mí. Jeremías 32:27.

El año pasado, justo antes de la fiesta de Navidad de la escuela, los alumnos empezaron a traer los regalos para intercambiárselos. La mayoría estaban vueltos en papel de colores y atados con cintas del mismo color. Pero había un regalo que destacaba del resto.
Destacaba porque no estaba envuelto. Alguien había puesto el regalo en una bolsa de papel marrón y la había cerrado con grapas. Nadie dijo nada de ese regalo tan feo, pero se podría decir que todos pensaban: «Espero que el regalo de la bolsa no sea para mí».
El envoltorio suele indicar qué lleva dentro. Un envoltorio bonito, un regalo bonito. Un envoltorio mugriento, un regalo mugriento. Pero a veces las apariencias engañan.
Eso es particularmente cierto cuando se trata de los regalos que vienen de Dios. A veces, vienen envueltos con un papel muy feo. Los paquetes feos son acontecimientos o situaciones que son desagradables: un divorcio, una enfermedad, un suspenso, el rechazo, el temor, la soledad, la muerte y los defectos físicos.
Si se nos permitiera, nunca los escogeríamos. Pero Dios es tan inteligente, tan increíblemente poderoso, que puede hacer que la peor de las situaciones se vuelva en la mayor de las bendiciones.
Aquí tienes algunos paquetes feos. ¿Qué buenos resultados pueden salir de ellos?
• Scout sacó un insuficiente en el examen de Historia.
• Staci, la mejor amiga de Tiffany, se mudó.
• La familia de Brad no puede pagarle los estudios.
• Gina estaba muy excitada con la idea de ir al campamento de verano. Pero unos días antes de ir contrajo la varicela.
• Ricardo quería el papel protagonista de la obra de teatro de Navidad, pero no se lo dieron.
Cuando en la vida surgen problemas, es muy bueno saber que Dios puede sacar algo bueno de la peor situación. Nada escapa a su control.

Tomado de la Matutina El Viaje Increíble.

NADA QUE TEMER

Mira que te mando que te esfuerces y seas valiente; no temas ni desmayes, porque Jehová tu Dios estará contigo en donde quiera que vayas. Josué 1: 9.

El mandato que con más frecuencia se repite en las Escrituras para los hijos de Dios es el de no tener temor. Se da más de 360 veces en toda la Biblia, y cada vez que aparece los autores bíblicos hacen mucho hincapié en él.
«¡Sean valientes! ¡No teman!» Eran palabras que oyeron desde los pastores que vieron a los ángeles anunciando el nacimiento de Jesús, hasta los discípulos que vieron caminar a Jesús sobre las aguas y creyeron que era un fantasma.
La Biblia está repleta de exhortaciones a no temer. Una de estas exhortaciones la encontramos en Isaías 41: 8-10: «Pero tú, Israel, siervo mío eres; tú, Jacob, a quien yo escogí, descendencia de Abraham mi amigo. Porque te tomé de los confines de la tierra, y de tierras lejanas te llamé, y te dije: Mi siervo eres tú; te escogí, y no te deseché. No temas, porque yo estoy contigo; no desmayes, porque yo soy tu Dios que te esfuerzo; siempre te ayudaré, siempre te sustentaré con la diestra de mi justicia».
En las Escrituras se presentan exhortaciones enfáticas a no temer son hechas porque el temor nos paraliza. El temor hizo que los israelitas prefirieran creer a los diez espías que afirmaban que la tierra era inconquistable a creer el mensaje optimista de Josué y Caleb. El miedo era lo único que se interponía entre Israel y su herencia.
También hoy el temor puede privarnos de nuestra herencia. Una parábola de Jesús lo ilustra de esta manera: «Por lo cual tuve miedo, y fui y escondí tu talento en la tierra; aquí tienes lo que es tuyo. Respondiendo su señor, le dijo: Siervo malo y negligente, sabías que siego donde no sembré, y que recojo donde no esparcí» (Mat. 25: 25,26). Paralizado por el miedo, este hombre escondió el talento en la tierra. Por su temor, el siervo recibió de su señor la evaluación de ser un ocioso y un perezoso. Por el temor de no hacer nada mal, terminó no haciendo nada bien. No hizo nada en absoluto.
¿De dónde proviene nuestro valor para desechar completamente el temor? Atesoremos en nuestro corazón estas palabras del segundo Evangelio: «Mas él les dijo: No os asustéis; buscáis a Jesús nazareno, el que fue crucificado; ha resucitado, no está aquí; mirad el lugar en donde le pusieron» (Mar. 16: 6).
Hoy Dios quiere que deseches todo temor, porque si de verdad crees en un Cristo resucitado que venció la muerte, no habrá nunca nada que temer.

Tomado de la Matutina Siempre Gozosos.