miércoles, 31 de octubre de 2012

UN PERDÓN MÁS FUERTE QUE UN HURACÁN

«Poco después se nos vino encima un viento huracanado, llamado Nordeste, que venía desde la isla» (Hechos 27:14, NVI).

Sostén tu sombrero que hoy va a hacer mucho viento. Prácticamente voy a tener que gritarte para que puedas escuchar lo que te digo en medio de la tempestad. Si lees el versículo de hoy te darás cuenta de que estamos hablando de una tormenta muy fuerte llamada «Nordeste». Aunque la tormenta Nordeste de nuestro versículo tenía vientos con fuerza de huracán, este tipo de tormenta es diferente a un huracán.
Los huracanes se forman en aguas cálidas y la Nordeste viene de aguas frías. Pero algo sí tienen en común: ambas son muy fuertes y pueden causar mucho daño. La tormenta Nordeste del versículo de hoy era tan fuerte que destruyó el barco en el que viajaba Pablo. Él viajaba en ese barco como prisionero, y a pesar de ello, oró para que Dios protegiera a la tripulación. Finalmente todos se salvaron. 
Pablo seguramente ya había perdonado a los hombres que lo llevaban prisionero. Solo Dios pudo ayudarlo a hacer eso. Él no merecía estar encadenado, pues lo único que estaba haciendo era predicando las buenas nuevas de Jesús.
¿Necesitas perdonar hoy a alguien? Pídele a Dios que te ayude a hacerlo. Su perdón es más fuerte que un huracán.

Tomado de Devocionales para menores
Explorando con Jesús
Por Jim Feldbush

¿DÓNDE ESTÁN TUS RAÍCES?


No te jactes contra las ramas; y si te jactas, sabe que no sustentas tú a la raíz, sino la raíz a ti. (Romanos 11:18).

Al observar las bellezas que abundan en la naturaleza me viene a la mente el paralelismo utilizado por el salmista para referirse a los devotos hijos de Dios: «Será como árbol plantado junto a corrientes de agua, que da su fruto en su tiempo, y su hoja no cae y todo lo que hace prosperará» (Sal. 1:3).
Recuerda que una de las partes más importantes de un árbol son las raíces, porque por medio de ellas se mantiene firme ante las inclemencias del tiempo. Además que le permiten sustentarse obteniendo su alimento del suelo. Cuanto más profundas sean sus raíces, más firme estará; cuanto más cerca esté de una fuente de agua, más verde y más fuerte será. Aunque los vientos soplen con fuerza, nada lo moverá ni lo derribará.
Apreciada amiga, ¿has pensado alguna vez en las características de un hermoso árbol? ¿De un árbol frondoso que florece y da mucho fruto, representando una bendición para quienes pueden descansar bajo su sombra?
Sin embargo, es triste reconocer que algunos árboles van perdiendo su verdor: se marchitan, se secan y mueren, dejando un panorama de tristeza y desolación. ¿Por qué crees que les sucede eso? Probablemente porque no están recibiendo ni el alimento, ni el agua que necesitan para subsistir.
Hay muchas mujeres que se parecen a esos árboles: se ven hermosas porque tienen de todo, pero sus raíces no son profundas, no están en Cristo Jesús. Descuidan obtener el alimento necesario para que permanezcan su fragancia y su belleza espiritual. Sencillamente se secarán.
Querida amiga, ¡cuidado con los fuertes vientos que representan los problemas, las tentaciones y las seducciones del enemigo! No podremos permanecer firmes si nuestra vida no está arraigada en la roca viva que es Cristo Jesús. Cada mañana, busca tu alimento espiritual en las profundidades de la Palabra de Dios y la oración sincera.

Tomado de Meditaciones Matutinas para la mujer
Una cita especial
Textos compilados por Edilma de Balboa
Por Yolanda Fernández de Gómez

¿CÓMO RESISTIR?


Vivan de manera digna del Señor; agradándole en todo. Colosenses 1:10, NVI.

