miércoles, 26 de septiembre de 2012

QUÉDATE CALLADO


«En cuanto Jesús expulsó al demonio, el mudo comenzó a hablar. La gente, admirada, decía: "¡Nunca se ha visto en Israel una cosa igual!"» (Mateo 9:33).

¡Cuánto hemos recorrido! Ya casi va a terminar septiembre. Verdaderamente he disfrutado nuestras aventuras diarias, y espero que tú también. Durante todo este tiempo hemos estado «hablando» a través de las palabras impresas en estas páginas, pero si de verdad estuviéramos caminando juntos estaríamos utilizando nuestras voces. Ahora, imagina por un momento cómo sería si no pudieras hablar.  Imagina que intentas hacerlo pero no sale ningún sonido de tu boca. Así estaba el hombre del versículo de hoy, completamente mudo.
No poder hablar sería difícil para la mayoría de nosotros que estamos acostumbrados a hacerlo.  Tendríamos que aprender a comunicarnos de otra manera. Pero la verdad es que a veces hablamos demasiado. La Biblia dice: «Quédense quietos, reconozcan que yo soy Dios» (Salmo 46:10, NVI). A veces necesitamos dejar de hablar un poco, quedarnos tranquilos, y permitir que Dios nos hable en medio del silencio.
Aparta unos minutos hoy para estar a solas con Dios en silencio. Mientras lo haces, escúchalo hablándote y aprende a conocerlo mejor

Tomado de Devocionales para menores
Explorando con Jesús
Por Jim Feldbush

VELARÉ POR TI HASTA EL FIN


Y hasta la vejez yo mismo, y hasta las canas os soportaré yo; yo hice, yo llevaré, yo soportaré y guardaré. (Isaías 46:4).

Se dice que la edad madura se inicia en el momento en que una persona empieza a pensar en el tiempo que le queda para llevar a cabo las cosas que aún debe realizar. Por lo general las mujeres no nos despertamos cada mañana diciendo: «Muy bien, hoy soy mucho más vieja que ayer, por tanto debo terminar esto antes de que sea demasiado tarde». Pero al ir pasando los años, y al llegar con ellos las enfermedades y los achaques, poco a poco nos vamos sintiendo frágiles y dependientes.
El Señor puede usar tanto a las mujeres jóvenes como a las que ya tienen cierta edad. Una hermana de mayor edad podría actuar como consejera y maestra para ayudar a las más jóvenes. En vez de ceder a la tentación de mostrar una actitud quejumbrosa, apática, y malhumorada es conveniente que las madres y abuelas nos volquemos en amar a nuestros hijos y nietos. Bríndale cariño a tu cónyuge. Disfruta de su compañía si acaso los hijos se han ido y ya no hay apuros ni obligaciones. Si estás sola, disfruta de la gente que te ama y se preocupa por ti. Involúcrate en la actividad misionera, en la visitación a los enfermos; eso te hará sentir mucha satisfacción y te devolverá la alegría de vivir. Trata de ser una suegra como Noemí, una madre prudente como Abigail o una abuela paciente y cariñosa como Loida, la abuela de Timoteo.
A veces nos sentimos orgullosas de las cosas que hemos hecho en el pasado y nos echamos a descansar, en lugar de continuar buscando todo aquello que podemos hacer ahora, con las energías que nos quedan y la sabiduría y la experiencia acumuladas.
Pongamos a prueba la promesa de Dios, según la cual los que están «plantados en la casa de Jehová, en los atrios de nuestro Dios florecerán. Aun en la vejez fructificarán; estarán vigorosos y verdes, para anunciar que Jehová, mi fortaleza, es recto y que en él no hay injusticia» (Sal. 92:13-15).

Tomado de Meditaciones Matutinas para la mujer
Una cita especial
Textos compilados por Edilma de Balboa
Por  Fanny Narváez  de Vargas

«NUNCA ME LO CONSULTASTE»


Su Padre ya sabe lo que ustedes necesitan, antes que se lo pidan. Mateo 6:8.

«Señor, ¿por qué permitiste que mi sueño se derrumbara en forma tan miserable? ¿Por qué no me diste al menos una señal?» Quien así se expresa es Claudia, una joven recién egresada de la carrera de Publicidad y Relaciones Públicas de una universidad privada. Su sueño consistía en comprar un apartamento tipo estudio para montar allí su agencia de publicidad. Pero ese sueño se evaporó cuando colocó su dinero en manos de un estafador. No sabemos qué respuesta le puede dar Dios a Claudia. Pero podemos imaginar que es la misma que quizás le daría a tantos otros: al joven que confió ciegamente en el amigo que lo traicionó; a la muchacha que muy tarde descubrió las verdaderas intenciones del don Juan que la enamoró. Esa respuesta es: «Tú nunca me lo consultaste».
Decidimos seguir adelante con nuestros propios proyectos sin consultar a Dios y, cuando fracasamos, se lo echamos en cara: «Señor, ¿por qué permitiste que su cediera esto?». Es muy sencillo: «Porque tú nunca me lo consultaste».
Esta realidad nos recuerda la experiencia del pueblo de Israel cuando fueron víctimas de los truculentos gabaonitas. Dice la Biblia que cierto día se presentaron ante Josué unos hombres que querían firmar una alianza con los israelitas. Alegaban provenir de tierras muy lejanas (ver Jos. 9). Y para demostrarlo, mostraron sus zapatos desgastados, sus ropas raídas y su pan mohoso. Habían oído que Dios destruiría a todas las naciones paganas que habitaban Palestina, y ellos no querían ser destruidos.
Josué los observó, les hizo algunas preguntas y, sin mucho protocolo, hizo pacto con ellos. Tres días después los israelitas descubrieron que los gabaonitas ¡vivían a la vuelta de la esquina! Los engañaron vilmente. Y todo porque no consultaron a Dios (Jos. 9: 14). Probable mente Josué y los líderes del pueblo razonaron que no valía la pena molestar a Dios por un asunto tan pequeño. Pero fue un error.
Si ahora mismo estás atravesando por alguna circunstancia que te está preocupando, oye esto: sea grande o pequeño, tu problema también preocupa a Dios. Por lo tanto, ¿por qué no llevarlo a él en oración? No pienses que importunas a Dios con tus problemas. Nada de lo que te afecta es insignificante o pequeño para él. ¿No es él, acaso, tu Padre celestial?
Padre mío, gracias porque te interesas en mis grandes problemas, y también en los pequeños.

