jueves, 19 de enero de 2012

EL JUEGO DEL ESCONDITE

«Cuando ya no pudo seguir ocultándolo, preparó una cesta de papiro, la embadurnó con brea y asfalto y, poniendo en ella al niño, fue a dejar la cesta entre los juncos que había a la orilla del Nilo» (Éxodo 2:3, NVI).

Hoy vamos a explorar la ribera del río Nilo. Pero tenemos que permanecer en silencio, porque la mamá de Moisés ha colocado al bebé en una cesta de papiro, que ha dejado flotar río abajo. Ella no quería hacerlo, pero se vio forzada. Si quieres saber qué ocurrió, lee Éxodo 2.
El papiro es una planta que se usaba en la antigüedad para hacer una especie de «papel», cestas y otros artículos de utilidad. La gente tomaba tiras de esta planta y las ponía una al lado de la otra. Después ponía otra capa de tiras sobre la primera capa, y las aplastaba con un mazo. Al golpearlas, las hojas sueltan una savia que hace las veces de pegamento. Cuando estas hojas aplastadas se dejan al sol, la savia se seca y se endurece. Después, el papel es pulido con piedras redondas y queda listo para poder utilizarse para la escritura o para la confección de cestas.
Si Dios ha hecho que las plantas sean útiles, imagina cuan útil puedes ser tú, que te ha dado un cerebro inteligente. Pídele hoy a Dios que te haga útil y que te lleve adonde él te necesite.

Tomado de Devocionales para menores
Explorando con Jesús
Por Jim Feldbush

A IMAGEN Y SEMEJANZA DE DIOS,

Y Dios creó al ser humano a su imagen: lo creo. Hombre y mujer lo creó. (Génesis 1:27. NVI).

«León», «oso», «mono», «gato», «perro», «lagarto», son algunos de los sobrenombres que se escuchan en un salón de clases. Otros podrían ser: «flaco», «chata», «gorda», «narizón», «negro», «indio», «chino» o «bocón». Esos apodos quizá nos hagan recordar los años en que asistíamos a la escuela, o nos hagan pensar en el día de ayer, si somos maestras.
Los alumnos cambian los nombres y apellidos de sus compañeros por sobrenombres que les resultan graciosos, ya sea por aprecio o por burla. Lo lamentable es que muchas veces los maestros participan del mismo juego y llega el momento en que se olvida el verdadero nombre del compañero de clase o del alumno.
¿Cómo podría evitar que mis alumnos utilizaran esos apodos? Esa era una de mis inquietudes. Un día, mientras hablábamos de la Tierra Nueva, uno de los alumnos preguntó:
— ¿Podré tener un perro allá?
— Por supuesto que sí —fue mi respuesta.
—¿Habrá vacas? —preguntó otro.
— si —luego se escucharon unas risitas.
— ¿Habrá gorgojos? —preguntó un tercero.
Mientras pensaba en la respuesta, el grupo empezó a reír a carcajadas. Entonces me di cuenta de que las preguntas estaban relacionadas con los apodos de los alumnos. Yo aproveche la ocasión para hacer algunos comentarios:
« Dios creó a los animales, a los insectos y a los reptiles; pero el hombre y a la mujer los creó a su imagen y semejanza. Las características que resultan de la degeneración del pecado no deben ser un motivo para que utilicemos sobrenombres o apodos. Los seres humanos, aunque tengan facciones extrañas, siguen reflejando la imagen y semejanza de Dios. Por tanto es un insulto al mismo Dios llamar a alguien perro, asno, o utilizar cualquier otro apodo en forma de burla. Como leemos en Mateo 5: 22 Jesús advirtió que cualquiera que insulte a su hermano será culpable de muerte, porque está insultando la imagen de Dios.
A toda persona le agrada que la llamen por su nombre. Si eres maestra cuida que tus alumnos lo hagan, lo mismo que en la iglesia, en el barrio, en la comunidad o en el trabajo. Dios nos hizo y no nosotros a nosotros mismos. Ojalá podamos considerarnos como creados a la semejanza de Dios.

Toma de Meditaciones Matutinas para la mujer
Una cita especial
Textos compilados por Edilma de Balboa
Por Digna Elvira Brañes

EL HÉROE DE OKINAWA

Honraré a los que me honren. 1 Samuel 2:30.