¿Te has preguntado por qué tus amigos en ocasiones ejercen tanta influencia sobre ti? En el fondo es porque, al igual que otros jóvenes, no deseas ser rechazado. La experiencia de Randy, según cuenta Josh McDowell, es un claro ejemplo de la presión que todo adolescente se ve obligado a enfrentar casi a diario.
Randy se acababa de mudar a un nuevo vecindario. Como ocurre en estos casos, por un tiempo se encontró sin amigos. Desesperado por «encajar» en el grupo comenzó por aceptar un cigarrillo, aunque él no fumaba. Mientras conversaba con los muchachos, dejaba que el cigarrillo se consumiera entre sus dedos, simulando fumar.
Cuando sus amigos se enteraron de que en las tardes Randy se quedaba solo en su casa, lo convencieron para que les permitiera reunirse allí, aunque él sabía que sus padres se lo habían prohibido. Un día uno de sus amigos llevó una caja de cervezas y Randy permitió que bebieran y fumaran en su casa.
La gota que rebosó el vaso se produjo cuando Randy fue arrestado por robar mercancía de una tienda. Sus amigos le dijeron que si no se atrevía, lo considerarían un cobarde, y él les quiso demostrar que no lo era. Cuando fue arrestado por el personal de seguridad de la tienda, sus «amigos» huyeron y lo dejaron solo con su problema (Handbook on Counseling Youth [Manual de consejería para jóvenes], p. 146).
¿Qué hacer, entonces, para resistir el poder del grupo? En su libro Stand up (Mantente firme), el escritor Bill Sanders hace varias sugerencias:

  1. Define cómo te percibes a ti mismo. ¿Te consideras un ser valioso, creado a la semejanza de Dios, o un títere de los demás?
  2. Escoge bien tus amistades.
  3. Formúlate algunas preguntas importantes. Por ejemplo: ¿Me sentiré bien conmigo mismo después de hacer esto? ¿Haría esto si mis padres estuvieran aquí? ¿Me gustaría que este hecho apareciera en el periódico? ¿Tendré un mejor futuro si lo hago?

Sanders afirma que si cualquiera de las respuestas a estas últimas preguntas es no, entonces la actividad propuesta por el grupo no es buena. Más importante aún, no son amigos quienes te presionan a hacer lo malo. Los verdaderos amigos le ayudan a ser mejor persona, no peor.
Señor, capacítame para hacer lo que te agrada a ti, no a los demás.

Tomado de Meditaciones Matutinas para jóvenes
Dímelo de frente
Por Fernando Zabala

VEN CONMIGO A CASA, JESÚS


«Ojalá siempre tuvieran tal corazón, que me temieran y guardaran todos los días todos  mis mandamientos, para que a ellos y a sus hijos les fuera bien para siempre!» (Deuteronomio 5: 29).

Zaqueo era un judío que recaudaba impuestos para el gobierno romano. Sus propios paisanos lo odiaban porque se había enriquecido con los impuestos que les cobraba de manera fraudulenta.
Cierto día, Zaqueo, sabiendo que Jesús pasaría por Jericó, su ciudad, quiso ver qué aspecto tenía. Su corta estatura no le permitía ver por encima de las cabezas de los que lo rodeaban. Aunque debió sentir vergüenza, trepó a un árbol para poder tener buena visión de lo que sucedía. Con todo, imagine cómo debió sentirse cuando Jesús, deteniéndose debajo del árbol, dijo: «Zaqueo, baja que quiero ir a tu casa». En aquel mismo lugar y preciso instante el odiado publicano le entregó su corazón.
Inmediatamente, Zaqueo anunció que repararía el daño que había causado a quienes había ofendido.  Entonces nadie podría decir: «Aunque ese individuo parezca una buena persona jamás olvidaré el día en que me estafó». Jesús dijo que, aquel mismo día, la salvación había entrado en casa de Zaqueo.
La salvación es inmediata. Por las palabras de Jesús sabemos que basta un instante para que la salvación entre en el corazón de una persona. Por más que la santificación sea obra de toda una vida, la salvación se declara en un instante. En un instante el alma puede pasar de la más absoluta oscuridad a la luz. Al principio, la luz no es tan intensa como al mediodía. ¿Quién de nosotros puede decir que hemos llegado a ese punto? Sin embargo, en el momento en que nos alejamos del pecado y miramos a Jesús, la luz empieza a alcanzar todos los rincones.
La salvación es visible. Jesús la vio en Zaqueo y este la vio en sí mismo. Aquel día, todos los que estaban alrededor del árbol vieron el cambio que se había operado en él. Nadie puede ser salvo sin que todo el mundo vea el cambio que se produce en su interior.
Usted y yo no tenemos que subir a un árbol para ver a Jesús. Podemos verlo cada día en su Palabra.
Jesús, gracias por aceptar vivir en mi corazón. No quiero solamente que te quedes en mi corazón, sino que vivas en casa, conmigo. Quiero que la salvación venga a mi casa y a mi familia.  Basado en Lucas 19:1-10.

Tomado de Meditaciones Matutinas
Tras sus huellas, El evangelio según Jesucristo
Por Richard O´Ffill