jueves, 31 de mayo de 2012

PERDONAR PARA QUE SEAMOS PERDONADOS


«Y no enseñará más ninguno a su prójimo, ni ninguno a su hermano, diciendo: "Conoce a Jehová", porque todos me conocerán, desde el más pequeño de ellos hasta el más grande, dice Jehová. Porque perdonaré la maldad de ellos y no me acordaré más de su pecado» (Jeremías 31:34).

Quizá alguien pregunte: ¿Perdonar implica que tenemos que olvidar? La respuesta es: Sí... y no.
Sí, tenemos que olvidar en un sentido emocional. Cuando perdonamos desde el punto de vista de nuestras emociones, el resultado es que no habrá lugar para la venganza y el problema dejará de consumirnos.
Por otra parte, aunque Dios nos pide que perdonemos de manera unilateral, esto no significa necesariamente que queramos o debamos olvidar. Por ejemplo cuando alguien es nominado para hacerse cargo de la tesorería de la iglesia y si sabemos que en alguna ocasión tuvo problemas de honradez, informar de ello a la comisión de nombramientos no es actuar de forma vengativa.
Si alguien nos ha ofendido y nos negamos a perdonarlo, nos encontraremos con que el arrepentimiento de nuestros pecados se ve obstaculizado. Por tanto, en la medida en que nos sintamos justificados para no perdonar a los demás por lo que nos han hecho, dejaremos de reconocer nuestras propias faltas y racionalizaremos nuestros pecados.
Sé muy bien qué es estar lleno de amargura y resentimiento. Una vez me encontré con unas personas a las que yo no les caía bien y ellas a mí tampoco. Sin embargo, yo detestaba mi situación.
Me di cuenta de que eso estaba consumiendo mi espiritualidad y me estaba convirtiendo en una persona amargada y vengativa. Cuando la situación se hizo insoportable, la presenté al Señor en oración. Y Dios escuchó mis oraciones, sanó mi espíritu, me arrepentí y me perdonó.
Aunque mi amargura había desaparecido, la oración no pudo deshacer todo lo que me había sucedido. Todavía llevaba las cicatrices del conflicto. Mi vida había cambiado para siempre. Es preciso reconocer que el perdón no nos vuelve al punto de partida, sino que hará posible que avancemos desde el lugar en que estemos.
Jesús quiere que recordemos que todos tenemos acumulada una deuda de pecado mayor de lo que nunca podremos pagar. Hemos sido detenidos, juzgados y declarados culpables. Merecemos morir la muerte del pecador. Pero Jesús nos ha perdonado por misericordia y nos ha devuelto la libertad. ¿No deberíamos hacer lo mismo con nuestros semejantes? Basado en Mateo 18:35.

Tomado de Meditaciones Matutinas
Tras sus huellas, El evangelio según Jesucristo
Por Richard O´Ffill

¿TIENES SED?


«Como ciervo sediento en busco de un río, así, Dios mío, te busco a ti» (Salmo 42: I).

Muy bien, compañero, camina sin hacer ruido. Ya está oscureciendo aquí en el bosque. Observa a tu alrededor; si tenemos suerte, podremos ver un ciervo esta noche. Silencio. ¡Mira para allá! ¿No es hermoso? Es una cierva con su pequeño cervatillo. Oh, parece que nos ha visto. ¡Mira cómo corre! Qué alto pueden saltar. La mamá y su bebé van a tener mucha sed cuando dejen de correr tanto.
El versículo de hoy habla de un ciervo que anda en busca de agua. Tal vez está sediento porque ha corrido un largo trecho. ¿Qué quiere Dios que aprendamos del versículo de hoy? Bien, está en la segunda parte del versículo. Dios quiere que lo busquemos a él como un ciervo que corre a través de una gran estepa.
Dios quiere que lleguemos a amarlo tanto, que lo necesitemos tanto como necesitamos la comida y el agua para vivir De hecho, él quiere que sepamos que lo necesitamos mucho más que el agua. ¡Tómate hoy un buen «trago» del amor de Jesús y nunca más sentirás sed!

Tomado de Devocionales para menores
Explorando con Jesús
Por Jim Feldbush

HERMANOS UNIDOS


Cuando vio Jesús a su madre, y al discípulo a quien él amaba, que estaba presente, dijo a su madre: Mujer, he ahí tu hijo. Después dijo al discípulo: He ahí tu madre. Y desde aquella hora el discípulo la recibió en su casa. (Juan 19:26-27).