Okinawa fue una de las batallas más sangrientas del Pacífico durante la Segunda Guerra Mundial. Durante unos 82 días de lucha, murieron alrededor de noventa mil japoneses y unos cincuenta mil soldados de los Aliados. El objetivo de los Aliados era convertir a Okinawa en una base para desde allí preparar la invasión a Japón.
La división a la que pertenecía Desmond Doss tenía que escalar un cerro escarpado y luego tomar posesión de la meseta que se encontraba en la cima. Pero los japoneses eran superiores en número, y estaban bien atrincherados.
Era el sábado 5 de mayo de 1945, cuando la Unidad B, integrada por 155 hombres, se dispuso a escalar la cuesta. Según relata Francés Doss, Desmond estaba estudiando folleto de Escuela Sabática cuando el capitán Vernon le avisó que tenía que ponerse en camino.
Con ayuda de una red atada a un árbol ubicado en la cima del cerro, los 155 hombres escalaron la pendiente. Pero una vez arriba, los japoneses descargaron un ataque tan feroz que el capitán Vernon tuvo que ordenar la retirada. Solo 55 soldados lograron bajar por sus propios medios. El resto fue alcanzado por la lluvia de balas.
En medio de la confusión reinante, Desmond decidió ayudar a sus compañeros, comenzando por el herido que tenía más cerca. Lo llevó al punto por donde habían subido, tomó una soga, la amarró de un árbol cercano, y lo bajó en una camilla.
Cuando los compañeros que habían logrado bajar vieron descender la camilla, se dieron cuenta de lo que estaba pasando. Entonces el capitán Vernon le ordenó a Demond que bajara, porque lo iban a matar, pero él no obedeció. Fue a rescatar a un segundo, luego un tercero, luego a otro y otro y otro... Después de cada rescate, oraba: «Señor, ayúdame a rescatar a uno más».
Al cabo de cinco horas, Desmond había logrado rescatar a 75 soldados, entre ellos algunos de los que se burlaban de él. Cuando regresó al campamento, empapado en sangre y rodeado de moscas, Desmond ya no era el despreciable «hijito de mamá». Ahora era el héroe de Okinawa.
¿Cómo explicar que, mientras rescataba a sus compañeros, Desmond no sufrió un solo rasguño? Dios cuidó de su hijo fiel. Y también lo honro ante quienes lo habían humillado.
Señor, gracias porque hoy cuidarás de mí, y me honrarás ante quienes me quieran deshonrar.

Tomado de Meditaciones Matutinas para jóvenes
Dímelo de frente
Por Fernando Zabala

NIÉGUESE A SÍ MISMO

«Pero él da mayor gracia. Por esto dice: “Dios resiste los soberbios y da gracia a los humildes» Santiago 4:6.

Pocos principios bíblicos son más desagradables para la naturaleza humana y más opuestos a su forma de pensar que estas palabras de Jesús: «Bienaventurados los mansos, porque ellos heredarán la tierra». ¿Por qué es tan desagradable? Porque la naturaleza humana tiende a poner el «yo» en primer lugar. A los niños se les enseña a ser insistentes y agresivos, a obtener el máximo de todo lo que deseen, lo merezcan o no.
Pero esto no debería sorprendernos. De hecho, es una señal de que vivimos en el tiempo del fin. «También debes saber que en los últimos días vendrán tiempos peligrosos. Habrá hombres amadores de sí mismos» (2 Tim. 3: 2).
En la actualidad, la gente ya no ve la mansedumbre como una virtud, sino como un defecto. El que es manso, dicen, es débil.
Y así nos enteramos de que:
  • No hay que ser amable, sino duro.
  • La castidad es un estorbo; es mejor practicar el libertinaje sexual.
  • Solo los tontos son fieles.
  • Las únicas decisiones que hay que tomar son las que mejor nos convengan en cada momento.
Hace algunos años se empezó a escuchar una nueva palabra. En realidad, no es nada nueva, porque se basa en el egoísmo humano. Se trata de la «autoestima». La idea es que, con el fin de amar a Dios con todo nuestro corazón y a nuestro prójimo como a nosotros mismos, antes tenemos que amarnos a nosotros mismos. Por desgracia, este concepto también ha llegado a las iglesias y las escuelas.
Cierta vez leí en una revista un artículo dedicado a la autoestima que sugería a un esposo que fuera a cenar con su esposa a un restaurante frecuentado por parejas de enamorados. Hasta aquí todo era correcto. El artículo continuaba diciendo que en el momento oportuno, el esposo tenía que mirar tiernamente a los ojos de su esposa mientras susurraba: «Me amo». Me pregunto si el autor del artículo hablaba en serio.
Todo esto suena ridículo; y lo es. Sin embargo, por desgracia, muchos cristianos dan crédito a esta filosofía y la familia sufre las consecuencias. Nuestros hogares deben ser lugares en los que estemos encantados de ponernos en primer lugar unos a otros. Lo desafío a descubrir qué puede hacer usted por los demás en lugar de pensar qué pueden hacer los demás por usted. (Basado en Mateo 5:5).

Tomado de Meditaciones Matutinas
Tras sus huellas, El evangelio según Jesucristo
Por Richard O´Ffill