lunes, 14 de marzo de 2011

LA PESA JUSTA-1 PARTE

Alce después mis ojos y tuve una visión. Vi a un hombre que tenía en su mano un cordel de medir (Zacarías 2:1).

La ciencia ha modernizado asombrosamente las formas de medir, pero una cosa no ha cambiado con los adelantos científicos: cuando se mide, se obtiene un resultado que no está sujeto a nuestra voluntad, sino a la realidad.
A veces nos preocupamos en exceso por la forma en que otros miden. Cuando vamos al mercado somos cuidadosas para que nos den exactamente lo que hemos pedido. Si vamos a una tienda cíe ropa, nos aseguramos de pagar solo las prendas que nos llevamos. Y sobre todo somos hipersensibles con la vara de medir que los demás utilizan con nosotras. Sin embargo, cuando somos nosotras las que medimos, no somos tan exigentes con la pesa. Es más, nos parece que alguien tiene que advertir al mundo qué clase de persona es la que estamos midiendo, por lo tanto podemos engañarnos y creer que es nuestra responsabilidad medir y comparar, como si se tratara de una actividad puramente científica.
Ante esta realidad nos vemos en la tesitura de tener que asumir dos posiciones: debemos cumplir con las palabras de Cristo cuando se refirió a que en nuestros negocios hemos de ser honestos y justos (ver Eze. 45: 10), y debemos respetar a todo el mundo. Todos tenemos defectos y virtudes, pero no tenemos derecho a levantar el dedo acusador. En la medida en que lo hagamos, habrá otros tres dedos señalándonos a nosotras. Por otra parte, no nos queda otra que asumir que aunque no está en el plan divino que haya chismes, críticas y difamación, siempre tendremos entre nosotros personas que se coloquen del lado del padre de la mentira. Ante este hecho, no podemos hacer nada más que demostrar quiénes somos en realidad.
Coloca tu imagen y tu persona a la altura de Cristo. No descuides la doble responsabilidad que tienes cuando la hora de medir llega a tu vida. Sé vigilante, pues las palabras son volátiles e imposibles de recoger. Nunca lo olvides: tu influencia como mujer es irremplazable.
Eleva diariamente al cielo esta oración: «Señor, toca mis labios con un carbón encendido de tu altar».

Tomado de meditaciones matutinas para mujeres
De la Mano del Señor
Por Ruth Herrera

ACEPTANDO LA VOLUTAD DIVINA

Y dijo: Oh Jehová, Dios de mi señor Abraham, dame, te ruego, el tener hoy buen encuentro, y haz misericordia con mi señor Abraham. Génesis 24:12.

Ayer vimos que no conviene dejarse guiar solo por las palabras de una persona enamorada para establecer compromisos para el futuro, ya que esas palabras pueden desvanecerse con el paso de los años y mostrar que se terminó el amor. La gran seguridad que tenemos los cristianos es consultarle a nuestro Padre, el Dios del cielo, porque él desea que sus hijos formen relaciones estables, no solo para esta vida, sino también para la eternidad en un mundo renovado.
El caso de Abraham en busca de esposa para su hijo muestra la manera de consultar y permitirle a Dios que intervenga en la elección. El patriarca no quería que su hijo se casara con mujeres cananeas, así que le pidió a un criado que fuera a Mesopotamia, a la ciudad de Nacor, para buscar en ese lugar una mujer para Isaac.
El pedido no era sencillo para el criado, ya que el futuro familiar y conyugal de su amo estaba en sus manos, pero aceptó el desafío confiando en el Dios de Abraham. Al llegar a la "ciudad de Nacor" elevó una oración diciendo: "Oh Jehová, Dios de mi señor Abraham, dame, te ruego, el tener hoy buen encuentro, y haz misericordia con mi señor Abraham". Luego presentó en esa oración las pautas para reconocer cuál sería la mujer que Dios había elegido para Isaac, y de esa manera conocer la voluntad del cielo.
Dios guió al siervo de Abraham y le mostró de manera clara quién sería la novia y futura esposa de Isaac. Ese matrimonio fue una bendición y tuvo el privilegio de ser parte de la genealogía de Jesús.
El mensaje de esta historia es claro: permítele a Dios que intervenga en la elección del amor de tu vida. A su vez, hay otro aspecto a tener en cuenta, y es que si le pides a él que intervenga, debes estar dispuesto a aceptar su voluntad. Porque es fácil continuar cuando la voluntad divina se asemeja a lo que nosotros deseamos, pero ¿qué pasa cuando la voluntad de Dios te muestra que la persona que amas no es para ti? Pues en ese caso, a pesar de lo difícil que pueda resultar, es mejor abandonar la relación. Todo el cielo está interesado en tu bienestar y tu felicidad, el Dios de amor quiere lo mejor para tu vida en todas sus facetas, y el matrimonio es una de ellas. Por eso, si eliges el camino que la Providencia te muestra, a pesar de lo duro que pueda parecer, verás con el tiempo que ese camino fue el más bendecido que podrías haber tomado. Recuerda siempre: "los que aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien" (Rom. 8:28).