La noticia pronto se difundió. El diario La Prensa del 7 de enero de 1990 decía en su primera plana: «Hermanos unidos. Abrazo une a contras y a sandinistas». En la fotografía se podía observar a mis hermanos estrechados en un fuerte abrazo y debajo una nota: «La foto que ha dado la vuelta al mundo». Habían pasado diez años, y al fin la guerra civil terminaba. Allí estábamos todos nerviosos después de una larga espera. Un grupo de periodistas esperaba el momento para tomar la mejor fotografía del encuentro entre aquellos dos hermanos.
Había lágrimas en los ojos de todos nosotros. Después de abrazarse, mis hermanos se dirigieron a mi madre. El abrazo fue aún más fuerte para aquella mujer de tez morena y de apariencia pequeña, pero de un gran corazón. Entre otras cosas ella dijo: «Ustedes son mis hijos, cuando estén en casa no quiero que hablen de política». Y eso ha sido así hasta el día de hoy.
Mi madre es un ejemplo de perseverancia. Día tras día oraba por sus hijos para que Dios los protegiera. Las ideologías políticas pueden afectar a las familias o a la economía y a la sociedad en general, pero por encima de todo eso está el amor de la familia. Las oraciones de mi madre hicieron que renaciera la esperanza en nuestro hogar y que ondeara la bandera de la paz.
«Ninguna otra tarea se puede igualar a esta. En un grado sumo, la madre modela con sus manos el destino de sus hijos. Influye en las mentes y en los caracteres, y trabaja no solamente para el presente sino también para la eternidad. Siembra la semilla que germinará y dará fruto, ya sea para bien o para mal. La madre no tiene que pintar una forma bella sobre un lienzo, ni cincelarla en un mármol, sino que tiene que grabar la imagen divina en el alma humana. [...] Toda madre debe comprender que su tiempo no tiene precio; su obra ha de probarse en el solemne día de la rendición de cuentas (Patriarcas y profetas, cap. 22, p. 222).
Querida amiga, la madre cristiana puede sembrar las semillas de la verdad en el corazón joven y tierno. Ella es capaz de modelar el carácter, la vida y el destino de sus hijos.

Tomado de Meditaciones Matutinas para la mujer
Una cita especial
Textos compilados por Edilma de Balboa
Dorys Esther Fley de Gómez

LA HONESTIDAD VALE LA PENA


Más vale ser pobre y honrado que rico y malintencionado. Proverbios 28:6

Entre las buenas historias del libro Su palabra de honor y otros relatos, hay una que nos recuerda que la honestidad siempre vale la pena. Tiene como protagonista a un jovencito a quien llamaremos Juan Bautista.
Este muchacho pertenecía a una familia francesa, pobre en bienes materiales, pero rica en principios. Para ayudar en el sostén del hogar, Juan Bautista se vio obligado a trabajar como dependiente de una tienda de telas. Allí su trabajo consistía en hacer entrega de pedidos a los clientes y de cobrarles.
Uno de esos clientes resultó ser un rico banquero. El dueño de la tienda pidió a Juan Bautista y a otro dependiente que le mostraran tres tipos de tela y le indicaran los diferentes precios. Así lo hizo, pero sin darse cuenta se equivocó al momento de dar los precios: cobró al banquero el precio de la tela más costosa por una de calidad inferior. El compañero de trabajo de Juan Bautista se dio cuenta del error, pero no dijo nada. Fue cuando ya habían regresado a la tienda, que Juan se dio cuenta de lo ocurrido. Lo que sucedió entonces Juan nunca lo podría haber sospechado: ¡El dueño de la tienda lo felicitó por haber cobrado de más!
—¡Excelente negocio, Juan! —dijo el dueño—. Recibirás tu parte de ese dinero. 
—¡Pero señor, ese dinero no es nuestro! Voy a devolverlo ahora mismo. 
Y diciendo esas palabras, Juan regresó al hotel, explicó lo ocurrido al banquero y le devolvió su dinero. Cuando volvió a la tienda, el dueño lo tildó de tonto y lo despidió.
Esa noche, mientras Juan contaba a sus padres lo ocurrido, oyeron que alguien tocaba a la puerta. Era el banquero. De alguna manera averiguó la dirección de Juan, y ahí estaba con una tentadora oferta.
—¿Sigues empleado en la venta de telas? 
—Ya no. Esta tarde el dueño me despidió. 
—Bueno, quiero que trabajes en nuestras oficinas en París.
Juan aceptó. El relato dice que su desempeño en el banco fue tan bueno, que al cabo de algunos años su nombre (en francés, Jean Baptiste Colbert) llegó a oídos del rey Luis XIV. Cuando el rey necesitó un ministro de hacienda, ¿a quién crees que nombró? ¡A Juan Bautista Colbert!
Definitivamente, ¡vale la pena ser honestos, pase lo que pase!
Padre, ayúdame a ser siempre integró en los negocios y en todo lo que haga.

Tomado de Meditaciones Matutinas para jóvenes
Dímelo de frente
Por Fernando Zabala