Tomado de Meditaciones Matutinas para jóvenes
Dímelo de frente
Por Fernando Zabala

PÍDELE A DIOS PRIMERO


«Pedid, y se os dará, buscad, y hallaréis; llamad, y se os abrirá» (Mateo 7:7).

A menudo, la oración no es más que un plan alternativo, una segunda posibilidad. Quizá oremos por alguna necesidad, pero tenemos a punto un plan B. La oración no tendría que ser el último recurso, como si se tratara de algo así como: «Cuando todo lo demás falla, ora».
Hace varios años, a un pariente nuestro le diagnosticaron un cáncer que, por fortuna, era operable. Aunque el resultado parecía posiblemente bueno, a nadie le gusta escuchar un diagnóstico así. Mi corazón está con cualquier familia que se enfrenta a una crisis parecida. Entiéndaseme bien, no criticaré ni elogiaré la vía que escojan para enfrentarse a ese enemigo. Sin embargo, permítame que le explique la opción que tomó mi familia.
Dos semanas antes de la operación, la familia se reunió en el salón y se arrodilló alrededor del enfermo. Se elevaron varias oraciones y cuando su frente fue ungida con el aceite, todos extendimos la mano hasta tocarlo, encomendando el resultado al Gran Médico.
Esto es una unción y se suele pedir cuando ya han fracasado todos los demás remedios. Algunos lo ven como una especie de rito final. Nuestra familia lo veía de manera distinta. Entendimos que teníamos que llevar el problema a Jesús antes que considerarlo como un último recurso. Damos gracias a Dios porque esta persona se recuperó. Permítame sugerirle que recuerde esto: Cuando le pedimos a Jesús que haga algo y él responde nuestras oraciones, antes que dar las gracias al médico o atribuir los méritos a algún medicamento milagroso, deberíamos darle las gracias a Dios. En su sentido más elevado, pedir es un acto de fe. Pedir es tener fe en Dios. Por supuesto, solo podremos pedir a alguien a quien amamos y en quien confiamos, porque le transferimos la elección a la persona a quien pedimos. Cuando adquirimos el hábito del regateo, de la negociación, de la manipulación o de la exigencia, pensamos que tenemos el control de la situación.
Después de que se haya dado el último estudio bíblico y se haya predicado el último sermón, recibiremos la salvación por medio de la oración, la petición, porque Jesús viene al corazón en respuesta a la misma. Por más que para nosotros la salvación que Jesús adquirió en la cruz sea gratuita, si no la pedimos, no será nuestra. Pídale a Dios en primer lugar.  Basado en Lucas 18:1-8.

Tomado de Meditaciones Matutinas
Tras sus huellas, El evangelio según Jesucristo
Por Richard O´Ffill

EL AMOR PELEA LIMPIO


Si una casa esté dividida contra sí misma esa casa no podrá permanecer (Marcos 3:25).

Te guste o no, el conflicto en el matrimonio es sencillamente inevitable. Cuando se casaron, no solo unieron sus esperanzas y sus sueños, sino también sus heridas,, sus temores, sus imperfecciones y su bagaje emocional. Desde que desempacaron luego de la luna de miel, comenzaron el verdadero proceso de "desempacarse" mutuamente y de hacer el desagradable descubrí miento de cuan pecadores y egoístas pueden ser. En poco tiempo, tu pareja comenzó a deslizarse de tu elevado pedestal y tú del suyo. La intimidad forzosa del matrimonio comenzó a despojarte de tu fachada pública y a exponer tus problemas privados y tus hábitos secretos. Bienvenido a la humanidad caída.
Al mismo tiempo, la¡s tormentas de la vida comenzaron a probar y revelar de qué estabas hecho en verdad. Las demandas laborales, los problemas de salud, las discusiones con los suegros y las necesidades financieras estallaron con distinta intensidad, añadiendo presión y calor a la relación. Esto crea un marco para que aparezcan desacuerdos entre ustedes dos. Discutieron y pelearon. Se hirieron. Experimentaron conflictos. Tienen que saber que no están solos.
Todas las parejas atraviesan lo mismo. Es lo habitual. Sin embargo, no todas lo superan. Así que no creas que poner en práctica el desafío de hoy alejará todos los conflictos de tu matrimonio. En cambio, se trata de abordar el problemas de una manera tal que cuando lo atraviesen, su relación se vea enriquecida. Los dos. Juntos.
Reflexión: PROMETO DELANTE DE DIOS QUE A PARTIR DE HOY, SERÉ TRANSPARENTE Y LEAL A MI PAREJA EN TODO.

PÍDELE A DIOS QUE TE DÉ FUERZAS PARA HACER LAS COSAS QUE AUNQUE NO TE GUSTEN AYUDAN A LA RELACIÓN.

Tomado del 50 días de Oración
Por Pr. Juan Caicedo Solís
Secretario Ministerial, Dir. Hogar y Familia
Unión Colombiana del Sur.