Tomado de meditaciones matinales para jóvenes
Encuentros con Jesús
Por David Brizuela

ME HALLARÉIS

Y me buscaréis y me hallaréis, porque me buscaréis de todo vuestro corazón. Jeremías 29:13.
Silvio no se siente feliz. Se pregunta, muchas veces: ¿Qué sucede conmigo? No encuentra respuestas. Tiene valores cristianos; los aprendió cuando era niño. Hoy, esos valores están presentes en su vida cotidiana. Es un buen ciudadano, y paga honestamente sus impuestos. No roba, no mata. Pero, tampoco ora ni estudia la Palabra de Dios.
Las pocas veces que Silvio quiso hablar con Dios, lo sintió muy distante. Últimamente, cree que Dios no es más que una "motivación necesaria" para ser bueno.
El versículo de hoy responde la pregunta de Silvio. Para tener un Dios real, no basta con buscarlo; hay que hacerlo de "todo corazón". Todo significa la concentración de las facultades completas del ser en la búsqueda. No puede existir término medio: o eres o no eres. Ser en parte te hace sentir vacío, ausente, lejano.
El problema de una búsqueda parcializada no está con Dios. Es el ser humano el que corre una carrera sin fin. No encontrar lo frustra, lo hiere; le hace perder la fe. Pasa a dudar. Y, cuando la duda se apodera del corazón, eres una nube que vuela sin rumbo y sin dirección.
A lo largo de mi vida, he encontrado muchos Silvios. Personas maravillosas, que no entienden el vacío del corazón. Luchan por encontrar, pero tienen la impresión de que Dios se esconde de ellos.
No es verdad. El Señor Jesús es quien lo dejó todo, un día, para venir a buscarte: "He venido a buscar y salvar lo que se había perdido", manifestó un día.
Te busca de día y de noche. En la primavera y en el otoño te llama su voz. Cuando eres joven o cuando el invierno de la vida va emblanqueciendo tus cabellos, sigue insistiendo. Jamás se cansa de llamarte.
Pero, el profeta Jeremías parece decir lo contrario: coloca la responsabilidad en ti. ¿Sabes por qué? Él se estaba dirigiendo a una nación que luchaba por agradar a Dios; se esforzaba por cumplir lo que consideraba "requerimientos divinos"; trabajaba con todas sus fuerzas. Pero, no entregaba el corazón. Era un pueblo dividido entre la apariencia y la sinceridad.
Tu corazón. Es todo lo que el Señor busca. Abrir el corazón es una figura que los escritores bíblicos utilizan para referirse a la entrega del ser.
¿Quién es Dios, para ti? ¿Dónde está Dios, para ti? No salgas hoy de tu casa sin la seguridad de que él va contigo. "Y me buscaréis y me hallaréis, porque me buscaréis de todo vuestro corazón".

Tomado de meditaciones matinales para adultos
Plenitud en Cristo
Por Alejandro Bullón